Añoranza - Capítulo 25
De todas las personas a lo ancho del vasto mundo, aquel hombre era
a quien menos habría esperado, o deseado,
volver a ver, porque era también,
alguien cuya mirada ella se sentía completamente incapaz de sostener.
Tal vez era debido a que su sola presencia inspiraba respeto. Su inmaculado
vestir, la forma tan rígida de sentarse y andar, su voz pausada, serena pero
firme, aunados a aquel rostro cuyas facciones jamás reflejaban la menor
turbación o ninguna otra emoción que no fuese un sentimiento nato del deber y
cumplimiento de las normas, que no se limitaba exclusivamente al impecable
desempeño de su trabajo, sino a cada uno de los aspectos de su día a día.
Pero ella nunca antes se había sentido intimidada en su presencia,
al contrario, ese hombre siempre le inspiró un profundo respeto y un enorme aprecio,
dado que en repetidas ocasiones él le había demostrado ser una persona de
nobles sentimientos, servicial y sin ningún tipo de prejuicio hacia los demás,
mucho menos hacia ella. Sus sentimientos para con él no habían cambiado desde
la última vez que se vieron, aunque Candy suponía, que la estima que él pudo
haber sentido hace tiempo por ella, estuviera bastante mermada.
Pero no era eso lo que la incomodaba, lo que la mantenía con los
pies pegados al umbral de la puerta, incapaz de dar un paso más, observando a
ese distinguido caballero que hacía girar su sombrero entre sus manos con la
vista perdida en la oscuridad de la noche, era el saber a la persona a quien él
representaba, la persona que le había dado todo y a quien ella tristemente
defraudó.
-Georges…
-¡Señorita Candy!- se puso de pie de un salto y se acercó hacia
ella para ayudar a sentarse- No debió de haber salido de su habitación. Me han
informado que tiene apenas un par de semanas que dio a luz, pensé en regresar
otro día, pero… Lo siento mucho señorita Candy, se supone que yo llegaría antes
de que el bebé naciera pero…
Era tan extraño verlo así. Georges lucía desencajado, nervioso, fuera
de lugar. Parecía que era la primera vez en su vida, que le enviaban a realizar
una encomienda en la que no tenía ni la más remota idea de cómo proceder.
-¿A qué ha venido, Georges? – Candy decidió ayudarlo saltándose
los preámbulos.
-El señor William me ha pedido que venga a hablar con usted-
Aunque lo sabía de antemano, el hecho de escuchar el nombre de su padre
adoptivo la hizo sentirse avergonzada de nuevo. Tenía las manos sobre su regazo
y la vista clavada en ellas. Sin levantar la mirada, se dirigió hacia Georges.
-Supongo que te envió para informarme que me repudiará como
miembro de la familia Andrew. No hacía falta que viniera hasta tan lejos Georges,
yo ya le había escrito al abuelo…quiero decir al señor Andrew para decirle que
podía estar tranquilo, que yo no volvería
a usar ese apellido con el fin de no causarle más inconvenientes, y que
se olvidara por completo de mí.
-Señorita Candy, - Apoyó la rodilla contra el suelo, y en un gesto
sumamente paternal, Georges Georges hizo algo que Candy no lo había visto nunca
hacer con ella, ni con ninguna otra persona. Tomó su mano. Por un instante ella
se preguntó si esa acción también había sido una orden expresa de abuelo
William, o un impulso espontáneo. Como haya sido, se sentía muy bien - el señor William está muy preocupado por
usted, -continuó con voz pausada - por todo lo que ha sufrido y por su futuro. Pero,
considera que ya es tiempo de que él deje de decir qué es lo mejor para usted,
y que, cualquier decisión que usted decida tomar, le gustaría que lo platicara
con él en persona.
Aquello la hizo levantar al fin la mirada, pero era una mirada de
asombro que rayaba en el terror. Desde que años atrás había sido adoptada por
la familia Andrew en, como la Tía abuela Elroy definía, “circunstancias tan
particulares”, el mayor anhelo de Candy fue conocer a su padre adoptivo.
Ansiaba expresarle con un abrazo lo profundamente agradecida que estaba por
todos los detalles que él siempre había tenido para con ella, preguntarle por
qué solía tomar decisiones tan drásticas que habían afectado su destino y en un
futuro tener la oportunidad de llegar a recompensarle todas sus atenciones
dedicándose a cuidarlo cuando él lo necesitara. Pero ahora las circunstancias
eran distintas.
-¿En persona?
-Así es. El señor William cree necesario tener una larga
conversación para evaluar todo lo concerniente a usted, y a su hijo. Me pidió
informarle que lamenta muchísimo haberla tratado como una niña, decidiendo por
usted en muchas ocasiones, cuando obviamente ya no lo es más. Quiere que sepa
que cuenta con su completo apoyo y respaldo en absolutamente todo lo que
necesite, usted o el bebé.
