Añoranza - Capítulo 19
-¡Hey tú, príncipe encantador! ¿Acaso
no puedes cargar ese bulto? ¡Pero si hasta una niña de cinco años podría!
¡Jajajaja! ¿De dónde sacaste a este chico, Bogar? ¡Tiene cara de muñeco
jajajaja!
El primer almirante, al igual que
el resto de los hombres de la tripulación se reía y molestaban a Terry porque
evidentemente saltaba a la vista su buena cuna. Incluso habían apostado cuantos
días tardaría el “príncipe encantador” como le apodaban, en regresar corriendo
al castillo de su padre para que lo consintieran. Lo que ellos desconocían era
la fuerte determinación y los motivos que Terry tenía para llevar a cabo aquel
esfuerzo.
-Lo saqué de una profunda
desesperación. –Contestó el viejo Bogar -Tiene sus razones el muchacho, razones
bastante válidas. Y ustedes en vez de fastidiarlo deberían de reconocerle que a
pesar de su alcurnia no hay obstáculo que lo detenga para lograr reencontrase
con su amada.
-Así que es una chica la causante
de todo esto. ¡Vaya! Desearía conocerla, debe de ser muy linda para que valga
la pena que un sujeto como él se exponga de esta manera.
-No sé si sea linda o no, pero
por lo que él me ha contado, es una chica muy valiosa. Y estoy seguro que algún
día ella valorará todo el esfuerzo que Terry está haciendo. ¡Hey Terrence! Ya
deja eso y vete a comer, todos los de la tripulación ya lo han hecho menos tú y
no dejes que estos granujas te molesten.
-No lo hacen. Sé que solo
intentan dificultarme más el trabajo para verme renunciar, pero no les daré el
gusto- dijo Terry dirigiéndole una desafiante sonrisa al primer almirante.
-Me agrada ese chico, Bogar. –
Expresó el primer almirante sonriendo – Aunque no por eso le haré la vida más
fácil, pero en verdad espero que encuentre rápido a su chica.
-Yo solo espero que a ninguno de los dos le ocurra nada malo
antes de que puedan volver a estar juntos.
-¿Está seguro, Doctor?
-Tan seguro como puedo estarlo en
este austero consultorio. Además, me parece que ha pasado muy poco tiempo para
poder obtener un diagnóstico certero, tendría que hablar con ella y hacerle algunas
preguntas, pero dudo equivocarme. Pero algo me hace suponer que la noticia no
le llegará en un buen momento para Candy.
-Una noticia como está nunca
llega en un mal momento. Candy…
Candy despertó al escuchar la
conversación sostenida por el Dr. Robbinson y la enfermera Queen, conversación
que para ella resultaba incomprensible. Se sentía débil y aturdida y de momento
era incapaz de recordar qué había pasado. Al abrir los ojos descubrió que se
encontraba en una cama de alguno de los camarotes acondicionados como
consultorio.
-¿Qué fue lo que pasó? – preguntó
con voz débil
-Te desmayaste Candy, pero parece
que ya estás mejor- dijo la enfermera Queen acercándose a la cama.
-¡Doris! ¡Doris se puso mal,
tengo que verla!
-¡Tranquilízate Candy puede
hacerte daño!
-¡Necesito ir a ayudar a Doris y
a los demás enfermos!
-Candy, Doris ha muerto, ya no
podemos hacer nada por ella. – El Doctor Robbinson la sostenía por las manos
impidiendo que ella se levantara del camastro - Ahora me preocupas más tú y
hasta no confirmar mi diagnóstico sobre la causa de tu desvanecimiento no
pienso permitirte acercarte a ninguno de los enfermos.
-¿Qué quiere decir? ¿Qué yo
también estoy enferma, también me contagié de cólera?
-No precisamente. Pero debo hacerte
unas preguntas un tanto personales y necesito que estés concentrada.
-No entiendo. ¿Si no estoy
enferma de cólera por qué no me deja salir? Necesito ver al señor Remington,
debe de estar sufriendo mucho- y comenzó a llorar.
-Candy, Candy, deja de llorar. En
verdad es de suma importancia que hablemos pero debes de tranquilizarte.
