Añoranza - Capítulo 9

 

-Y bien, ¿no piensas darle la bienvenida a tu padre?- Candy nunca pudo evitar, en las pocas ocasiones en las que habían coincidido, asociar al Duque Richard Grandchester, con el acero. Tal vez era por el tono platinado de sus canas, perfectamente peinadas y alineadas de una forma que las hacían brillar,  o porque, al igual que una superficie de acero, el Duque parecía inmune a cualquier suciedad o a sufrir las inclemencias de la intemperie, siempre pulcro e inmaculado en su vestir y andar.

O tal vez solo era, por la frialdad que ese hombre despedía en el trato que le daba a cualquier persona a su alrededor, especialmente, hacia su hijo primogénito.

-¿Qué haces aquí?- preguntó Terry, sonando más a reclamo que a pregunta.

-¿Que qué hago aquí?, hasta donde yo sé, esta es mi casa. La verdadera pregunta, Terrence, es: ¿qué haces tú aquí? A estas alturas, deberías estar ya en un tren de regreso a Londres, o por lo menos preparando tu partida.

-No pienso regresar al colegio San Pablo.

-Ya veo. Supongo que no puedo discutírtelo. Insistí en que ingresaras a dicha institución con el fin de corregir tu conducta, pero puedo darme cuenta que de nada ha servido y que solo ha sido un desperdicio enorme de dinero. A decir verdad, Terrence, tus modales empeoran cada vez más, no has sido capaz de presentarme a tu acompañante, así que lo haré yo mismo. ¿Cuál es su nombre señorita?

-Mi nombre es Candice White Andrew- dijo Candy, y su voz sonó apenas audible.

-Candice...White...Andrew. ¡Lo tengo!, la hija adoptiva del excéntrico patriarca de los Andrew, ¿no es así? Un caso bastante curioso que todavía se rumora entre las altas esferas sociales de América. ¿Cuáles fueron los verdaderos motivos que llevaron a William a adoptar a una chiquilla salida de quién sabe dónde? Eras demasiado mayor como para que tu adopción haya sido motivada por una ternura infantil descomunal, pero, demasiado joven para que el interés fuera otro, lo que le brinda al asunto un tono bastante oscuro.

Candy no podía hilar el sentido de las palabras del Duque, pero es que la presencia de ese hombre era tan imponente que dejaba sin habla a quien lo escuchara.

-Nunca pude ponerle un rostro a dicho rumor – prosiguió – hasta ahora. Y hay que reconocer que se trata de un rostro muy, muy bonito. Puede que me queden más claras las intenciones de William al momento de adoptarte. Y ahora que lo pienso, ¿creo que nos vimos alguna vez en el colegio, o me equivoco Candice?

-Así fue, señor.

-Ya decía yo. También me parece recordar que la Hermana Grey te mencionó en varias ocasiones, como el principal motor para impulsar las últimas tonterías de Terrence. Pero no tienes por qué temblar, Candice, no soy un hombre que se deje llevar por las impresiones de otras personas, me considero un sujeto inteligente y prefiero juzgar a las personas por las impresiones que dejan en mí. Así que cuéntame, Candice. ¿Cuál es el motivo de tu presencia en esta casa?, ¿acaso eres nuestra huésped durante estas vacaciones?, ¿de ser así, supongo que algún miembro de tu familia te acompaña?

-Candy es mi esposa.

-¿Esposa?- la expresión en el rostro del Duque correspondía más a sarcasmo que a sorpresa, Terry albergaba la sospecha de que su padre sabía de su boda y ese era el motivo real de su visita- ¡Vaya, vaya! Eso sí es toda una…revelación. Y cuéntame Terry, ¿hace cuánto tiempo llevaron a cabo tan jubiloso evento?, pero sobre todo respóndeme, hijo, ¿por qué es que mi presencia no fue requerida?

- Nos casamos hace tres semanas y tu distinguida presencia no fue requerida por el simple hecho de que jamás te ha importado mi felicidad. Lo único que te preocupa es tenerme lo suficientemente lejos para que mi comportamiento no ensucie el nombre de la familia.

-Tranquilízate Terry, baja la guardia, ¿quieres? Y por favor, no comencemos las agresiones tan rápido, no quiero dejarle una mala impresión a tú…esposa. Lo que pasa es que no deja de sorprenderme lo impetuoso de esta supuesta boda. Lo correcto en todo caso habría sido que hablaras conmigo y así ir formalmente a pedir su mano a la familia Andrew o a quién quiera que sea el representante moral de la señorita, claro, después del correspondiente y respetuoso cortejo. Sé que el que pertenezcas a la familia Andrew es un hecho relativamente reciente, Candice, pero corrígeme si me equivoco,  aún entre las personas de tu clase social debe existir un protocolo para llevar a efecto enlaces matrimoniales ¿correcto?