-Yo…no puedo creerlo, quiero decir, creí que el abuelo William
estaría muy decepcionado de mí, jamás imaginé que…
-Señorita Candy no debe afligirse. Créame cuando le digo que el
señor William la conoce mucho más de lo que usted imagina, sabe que usted es
una persona muy valiosa, por eso decidió adoptarla. Y ese concepto no cambiara
únicamente porque usted haya cometido… porque haya vivido una experiencia
desagradable. Pero él necesita comprender muchas cosas, escuchar todo la
historia de su propia voz. Lo único que le pide es que lo espere. Actualmente
el señor William se encuentra fuera de América realizando algo muy…demandante y
probablemente le lleve unos meses más terminar su encomienda, pero regresará
tan pronto como le sea posible y mientras usted lo espera, le ruega que se
instale en una de las casas de la familia Andrew.
-No, nunca regresaré a una casa de esas. No quiero volver a ver a
Eliza, a Neal, no…
-Comprendo, - la interrumpió Georges - entonces por favor le ruego
que se quede aquí y acepte estos regalos que el señor Andrew le envía.
Hasta ese momento Candy no había visto los paquetes que estaban
amontonados en una esquina del pequeño estudio de la Señorita Pony.
A la vista saltaba un Moisés bellamente decorado, ropa, teteros y hasta juguetes, todos ellos de la más alta
calidad.
-También me ha pedido que le entregue esto- le extendió un sobre -
Es dinero, para lo que usted pudiera necesitar, como le dije, yo esperaba
llegar antes de que el bebé naciera y que usted pudiera ocupar éste dinero en
la atención médica necesaria, o incluso trasladarla a un hospital, pero…
-No puedo aceptarlo- aquello la sobrepasaba.
-El señor William pensó que probablemente usted diría eso, le
reitero, él la conoce muy bien, y que entonces yo debería dejar el dinero a la
directora de éste lugar, como una donación de su parte para todos los niños del
orfanato. Por último me ha pedido decirle que, que por favor vuelva a sonreír, que él pronto estará con usted y
muere de ganas por conocer a su nieto.
Georges regresó al otro día al hogar de Pony para despedirse, no
sin antes, disfrutar de un buen rato en compañía del bebé, porque según el
mismo dijo, el señor Andrew querría conocer todos los detalles sobre el hijo de
Candy.
Definitivamente el abuelo William era un gran hombre, inteligente,
recursivo, y sobre todo, con una bondad en el corazón que superaba cualquier expectativa.
Pero conocerlo, en dichas situaciones, no dejaba de causarle inquietud en su
corazón. Y aunque Georges le había asegurado que no tenía absolutamente nada
que temer, sino todo lo contrario, ella no dejaba de sentirse nerviosa y
aprensiva por la posibilidad de aquel próximo encuentro.
Esa mañana, mientras alimentaba a su hijo quien se hallaba
cumpliendo su primer mes de vida pensaba en el futuro de ambos, sabía que no
podía quedarse estática mientras esperaba una vez más que su padre adoptivo decidiera
sobre su futuro, por mucho que el abuelo William la respaldara, no podía seguir
siendo una carga para él ni para el hogar, debía de salir adelante por sus
propios méritos, el problema era ¿cómo hacerlo? Pero la entrada de la hermana
María interrumpió sus reflexiones.
-Candy, tienes visita
-¿Visita? – Aún no se reponía de la inesperada aparición de
Georges, como para tener que enfrentarse a otra impresión.
-Sí y apuesto que te encantará.
De repente creyó estar de nueva cuenta en os pasillos del San
Pablo. Annie corría a abrazarla con los
ojos llenos de lágrimas, seguida por Patty. Stear y Archie, un poco rezagados
la miraban agitando las manos en alto y esbozando encantadoras sonrisas.
Sintiéndose protegida por el abrazo de sus amigas Candy también comenzó a
sonreír.
-Chicos, ¡qué alegría verlos!, ¿pero qué hacen aquí?
-Vinimos a verte- se adelantó a responder Annie- pero pensábamos
llegar a tiempo para…en tu carta nos decías que hasta… ¡Oh Candy ya eres mamá,
muchísimas felicidades amiga!
-Annie no la acapares para ti, danos permiso, todos queremos
conocer al bebé-objetó Archie, y uno a uno se acercaron en corro observando
embelesados al bebé que los miraba ojos llenos de admiración.
-Oh Candy es tan hermoso- exclamó emocionada Patty.
-Realmente bello. ¿Cómo se llamará?, ¿ya has pensado en algún
nombre? Yo pienso que Archiebald es un nombre gallardo, varonil y de muy buen
gusto
-Candy, ¿por qué no lo llamas Anthony?- propuso Stear
-Sí, ese sería un gran nombre – secundó su hermano.
-Gracias por sus sugerencias amigos, pero ya he decidido que su
nombre será- hizo una pausa para retomar el aliento y prepararse para la
reacción que ocasionaría el nombre que había elegido para su hijo- Terrence Alexander
Por un instante todos se quedaron en silencio únicamente
intercambiando miradas incómodas, sin atreverse a hablar. Todos, excepto
Archie.
-¿QUÉ?
-Hermano ahora no por favor – Pero Archie lo ignoró.
