Añoranza - Capítulo 46
La tarde anterior había sido
simplemente maravillosa. En su día de descanso, Eleonor los invitó a ella y a
Alex a comer, con el fin de pasar tiempo al lado de su nieto. Después de
almorzar y charlar animosamente sobre cuestiones trascendentales como el color
o comida favorita de Alex, Eleonor le pidió autorización para comprarle algunos
“detalles” a su nieto. Aquellos detalles se convirtieron en decenas de bolsas
que contenían ropa, juguetes y demás regalos. Candy trató de objetar, debido a
que consideraba que era una cantidad exorbitante de regalos para un niño tan
pequeño y por el elevado coste de muchos de ellos.
-¡Oh Candy, por favor! Déjame
consentir a mi nieto. Me deleita verlo tan feliz.
Y la verdad es que ella también
se deleitaba ver a su hijo desarmarse ante los regalos y mimos de su abuela.
Pero eso también la hizo sentirse un poco incómoda, cuestionarse si lo que
Albert llevaba días diciéndole respecto a su “actitud egoísta”, sería cierto.
Siempre pensó en proteger a su hijo de cualquier cosa que tuviera que ver con
Terry, sin tener en consideración que al
ocultárselo a él, también había privado a Alex de vivir alegrías semejantes
como compartir con su abuela.
Eleonor prudentemente evitó
realizar cualquier comentario respecto a Terry, pero Candy sospechaba que
estaba bien enterada de sus anteriores y fallidos encuentros. Pensó en
preguntarle, pero, sería mejor tomar el problema de frente y hablar con Terry
de una buena vez.
Un ramo de flores maltrechos y
una caja de chocolates maltratada pasaron frente a su vista por un segundo para
después azotar contra la mesa de revisiones, trayéndola de vuelta a su
realidad.
-Siento no poder entregarte en
buenas condiciones mi parte del acuerdo, pero te aseguro que no fue por un
descuido mío –dijo Neal.- Hay un tipo allá afuera gritando como loco que es tu
esposo y agrediendo a todo aquel que desee acercarse a ti. Quiero decir, que
necesite acercarse a ti.
-¿De quién hablas?
-Sabes de quien hablo Candy. De
Grandchester. ¿Te has convertido en su
amante?
-¡Por supuesto que no Neal! Y es
muy…desagradable de tu parte que digas algo así.
-Es que no me explico por qué el
repentino interés en ti nuevamente, o porqué se siente con derecho de propiedad
sobre tu persona.
-Neal, Terry y yo tenemos un hijo
y él apenas se enteró, es compresible que quiera saber más…
-¿Apenas se enteró? Ja,ja,ja.
¿Candy, tú no crees eso verdad? Él siempre supo dónde encontrarte, Candy. Fue
al colegio, vino a América, paseó por todo el país. Con su fama y sus recursos
pudo haber averiguado tu paradero en cualquier momento. Además, Eliza, yo y
muchos más de los que lo conocíamos de antes, lo vimos en el teatro, pudo haber
averiguado con simplemente preguntarnos. Lo que yo creo es que sí lo averiguó, dónde
estabas e incluso el hecho de que ustedes tenían un hijo pero sencillamente no
le interesó. Hasta ahora. Lo que deberías de preguntarte es ¿por qué?
Candy estaba callada, pensativa.
Las palabras de Neal parecían tener mucha lógica. Pero no era el momento, el
lugar, ni la persona con quién discutir cuestiones tan importantes. Volvió a
sumergirse en su actitud profesional y seguir adelante- De acuerdo, comencemos
revisando tus reflejos- pero Neal planeaba continuar con sus intrigas.
-Mmm. Entonces tal vez es cierto
lo que dicen los periódicos.
-¿A qué te refieres?
-No es que me interesa en lo más
mínimo la vida de ese actor de quinta, pero bueno, mi hermana y mi madre son
aficionadas a leer chismes de farándula y no he podido evitar escuchar algunos
comentarios. Parece ser que su esposa, Susana Marlow, no puede tener hijos.
-No le encuentro relevancia a eso
que me has contado, Neal.
-Piénsalo bien Candy. Tal vez ese
sea el motivo por el que Terry esté aquí. Para qué adoptar, si tiene un hijo de
su propia sangre. Ten cuidado, no te dejes embaucar porque estoy seguro de que
Grandchester está pensando en quitártelo.
¡Imbécil! ¡Imbécil Neal Leagan,
mil veces imbécil! Pero más imbécil él porque haber escuchado toda esa insulsa
palabrería sin asentarle un buen golpe en medio de la cara. ¡Pedazo de idiota!
