Añoranza - Capítulo 48
Había sido una jornada de trabajo
en verdad extenuante. Desde que ingresó por la tarde a su turno normal ya eran
muchos los pacientes que esperaban ser atendidos, pero en la noche, cuando ella
estaba cubriendo el turno de Flamy, el
número incrementó debido a un incendio ocurrido en una de las naves de la
fábrica que elaboraba cajas de cartón. Por fortuna, ninguna de las víctimas del
siniestro fue fatal, pero muchos de los trabajadores acudieron para ser
auxiliados por quemaduras de distintos grados. El cansancio era tal que Candy
ni siquiera quiso cambiarse el uniforme. Solo deseaba llegar a casa y
recostarse en su cama.
Llevaba caminando un par de
cuadras de forma casi automática cuando los gritos de un niño la hicieron
reaccionar.
-¡Auxilio! ¡Socorro necesito
ayuda!
-¿Qué te pasa pequeño? – Candy se
acercó prontamente a tratar de auxiliar.
-A mi nada. Pero el señor que
conducía este automóvil parece estar en problemas. Me pidió que lavara su
coche, pero cuando subió al auto en
busca de mi paga comenzó a temblar y de repente se desmayó. Tiene que ayudarlo
señorita.
-Tranquilízate pequeño.
¡Señor!-Un hombre ocupaba en el asiento del conductor. Boina, gafas
oscuras y una bufanda cubrían su rostro
por completo. Parecía dormido pero el chico dijo que se había desmayado- Señor
me escucha, soy enfermera, voy a revisarlo.
Al intentar descubrirle el rostro
el hombre repentinamente se movió asiéndola por el brazo. Los siguientes
acontecimientos pasaron de forma acelerada. El hombre dentro de automóvil
arrastró a Candy hasta introducirla por completo en el vehículo, el chiquillo
que le había hablado por ayuda cerró la puerta del automóvil detrás de ella, en
el momento justo en el que el auto arrancaba y el conductor arrojaba una moneda
por la ventana, la cual era recogida por el pequeño en cuyo rostro se dibujaba
una amplia sonrisa de agradecimiento por tan espléndida propina. Candy solo
veía pasar las calles por la ventana a toda velocidad incapaz de comprender qué
estaba sucediendo. El misterioso conductor comenzó a despojarse de los
accesorios que cubrían su rostro, y para sorpresa de Candy era un rostro
bastante conocido.
-¡Terry!
-Lo siento, Candy. Intenté hablar
contigo por las buenas, pero como no me lo permitías tuve que hacerlo a las
malas. Estoy tan contento de verte, “pecas”.
-¡Terry ya te dije que no tengo
nada que hablar contigo! Detén el auto en este momento o… ¡o soy capaz de lanzarme
aunque esté en movimiento!
-No, no, no. Eso sería una pésima
idea-y Terry giró el automóvil a exceso de velocidad provocando que Candy se
estrellara contra la puerta- conduzco como un loco, el golpe y la velocidad
podrían dejarte mal herida, ¿y qué pasaría con Alex?, aunque claro ahora tiene
a su padre, yo con gusto lo cuidaría y a ti también.
-No tiene caso que hablemos. Ya
te he dicho que Alex no es tu hijo.
-Oh por supuesto que lo es. Y es
un niño hermoso. No pienso discutir más contigo respecto a eso. Vamos a hablar
de ti y de mí.
-Yo no quiero hablar contigo ¿a
dónde me llevas?-preguntó Candy preocupada al ver que se encontraban ya a las
afueras de la ciudad.
-Iremos a un lugar donde podamos
estar solos tú y yo-dijo guiñándole el ojo con traviesa perversidad- donde
nadie escuche tus gritos si intentas escapar, ¿no te parece perfecto?....luces
tan hermosa, Candy, incluso más que antes.
-No pienso dirigirte la palabra a
partir de este momento-giró el rostro, deseando agregar que el también lucía más
apuesto que antes.
-Como quieras, pero al menos
tendrás que escucharme. Ya casi llegamos.
Atravesaron una pequeña vereda
que al automóvil le costaba un poco transitar y al fin llegaron a una alejada
colina, lugar que Terry había elegido para hablar. Él sonreía radiante, Candy
evitaba mirarlo, no había olvidado esa hermosa sonrisa, ni el efecto que
producía en ella.
-Hemos llegado. Aguarda te abriré
la puerta. –Bajó del auto y rodeándolo se dirigió a la puerta del
copiloto-¡Estoy tan feliz Candy! –Y al ayudarla a bajar del vehículo la atrajo
rápidamente hacia sus brazos asestando un impulsivo beso en los labios de la
chica- De haberte encontrado y saber que tenemos un hijo. Siéntate- y la arrojó
contra el pasto, Terry jamás se había caracterizado por su delicadeza en el
trato-¿Qué pasó en el Colegio San Pablo?-Pero Candy continuaba evitando su mirada
y mostrándose renuente a hablar, por lo que Terry decidió que era mejor armarse
de paciencia y comenzar su parte del relato.