Pero Candy lloraba temblando de
pies a cabeza murmurando cosas incoherentes acerca de que la dejaran salir. Su
estado emocional estaba muy afectado por la noticia.
-Dr. Robbinson , Candy se
encuentra muy alterada en estos momentos, no sería capaz de coordinar una sola
idea, ¿por qué no la deja salir a despejarse? Acabo de ver al señor Remington
en la cubierta del barco, es un lugar seguro; permita que Candy vaya a verlo y
le prometo que yo hablaré con ella en cuanto la vea más tranquila.
-Está bien, pero vigílela de
cerca.
-¿Señor Remington?- El anciano se
hallaba recargado en el barandal del barco con la vista clavada en el azul
océano. Parecía haber envejecido por lo menos siete años desde la noche
anterior.
-¡Candy! ¿Pequeña estás
bien? Me asustaste mucho. No me digas
que tú también te contagiaste.
-No… Señor Remingtong, siento
mucho lo de Doris y siento que fue mi culpa por…
-Shhshh, no llores pequeña. Estás
cosas no son culpa de nadie. Eres demasiado joven para entender que la muerte
sencillamente forma parte de la vida misma. Nadie muere antes, ni después de lo
debido. Simplemente mueres y ya.
-¿Pero no la va extrañar?
-Con cada fibra de mi ser, y sé
que jamás llegaré a acostumbrarme a su ausencia. Tal vez no demore mucho
en…alcanzarla. Te soy honesto, quisiera irme con ella en este preciso momento.
Pero sé que Doris nunca me perdonaría que yo desperdiciara la oportunidad de
conocer a ese tataranieto al cual ella moría de ganas por tener entre sus
brazos, ni que lo llene de los besos que ella jamás podrá darle. Yo sigo aquí y
es por algo. Aunque no me preguntes porqué, dado que no tengo ni la más remota
idea. Eso tendré que descubrirlo en el tiempo que me quede de vida, sea mucho,
o sea poco. Al final, sé que volveré a verla.
¿Sabes algo Candy? No cambiaría
ni un solo día de los pasados junto a ella, ni siquiera los malos. Las malas
experiencias también enriquecen la vida, te hacen aprender y valorar lo que
tienes. Todo en conjunto, lo bueno y lo malo, te llevan a vivir la vida a
plenitud, tal como mi Doris vivió. – Bruce Remintong no pudo más y tuvo que
hacer acopio de su pañuelo para limpiar discretamente las lágrimas que corrían
por su surcado rostro- Tengo que dejarte querida, me están esperando para
firmar algunos papeles y varias formalidades, pero nos veremos cuando arribemos
a América. Cuídate Candy.
-Usted también señor Remingtong.
Por un instante Candy pensó en
acompañar al dolido hombre, pero parecía que Bruce Remintong prefería estar
solo con sus recuerdos y despedirse de su amada. “La muerte sencillamente forma
parte de la vida misma” ¡Qué fácil sonaba! Pero la realidad es que aceptar la
muerte de un ser amado resultaba mucho más doloroso y complicado. ¿Era verdad
que las personas mueren cuando les toca? ¿Cuando su tiempo y misión en la
tierra han terminado? ¿Cuándo Dios los llama? Y de ser así, ¿realmente podemos
interferir o cambiar el momento y lugar de nuestra muerte? Si ella no le
hubiera dado el medicamente al niño en lugar de Doris, ¿de todos modos la
anciana habría muerto? ¿O habría sido el niño? Y en esos momentos sería la
madre del pequeño la que estaría llorando con el corazón hecho pedazos. Eso era
algo que jamás podría averiguar.
-Al fin está aquí.
-¿Qué?
-El barco, de los soldados
norteamericanos. –Por estar sumergida en sus pensamientos Candy no escuchó
cuando Queen se acercó ni entendía a qué se refería hasta que la vio señalar un
enorme buque con Banderas del ejército Norteamericano varado a varias millas
del barco donde ella viajaba. Varios miembros de la tripulación habían abordado
botes salvavidas con el fin de obtener las medicinas y agua que los soldados
proporcionarían.
-¡Gracias a Dios! Es una gran noticia.
