Stravaganza - Capítulo 34
-Tienes vocación para esto.
La escuela había quedado vacía. Las vacaciones primaverales eran el breve suspiro que los alumnos del San Pablo necesitaban para retomar fuerzas después de ésta temporada de evaluación y soportar la brutal exigencia de los exámenes y trabajos finales del próximo cierre del ciclo escolar. En ésta ocasión, Annie y Paty sí habían viajado a América a visitar a sus respectivas familias, aunque ambas afirmaron sentirse terriblemente mal por tener que dejarla sola, sumida en la tristeza y depresión después de esa abrupta pelea con Anthony.
Candy trató de tranquilizarlas, argumentándoles que no tenían nada de qué preocuparse, las cosas eventualmente se arreglarían, aunque en ese momento no tenía idea de cómo
Stear y Archie presentaron disculpas en nombre de su primo, argumentando que a diferencia de ella, el desempeño de Anthony había decaído en el último parcial, y seguramente era eso lo que había incrementado su malhumor. "Las cosas se arreglarían", expresaron ambos, aunque Archie no pudo disimular su evidente disgusto por el hecho de que Candy hubiese "preferido al imbécil de Grandchester por encima de Anthony".
-No se trata de él, Archie, créeme, se trata de mí. - Aunque dicha afirmación no convenció en absoluto a su amigo.
Candy finalmente había tomado una decisión, y esa era, la de estar sola.
Con Anthony las cosas no iban hacia ningún lado. Lo había amado, mucho, de eso estaba segura. Lo había amado en aquel ambiente solitario, seguro, privado, al que Anthony ansiaba regresar y así poder "retomar" el control de las cosas. Pero algo había cambiado, ella había cambiado, un cambio gestado en medio de un mar de lágrimas y humillaciones, pero contrario a los que sus agresores pretendía, esa serie de horribles experiencia no habían mermado su voluntad, al contrario, le habían ayuda a confirmar que ante cualquier adversidad, ella podía salir adelante. Por primera vez en su vida se sentía capaz, se atrevía a soñar, a aspirar, y sobre todo a decidir qué y quién quería ser. Había pasado de ser la huérfana abandonada en plena tormenta invernal, la chica que limpiaba establos en el hogar de una encumbrada familia, a ser la hija adoptiva de un hombre misterioso al que ni siquiera conocía, situaciones en las que ella no había tenido el mínimo poder de decisión o por lo menos el de que su opinión fuese tomada en cuenta; ahora, su panorama era terminar siendo sencillamente, la esposa de alguien. Y aunque eso era algo que ella había decidido aceptar, las palabras que Terry le mencionara aquella noche en el campanario no dejaban de resonar en su cabeza: eso no podía ser todo. Debía haber algo más, allá afuera, en ese mundo tan amplio de posibilidades. Pero la urgencia con la que Anthony vivía sus días después de sufrir aquel accidente, no le permitía la menor posibilidad par que ella pudiese optar por algo distinto al plan que él tenía en mente, por eso debía dejarlo.
Y con Terry las cosas iban demasiado deprisa. Le asustaba él, pero le aterraba la influencia que tenía sobre ella, su aura tan poderosa, que la desarmaba y volvía borroso cualquier límite moral o ético, si no es que los eliminaba por completo. Y era por eso que no debía estar con él.
Pero contario a los que todos suponían, estas vacaciones no presentaban la oportunidad, que incluso el propio Terry habría deseado, para hacer despliegue de sus galanterías y tácticas de seducción y aprovechar aquella soledad al lado de Candy.
Terry estaba enfermo.
Desde aquella horrible discusión en la colina de Pony, Candy había notado el rostro de Terry enrojecido, su temperatura corporal más alta de lo normal, sin pasar por alto el hecho de que él era víctima de violentos accesos de tos. Anthony sintió doblemente lacerado su orgullo, cuando en lugar de buscar arreglar las cosas, Candy prefirió alejarse corriendo con rumbo al servicio médico para exigir que alguien fuese a revisar la salud de primogénito del Duque.
La férrea insistencia de Candy despertó suspicacias en la hermana Gray, quien de inmediato comenzó a cuestionar a Candy sobre cómo había descubierto la afección de Terry y sobre todo, cuál era su interés. Candy pensó rápido, alegando una mera suposición, que en el caso de que Terry tuviese un mal contagioso, la hermana Gray desearía actuar de inmediato y tomar las medidas necesarias para evitar una epidemia en su amado colegio.
