Añoranza - Capítulo 38
-Todo tiene que salir
perfecto…perfecto.
Esta era la oportunidad que
Susana había estado esperando desde hacía un año. Ella y Terry, solos. Lejos de
todo. Del teatro, de sus “admiradoras”. De su propia madre y su sobreprotección, de su suegra y su
evidente rechazo, de los fantasmas del pasado. Eso es lo que en realidad
deseaba, alejarlo de una vez por todas de sus recuerdos. Porque no hacía falta
que se lo dijera, él la seguía recordando.
Para cualquier persona lógica y
sensata, el hecho de que ella lo hubiera olvidado, rehecho su vida y faltado a
la promesa que se hicieron, serían motivos suficientes para dejar de amarla,
pero no para Terry. Estaba obsesionado, la idolatraba; se aferraba a un pasado que ya nunca
volvería, idealizando un romance casi infantil que no le permitía pensar en su
presente ni en su futuro. “Tal vez…tal vez le hace falta verla, y así
despertará”, pensaba Susana con frecuencia, creyendo en la posibilidad de que
si Terry veía con sus propios ojos a su amor juvenil en los brazos de otro,
probablemente con su belleza ya menguada por el paso de los años, sumergida en
una vida rutinaria e insípida, muy distinta a la que él vivía, el encanto por
ella terminaría. ¿Qué sabía de ella? Solo lo que Terry le contó y si él nunca
pudo encontrarla, su suerte no tendría por qué ser diferente. Pero Eliza Leagan podía ayudarla. Ambas se conocían y un
presentimiento le hacía suponer que si le explicaba cuáles eran sus intenciones,
Eliza no se negaría a ayudarla.
El plan sonaba práctico y
efectivo, aunque, por otro lado, podría resultar contraproducente. ¿Qué tal si
al reencontrarse renacían en ellos sentimientos del pasado? Ella probablemente
estaría al tanto de las noticias en torno suyo, consciente de su fama y éxito,
tonta si lo dejaba ir nuevamente. Y con el nivel de embrutecimiento que Terry
aun sentía por ella, sería capaz de aceptarla de nuevo con los brazos abiertos
sin importarle nada, ni nadie. Y entonces habría puesto todo en bandeja de
plata para que se fuera con…”ella”. Siempre procuraba no utilizar su nombre,
incluso en sus propios
pensamientos, creía que con esto
evitaba convertirla en un peligro real.
Aunque nunca llegó a concretar su
plan, continuó albergando curiosidad y deseos por conocerla. Por saber si era
tan especial como contaban, si su belleza presentaba batalla contra la propia,
pero sobre todo deseaba preguntarle ¿qué fue lo que hizo para enamorarlo en
aquellas vacaciones? Tal vez algo pudiera servirle para lograr en Terry el
mismo efecto en estas vacaciones. En fin, siempre es mejor conocer al enemigo.
Echó agua en su nuca, arregló su
pelo, levantó el rostro y respiró hondo. Cerró los ojos concentrándose en
focalizar toda su energía, como le habían enseñado en sus estudios de teatro.
Este era su momento, únicamente suyo, de ningún fantasma; y saldría a triunfar. Algún día la conocería,
de eso estaba segura, pero cuando ese día llegara solo la miraría para darse
cuenta de que…ella, nunca había representado una amenaza.
Cuidado con lo que se desea,
porque la vida siempre te lo concede, mas no necesariamente en el tiempo ni en
la forma que tú lo esperas.
El buen ánimo a Susana le duró
muy poco. Al salir del cuarto de baño para reunirse con Terry, la escena que
contempló le resultó horrorosamente extraña y
al mismo tiempo terriblemente familiar. Como esas pesadillas de la
infancia que crees haber olvidado, pero que inesperadamente algún detalle
cotidiano es capaz de recrearla con exagerado realismo.
