Añoranza - Capítulo 15
-¿Dónde está el Duque? ¡Exijo
verlo!
Terry ingresó al Castillo
Grandchester que se ubicaba a las afueras de Londres, dejando la duda dibujada
en el rostro del solícito portero, quien no podía recordar dónde había visto al
desaliñado joven que irrumpió en el castillo sin tener la decencia de
presentarse.
-¿Terrence? – preguntó el Duque
de Grandchester igualmente desconcertado, mientras bajaba las escaleras
principales que daban al recibidor, y tras tomar el sombrero y los guantes que
le extendía el sirviente parado al pie de las escaleras, continuó - ¡Vaya! Por
poco no te reconozco. Luces…terrible.
-Tengo que hablar contigo.
-Deberá ser en otro momento –
dijo con total displicencia mientras se colocaba el elegante abrigo.
-¡Ne-ce-si-to hablar contigo!
-Tú y tres banqueros importantes,
pero ellos sí tuvieron la decencia de agendar una cita con anticipación, así
que tú tendrás que esperar. Báñate, pareces un vagabundo. Prepárenle el baño a
mi hijo, y, algo de ropa decente por piedad.
-Es urgente que hablemos.
- Y para mí es más urgente
atender mis negocios. Por lo tanto, si quieres, si necesitas tanto hablar conmigo,
tendrás que esperar a que vuelva más tarde –Terry sentía que su sangre
comenzaba a hervir, pero recordó las palabras dichas por la señora Kersh, en
estos momentos su única oportunidad de saber el paradero de Candy era su padre,
así no resultaba conveniente comenzar otra pelea; haciendo un enorme esfuerzo,
decidió tranquilizarse y sentarse en uno de los sillones del recibidor-
Perfecto. –Sonrió el Duque complacido - Mientras me esperas descansa, parece
que te hace mucha falta. Tu madrastra y hermanos no están así que…siéntete como
en tu casa. Nos veremos más tarde, Terrence.
Esa tarde ya eran treinta y siete
los pacientes que atiborraban el pequeño camarote que funcionaba como
enfermería dentro del barco que viajaba con destino a América, y habían
adecuado varios cuartos más para atender dicha contingencia. El diagnóstico era
bastante alarmante: cólera.
Algunos marinos y los pocos
pasajeros que no presentaban síntomas, se habían sumado a las labores de
rescate saliendo en búsqueda de otros posibles pacientes todavía sin canalizar;
y alertando al resto de los pasajeros sobre la situación, haciendo hincapié en
extremar las medidas sanitarias para contener y prevenir más contagios-
-El cólera puede ser una
enfermedad mortal.- explicaba la enfermera Queen a Candy mientras preparaban
solución salina para dar de beber a los enfermos- Y resulta mortal no por la
bacteria como tal, sino por el elevado número de deposiciones y el vómito
también presente, que llevan al paciente a presentar fiebre, calambres y una
severa deshidratación que en pocas horas puede conducirlos a la muerte, y como
siempre los más vulnerables suelen ser niños y ancianos.
-¡Santo Dios!
-Por eso es de suma importancia
mantenerlos bien hidratados, Candy. Tendrás que insistirles, obligarlos de ser
necesario a que tomen este suero. Aun si su cuerpo lo regresa, tienen que
seguir tomando para evitar que sigan perdiendo más líquido. Sobre todo porque
contamos con muy pocos antibióticos. Tranquila Candy, no lo digo por asustarte,
es solo que quiero dejarte bien en claro cuán importante es que les des esto de
beber.
-No me asusto, es solo que…no
dejas de sorprenderme Queen. La forma en la que hablas, la pasión que expresas.
Nunca había conocido una enfermera como tú, sabes. Quiero decir, donde crecí la
hermana María era quien nos cuidaba las fiebres y en el colegio otra religiosa
muy amable atendía la enfermería. Creo que se necesita mucho amor, pero sobre
todo mucho compromiso y pasión para lograr ser enfermera. Me parece una
profesión maravillosa.
-Lo es. A mí me encanta pero
tengo que decirte que es una profesión muy dura. Es necesario estudiar
arduamente, estar dispuesta en muchas ocasiones a no dormir, pero sobre todo
hay que ser valiente para afrontar con serenidad lo que tenga que pasar. Cuando
un paciente muere, es difícil Candy, pero en ese mismo momento probablemente
diez más te necesiten, así que debes simplemente limpiarte las lágrimas y continuar.
-Qué duro. Pero eso me hace
admirarte más.
-Eres muy amable. ¿Nunca has
pensado ser enfermera? Me parece que tienes vocación.
“Tienes vocación de enfermera,
Pecas” –Yo… - el recuerdo de la voz de Terry retumbando en su cabeza la
perturbó - No lo sé, en realidad en
estos momentos no tengo idea de que rumbo tomará mi vida.
-Deberías tenerlo en cuenta.
Pasaba más de media noche cuando
el duque regresó a su castillo. En las últimas horas la temperatura había
descendido drásticamente. Terry decidió encender la chimenea, para tratar de
darle calidez a ese lúgubre y frío castillo, y para que su padre, al ver la luz
roja que emitía la chimenea, le indicara que él seguía ahí, y que no se iría
hasta encontrar respuestas.
-¿Sigues aquí? Dime ¿Qué
necesitas, Terrence? ¡Adivino! Dinero
-¿Dónde está Candy? ¿Qué hiciste
con ella?
