Añoranza - Capítulo 40
-¡Excelente Candy! Has hecho un
gran trabajo. Además, el director del hospital de Florida ha enviado una carta
elogiándote ampliamente.
-Yo no creo haber hecho gran
cosa, Doctor Mathews.
-Te equivocas Candy, esta fue una
prueba muy importante. Algunas personas son incapaces de manejarse en
situaciones que involucren hablar con gente de alto rango, y la jefa de
enfermeras debe de estar en constante comunicación con directivos de éste y
otros hospitales, necesitamos una persona con el temple adecuado para ese
puesto. Te perfilas como una muy buena candidata Candy.
-Muchas gracias Doctor- pero la
sonrisa que Candy esbozaba no correspondía a la felicidad que se esforzaba en
proyectar- ¿Alguna otra cosa que quiera decirme director?
“Sí, y llevo mucho tiempo
cuestionándome cómo hacerlo. Quiero decirte que te admiro y respeto. Admiro
como siempre te esfuerzas por dar el cien en cada uno de los aspectos de tu
vida, como te partes en pedazos por nunca descuidar tu trabajo, pero sobre todo
por siempre estar pendiente de tu hijo. Admiro tu coraje, por defender tus
principios y a tus amigos. Admiro tu capacidad de seguir sonriendo a pesar de
haber sufrido tanto. Admiro tu belleza; física, pero sobre todo la de espíritu.
Que me agrada pasar tiempo contigo, compartir la pasión por nuestra profesión,
escucharte hablar de tus sueños y como siempre éstos giran en torno de tu hijo.
Que despiertas en mí sentimientos que creía muertos hace mucho tiempo…que
simplemente creo haberme enamorado de ti, y quiero pedirte una oportunidad
de…conocernos en otro plano. Lograr demostrarte que mi interés en ti es sincero
y honesto, mi interés en ustedes. Pero sobre todo, lograr mostrarte que el amor
puede ser muy distinto a la experiencia dolora que tú has vivido”
-No Candy, eso es todo por el
momento – de nueva cuenta, aquellas palabras murieron en su garganta.
-De acuerdo Dr Mathews, entonces
nos vemos después.
“No, no es que me falte el valor,
sencillamente no es el momento ni el lugar apropiado para hablar de esto” Se
repetía a sí mismo el joven doctor. Llevaba tiempo madurando la idea de
confesarle a Candy sus sentimientos, pero pensaba que su cargo como director en
el hospital y la posibilidad de que ella llegara a convertirse en Jefa de
Enfermeras lo tenía en medio de una situación algo incómoda. No quería que
Candy se sintiera intimidada o condicionada a aceptar su proposición amorosa a
cambio de un ascenso en su carrera. “No, eso nunca”. O que los demás miembros
del hospital pensaran que su nombramiento correspondía a intereses personales y
no a la capacidad de Candy como enfermera. Y esos comentarios ya habían
surgido, pareciera que todos los empleados del hospital se habían percatado de
la predilección que sentía el director por su enfermera, todos menos Candy. “Será
mejor esperar a que se decida quien tendrá el cargo para evitar suspicacias”
Además, ese día Candy estaba muy rara, demasiado distraída.
-Candy… ¡CANDY! ¿Qué estás
haciendo?
-¿Qué?...este…voy a darle al Sr.
Flemintong su medicamento, Flamy.
-¿A sí? Mira, claramente en las
indicaciones el doctor dijo que había que administrarle su antibiótico y esto
que ibas a darle es un analgésico. Estará muy tranquilo, pero la infección
seguirá extendiéndosele.
-¡Ohh! Es cierto. Gracias por
advertirme, Flamy.
-¿Qué es lo que te ocurre? Desde
que regresaste has estado sumamente distraída, Candy. ¿Qué, las vacaciones no
fueron suficientes y sigues soñando con las playas de Florida?
-Flamy, sabes perfectamente que
no se trataron de vacaciones sino de una comisión.
-Sí, claro.
-Perdón, es que he tenido unos
problemas en casa y eso me tiene con la cabeza en otro lado.
-Bueno, pues espero que por esos
“problemas” no me vayas a fallar el viernes.
-¿El viernes? – preguntó Candy
desconcertada.
-¡Candy! Te pedí que me cubrieras
mi turno nocturno ese día. ¿No me digas que ya se te había olvidado? ¡No puedes
hacerme esto! A estas alturas será imposible que pueda conseguir a alguien más
que me cubra.
-No, no. No te preocupes, Flamy.
Por supuesto que te cubriré. Puedes estar tranquila.
-¿Estás completamente segura?
-Sí, lo prometo.
-Bueno pues. Deberías marcharte
tu turno ya acabó, y francamente así de distraída como estás no conviene que te
quedes más tiempo y cometas otro error. Vete antes de que los demás se den
cuenta de que estás tan despistada.
-No sé si agradecerte, pero,
bueno, me marcho. Que tengas un buen
turno, Flamy.