Terry estaba de pie frente a una
mujer que parecía petrificada, cuya expresión revelaba sorpresa. Él también
lucía sorprendido, pero le hablaba con una sonrisa en los labios y mirándola
tiernamente. Eso ya era suficientemente desconcertante; pero para coronar dicha
escena surrealista, ambos sostenían por un brazo a un pequeño niño, quien
inexplicablemente guardaba una semejanza casi idéntica con Terry. Parecían una
pintura retratando a una familia, y fue entonces cuando su peor pesadilla cobró
vida, una pesadilla tan profundamente enterrada en su subconsciente que creía
no haber tenido, puesto que nunca consideró siquiera esa posibilidad. Pero en
ese instante lo comprendió todo y un grito de terror brotó de su pecho.
-¡TERRYYYYY!
-¿Candy…?
Increíble. Era Candy. Después de
tantos años, después de tanto buscarla, la había encontrado por casualidad en
esa estación junto con… ¿ese pequeño era?…El cerebro de Terry se esforzaba por
trabajar lo más rápido posible, pero la impresión de verla había sido tan
grande que no lograba coordinar una sola idea. Cientos de veces imaginó este
encuentro, y ahora que finalmente ocurría no era capaz siquiera de pensar con
claridad.
-Vámonos Alex-Candy hizo el
intento por levantarse asiendo fuertemente al pequeño por un brazo, pero Terry
lo impidió sujetándolo del otro brazo.
-No Candy espera, ¿él es, es tu
hijo?
-¡Si ella es mi mami! –Se
adelantó Alex a responder con entusiasmo - Te dije que era muy linda. Mami, él
también se llama como yo, Terrence, pero le gusta que le digan Terry.
-Alex…vámonos.
-No Candy, no se irán. Porque
yo no lo permitiré- pensó, al fin lograba pensar, y una idea, que se
parecía más a un deseo comenzaba a tomar forma en su cabeza, haciéndolo sonreír.
-¡TERRYYYY!
El grito de Susana rompió el
encanto trayéndole de vuelta a su realidad, recordándole con quién y por qué se
encontraba en aquel lugar. Susana corría hacia él de una forma que la hacía
lucir grotesca debido a su incapacidad, pero sobre todo, a la desesperación de
la que había caído presa. Ella sabía.
Solo un par de metros duró su
loca carrera, antes de caer de manera aparatosa al suelo de la estación. Un
súbito ataque de caballerosidad (o humanidad) invadió la mente de Terry,
transformándose en un débil intento por socorrer a Susana. Pero en ese instante
de incertidumbre aflojó un poco el brazo con el que sostenía a Alex; Candy
aprovechó el descuido para salir huyendo junto con su hijo.
-¡Candy noo!
-¡Terryyy!
-¡Maldita sea!- volteó nuevamente
a ver a Susana que yacía en el piso estirando su mano hacia él en clara
solicitud de auxilio. El espectáculo no había pasado desapercibido entre los
viajeros y algunas personas se estaban acercando prontamente a asistir a la joven minusválida, cuya pierna falsa
había quedado al descubierto. “Prioridades”. Era simple, a Susana la ayudarían
pero a Candy nadie la detendría si no lo hacía él mismo. Sin pensarlo dos veces
emprendió la carrera a toda velocidad dejando atrás a una dolida Susana que lloraba
repitiendo su nombre una y otra vez.
Fueron solo un par de segundos de
distracción, pero en ese tiempo Candy ya le sacaba una ventaja considerable (“Siempre ha corrido como un demonio”),
aun teniendo en cuenta que cargaba una pesada maleta y llevaba a Alex
prácticamente a rastras mientras el pequeño continuaba con la vista clavada
detrás suyo. Terry luchaba por avanzar
entre un mar de personas, baúles y demás equipaje. Topándose con centenares de
codos que se enterraban en la costillas y rostros indignados de viajeros
atropellados durante su frenética carrera.
-¡Alex! – Le gritó.
-¡Mamá, -el pequeño no comprendía
– mamá, es el señor que me ayudó! Quiero decir, es Terry. Mamá detente me está
llamando.
-Alex sigue corriendo no te
detengas.
-¡Pero mamá!, no le di las
gracias por ayudarme.
-¡Hijo obedéceme o perderemos el
tren!
En situaciones normales Alex
nunca habría pensado en desobedecer a su madre, ya no digamos en hacer una
rabieta ni nada que se le pareciera. Pero esa no era una situación normal.