-¿Dónde está quién? ¡Ahh sí! “Tu
esposa”
-¡Déjate de sarcasmos! La hermana
Grey me dijo que ayer fuiste a hablar con ella y que te la llevaste del colegio.
¿A dónde?
-Parece que la hermana Grey se
está volviendo cada vez más incompetente para dirigir el colegio, hablaré con
el patronato para que la destituyan de inmediato.
-¡Contéstame!
-Sí fui a hablar con ella, pero
yo no me la llevé. Ella se marchó de Londres por su propia voluntad.
-¿Qué le dijiste?
-¿Qué podría haberle dicho? Fui a
tratar de arreglar el desastre que habías causado. Me disculpé con la señorita
por…porque tuvo que presenciar el espectáculo tan desagradable que tú y yo
protagonizamos la otra noche, le expliqué que de ninguna manera era aceptable o
válido esa absurda farsa de matrimonio que habían llevado a cabo y parece que
lo comprendió muy bien. Solicité su discreción y ella por su parte solicitó una
buena cantidad de dinero para olvidar el asunto y de paso olvidarse de ti.
Resultó ser una chica bastante lista, aunque,
si te sirve de consuelo yo creo que le va a costar mucho trabajo
olvidarse de ti, dado que fue una suma bastante alta la que tuve que darle.
Pero no me importa, ningún sacrificio es demasiado, para procurar el bien de mi
hijo.
-No te creo ni una sola palabra.
Candy jamás aceptaría dinero por ocultar la verdad, mucho menos por olvidarse
de mí.
-¿Cómo puedes estar tan seguro?
¿Qué tanto la conoces, Terrence? Solo sabes que es una huérfana criada en un
orfanato de quinta, que fue adoptada por una familia adinerada en extrañas
circunstancias y de moral bastante ligera.
-No te permito…
-¡No te permito yo a ti! Soy tu
padre y sé que es lo mejor para ti. Deberías estar agradecido, esa chica te
cambió por dinero. Te libré de una arribista interesada en ascender en su
posición social. Mujeres como esas hay muchas, lindas sí, encantadoras también,
expertas en seducción, capaces de embrutecerte un rato y desubicarte; te llevan
a cometer estupideces, pero esos errores se pagan toda la vida, Terrence. Esa
chica me recuerda tanto a tu madre.
-A mí también me la recuerda.
Supongo que mi madre, al igual que Candy, era una joven ingenua cuyo único
pecado fue enamorarse de un tipo con un gran apellido. Y supongo también que el
error que sigues pagando por haberte fijado en ella, soy yo. ¿Por qué me odias
tanto, Duque?
-No digas tontería Terry, yo no
te odio. Todo lo que he hecho ha sido por ti, por tu bien, aunque no lo
entiendas y no me lo agradezcas.
-¿Por mi bien? ¿Arrancarme de los
brazos de mi madre fue por mi bien? ¿Llevarme con una familia con la que nunca
encajé, mantenerme siempre lo más lejos posible de internado en internado fue
por mi bien? ¿Separarme de la mujer que amo también es por mi bien?
-Eres un mal agradecido. Te alejé
de la mala influencia de tu madre, te di la mejor educación, evité que echaras
a perder tu vida con esa chiquilla. Todo para que te conviertas en un hombre de
bien, de prestigio, en un…
-¿En un hombre como tú? Lo último
que deseo en esta vida es ser un hombre como tú. Frío, intransigente,
manipulador…despreciable.
-¡Suficiente! Cierra la boca y
respétame, o tendré que enseñarte a respetarme.
-¿Cómo? ¿Vas a golpearme otra
vez? Hazlo, no te servirá de nada. El respeto no se gana a golpes Duque, al
contrario. Lo único que has conseguido es que todos aquellos que alguna vez te
amamos, terminemos odiándote.
-¿Cómo te atreves a decirme todo esto
solo por no consentir tu estúpido capricho? ¡Lárgate de aquí! No quiero verte.
Será mejor que regreses al colegio, porque no planeo darte tu pensión en una
larga temporada.
- No hace falta que me lo pidas,
me marcho para siempre. Espero sinceramente no tener que volverte a ver en todo
lo que me resta de vida. No me interesa tu dinero, y no quiero absolutamente
nada de ti; olvida que tienes un hijo, como siempre quiso tu esposa. –Comenzó a
caminar, pero cuando se disponía a abrir la puerta, giró dirigiéndose una
última vez a su padre- Pero antes de que me vaya, respóndeme una cosa, algo que
siempre sentí curiosidad por saber: ¿alguna vez lograste olvidar a mi madre?
Porque, pienso que debe ser muy difícil olvidar a una mujer tan hermosa, tan
apasionada, la única mujer que te ha amado de verdad. Dime ¿pudiste sentir
nuevamente el amor que sentías por ella con otra persona? ¿O era esa la razón
por la que nunca querías verme? Porque te dolía verme, te la recordaba siempre.
Contéstame Duque, ¿lograste olvidarla?
Pero su padre no contestó. Por un
momento lo miró, con esa fría y adusta mirada tan particular en él; pero, al
final, terminó por clavarla en el fuego de la chimenea, temiendo que en sus
ojos se asomara la verdad.
-Me lo imaginaba. Sabe algo Duque Grandchester, usted me da lástima.
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