Eran demasiadas cosas las que
rondaban su cabeza y afectaban el desempeño en su trabajo. El reciente
encuentro con Terry, tantos sentimientos que creía completamente enterrados volvían
a florecer. El enojo de Alex, y aunque ella creía tener la razón, no dejaba de
sentirse terriblemente culpable por mentirle a su hijo, o como Albert bien le
decía, por lo menos ocultarle la verdad.
Pero lo que en verdad le quitaba
el sueño era la posibilidad de que Terry apareciera de un momento a otro
tambaleando la estabilidad que con tanto esfuerzo y sacrificio a través de los
años, había logrado alcanzar en su vida; o la posibilidad de que él nunca
apareciera, confirmándole que ella jamás le había importado. No sabía qué era
peor. Iba tan ensimismada en sus pensamientos que jamás se percató del hombre
que la observaba desde el interior de un automóvil aparcado enfrente del
hospital.
Llevaba todo el día haciendo
guardia afuera del San Joseph y ella al fin había aparecido. ¿Cómo resistirse
las ganas de salir corriendo y estrecharla entre sus brazos para nunca más
dejarla ir? No, seguramente Candy huiría de nuevo, ésta vez más lejos. Terry se
había trazado un plan y debía ajustarse a él. Lo primero, investigar todo lo
posible respecto a su vida en estos últimos años y empezaría por su lugar de
trabajo.
Es por todos sabido que las
personas encargadas de la recepción son las que están más al tanto de lo que
ocurre en cualquier lugar, así que Terry dirigió sus pasos hacia el mostrador
al fondo del pasillo principal del hospital.
-Buenas tardes, caballero.
Alfred, el fracasado hijo de
Doctor levantó la vista aburrido –Nombre del paciente. –Exclamó al ver a Terry.
-No vengo a visitar a ningún
paciente. Quisiera información sobre una enfermera que trabaja aquí, Candice
White.
-Candice no está trabajando en
este momento, regrese mañana por la mañana.
-Sé que ella no está aquí, pero
creo que no me ha entendido, tengo mucho interés en lo que me pueda decir
respecto a ella, y estaría dispuesto a remunerar generosamente esa
información-Extendiendo un fajo de billetes, logrando cautivar la atención del
joven.
-Usted se me hace conocido,
parece un tipo elegante, ¿cuál es su interés en esa chica?, espero que no sea
nada malo o tendré que echarlo de aquí, digo, no la soporto, pero aun así no me
gustaría que…
-No, no, tranquilo, estamos
hablando entre caballeros. El hecho es el siguiente,- y se dispuso a relatar la
historia que había inventado para conseguir su objetivo- hace un par de meses
mi tío estuvo internado en este hospital y esa enfermera lo atendió, según él
cuenta, muy bien. Fue dado de alta, pero se le ha metido la loca idea en la
cabeza de querer contratarla para que lo cuide en su hogar. Mi tío es solo, yo
soy su familiar más cercano y me preocupo por él. Usted sabe, un viejo solo,
enfermo, rico; podría ser blanco fácil para dejarse embaucar por una chica
linda, quiero saber quién es Candy, eso es todo. Soy hombre de negocios y sé
que la información es el producto más caro hoy en día, así que estoy dispuesto
a pagarle bien por cualquier información que pueda proporcionarme de ella,
entre más información sea, mayor será la paga. ¿Qué le parece? ¿Puedo invitarle
un cigarrillo y conversamos?
-Correcto. –Al parecer la
historia lo había convencido, y el dinero, cautivado- Mi descanso es dentro de
quince minutos. Nos vemos en el jardín trasero.
-¡Es insoportable! Un verdadero
dolor de cabeza.-Ambos hombres disfrutaban un cigarrillo recargados en la pared
del hospital que daba al patio trasero.
-¿Por qué lo dices? – Inquirió
Terry.
-Se mete en todo, opina en lo que
no le concierne, profesa tanto amor a su profesión que no entiende que algunos
solo estamos aquí por tener dinero para sobrevivir. A mí me ha echado a perder
varios negocios por darse unos aires de moralidad que no le quedan. No es muy
querida por aquí debido a eso.
Terry sonrió al escuchar esas
palabras de aquel sujeto, al parecer, algunos hábitos bien arraigados nunca
mueren, le recordaba a la Candy de épocas escolares - ¿Pero es buena en su
trabajo?
-Pues digamos que sí. –Continuó
Alfred - Hace hasta lo que no le corresponde, ya sabe, se queda más tiempo, se
preocupa por que los pacientes estén cómodos. Los enfermos van y vienen. Muchos
mueren, y no se puede sufrir por cada uno, pero ella llora cada vez que alguien
muere, a mi parecer eso no es una buena cualidad en una enfermera, hay muchas chicas mejores. Piensan ascenderla
a jefa de enfermeras en cuanto la anterior se retire, eso le ha traído aún más
enemistades, ya que todos sabemos que la ascenderán no porque se lo merezca,
sino porque el imbécil del Dr. Mathews está enamorado como un idiota de ella.
-¿Quién es él?
