Añoranza - Capítulo 10
-¡Candy! – Terry despertó de un sobresalto, un terror profundo se apoderaba de su ser. Pero a pesar de descubrirse en medio de un cuarto oscuro y frío, el temor nada tenía que ver, con los instintos naturales que se activan cuando las condiciones externas representan una amenaza para nuestra integridad física. Su temor era por Candy, aunque no podía recordar el porqué. Pero al no sentir su cuerpo caliente durmiendo a su lado como todas las noches, aquel temor creció de manera exponencial.
Intentó ponerse de pie para tratar de averiguar en dónde se
encontraba él, en dónde se encontraba Candy, y sobre todo por qué ella no
estaba segura descansando entre sus brazos, pero un dolor parecido a mil agujas
atravesando en su cabeza, todas en el mismo punto, se lo impidió.
Ahora recordaba todo. Su padre y
él habían discutido, cosa que no era particularmente extraña tratándose de
ellos. Las agresiones físicas no tardaron en aparecer, pero esta vez Terry no
estuvo dispuesto a colocar la otra mejilla y quedarse callao. Le respondió.
Pero, ¿qué había ocurrido después?
-Me atacó por la espalda como un
vil cobarde- su voz retumbó en las paredes de aquel lúgubre lugar. ¿Dónde
estaba Candy? Comenzó a sudar de imaginar qué clase de trato le estaría dando
el Duque, ahora que Candy estaba sola y a su merced. Reunió fuerzas y logró
incorporarse, aunque todavía se encontraba algo aturdido. El lugar era húmedo,
oscuro y con olor a viejo, era la cava del castillo. Qué detalle tan elegante
de parte del Duque encerrarlo donde se encontraba una provisión enorme de
bebidas etílicas, tal vez pensó que si tenía suerte, él se embriagaría hasta
morir. Su mayor inconveniente era que la cava estaba, ubicada varios metros
debajo de la propiedad y la única puerta para entrar o salir, solo podía
abrirse desde el exterior. Se imaginó a Candy encerrada y asustada en un lugar
igual de terrible o peor y de nueva cuenta la rabia inundó su cuerpo.
Subió las escaleras y comenzó a
gritar y aporrear la puerta lanzando maldiciones y amenazas hacia su progenitor.
Pasaron horas, y nadie parecía escucharlo, o quería hacerlo. Tenía una leve conciencia
del tiempo, analizando los rayos del sol que se colaban por la pequeña ventana
y como las sombras de aquel lugar comenzaban a alargarse, después de lo que le
pareció una eternidad, un rostro bondadoso se asomó por entre los barrotes.
-¡Joven, Terry!, ¿me escucha?, le
he traído un poco de comida
-¡Señora Kersh! Señora tiene que
ayudarme a escapar de aquí, ¿dónde está Candy?, ¿qué le hizo ese maldito? Necesito
verla, por favor sáqueme de aquí.
-¡Oh Joven Terry!- y las lágrimas
comenzaron a rodar surcando el rostro prematuramente envejecido de aquella
tierna mujer, entrelazó los dedos con los de Terry y no dejaba de lanzar
miradas temerosas detrás suyo - me duele tanto no poder ayudarlo, a todos nos
duele, joven. Pero por favor entiéndanos, tenemos miedo, somos gente humilde y
trabajar aquí es el único sustento que proveemos a nuestras familias. Si su
padre se da cuenta que alguien lo ayuda nos echaría a la calle, o algo peor.
Todos dicen que si es capaz de ser tan cruel con su propio hijo, temen lo que
le haría a un simple sirviente, perdónenos por favor.
-La entiendo, en verdad la
entiendo señora Kerhs, pero por piedad, dígame dónde está Candy,
-¡Oh Señor fue tan horrible! Se
la llevaron unos hombres a rastras, no tengo idea a dónde. Jamás había visto a
tales hombres, vinieron con su padre. Ella lloraba, gritaba y se resistía.
Estaba muy asustada por usted, pero nadie pudo ayudarla.
-Tiene que sacarme de aquí.
-Ya le dije que no puedo y perdón
otra vez. Pero hay algo que tal vez le pueda funcionar, aunque eso depende
completamente de usted. Su padre ha dicho que lo mantendrá encerrado aquí hasta
que logre entrar en razón. Si yo voy y le digo que usted está arrepentido y que
quiere hablar con él serenamente, estoy segura que lo sacará de aquí. Después usted
podrá ingeniárselas para buscar a Candy, pero por favor, debe de prometerme que
mantendrá la calma.