¿Cómo se atrevía a sugerir que Candy pudiera…? No. Sencillamente inverosímil.
De todos los hombres en el mundo, Neal era el que le resultaba a Candy más
despreciable. “Tampoco olvidará todo el daño que tú le has hecho”. Bueno,
pudiera ser que él tuviera una considerable ventaja como persona non grata.
Llevaba horas montando guardia
afuera del hospital, esperando el momento en que Candy saliera e intentar
hablar con ella una vez más. Pero el corazón se le cayó hasta los pies cuando
vio que Candy salía y para abordar tranquilamente el coche de los Andrew
acompañada de Neal Leagan.
Juntos, en silencio. Manteniendo la correcta distancia en el asiento
trasero del lujoso automóvil. Ella, con las manos cruzadas sobre sus rodillas,
la vista puesta en ellas. Él, intentando parecer indiferente contemplando con
fingido interés el tráfico y a los transeúntes, pero la miraba de soslayo. De
repente se atreve, voltea a mirarla, ella levanta la vista y le dedica una
tímida y nerviosa, pero al mismo tiempo encantadora sonrisa.
-Hemos llegado, Señor Leagan.
-Espera Candy, te abriré la puerta- Se notaba sorprendida, tal vez aquel
gesto de amabilidad había sido demasiado. Pero era una oportunidad que no podía
desaprovechar. Bajo el argumento de que Terry la esperaba fuera del hospital,
Neal insistió en llevarla a su casa para evitarle un nuevo enfrentamiento,
Candy después de mucho pensarlo, accedió, resultaba evidente que la posibilidad
de que Terry quisiera quitarle a su hijo la atemorizaba demasiado como para
dejar de lado las suspicacias. Al ayudarla a descender, Neal en un acto de
caballerosidad extraño en él, le ofreció la mano, ella algo incomoda, se la
aceptó. Aquel contacto se había sentido como electricidad.
-Emmm, gracias, Neal. Gracias por traerme a casa.
-No me lo agradezcas, lo hice solo por molestarlo- encogió los hombros
en un gesto que indicaba que aquella atención, para él, carecía de importancia- Pero no olvides lo que
te dije Candy, ten cuidado, ese tipo no está aquí por nada bueno.
Breve, pero provechoso. Así calificaba Neal aquel maravilloso momento
que compartió con Candy, sobre todo porque logró sembrarle la duda y evitar, o
por lo menos posponer, cualquier acercamiento por parte de Grandchester; todo
habría marchado perfecto de no ser porque al regresar a su casa encontró, a
Terry enfrascado en una acalorada pelea con su hermana.
-¡Túuu! ¡Tú no mereces ser llamada mujer, tú no mereces siquiera que te
llamen ser humano! Tú sabías todo Eliza, ¡todo! Y aun así fuiste a mentirme en
mi cara con el único propósito de atormentarme. No tienes idea del daño tan
grande que causaste.
-Tengo una idea bastante aproximada, Terrence- Eliza lucía una enorme
sonrisa de satisfacción que casi se desbordaba de su rostro.
-Que odiarás a Candy jamás lo comprendí, tal vez solo se trataba de
absurda rivalidad femenina, porque a todos nos queda claro que como mujer,
estás muy por debajo de ella. Que quisieras dañarme a mí…eso sí lo entiendo,
quizá hasta lo merezca. ¿Pero qué culpa tenía mi hijo en todo esto? ¿Qué clase
de mente retorcida puede llegar a sentir place en arruinarle la vida aun ser bello
e inocente?
-Para mí no es más que un mocoso sin gracia alguna, no tengo por qué
sentir compasión por él.
-¡Cállate! Ten mucho cuidado Eliza, estás hablando de mi hijo y no
permitiré que…
-¿Y estás seguro de qué es tu hijo, Terry? –La crueldad y cinismo de
Eliza sobrepasaba cualquier límite.
-¿Sabes qué? Es inútil hablar contigo, intentar tratarte como una
persona civilizada es una absoluta pérdida de tiempo, solo te regodeas en tu
veneno y amargura. Algún día te irás al infierno donde perteneces y de donde
nunca debiste haber salido.
Neal había logrado pasar desapercibido hasta ese punto, pero justo en
el momento en que iba a entrar a su casa, se topó con la mirada furiosa de
Terry antes de marcharse.
-Tú- su puño cruzó el aire- ¡No te vuelvas a acercar a ella! – Esas
últimas palabras Neal las escuchó desde el suelo.