-¿Acaso escuché bien? ¿Pretendes nombrar a éste inocente bebé
igual que ese malnacido?
-Archie, cállate.
-¿Por qué me pides que me calle Annie? No creo estar diciendo
ninguna tontería. Candy sí, ¿tan pronto olvidaste que ese tipo solo se burló de
ti, que te engañó? ¡Contéstame!
-Archie es suficiente, deja en paz a Candy.
-¿Qué la deje en paz Stear? Ustedes siempre me han pedido que la
deje en paz, pero la verdad es que yo he sido el único que se preocupó por
ella. Yo siempre le advertí que ese sujeto no era de fiar. ¡Y mírala ahora cómo
está! Sola, con un hijo. Expulsada del colegio y probablemente también de la
familia Andrew. ¡Ahhh pero ustedes sus grandes amigos! Ustedes le festejaban y
apoyaban todo su romance. ¡Tú, Stear, fuiste y te paraste en el altar como el
padrino, como el mejor amigo de Terry!–Las lágrimas corrían por el rostro
oculto de Candy, que intentaba apartar la mirada de la discusión- Si Candy está
sufriendo ahora es en parte culpa de ustedes. Al menos yo puedo estar tranquilo
porque siempre le dije que estaba cometiendo un gravísimo error. Y te lo
seguiré diciendo Candy. Deja ya de ser tan ingenua, de idolatrar a ese canalla.
Terrence no te quiere, nunca te quiso, solamente te utilizó. Entiéndelo de una
vez.
-¡Suficiente!- en medio de la discusión nadie se percató de que la
hermana María había vuelto nuevamente a la habitación.
-Hermana…disculpe… solo.
-Jovencito. No sé si usted sepa que cuando una mujer da a luz es
imperativo procurar su bienestar físico y mental. Tratar que esté tan tranquila
como sea posible y con esto lograr que su recuperación sea más llevadera, sobre
todo lo que a ella le ocurra puede afectar directamente al bebé.
-Si lo sé hermana, -Archie lucía realmente apenado - y lo siento,
pero…
-No veo cómo Candy pueda recuperarse con usted gritándole y
maltratándola de esa manera.
-¡Yo no estaba maltratándola! Simplemente…
-Si los dejé entrar es porque pensé que al ser ustedes sus amigos,
ella se alegraría de verlos, pero si su presencia le causa llanto, como está
ocurriendo en estos momentos, tendré que pedirles a todos que se vayan en este
preciso instante.
-No hermana por favor no hace falta llegar a tales extremos. Yo
fui el único que ha sido imprudente, le ruego que me disculpe. Entiendo que a
mí me pida que me retire, pero por favor, no tiene por qué arrastrar mi
culpa a los demás, en especial a las
muchachas que llevan meses deseando ver a Candy. Candy, te pido disculpas, no
quería que te sintieras mal, lo siento en verdad.
-Lo sé Archie, y no te preocupes, no has dicho ninguna mentira
Stear intervino para romper ese amargo momento- Mi hermano y yo iremos al pueblo a comprar
algunas cosas y buscar donde pasar la noche, si necesita algo más hermana,
puede pedírnoslos y con gusto lo
traeremos.
-Se los agradezco muchachos y la verdad es que su ofrecimiento nos
es muy útil en estos momentos. Candy, tengo que bañar al bebé, lo traeré en un
momento. ¿Ustedes chicas pueden quedarse acompañando a Candy?
-Por supuesto hermana.
-Nos vemos en un rato Candy, - se despidió Archie - y nuevamente,
discúlpame.
Cuando los chicos y la hermana abandonaron la habitación, Annie
retomó el curso de la conversación.
-Yo creo que es un nombre muy hermoso el que has escogido para tu
hijo Candy. ¿No lo crees Paty?
-¡Sí! Es un nombre muy lindo.
-Gracias amigas. Deseaba tanto verlas. Me hicieron mucha, mucha
falta en todos es-tos meses.
-Y tú a nosotras Candy. Ansiábamos estar contigo en cuanto leímos
tu carta, pero no podíamos abandonar el colegio. Suena horrible decirlo, pero
la guerra nos dio el motivo perfecto para poder regresar y verte.
-¿La guerra, Annie?
-Sí la guerra, estalló hace algunos meses, pero se ha extendido
con mucha rapidez por casi toda Europa, la verdad es que la situación es
intolerable, los padres empezaron a llevarse a sus hijos del colegio y lo más
seguro es que antes de terminar el año escolar el San Pablo se cierre. Por eso
Patty también vino con nosotros, sus padres no querían que permaneciera en
Londres.
-¡Eso es terrible! Pero entonces, me alegra todavía más el que
ustedes estén.
-Candy, -Annie hizo una breve pausa en busca de serenidad - ¿qué
fue lo que pasó, por qué te fuiste?
-¡Annie no! –Ahora era Patty la que trataba de callar a su amiga -
La hermana María nos acaba de pedir que no la molestemos, no fuerces a Candy a
hablar de eso.
-No te preocupes Patty, no me molesta. Pasó…justo lo que Archie
acaba de decir.
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