-¿Mantener la calma?, me acaba de
decir que ese desgraciado sacó a Candy del castillo como si fuera una
criminal y ahora debo de respetarlo.
-Por favor joven Terry se lo
ruego. Hágalo por su bien, pero sobre todo por el de Candy, es un pequeño
sacrificio y ella ha sacrificado muchísimo más por usted. Solo piense que entre
mayor sea el tiempo que permanezca aquí encerrado ella estará cada vez más
lejos. Por favor. Usted conoce al Duque mejor que nadie, dígale lo que él
quiera escuchar, prométale lo que sea necesario, lo que sea con tal de que lo
saque de aquí.
El plan de la señora Kersh sonaba
lógico y factible, aunque requeriría toda su fuerza de voluntad para evitar
moler a golpes a su padre en cuanto lo tuviera cerca. -Está bien – suspiró-.
Hablaré con mi padre.
“Si esa es la forma”, se repetía
una y otra vez en cuanto la señora Kersh lo dejó solo para tratar de
intermediar por él ante su padre, “si esa es la única forma, tienes que hacerlo
Terry, tienes que controlarte, por Candy”. Aunque podía imaginarse lo que el
Duque le diría, y el solo hecho de pensarlo lo hacía enfurecer. Primero,
olvidarse de Candy, eso nunca, pero debería fingir estar de acuerdo. Y segundo,
continuar con esa estupidez del matrimonio arreglado. ¿Hasta dónde tendría que
llegar (o sería capaz de hacerlo) para convencer a su padre y ganar el tiempo
suficiente para conocer el paradero de Candy? Se le revolvió el estómago de
pensarlo y le fue imposible consumir nada de los alimentos que le había traído
la señora Kersh. La noche comenzaba a caer, y Terry solo tenía ante sí dos
perspectivas, una más horrorosa que la otra. Quedarse encerrado otra noche en
aquel lúgubre lugar, o enfrentarse a la soberbia y manipulación del Duque de
Grandchester.
-¡Terry! ¡Hey Terry! ¿Estás ahí?
-¿Marc? – su pequeño amigo daba
pequeños saltos para lograr ver el interior del lugar.
- Te he traído un obsequio. –
Terry no lo podía creer, cuando Marc levantó el brazo para enseñarle unas
llaves que hacía tintinear en su mano.
-¡Marc!, ¿son las llaves de aquí?
¿Cómo las conseguiste?
-Vencí a uno de los gorilas que
trajo el Duque-expresó el pequeño dándose aires de superioridad, pero ante el
rostro de incredulidad de Terry agregó-está bien, le eché una purga en su
almuerzo, lleva media hora vomitando y pude robarle las llaves.
-Te meterás en grandes problemas,
- dijo mientras lo animaba a introducir las llaves en la puerta - pero te lo agradezco- dio un abrazo al chico
apenas salió de su encierro y de inmediato emprendió la carrera.
-¡Adiós Terry!, ¡busca a Candy!
Eso haría, buscarla. Aunque no
sabía a dónde se la habían llevado. ¿Por dónde empezar? Lo lógico era pensar
que la llevarían de vuelta al San Pablo, ¿pero habrían partido ya?, debería asegurarse
primero en la Villa de verano del colegio, aunque no pudiera quitarse la
sensación de que su padre le estaba pisando los talones.
¿Y si no estaba ahí? ¿Qué haría?
Regresar a Londres, sería el lugar lógico a donde llevarían a Candy. Aunque con
las pocas monedas que resonaban en sus bolsillos como únicos fondos, las
condiciones de dicho viaje serían un tanto complicadas.
Pero no importaba, haría todo lo
que fuera necesario para encontrarla, iría hasta el fin del mundo si tenía que
hacerlo, pero la encontraría, pronto, de
eso estaba seguro.
-Duque, con todo respeto
considero que esa no es la forma de tratar a su hijo. Terrence es un buen
muchacho, solo que es un poco impulsivo, apasionado, pero entiéndalo es joven y
está enamorado.
-¿Acaso pretende decirme cómo
debo de educar a mi propio, hijo Señora Kersh?
-¡Oh no señor, por supuesto que
no!, - la mujer temblaba de pies a cabeza, y no se atrevía a levantar la vista
al piso. El Duque estaba intrigado, y un poco impresionado, porque aquella
mujer arriesgara su forma de vida por defender las estupideces de su hijo. El
hecho lo divertía y le causaba una malsana curiosidad, y por esa razón no había
hecho sacar a la señora Kersh a rastras en cuanto osó interrumpirlo en el
despacho- solo he venido a pedirle humildemente, a suplicarle, que le dé una
oportunidad a su hijo, para que puedan hablar tranquilos los dos, como padre e
hijo.