Eso quiere decir que todos los enfermos se recuperaran. Es una lástima que para
Doris ya sea demasiado tarde.
-Nunca es posible salvarlos a
todos, Candy. Solo piensa que son más los que se salvaran.
-El hecho de que haya sido una
sola persona no minimiza el dolor, y menos cuando se trata de una persona tan
valiosa como ella. Ahora entiendo lo que me decías acerca de lo difícil que es
ser enfermera.
-Estar siempre cerca de la
muerte, y en ocasiones hacer todo lo que esté en tus manos y que aun así no sea
suficiente puede ser desmoralizante para algunos. Pero así es la vida.
-Así es la vida…
-Lo bueno es que, aún en las
situaciones más adversas, siempre hay una luz al final del túnel. No todo son
malas noticias, de hecho, los síntomas de una de las pacientes no son productos
de la epidemia, sino a la maravillosa noticia de que muy probablemente se
convierta en madre.
-¿En verdad? ¡Vaya, eso sí que es
para alegrarse! Apuesto que te refieres a Whitney, ¡ella y Samuel deben de
estar tan felices!
-No Candy. Estoy hablando de ti,
el Doctor Robbinson tiene la sospecha de que tus malestares son síntomas
típicos en un embarazo, pero necesita hablar contigo para saber si existe la
posibilidad de que eso sea… ¡Candy!
Pero a Candy la impresión causada
por la noticia, le ocasionó que la fuerza en las piernas le abandonase; estaba
en el piso con una mano cubriéndose la boca, y otra inconscientemente tocándose
el vientre y llorando de nueva cuenta.
-¿Un bebé? ¡Santo cielo un bebé!
--Candy por favor debes de hacer
un esfuerzo por tranquilizarte; era solo una sospecha, pero dado tu reacción
creo que esa posibilidad si existe, y que te alteres tanto te puede hacer daño
a ti y a tu…
-¡Un bebé! ¿Qué voy a hacer yo
con un bebé? ¡Estoy sola!-más lágrimas comenzaron a caer- su padre…quiero decir
yo…Queen si tú supieras mi situación.
-No necesito que me la digas,
pero me atrevo a suponer que no debe de ser fácil. Pero entiende, esta es una
maravillosa oportunidad que te da la vida y sucedió por una razón. Ven,
sentémonos en esa banca.
Candy, yo estuve embarazada
cuatro veces. Pero nunca ningún embarazo llegó a término. Cada vez que eso
pasaba, yo me sentía, devastada, enojada. Lloraba por horas preguntándole a
Dios ¿por qué me pasaba eso a mí? ¿Por qué no podía ser madre? La respuesta
estaba delante de mis ojos y yo me negaba a verla. Mi esposo tomaba demasiado,
se embriagaba casi todas las noches, me golpeaba y se gastaba todo mi sueldo.
Yo quería un hijo porque pensaba que entonces el cambiaría.
Pero eso era vil mentira, al
final terminó abandonándome y yéndose con otra mujer. Suelo pensar que Dios en
su infinita sabiduría decidió no enviarme hijos para que sufrieran los mismos
malos tratos que yo. Y porque tal vez no habría salido adelante con hijos
después del abandono. Te cuento todo esto Candy, porque a mí me costó mucho
tiempo entender que los bebés no llegan cuando uno los busca, llegan cuando es
su tiempo de llegar. Son angelitos enviados directamente del cielo. Éste bebé
que está en tu vientre viene con un propósito. Créeme Candy, las casualidades
no existen, todo en esta vida pasa por algo, aunque a veces sea difícil
entender el por qué.
Piensa en esto Candy, si tu no
hubieras estado tan triste por lo qué sea que te haya ocurrido en Londres,
habrías asistido a la cena de bienvenida y muy probablemente enfermado también,
corriendo el riesgo de perder a tu bebé. ¿Entiendes? Tu hijo está aferrado a la vida aun antes de llegar a este mundo,
quiere nacer para conocer a su hermosa madre.
-Yo…no sé qué voy a hacer. Estoy
sola Queen, soy huérfana, no tengo a nadie.
-¿Nunca conociste a tus padres?