-Mi padre me encerró en la cava
del castillo, esa noche. Dijo que me mantendría encerrado hasta que “entrara en
razón”, pero con ayuda de Mark logré escapar la noche al siguiente. Regresé a
la villa de verano del colegio, pero, estaba vacía. Viajé como polizón en un
tren hasta Inglaterra, ya que no contaba con un solo centava, fui a buscarte al
colegio. Archie me recibió a golpes, Stear y Patty no sabían nada y Annie
estaba encerrada en una celda de castigo por haberte defendido de Neal y Eliza.
Hablé con la madre superiora y me dijo que mi padre había ido a verte el día
anterior. Debió de haberse imaginado que yo iría por ti y se me adelantó. Fui a
buscarlo, a confrontarlo. Él me contó que te había ofrecido una fuerte cantidad
de dinero a cambio que te olvidaras de mí y que tú aceptaste.
-¿Qué?-la indignación causada por
tales afirmaciones hizo a olvidar su promesa de no dirigirle la palabra.
-No lo creí ni por un momento.
Decidí venir a buscarte a América, aunque tuve muchos contratiempos y no pude
hacerlo tan pronto como me hubiese gustado. ¿Qué fue lo que en realidad te dijo
mi padre, Candy?
-Me dijo que…-y haciendo un
esfuerzo por deshacer el nudo formado en su garganta al recordar tan terrible
reunión decidió ceder y contarle la verdad a Terry- me dijo que no era la
primera vez que hacías algo así, que te gustaba conquistar chicas ingenuas,
enamorarlas, y una vez que conseguías lo deseado, te aburrían y comenzabas a
buscar tu próximo reto. – Las lágrimas no demoraron en asomarse.- Que él siempre tenía que arreglar las cosas
con los padres de las chicas, pero como yo no tenía padres, lo único que podría
ofrecerme era un pasaje de vuelta a América ya que en el Colegio habían
decidido expulsarme ese mismo día.
-¡Desgraciado! Nos mintió a ambos
con tal de separarnos. Pero tú si le creíste, ¿verdad? Está bien, está bien, no
hay lugar para reclamos a estas alturas. ¿Qué ocurrió después?, ¿volviste a
América?, ¿a dónde?
-Al hogar de Pony. No quería,
estaba tan avergonzada de volver así…pero no tenía a dónde más ir.
-¿Al hogar de Pony? Yo te fui a
buscar ahí.
-¿Cuándo?
-Después de trabajar con el dueño
del barco donde vine a América para pagarle el viaje, fui a buscar a mi madre.
Le conté todo y ella me ayudó. No sabía exactamente donde estaba la casa Pony,
así que fui a Lakewood, buscando la casa Andrew. No había nadie ahí, solo un
viejo jardinero cuidando las rosas que fueron de Anthony. Él te recordaba y me
indicó dónde quedaba el hogar y fui a buscarte. Pero para ese entonces ya era
invierno y la nieve caía impidiendo la vista del camino. Iba caminando pero me
detuve al creerme perdido. Un chico con su padre venían en una carreta, los
detuve e interrogué por el hogar y por ti. No recuerdo el nombre del chico,
pero me dijo que te había conocido, aunque tenía años sin verte y que el hogar
de Pony ya no se encontraba ahí, los habían desalojado y no sabía su nueva
ubicación.
-Yo estaba ahí- al ver la duda en
el rostro de Terry, continuó- debió de haber sido Tom. Él es mi amigo, mejor
dicho mi hermano. Se crio también en el hogar hasta el ranchero Steve lo
adoptó. Cuando llegué al hogar mi embarazo ya era evidente y le conté todo,
incluso tu nombre. Estaba furioso. Y siempre creyó que no debías de saber sobre
el bebé, que tal vez no me quisieras, pero que un aristócrata como tú jamás
permitiría que su hijo creciera entre los pobres, que si sabías lo más probable
es que intentaras arrebatármelo.
-Entonces me mintió, el buen Tom.
-No lo mal entiendas, Trry.
Ciertamente la imagen que yo le conté de ti no fue la mejor. Él adora a Alex,
de hecho él fue quien lo trajo al mundo,
me ayudó a dar a luz y le estaré eternamente agradecida por eso, de no
haber sido por él las cosas pudieron complicarse y Alex no estaría vivo el día
de hoy. Tom fue muy valiente al ayudarme.
-Ya veo. ¿Cuánto tiempo estuviste
ahí?