Y sobre cómo se había enterado, improvisó una escueta historia que versaba sobre el hecho de que "ella solo iba pasando por ahí" cuando escuchó que Terry tosía, al intentar averiguar si se encontraba bien, éste le había gritado que se metiera en sus propios asuntos.
Eso sonaba bastante a Terry, por lo menos al Terry que las religiosas conocían.
La historia le funcionó, la hermana Gray envío a dos hermanas a inspeccionar la habitación 101 del bloque de los chicos, quienes al no recibir respuesta a sus insistentes llamados, decidieron irrumpir en ella, pero en lugar de encontrarse con un Terry furioso por haber invadido su privacidad, lo descubrieron bañado en sudor y tan débil que ni siquiera era capaz de abrir los ojos, resultado al parecer, de la violenta fiebre que lo atacaba.
La directora telefoneó de inmediato al Duque Richard Grandchester para preguntarle cómo debía proceder. Si prefería que trasladaran a Terry al castillo Grandchester o que lo internara en su hospital de confianza. El Duque que le contestó que lo atendieran ahí, en el colegio. Paro eso pagaba y "mucho", además no estaba convencido de que su hijo tuviese nada grave, tan solo era una excusa barata para evitar cumplir con el compromiso que él le había impuesto.
El médico hizo su arribo al colegio cerca de media noche, por supuesto, ese distaba mucho de ser su horario habitual para atender a los alumnos del San Pablo, pero tratándose de un alumno tan especial, sabía que la negativa no era una opción. Una gripe no atendida había derivado en un fuerte cuadro de neumonía (y el exceso de cigarrillos y tragos fríos, pensó Candy para sí misma). Pero no había nada de qué preocuparse, el joven Grandchester era fuerte, con administrarle las medicinas en el horario estipulado y mucho, mucho reposo, saldría de esa en unos cuantos días.
Bueno, eso significaba que por lo menos, un par de religiosas que habían solicitado sus vacaciones deberían cancelarlas y permanecer en el colegio para cuidar a Terrence, la pregunta era, ¿quién?
-Yo podría hacerlo.
Al parecer, todas, incluso la hermana Gray, habían olvidado que Candy seguía ahí. Ella había tenido a bien permanecer pegada a la pared, pero aguzando el oído para atender las noticias.
- Podría abonarlo a mis horas de castigo – comentó aprovechando que la hermana Gray se había quedado sin habla - y tal vez así restarlas en la temporada de exámenes. De todos modos, yo permaneceré en el colegio, podrían aprovecharme como mano de obra en lugar de arruinar las vacaciones de alguna de las hermanas.
Sonaba a un plan benéfico para todos los involucrados- Está bien,- aceptó la hermana Gay – pero eso solo cubre el turno diurno, ni en el peor de los casos confiaría en tus manos la integridad de Terrence durante las noches.
-Yo me quedaré – agregó la hermana Margaret.
Y así fue que, mientras Anthony, Stear y Archie esperaban abordar el automóvil de la familia que los llevaría con rumbo a América, Candy subía las escaleras que daban a la enfermería, llevando consigo un cuenco con agua con el propósito de colocar compresas frías en la frente de Terry. Trabajo que él dificultaba con sus constantes jugueteos sin perder la oportunidad para tomarla de la mano.
-Lo haría mejor si dejaras de molestarme todo el tiempo.
-Lo siento, soy un paciente muy difícil, pero es que me muero de ganas por que llegue la hora de que me des mi baño de esponja.
-Eso le toca a la hermana Margaret. – Terry fingió una profunda decepción – No entiendo por qué tu padre no quiso que te trasladaran a un hospital, ahí estarías mejor atendido.
-No puedo imaginar un lugar en el mundo donde podría estar "mejor", que aquí, contigo.
-Aun así Terry, necesitas monitoreo constante y tu padre no puede solo...
-Mi padre está furioso, Pecas, porque cree que todo esto se trata de un complot para sabotear su nueva encomienda. Te confieso que sí tenía claras intenciones de hacerlo, pero pensé que llegando ebrio y portándome como un patán sería suficiente para entorpecer las cosas. Tener fiebre y que me duela el pecho hasta respirar no estaba en mis planes.