-Ya veo, viene a interceder por
Terry y su, nuevo “capricho”; porque esa tontería de que está enamorado yo no
la creo.
-Señor, si usted los hubiera
visto juntos, me creería cuando le digo que se trata de amor verdadero. El
joven Terrence ha cambiado mucho desde que la señorita Candice apareció en su
vida; ya no bebe, no se mete en peleas, y sonríe con mayor frecuencia que
antes. ¡Se le ve feliz!
-¡Por supuesto que se le ve
feliz! Tiene a una mujer hermosa calentando su cama todas las noches; a su edad
y con las pocas aspiraciones que Terrence tiene en ésta vida, es motivo
suficiente para dar saltos y hacer cabriolas de alegría. Pero Terrence no
quiere a esa chiquilla, él no quiere a nadie…además de que se trata de mi hijo,
un aristócrata, no va a arruinar su vida con una muchacha tan insulsa. Existe un mundo de diferencia entre ellos dos.
-Candice es una buena muchacha,
muy dulce y de nobles sentimientos. En verdad ama a Terrence, y le hace mucho
bien.
-Desconozco cuál sea su
definición de “una buena muchacha”, señora Kersh, pero dudo mucho que una buena
muchacha sea aquella que se mete como la humedad en una casa ajena y en la cama
del heredero sin el menor cargo de conciencia. Además ya le he dicho que se
trata solo de un capricho, y lo mantendré encerrado hasta que el capricho se le
pase.
-¿Entonces no cree que resultaría
contraproducente separarlos de ésta manera, Duque?
-¿Contraproducente?
-No quiero ofenderlo, señor.
Usted conoce a su hijo mejor que nadie, sabe que la mayoría de las cosas locas
y destructivas que ha hecho, han sido solo por desafiarlo a usted, por llevarle la contraria.
Es lógico pensar que no aceptará ser alejado de su, “capricho”, como usted
llama a la señorita Candy, que pondrá resistencia y que probablemente cometa
otra locura... peor – Las palabras de aquella humilde, pero sabia mujer
comenzaban a hacer mella en el alma del Duque. ¿Pero qué sería peor que casarse
con una huérfana? Bueno, Terrence no conocía de límites, y como bien había
hecho notar la mucama, Terrence no aceptaría que lo alejara de esa chiquilla
sin presentar pelea, porque aunque le doliera reconocerlo, él también estaba
convencido de que hijo, amaba a esa chica. - Pero si usted cambia de
estrategia, -continuó la señora Kersh a observar la duda en el rostro del Duque
- le hace ver todas las diferencias que existen entre ellos, o mejor aún,
permite que el mismo se dé cuenta, tal vez Terry termine por entenderlo y
acepte lo que usted le recomienda.
- Interesante teoría, aunque dudo
que Terrence se digne a escuchar una palabra mía.
-He estado hablando con él,
Señor. Traté de hacerle ver que lo que hizo no estuvo bien, ni casarse de esa
manera, y mucho menos haberse enfrentado a usted de la forma en la que lo hizo.
El joven se encuentra muy contrariado.
-Y dígame algo señora Kersh,
¿será que mi hijo está sinceramente arrepentido o solo está fingiendo para
conseguir salirse con la suya?
-¡Por supuesto que está
arrepentido! El entiende que ante todo usted es su padre y como tal debe de
respetarlo, si usted le da otra oportunidad le aseguro que….-pero el resto del
argumento de la mucama se perdió debido a la abrupta llegada de uno de los dos
empleados que vinieron junto con el Duque el día anterior.
-¡Duque Grandchester! ¡Su hijo
Terrence ha escapado! Enviaré a unos hombres a buscarlo de inmediato.
-¿Con qué se mostraba arrepentido
no señora Kersh?
-Yo…
-¡Retírese! En cuanto a
buscarlo…sé a dónde se dirige. Prepara mi coche, saldremos en este preciso
instante.
La villa de verano de la escuela
lucía lúgubre y desierta. El bullicio de los alumnos que la habían habitado las
semanas anteriores había sido reemplazado por el penetrante silbido que
generaba el viento otoñal al atravesar por entre los árboles del jardín. Aquel
panorama tan desolador no representaba un buen augurio para los tiempos por
venir; pero Terry no estaba dispuesto a dejarse vencer, tenía el firme
propósito de encontrarla a como diera lugar, solo rogaba que nada malo le
ocurriera a ella antes de poder hallarla.
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