-Hasta reponerme del parto. No
quería ser una carga más tiempo, y contra las objeciones de la Señorita Pony y
de la hermana María me fui, llevando a Alex conmigo. Pero las cosas fueron más
difíciles de lo que imaginaba. No muchas personas muestran simpatía ante una
madre y su hijo sin padre. Después terminé por escuchar los consejos que me
daban sobre que debía superarme si quería brindarle a mi hijo un mejor futuro
que el que podía conseguir fregando pisos y lavando platos. Decidí venir a
Chicago a estudiar para convertirme en enfermera, pero para eso tuve que…tuve que
dejar a Alex, y fue lo más difícil que he tenido que hacer en toda mi vida.
Alex regresó al hogar de Pony y aunque constantemente trataba de consolarme
diciéndome que él estaría feliz, cuidado por la señorita Pony, rodeado de
niños, me partía el alma no tenerlo conmigo.
Pero estudié duro, y logré recibirme en menos tiempo, finalmente me
sirvió de algo lo estudiado en el San Pablo. Comencé a trabajar en el mismo
hospital donde estudié, y aunque ya ganaba un sueldo decente no podía tener a
Alex conmigo sin alguien quien lo cuidara. Al poco tiempo apareció Albert
herido y sin memoria, pero con su corazón igual de bondadoso. Regresé por Alex,
Albert es su padrino y desde entonces vivimos los tres juntos. Albert es su niñero
siempre que yo trabajo, parece que su memoria está mejor aunque no hay forma de
saberlo, nunca supe mucho de su vida antes del accidente.
-Recaí en la bebida- Terry tenía
la vista clavada en la hierba- Estaba desesperado por no encontrarte, mi vida
sin ti no era vida, Candy. Pero mi madre me convenció que ese no era el camino.
Debía de ser un hombre de bien, que tuviera algo que ofrecerte. Movió sus
influencias y me consiguió empleo como actor. Alimentándome la ilusión de que
si lograba convertirme en un gran actor, mi nombre aparecería en los diarios y
tú podrías encontrarme.
-Y vaya que te encontré. Hace
poco más de un año tu nombre comenzó a aparecer muy seguido en los periódicos.
Albert los guardaba todos, me los mostraba e insistía en que debía buscarte.
“Una cosa es que ya no quieras nada con él Candy, pero otra muy distinta es que
Terry tiene derecho a saber sobre la existencia de su hijo y Alex tiene derecho
a saber quién es su padre”, me decía casi todas las noches, y tenía razón. En
ese tiempo cada vez que Alex veía a una familia pasear en el zoológico, en
especial cuando veía a un padre de la mano de su hijo, me preguntaba dónde
estaba su papá. Yo no sabía que decirle y sus preguntas eran cada vez más
constantes. Albert me consiguió un boleto para la premier de Romeo y Julieta.
Te vi. Estuviste magnifico. Esperé a tu salida, entre los empujones de cientos
de admiradores y reporteros. Saliste por la puerta justo enfrente de mí pero
jamás levantaste la mirada. La gente comenzó a abalanzarse y los reportes
lanzaban la misma pregunta. ¿Dónde estaba tu esposa?, ¿cómo te iba en tu
reciente matrimonio? Comprendí que no tenía nada que hacer ahí, di la vuelta y
regresé a mi casa al lado de mi hijo. Aunque ahora que lo pienso, -se limpió
las lágrimas, furiosa - tampoco tengo nada que hacer aquí, su esposa debe de
estarlo esperándolo señor Grandchester, será mejor que nos vayamos – e intentó
marcharse.
-Candy, Candy, Candy espera.
-No tienes que explicarme nada
Terry.
-No, espera. Solo una última
pregunta. ¿Alguna vez Neal llegó accidentado al hospital donde trabajas?
-Hace tiempo. Había chocado su
automóvil y lo trasladaron a ese hospital. Estaba muy mal herido yo misma lo
atendí. Pero, ¿a qué viene tu pregunta?
-Aunque no lo creas eso lo cambió
todo. Por favor, por favor siéntate. Unas semanas antes del estreno de Romeo y
Julieta, Eliza fue a verme. Llegó destilando veneno como de costumbre y me dijo
que su hermano había sufrido un accidente, y que al visitarlo en el hospital te
vio.
-Así fue.
-Me contó que eras enfermera y
que tenías un hijo. Pero intencionalmente trasgiversó dos datos muy
importantes: la edad y el origen de Alex. Mintió diciéndome que tu hijo era un
bebé apenas de un par de meses y que se rumoraba que el padre era un Doctor del
hospital, presumiblemente un hombre casado.
-Eliza… ¿cómo pudo?, ella se dio
cuenta perfectamente quien era el padre de Alex. Pensó que Albert era mi pareja
y lo ofendió diciéndole que yo lo había engañado haciéndole creer que el hijo
pudiera ser suyo.
