Añoranza - Capítulo 43
Debía sentirse contento, el día
no había sido del todo infructífero, había conseguido tener una cita para mañana
con “Alex…” Cada vez que pensaba en el hermoso niño de cabello oscuro
inevitablemente terminaba sonriendo. Pero por otro lado estaba Candy, su
rencor, su rechazo, su testarudez; hablar con ella, el menos en un tono
medianamente civilizado parecía imposible. Esperaba que su madre hubiera tenido
mejor suerte con ella. Ese era el único motivo que tenía para querer regresar a
su casa, aún a sabiendas de encontrarse con su suegra, la Santa Inquisidora y
con Susana, la perpetua Magdalena. Esperaba al menos que Eleonor le trajera
buenas noticias.
-Buenas noches, Señor Terrence
-Buenas noches. ¿Eleonor ya ha
llegado?
-No señor, pero…
-Hola, Terrence
Ese saludo, esa voz, hacía
renacer en su mente dolorosos recuerdos y una inmensa rabia brotaba desde el
fondo de su corazón. Era su padre, el Duque Grandchester, otra vez esperándolo
como aquella fatídica noche en que injustamente lo separó de Candy. Pero esta
vez la escena pintaba mucho peor, ya que además lo esperaban en la sala, Susana,
junto con su suegra.
-¿Qué demonios haces en mi casa?
¡Lárgate!, no eres bien recibido- Terry ignoraba que su padre y Susana
mantenían comunicación desde la fecha de su boda. Susana le informaba al duque
acerca de la conducta de Terry y éste a su vez le había prometido convertir al
primer hijo varón que Terry y ella procrearan, en su heredero.
-Claro que sí, dado que fue tu
misma esposa quien me invitó. He venido a hablar contigo Terrence, no estoy de
acuerdo con tu comportamiento, ¿descuidar a tu delicada esposa, por tener una
aventura con la chica que años atrás te cambió por dinero?
-¡CÁLLATE! No te permito que
hables así de Candy, lárgate antes de que te saque a rastras.
-¡Pero qué descaro, se atreve a
defender a su amante!-La madre de Susana
se había puesto de pie al lado del duque y señalaba a Terry con ademan
acusador, esto solo lograba enfurecerlo más.
-Le ruego a usted que también se
calle señora, nunca le he faltado al respeto, pero si sigue entrometiéndose en
lo que no le importa me obligará a hacerlo. He soportado mucho tiempo su
presencia en esta casa, demasiado diría yo, pero no me colmé o tendré que
pedirle que se vaya y puede llevarse a su hija si así le parece.
-¿Qué no me meta en lo que no me
importa? ¡PERO SI SE TRATA DE LA FELICIDAD DE MI HIJA!- la Sra. Marlow se
exaltaba cada vez más-¡Egoísta! ¡Mal agradecido!, mi hija arriesgó su vida por
ti, perdió su pierna por tu culpa, su carrera, ¿y tú le pagas teniendo un
asqueroso amorío con una cualquiera?
-¡LE HE DICHO QUE SE CALLE!
-Señor, su madre está aquí-el ama
de llaves interrumpió la discusión debido a la llegada de Eleonor, quien no
esperó siquiera a terminar de ser anunciada, su alegría era tanta que corrió a
los brazos de su hijo sin percatarse de las demás personas presentes en el
salón.
-¡Oh Terry, es tan hermoso, tan
hermoso!, pasé toda la tarde con ellos, ¡mira todavía tiemblo de la emoción!,
Candy se portó tan...-el rostro desencajado de Terry a causa de la ira sacó a
Eleonor de su euforia, con lo cual por fin fijó su atención en los demás, casi
se desmaya, jamás imaginó encontrarse después de tantos años con el hombre que
había sido el gran amor de su vida, pero también el causante de todo su
sufrimiento-…Richard…
-Eleonor, ¿con qué te has
convertido en la Celestina de Terrence?, ¿por qué será que no me sorprende en
lo absoluto? Fuiste tú quien siempre le llenó la cabeza a Terrence de absurdas
historias sobre amor y dramas, quien lo orilló a ser actor, y ahora le fomentas
una relación ilícita para arruinar su matrimonio.
-Te equivocas Richard, no somos
iguales. El único que arruinó su legítimo matrimonio fuiste tú hace años al
separar a Terry de Candy por medio de engaños. Pero escúchame bien, no
permitiré que vuelvas a interferir en la felicidad de mi hijo, y mucho menos
ahora que la felicidad de mi nieto también está de por medio.
-¿Nieto? ¿De qué estupidez estás
hablando, Eleonor?-la sorpresa en el rostro del Duque Grandchester era
mayúscula, Susana y su madre lo notaron
y esto hizo salir a la joven de su hermetismo decidida a por fin tomar un papel
más activo en la discusión. Pero Eleonor no esperó reacción a sus
declaraciones, inmediatamente volteó y llena de emoción, relató a Terry sus
impresiones sobre Alex.