-Yo…

-No tienes por qué contestarle Candy, él solo está tratando de incomodarte y sacarme de quicio.

-Eso es una vil infamia,  Terrence. En verdad quiero, necesito saber, los motivos que los orillaron a dicha…odisea.  Tal vez si ustedes me ayudan,  entre los tres podamos encontrar una explicación lógica, moderadamente coherente y justificable para toda ésta situación. No deja de resultarme un tanto extraño,  que si la dama en cuestión pertenece a una de las familias más encumbradas de América, ella actúe como si la jerarquía y normas morales de dicha familia no importaran. Claro que el ser miembro, adoptivo o natural de una buena familia no garantiza un buen comportamiento, como ejemplo estás tú hijo. De ti, de ti ya no me sorprende nada. Pero de ella, comprenderás que tenga mis reservas.

 Considero que cualquier chica que se precie de ser una joven decente,  jamás obraría de esta manera forajida, absurda, casi criminal. A menos claro, que ella escondiera algo, por ejemplo, los motivos y circunstancias reales de su adopción, o de su posible expulsión de la familia Andrew.

-Amo a Terry – se animó a expresar Candy – no hay nada de extraño en eso.

¿Nada extraño? ¿Según el juicio de quién? ¿El tuyo? Dime una cosa, Candice. ¿Juzgas que tu conducta ha sido apropiada? Bajo tus propios conceptos, por supuesto. Porque puede que a mí me escandalice tu comportamiento, pero que a ti te parezca de lo más normal, porque así te educaron. ¡Y no me refiero a los Andrew! Me refiero al orfanato donde creciste. – El Duque tenía más recursos e información de los que Candy o Terry podían haberse imaginado – se me ocurre que, en dicha casa hogar, si las niñas no eran adoptadas a cierta edad,  ¿podían irse con el hombre que les diera en gana sin el menor miramiento?

-¡Cállate! ¡No voy a permitir que ofendas a Candy!, ¡Exijo que la respetes!

-Debería empezar por darse a respetar ella misma. Meterse en la cama de un joven comprometido en matrimonio no habla muy bien de ella. ¡Por favor Candice! Quita esa expresión de sorpresa ¿Vas a fingir que no sabías que Terry estaba comprometido en matrimonio con la hija de un Lord?

-¡Por supuesto que Candy sabía que tú pensabas obligarme a someterme a un matrimonio igual de desgraciado que el tuyo! Pero eso fue algo que yo nunca acepté. Así de que de eso se trata todo esto. Estás furioso porque te arruine la oportunidad de apropiarte de algunas tierras. Tantos años de soportarme, de alimentarme cual cerdo al matadero, para que al final, echara a perder tus planes. Lamento decirte que ya no tengo ningún valor para ti, Duque. Así que no pienso soportar una sola más de tus palabras, ¡Candy ve por tus cosas nos marchamos!- Candy se hallaba en una esquina de la habitación, pálida, silenciosa, intentando volverse invisible.

-¡Tú no te vas a ningún lado hasta que yo lo diga!

-Trata de detenerme. No me importan tus pataletas ni qué me digas cuánto he deshonrado otra vez el apellido de la familia. Tu familia y tu apellido me importan un carajo.  Ahora tengo a Candy y seré feliz con ella porque LA AMO. Y no voy a permitir que ni tu ni NADIE se interponga.

-¡El amor!, no me hagas reír, ¿de qué piensan vivir? Eres un completo inútil, no sabes hacer nada, y no tendrás solo centavo de tu herencia hasta el día que yo muera, y si decides irte ahora, soy capaz de quitarte tu pensión y desheredarte de una buena vez.

- Hazme un favor y de paso quítame el apellido también. Y no te preocupes por mí, podré arreglármelas solo. Tal vez hasta acepte la invitación de Eleonor de ir a América con ella. Cierto, se me había olvidado comentarte ese pequeño detalle, ella estuvo aquí. Pasó unas lindas vacaciones en el castillo, estoy seguro de que esa noticia le encantará a tu esposa.

-Tu madre. Debí imaginarlo.  Ella es la culpable de esta locura tuya. Seguramente ella te apoyó y hasta incitó, llenándote la cabeza con tonterías de historias de amor y personajes ficticios. Tu madre no te ayudará. No es más que una zorra farandulera que no se preocupa por nadie, tan solo por ella misma.