-Candy yo me quería morir. –Ahora,
fueron los ojos de Terry los que no pudieron contener las lágrimas - Pensé que
me habías olvidado, y el hecho de imaginarte entre los brazos de otro hombre me
enloquecía y me llenaba de ira. Quería buscarte, a ti y al padre de tu hijo.
Quería tener frente a ese hombre que te había robado para matarlo con mis
propias manos. Pero fue tanta mi rabia en el momento de enterarme que olvidé
preguntarle a Eliza dónde estabas, o ella hábilmente omitió decirlo. Me
emborraché por días, mi madre intentó convencerme de que te buscara para
pedirte una explicación. Pero desistió al ver mi estado tan deplorable temiendo
que pudiera cometer una locura al verte, hacerte daño. Un día me aparecí
completamente ebrio en el teatro. Como era de esperarse había perdido mi
protagónico en la obra al desaparecerme a pocos días del estreno sin dar
ninguna explicación. El ensayo acababa de terminar, los actores continuaban
tras bambalinas, dado que los técnicos estaban colocando la escenografía y las
luces del escenario. Pero yo estaba terco en ensayar mi parte. Me planté en
medio del escenario y comencé a discutir con el director. Entre el escándalo
alguien perdió la concentración dejando caer una enorme tramoya que sostenía
las luces justo encima de mí. Jamás me di cuenta. Pero Susana sí, sin pensarlo
se lanzó sobre mí apartándome de la trayectoria de la viga, que cayó sobre
ella, específicamente sobre su pierna.
Todo fue confusión. Los nervios,
la demora, su ya de por sí delicada salud, el daño causado por la caída. Los
médicos no pudieron hacer nada y tuvieron que amputarle la pierna.
-¡Dios mío! Terry….eso es…
horrible.
-Me sentía terriblemente
culpable, lo era, era culpable. Susana siempre mostró predilección por mí desde
que nos conocimos. Pero yo jamás volteé a verla. Encontré en ella una amiga, la
única dentro de la compañía. Le conté de ti, de mi búsqueda, de mi amor por ti.
Ella sabía, pero, su madre no lo comprendía así. Me culpaba por el hecho que su
hija había echado a perder su vida, su carrera por estar enamorada de mí, me
exigió casarme con ella. Y yo accedí. En parte por culpa, en parte porque
sentía que al igual que Susana me habían amputado una parte de mi cuerpo, mi
corazón. Pero sobre todo porque quería vengarme de ti, desquitarme, mostrarte
que al igual que lo habías hecho tú yo también te había olvidado.
Mi madre trató inútilmente de
hacerme desistir por todos los medios, convencerme de que estaba cometiendo un
grave error. Pero no la escuché. Al día siguiente firmamos el contrato de
matrimonio. A pesar de todo, de casi odiarte y de hacer caso omiso a las
insistencias de la madre de Susana, no acepté casarme por la iglesia. Había
jurado ante Dios amar a una sola mujer, y esa siempre serías tú.
-No lo sabía, lo del accidente.
Lo siento mucho por ella. Es decir, es tan linda y prometía ser una gran
actriz. Por lo menos te tiene a ti para ser feliz.
-No, Candy. No he sido para nada
el hombre que ella esperaba. Si al menos la hubiera hecho feliz su sacrificio
habría valido la pena. Pero me he portado terrible con Susana. Continuaba
embriagándome, no llegaba a dormir, nunca fui capaz de brindarle alguna caricia
o un gesto tierno, al principio lo intenté, no voy a negarte, durante el tiempo
de convalecencia, pero a poco tiempo desistí de tratar de mentirle a ella, y de
mentirme a mí mismo. Tú estabas siempre presente, y, absurdamente desquitaba mi
coraje hacia ti, con ella. Estos últimos años mi vida y de la suya han sido un
verdadero infierno.
Cuando te vi. Ese día que
encontré a Alex perdido entre la gente en la estación de ferrocarril, Susana y
yo íbamos de vacaciones, ella creía que tal vez eso podría mejorar nuestra
relación. Siempre ha justificado mi distanciamiento con excusas como mi exceso
de trabajo o sus constantes recaídas en el hospital. Ahora que por fin había
terminado la temporada en el teatro, que su salud se encontraba estable, hasta
una prótesis tiene que le permite cierta movilidad y recobrar algo su seguridad
le pareció buena idea el viaje. Yo acepté aunque con muy pocas esperanzas o
intenciones de mejorar las cosas. Pero gracias al cielo acepté. Te encontré a
ti, y a mi hijo, ahora que los tengo, Candy, no pienso dejarlos ir y se lo he
dejado bien en claro a Susana, que voy a luchar por Alex y por ti.
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