-¡Terry tienes que verlo! ¡Es tan
bello!, y muy bien educado, Candy ha hecho un excelente trabajo educándolo, ¡y
ella sola! Al principio Candy estuvo algo renuente, pero apelé a su buen
corazón y cedió a presentármelo. Es una gran madre, y Alex es un niño
encantador, tan parecido a ti. Les he pedido que vivan conmigo.
Ante tal noticia, hasta Terry
había quedado estupefacto, pero fue su padre, quien sintiéndose perdido ante
tal desinformación rompió el silencio-Un momento Eleonor, explícame, ¿de qué
nieto estás hablando?
-Cuando me separaste de Candy,
ella estaba embarazada, tuvimos un hijo pero gracias a ti yo jamás me enteré
hasta hace poco que los encontré. Algo más a la lista de cosas que nunca voy a
perdonarte Duque.
-¿Pero estás seguro que ese niño
es reamente tu hijo?
-¡Por supuesto que es su
hijo!-Eleonor también parecía a punto de perder la compostura ante dicha
pregunta-La integridad de Candy no está a discusión, ella es una mujer honesta.
Y aunque tú no lo creyeras así, basta solo con ver al niño para darse cuenta
que es Terry vuelto a nacer.
-Un nieto, -una extraña mueca,
que intentaba pasar por una sonrisa, se dibujaba en el rostro del Duque - un
varón….un heredero
Estas últimas palabras solo
fueron audibles para Susana, invadiéndola de terror, veía escaparse su única
oportunidad. -¡Nooo! Ese niño no es su nieto, no es un Grandchester, es… ¡Es un
bastardo! ¡ahhh!
Nadie se lo esperaba, pero
Eleonor había dado una fuerte bofetada en el rostro de Susana haciéndola
tambalear, evitando la caída solo porque su madre se interpuso a tiempo. En el
bello rostro de la aclamada actriz se dibujaban unas líneas de expresión poco
conocidas, causadas por la rabia, su boca temblaba al hablar –No te permito,
nadie…nadie llama bastardo a mi nieto óyelo bien.
-¡Loca!, ¿cómo se atrevió a
golpear a mi hija?
-Y la haré otra vez si vuelve a
expresarse así de mi nieto. –Susana lloraba tocándose el rostro donde
prontamente apreció una mancha roja indicando el lugar que había recibido el golpe,
lloraba de coraje y humillación.
-¡Hipócrita! ¡No supo ser una
buena madre y ahora pretende reivindicarse defendiendo a un supuesto nieto que
apenas conoce! Pero yo sé que lo hace solo por causarme daño, porque nunca
estuvo de acuerdo en que Terry se casara conmigo.
-En eso tienes razón. Siempre
creí que Terry cometía un error muy grave al casarse con alguien a quien no
amaba, pero ahora que me doy cuenta de lo mezquina y arrogante que eres, el
error era mayor de lo que me imaginaba. Me arrepiento de no haberme llevado a
mi hijo a rastras lejos de ti, pero como dije, no permitiré que le arrebaten su
felicidad nuevamente.
-¡Mala Madre!
-¡Basta ya Susana! No voy a
tolerar que le hables así a mi madre. Mamá por favor vamos al despacho, me
interesa más lo que tengas que decirme sobre mi hijo que ésta pelea absurda.
-Terry, espera.
-No quiero escucharte, Duque.
-No hijo, escucha, esto lo cambia
todo y quiero que sepas que te apoyo, haremos lo que sea necesario para que
recuperes a tu hijo, a mi nieto. –Pero
Terry ya se había marchado sin contestar.
-Pero Duque Grandchester usted no
puede apoyar semejante inmoralidad, que dirá la sociedad si reconocen a ese
bastardo como miembro de la familia Grandchester.
-Silencio señora Marlow. Su hija
y usted hábilmente me ocultaron información primordial para su beneficio y no
me agrada que pretendan manipularme. Respecto a ese niño, investigaré, y si en
verdad es mi nieto haré lo necesario para que sea criado como lo que es, un
Grandchester, no sería la primera vez.
Si su hija pretende seguir con Terry, tendrá que aceptarlo le guste o
no.
-No puedo creerlo. –Terry se dejó
caer sobre el elegante sillón de su despacho. - Mi hijo nació en un establo.
-Cristo nuestro señor nació en un
establo también, y era el hijo de Dios. ¿Quién te crees tú entonces?
-Sabes que no quise decir eso,
madre. Solo es que cuando pienso en todas las miserias y penurias que pasó, me
lleno de rabia. Y yo, mientras qué hacía, triunfando como la nueva estrella en
acenso y disfrutando de los lujos y excentricidades de Broadway. Me doy asco.
-No digas eso cariño, no hay
tiempo para autoflagelaciones en éste momento. Ahora tienes que concentrarte en
recuperar a tu hijo, ¿qué piensas hacer Terry?
-No lo sé. Es decir, por supuesto
que voy a luchar por él pero no tengo idea de cómo. Candy no quiere hablar
conmigo, no deja que me acerque, incluso me dijo que Alex no era mi hijo
-Por supuesto que es tu hijo,
Terry.