-¿Arruinar, qué cosa?
-Ya te dije que no quiero abrumarte con mis problemas familiares, Pecas.
-Y yo ya te dije que no me consideres una tonta que ni siquiera sea capaz de comprenderte.
-Me encanta cuando te pones así de mandona. Está bien, te contaré. –Suspiró - Mi padre finalmente se dio cuenta, de que ni tenerme encerrado en éste maldito colegio, ni retirar mi asignación mensual o amenazarme con dejarme fuera de su estúpida herencia, lograrán corregir mi conducta. Pero ahora está convencido de que, obligándome a casarme, logrará doblegarme.
La bandeja se hizo mil añicos al estrellarse contra el piso.
-¿Estás bien, Pecas? – a pesar de que Terry se encontraba muy débil y la fiebre aún no había cedido, hizo un esfuerzo sobrehumano por levantarse a asegurarse de que Candy no se hubiese hecho daño al dejar caer la bandeja debido a la impresión de dicha declaración. Pero el movimiento fue demasiado para su condición, y solo logró desencadenar un violento acceso de tos.
-No pasa nada – insistió ella- por favor vuelve a la cama. –Terry obedeció, por temor a empeorar el humor de Candy- es solo qué... bueno... - titubeaba- el hecho de saber que estás enamorado y vas a casarte, me tomó por sorpresa.
-¡Hey! – Tomó la barbilla de ella entre sus dedos- no es que me sienta superior al resto de los demás o algo por el estilo, pero entre personas como nosotros, me refiero a aquellos que cargamos con la maldición de un título nobiliario, los compromisos, el matrimonio y todo lo que esto conlleva, no tiene nada que ver con el amor. Se trata más bien de una especie de "intercambio" de conveniencia para ambas partes.
Las hijas de los nobles, son "ofertadas en matrimonio", acompañadas de una cuantiosa dote. Tierras, propiedades, promesas de sociedad en importantes negocios. Dinero, mucho dinero. Incluso las hijas de comerciantes prósperos, pueden ser "admitidas" en ésta horrible subasta, siempre y cuando su dote sea considerable.
-¿Y la familia de la novia, qué gana? Por decirlo de alguna manera.
-El pertenecer a la nobleza es sumamente valorado en ésta región. Además, en el caso de que dicho matrimonio procreé hijos varones, los títulos y propiedades serán heredados a esos hijos, incrementando la riqueza de la familia, y bueno, la historia se repite.
El hijo primogénito del Duque Richard Grandchester, resulta ser "una mercancía bastante cotizada". No pienso prestarme para esa porquería, Candy. Y condenar al sufrimiento a alguna pobre chica cuyos padres la obliguen a casarse con un perfecto desconocido, y que probablemente ella esté enamorada de alguien más, pero cuya opinión o deseos, nadie escuchará
-¿Y qué piensas hacer para impedirlo?
-Irme.
-¿Irte?
-No es la opción más honorable el hecho de salir huyendo. Pero sé que si continúo en éste país, bajo sus reglas, mi padre eventualmente encontrará la forma de obligarme a hacer su voluntad.
-Terry, pero tú no puedes simplemente irte dejando atrás...
-¿Dejando a quién, Candy? No tengo amigos, o familia a quien le importe. Solo te tengo a ti, pero... por favor, Pecas, no quiero que tomes esto como un reclamo o una forma de herirte, te lo suplico. A mí... a mí me ha costado demasiado aceptarlo, pero la dura realidad es, que tú jamás vas a quebrantar tu promesa. Te amo mucho, mi amor, más que a mi propia vida. Pero no tengo vocación de mártir o espíritu masoquista, no pienso soportar pasar otros dos años en éste lugar para que al terminar el colegio, me tenga que conformar con verte caminar hacia un altar de la mano de Anthony Brown.
"¿Y yo? ¿Con qué me tendré que conformar?" Se preguntaba Candy en la soledad de su habitación. La hermana Margaret había llegado a relevarla en las actividades que implicaba el cuidado de la salud de Terry, dejando aquella conversación inconclusa. "¿Presenciar que te cases con una chica a la que no amas? ¿O simplemente...resignarme a verte partir?"
"¡No es justo!" Gritó tras propinarle un fuerte puñetazo a su almohada.
Pero el mundo estaba cargado de injusticias.
Comentarios
Publicar un comentario