-No. Fui abandonada en cuanto
nací en las puertas de un viejo orfanato.
-¿Y qué era lo que más deseabas
cuando eras niña, Candy? ¿Piénsalo?
Candy no tuvo que pensarlo, la
respuesta le brotó del corazón. -Tener una familia.
-Pues ahora comenzaras una
familia- tocándole el vientre- Esta es tú familia y dependerá de ti. Nunca más
estarás sola.
-Mi familia- ese pensamiento la
hizo sonreír- Mi hijo, ¡voy a ser madre Queen! ¡Madre!- y comenzó a reír a
carcajadas aun con el rostro bañado en lágrimas.
-Serás la mejor madre Candy-
estrechándola entre sus brazos- Pero tienes que cuidarte mucho, ¿me lo
prometes? Alimentarte bien y sobre todo estar tranquila. El doctor Robbinson
necesita verte, hacerte unas preguntas y darte las indicaciones necesarias.
Acompáñame a verlo, ¿quieres?
-Te alcanzo en un momento, creo que necesito
asimilar un poco más la noticia.
-Comprendo. Toma.- Ofreciéndole a
Candy una manzana- Recuerda que ahora tienes que alimentarte por dos.
-Gracias, Queen.
Y volvió a pararse en la orilla
del barco con la vista en el horizonte donde
a miles de kilómetros estaba Inglaterra. Si minutos antes había pensado
que la muerte a veces ocurría de forma inesperada, inclusive caprichosa. Ahora
sabía que el comienzo de una nueva vida podría ocurrir en las mismas
circunstancias.
“Todavía no lo conoces, pero pronto llegará. Y cuando lo conozcas,
comprenderás el significado del verdadero amor”. Las palabras dichas por
Anthony en aquel sueño (¿en realidad había sido un sueño?, le agradaba más
pensar que Anthony realmente había estado ahí a su lado) resonaban en su mente.
“El verdadero amor”, de eso se trataba de amor puro. Aquellas mezcla tan grande
de emociones que parecían estallar en su pecho nunca antes las había sentido.
Dicha, preocupación, felicidad, desinterés, dedicación, convicción. Todo al
mismo tiempo.
En fracciones de segundo miles de
imágenes desfilaron por su mente; imágenes que iban desde un pequeño bebé en
brazos hasta el día que pudiera ver a su hijo o hija formando su propia
familia. Una madre comienza amar a su
hijo desde el preciso momento en que se entera de la noticia.
Lo que viene será difícil, muy
difícil. ¿Cómo decirlo? ¿Cómo enfrentar las críticas, los reclamos? ¿Cómo salir
adelante? Pero a pesar de tener un panorama bastante desolador, la felicidad
rebasaba todos esos miedos. Sería una buena madre, lucharía por ser la mejora
madre y haría que algún día ese bebé se sintiera orgulloso de ella. Era todo lo
que ella tenía en el mundo, y tendría que ser padre y madre para aquel nuevo
ser.
“Terry…”, volvía a pensar en él.
Pero extrañamente ya no lo hacía con dolor, o enojo, sino con amor, solo que
ese amor parecía distinto que antes. Independientemente de todo ella lo amaba,
y tener un hijo de la persona que amas, con la bendición de Dios, aunque para
Terry hubiera sido una farsa, le provocaba una gran alegría.
-No importa que tú no me ames.
Que para ti todo haya sido un juego, una mentira. Sin imaginarlo, me has dado
un hermoso regalo que me convirtió en la mujer más feliz del mundo. Este bebé
es un motivo más que tengo para amarte toda la vida, mas no te necesito, ni
moriré sin ti. Sé feliz Terry, donde quiera que estés.
Lo que Candy ignoraba, al
pronunciar esta ominosa despedida era que si fuera capaz de desaparecer el
océano y la distancia que la separaba del puerto de Londres, se encontraría
frente a frente con Terry, de igual manera parado en la orilla del barco
mirando con dirección a América deseando poder estar nuevamente junto a ella.
-Aguanta, aguanta Candy. Pronto
te encontraré, pronto estaremos juntos otra vez. Resiste…y jamás olvides que te
amo.
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