Un par de horas después, sobre el lado izquierdo de la mandíbula lucía
un espantoso hematoma, al tocarlo, el dolor resurgía, pero más por orgullo que
por otra cosa. Ese energúmeno lo hubiera seguido golpeando hasta matarlo si
Archie y algunos empleados no se lo quitan de encima. En la trifulca logró
escuchar que Annie y Paty se lo llevaban argumentando que debían decirle algo
importante. Maldito idiota prepotente. Qué hiciera de su vida no le importaba,
el problema era que seguramente no podría volver a acercarse a Candy porque
Grandchester estaría vigilándola como un sabueso, y más ahora que se había dado
cuenta de que él sentía algo por Candy.
-¿La extrañas?- Eliza había entrado
a la habitación mientras él estaba absorto en sus pensamientos.
-¿A quién?- Dijo Neal con expresión, que al menos él esperaba,
demostrara desconcierto y nulo interés.
-A quien va a ser, a Candy. A tú “enfermerita”.
-No entiendo por qué tu tono Eliza.
-Vamos Neal, soy tu hermana. –Lo tomó de la mano y lo obligó a sentarse
en el sillón al lado de ella - A mí no me puedes engañar, tus eternas visitas
al hospital, tu cambio de actitud con ella. Además el hecho de que Terry quiera
partirte la cara, confirma que él ya se dio cuenta de tu interés en Candy.
Dime, hermano, ¿qué tan serio es?- Con Eliza, discutir jamás era una opción.
-Nada del otro mundo- mintió sin
atreverse a mirar a Eliza a los ojos- ya sabes, es guapa y bueno…fácil. Sería
una buena distracción.
-Pienso que deberías tomarla más en serio.
-¿Estamos hablando de la misma persona?- El escepticismo de Neal era
mayúsculo.
-Claro. Y no me malentiendas, sigo odiándola y me parece una
cualquiera, pero estoy pensando en nuestro futuro Neal, y Candy, por extraño
que eso parezca, podría llegar a ser un
excelente partido para ti, y para nuestra familia.
-No te entiendo Eliza.
-Hay muchos rumores de que el Abuelo William está enfermo, con un pie
dentro de la tumba prácticamente. ¡Dios, rezo todos los días porque ese anciano
se muera! Pero hace poco se me vino una idea a la cabeza. Le pregunté a la tía
abuela si Candy había sido expulsada oficialmente de la familia Andrew y su
respuesta me dejó helada. Resulta que el abuelo William nunca la repudió,
legalmente, ella sigue siendo su única hija, y por lo tanto heredera directa de
su fortuna. Nosotros no conocemos su testamento, no sabemos cómo dividirá los
bienes o siquiera si nosotros estamos contemplados en la herencia. ¡Imagínate
que ese anciano muera de un momento a otro y Candy herede todo! Ella y su
mocoso del demonio. Tenemos que impedirlo.
-¿Y qué sugieres que hagamos?
-Cásate con ella.
-¡¿Qué?!- Candy le gustaba, mucho, incluso sentía algo que podría
llegar a pasar por cariño, pero ¿casarse con ella?
- Es el plan perfecto, Neal. Te casas con ella y la herencia de la
familia Andrew pasaría directamente a los Leagan. Como su esposo, tendrás la
autoridad para administrar ese dinero como mejor te plazca. Ten un hijo con
ella y asegurarás nuestro futuro para siempre. Solo tendríamos que deshacernos
del suyo.
-¿Deshacernos? ¿Hablas de matar al niño?
-No se me había ocurrido, aunque es una buena opción. Pero vayamos por
lo simple. Tenemos que encontrar la manera de que el idiota de Terry se largue
de aquí llevándose a su pequeño bastardo y después de eso, convenceremos
a la tía abuela Elroy, para que arregle todo con el objetivo que tú y
ella se casen.
-¿Y crees que la tía abuela vaya a estar de acuerdo con…con eso?
-Claro que sí. Candy siempre ha sido su dolor de cabeza, pero por Dios,
Neal, procura no sonar tan desesperado por casarte con ella. Debemos de hacerlo
sonar como que eres tú quién le hará un favor, ¡un sacrificio! Por la familia
casándote con Candy y con eso limpiar un poco la desgracia que ha traído a la
familia esa cualquiera, quiero decir, mi adorable futura cuñada. Si se lo
planteamos a la tía abuela de esa manera, te aseguro que la tía abuela no
opondrá la menor resistencia.
¿No te das cuenta? Todos ganaremos, hermano. Solo confía, y déjamelo
todo a mí.
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