-Es el director del hospital, el
Doctor Erick Mathews. Médico cirujano, bastante bueno, ha publicado varias artículos
y cosas de esas, estudia el cerebro o algo así. Es viudo y desde que llegó a
hospital, hace un año, se ha dedicado a
hacerle la corte a Candy. Hace poco la envió a entregar unos papeles muy
importantes a Florida. Imagínese, ¡vacaciones y pagadas! Las demás enfermeras
estaban furiosas. Ahora va ascenderla, se lanza con todo para deslumbrarla.
-Así que el doctor Mathews,
interesante. He escuchado que ella tiene un hijo, -Terry había se dispuso a
encender el segundo cigarrillo, aunque era una misión complicada, trataba de
sonar tranquilo pero sus manos temblaban a causa del coraje que comenzaba a
apoderarse de su ser- ¿él es el padre?
-¿El padre de Alex? No. Me
encanta ese chiquillo, desquicia a su madre, él sí me simpatiza. Pero no, el
Dr. Mathews no es su padre. Desde que Candy llegó al hospital, para ingresar
como estudiante, Alex ya había nacido. Nadie sabe quién es su padre, las otras
enfermeras de forma maliciosa suelen decir que probablemente ni Candy misma
sepa quién es el padre. Algún tiempo creí que su padre era el tipo alto y rubio
con el que ella vive.
-¿Vive con un tipo? – El corazón
de Terry deseaba salirse de su pecho.
-Sí, pero supongo que ha de ser
su pariente o algo por el estilo. Alex lo llama tío, aunque que yo sepa Candy
no tiene hermanos, es huérfana, criada en un orfanato. Igual y es alguien que
creció ahí con ella, no lo sé. Alex siempre que viene pasa a saludarme, aunque
a su madre no le agrade mucho la idea, y el niño me ha platicado que es también
su padrino y que ellos duermen en cuartos separados.
-Entonces, ¿Candy vive con un
hombre, y aun así tiene una relación con el director del hospital?
-No tiene una relación, o aun no
la tiene. No creo que haya aceptado algo con el doctorcito antes de asegurar su
puesto. Es bastante lista. Cuando llegó la invité a salir a divertirnos un par
de veces, una cerveza y ya veríamos. Es odiosa, pero hay que aceptar que es
bastante atractiva; pero se indignó mucho. Hipócrita, uno pensaría que teniendo
un hijo de Dios sabe quién no tendría por qué darse esos baños de pureza. Pero
yo ya descubrí cuál es su juego. Le interesan “peces gordos”. Tiene otro
pretendiente, un tal Leagan, tipo con bastante dinero.
-¿Neal…Leagan?- Terry por poco y
se ahoga con el humo del cigarro al escuchar aquel nombre.
-Ese. ¿Lo conoces?
-Hace tiempo, aunque jamás
imaginé que Neal tuviera…esos gustos.
-Esos ricos excéntricos. ¿Cómo su
tío no?
-Sí… por supuesto.
-Es todo lo que te puedo decir.
La chica es un poco reservada. ¿Sirvió de algo la información?
-De mucho, créeme que fue más de
lo que hubiera podido esperar. Toma, lo acordado y por favor, discreción, nadie
puede enterarse de que estuve aquí y ni de que tuvimos esta plática. Mucho
menos Candy.
-Por supuesto. Esta plática para
mí también resultó más provechosa de lo que esperaba. Y a tus órdenes el día
que necesites más información.
-Ahora que lo mencionas, Alfred,
te agradecería tu ayuda con otra cosa. ¿Puedes darme su horario de trabajo?
-De inmediato. Tómalo como un
bono.
Para cuando regresan a la
recepción, Flamy ya lo está esperando completamente furiosa.
-¿Pero qué es lo que sucede
contigo? Siempre haces lo mismo te tomas más tiempo del correspondiente a tu
descanso. Yo solo te cubro el tiempo necesario, pero no tengo por qué realizar
tus funciones, esa es tu responsabilidad.
-Flamy, Flamy, Flamy. Tranquila
solo llegué tarde un minuto.
-Ese minuto es tiempo importante
para mí y para mis pacientes. Y ¿quién es él? Señor usted no puede estar
adentro de la recepción, ¿qué es lo que busca?
-Esas preguntas Flamy, -la tomó
por las hombros para moverla con dirección al pasillo- me corresponde hacerlas a mi
-Pero…
-Como bien dijiste, son mis
funciones y tú ya terminaste de cubrir mi descanso así que largo de aquí que yo
atiendo al señor. – Y la chica se marchó sumamente indignada.
-Veo que no tienes mucho éxito
entre las mujeres del hospital. – Recalcó Terry sonriendo.
-Son unas presumidas. Mira aquí
está el rol de turnos, llévatelo tengo copias. A veces hay cambios, arreglos
entre las chicas. Cualquier cosa llama a recepción o ven a verme y yo te
informaré.
-Te lo agradezco, en verdad.
-No tienes de que. Además de él
buen dinero que me diste, quise ayudarte porque me recuerdas a alguien que en
verdad aprecio.
-¿A sí? ¿A quién?
-A Alex-Terry palideció- El
parecido es sorprendente. Suerte, con lo de su tío, por supuesto.
-Gracias.
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