-Pues es mejor persona que la arpía con la que te casaste.

-¡Cállate imbécil!- y estas palabras fueron acompañadas de un fuerte puñetazo que pegó de lleno en el rostro de Terry, lo que ni el Duque ni Candy esperaban, es que el joven respondiera con un golpe igual de certero, que terminó por derrumbar a su padre.

-¡Terry noooooo!- Los ojos de Candy casi salían de sus órbitas al contemplar esa terrible escena. Había tanto odio en la mirada de ambos hombres, que era imposible imaginar que fuesen padre e hijo.

-¿Cómo te atreves a golpear a tu propio padre?

-Desearía que no fueras mi padre. Y de hoy en adelante, olvídate de que tienes un hijo, para ti yo estoy muerto. ¡Vámonos Candy!- pero al dar la vuelta, Terry sintió un intenso dolor que partía desde su espalda y culminaba en la nuca. Su padre se había levantado y tomado un atizador de los que colgaban junto a la chimenea golpeándolo con excesiva rudeza. A Terry se le nubló la vista y cayó de rodillas al suelo. Estando ahí otra descarga del dolor sacudió su cuerpo, el Duque le propinó una patada que lo dejó sin aliento y como un ovillo sobre el piso.

-¡Terryyy!- Candy corrió a su lado para auxiliarlo. El Duque seguía amenazando a su hijo con la punta afilada del atizador.

-Traté que comprendieras, que te dieras cuenta del error que habías cometido y juntos poder arreglarlo. Pero eres terco y estúpido como tu madre. Ya estoy harto de que cometas estupidez tras estupidez poniendo en riesgo mi nombre y todo lo que he construido. Escúchame bien, esta boda JAMAS se llevó a cabo, los únicos testigos fueron un puñado de muchachitos idiotas como ustedes y la servidumbre de esta casa, un testimonio sin ninguna validez. Y en cuanto a usted señorita. Regresarás al colegio San Pablo, allá sabrán qué hacer contigo, y por tu bien,  olvídate de mi hijo, olvídate de mi familia y olvídate de que alguna vez hayas pretendido ser algo más que una huérfana sin valor alguno. ¡Llévensela!

Pero Candy no escuchaba. Estaba aterrorizada viendo a Terry retorciéndose en el piso y cómo la sangre continuaba brotando de su cabeza, gritaba desesperada por ayuda. No sé dio cuenta cuando el Duque abandonó la habitación, ni cuando los dos corpulentos sujetos que lo acompañaban entraron para sacarla a rastras fuera del Castillo. Solo veía a Terry, y como su mano se alejaba cada vez más de la de él. Creyó ver al atravesar los pasillos unas caras conocidas, Marc y su madre estaban escondidos entre las penumbras mirándola con los rostros mojados y llenos de impotencia. Candy pedía ayuda, ayuda para Terry que se encontraba herido, ayuda para ella porque la alejaban de su amor. ¡Terrryyy! ¡Terryyy! Gritaba una y otra vez. Sus gritos desgarradores atravesaban todo el castillo.

Lo ocurrido en las siguientes horas pasó como en un sueño, más bien, era una pesadilla, una horrible pesadilla. Candy no estaba del todo consciente de lo que la rodeaba. La condujeron hasta la estación del Ferrocarril y aun a rastras la presentaron ante la madre superiora. Bofetadas e insultos fue lo único que sucedió en esa entrevista. Pero a Candy los golpes no le dolían, tenía el cuerpo entumecido de tanto llorar y lo único que deseaba era arrancarse el corazón para detener su sufrimiento. Un tren, y el sonido de la maquina al emprender el viaje. De repente, se encontraba sola, encerrada en un compartimiento del ferrocarril. No sabía cómo había llegado ahí ni hacia dónde se dirigía. Solo sabía que era lejos de Terry, su amado Terry.

-¡Esto no está pasando, no está pasando! Dios mío por favor quiero despertar, quiero despertar. Terry amor mío despiértame, despiértame con un beso y salgamos a pasear. Juramos siempre estar juntos mi cielo…..ven por mí Terry, ven por mí te lo ruego…

Pero Terry no llegaba. Y Candy se alejaba cada vez más y más. En algún punto del viaje, su cuerpo y alma exhaustos de tanto llorar, decidieron silenciar su llanto haciéndola caer dormida en un profundo pero tormentoso sueño. Soñaba con una noche fría de invierno, la nieve caía  y el viento soplaba fuertemente, ahogando por completo, los gritos de un bebé abandonado en la nieve.

 Capítulo 8 - Capítulo 10

 

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