-Lo sé, mama, lo sé. Así lo sentí
desde el primer día, pero eso lo hace aun peor. Imagínate el odio que debe de
tenerme Candy para decir una mentira tan horrorosa, para no buscarme en todos
estos años. Tengo que hablar con ella, necesito saber qué pasó, qué fue lo que
en realidad le dijo mi padre sobre mí, por qué me odia tanto si yo nunca he
dejado de amarla, por qué no me buscó. Pero no me deja, parece que me aborrece
y tal vez tenga razón.
-No Terry, estoy segura que ella
no te odia.
-¿Te lo dijo?
-No. No tocamos el tema, le
afecta bastante. Simplemente le supliqué por mí, por mi derecho de abuela y me
confirmó que Alex es tu hijo. Además, quien tenga ojos, puede darse cuenta de
eso. Pero ella tiene un gran corazón, Terry y es incapaz de odiarte por todo el
amor que se tuvieron y porque eres el padre de su hijo. Candy es una buena
mujer, bella por dentro y por fuera.
-¿Está mucho más bella, verdad?
-Sí. Siempre fue una chiquilla
muy linda, pero ahora se ha convertido en una mujer realmente hermosa.
-Pero igual de obstinada.
Mañana…mañana veré a mi hijo. Albert organizó poderlo ver en el zoológico donde
él trabaja. Pero tengo miedo, mamá, no sé si deba decirle que soy su padre o
esperar a hablar con Candy y decírselo juntos, aunque eso en estos momentos eso
parece imposible.
-¿Albert es su amigo el rubio?
-Sí, ¿lo conociste?
-Él me recibió cuando fui a verla
esta tarde. Hijo no es por mortificarte más pero, ¿estás seguro de que ese
hombre no tiene ningún interés amoroso en Candy?
-Por supuesto que no, mamá. Ya te
hablado de él, Albert siempre ha sido un gran amigo para Candy y para mí
también.
-Lo sé, es solo que, es un hombre
atractivo y a estas alturas la diferencia de edad entre ellos ya no pareciera
tanta. Pero si dices que él está intercediendo por ti y tomando en cuenta todo
lo que ha cuidado a Alex seguramente no es así. No estés nervioso mi amor, Alex
es tu hijo, la sangre llama, así lo sentiste desde aquel día en la estación.
Cuando estés frente a él, permite que hable tu corazón.
Albert interesado en Candy. La
plática sostenida con su madre la noche anterior, donde Eleonor había sacado a
la luz ese pequeño detalle, seguía resonando en su mente mientras esperaba
paciente en la puerta del zoológico de Chicago. ¿Sería posible? ¿Cuánto
llevaban viviendo juntos Candy y Albert juntos? ¿Un año, dos? “Más del tiempo
que tú compartiste con ella”, pensó. Y aunque le doliera reconocerlo, Albert le
había brindado el apoyo y estabilidad que él jamás pudo brindarle, cuando Candy
más lo necesitó. En cambio él… ¿Pero entonces por qué lo estaba ayudando? No,
no. Imposible. Albert era amigo de Candy, pero lo más importante, era amigo de
él. Jamás lo traicionaría así, aunque, no estaba de más preguntarle.
-¡Hola Terry!
La imagen del hombre alto y rubio
de espalda ancha, que marchaba a su encuentro llevando de la mano a una pequeña
figura, cuyo rostro apenas era visible bajo la capucha del abrigo y su bufanda,
ambos emergiendo de la niebla matinal, hizo sonreír a Terry. Albert era su
amigo, de eso no había la menor duda. Y siempre le estaría eternamente
agradecido, por haber cuidado de las personas que Terry más amaba.
-Vaya llegaste muy temprano, si
alguien te ve bien podrías robarme el puesto en el zoológico. Alex quiero que
saludes a alguien.
El corazón de Terry latía a mil
por hora.
-¡Es él!-Alex reconoció
inmediatamente a Terry y en su rostro había una enorme sonrisa de felicidad y
asombro-¡Tío Albert es él, es el hombre que me ayudó cuando me perdí, el que se
llama igual que yo!
-Me recuerdas.
-Por supuesto que te recuerda,
cuando regresaron no hacía otra cosa más que hablar de ti. Alex mira, resulta
que yo también conozco a Terry, es un viejo y muy querido amigo. El día de hoy
estaré bastante ocupado y le he pedido a Terry que cuide de ti mientras tanto,
él no conoce este Zoológico así que tú deberás mostrarle todos los animales que
hay, ¿de acuerdo?
-De acuerdo – respondió el
pequeño levantándose sobre las puntas de sus pies emocionado ante la
posibilidad de fungir como guía del zoológico.
-Solo una cosa más Alex. Sabes
que a tu madre no le gusta que te cuide nadie que no sea yo, así que será
nuestro secreto.
Alex giró lentamente los ojos
trazando un círculo con la mirada en busca a una solución a su dilema moral
–Pero yo no debo mentirle a mami.
-No le mentiras, ella no te
preguntará si Terry estuvo contigo, simplemente evita comentarle para no preocuparla.
A menos que no quieras, y prefieras que Terry se marche sin conocer el
zoológico.
-¡Yo te llevaré Terry! – y al
tomar la mano de su hijo, Terry sintió que la felicidad que le habían arrebatado hace tantos años, volvía a su alma
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