Aquel hombre que se había portado tan amable con él seguía corriendo detrás
suyo gritando su nombre luciendo muy desesperado; además su madre actuaba de
una forma muy extraña, una voz en su interior le decía que ella le ocultaba
algo y eso no le gustaba. Alex ignoraba que esa voz era la voz de la intuición,
y la intuición es los niños es un sentimiento más poderoso que en los adultos
al que rara vez pasan por alto. En esta ocasión su intuición lo llevó a
detenerse.
Se habían detenido. Estaban prácticamente
a su alcance, unos pasos más y…una mujer se había atravesado en su camino. Una
de las tantas viajeras que caminaban por la estación. Terry logró frenar apenas
centímetros antes de impactarla en su enorme vientre de embarazada, aún así el
susto la llevó a perder el equilibrio y habría caído al piso si Terry no lo
evita. El esposo de aquella mujer comenzó a gritarle como un loco, y con justa
razón ya que por culpa de Terry la futura madre y el bebé habían estado en
riesgo. Dos escándalos en aquella estación provocados por el mismo hombre. Los
curiosos comenzaron a acercarse y Terry impotente observó a través de la
muchedumbre a Candy cargando al pequeño Alex como si fuera un bulto, mientras
éste pataleaba porque no quería marcharse y como llegaron justo a tiempo para
abordar el tren que ya partía.
-“Chicago, San Joseph”, “Chicago,
San Joseph”, “Chicago, San Joseph”-repetía una y otra vez mientras volvía sobre
sus pasos con dirección a las taquillas. En el camino se topó con Susana que
había ido a alcanzarlo.
-¡Terry!
-“Chicago, San Joseph”, “Chicago, San Joseph”,
“Chicago, San Joseph”
-Terry ¿qué está sucediendo?- el
tono de voz de Susana era desesperado.
-Esa era Candy, y estaba con su
hijo.
-¿Y por qué te sorprende tanto?
¡Tú ya sabías que ella tenía un hijo!
-¡NO! Lo que yo sabía es que ella
tenía un hijo de apenas un año, año y medio por lo mucho a estas alturas. Pero
ese niño es mucho mayor, tanto como el tiempo que llevamos separados, se llama
como yo y…Cabe la posibilidad…Estoy seguro…-prefirió guardarse para sí sus
ilusiones- ¡Estoy seguro que me mintieron, en muchas cosas! Y apuesto que a
ella también. El hecho es que necesito averiguar la verdad, ¡de inmediato!
Tengo que ir a Chicago.
-¡Pero Terry hemos planeado estas
vacaciones por meses!
-Y yo a ella la he estado
buscando por años, ¿si entiendes? Tengo que actuar rápidamente antes de
volverla a perder.
-¡Pero yo no me quiero ir!-
lloraba como una niña pequeña haciendo rabieta, ya estaban en la fila de la
ventanilla y la gente volteaba a verlos.
-Perfecto, entonces quédate. El
hotel y todo lo demás está pagado, de cualquier manera te dejaré dinero y
cuando quieras regresar enviaré a tu madre por ti. ¡Por qué demora tanto en
avanzar esta maldita fila!- aún quedaban tres personas comprando boletos para
que él pasara
-¡Tú no puedes abandonarme aquí
para salir corriendo detrás de ella! ¡Yo soy tu esposa, tu deber es permanecer
a mi lado!
Terry no le prestaba atención,
estaba enfrascado en una negociación con dos hombres que estaban delante de él
en la fila intentando persuadirlos de que lo dejaran pasar primero-Caballeros,
esto es una emergencia, le daré veinte dólares a cada uno si me dejan pasar
antes a comprar mi tiquete.
-¡Veinte dólares, por supuesto!
–respondieron ambos hombres dejando pasar a Terry con ademanes ceremoniales,
Susana seguía caminando junto a él jalando la manga de su chaqueta en un
desesperado intento por llamar su atención.
-El siguiente tren para Chicago
por favor.
-Ese era el último señor.
Generalmente hay dos corridas más pero hoy han sido canceladas por
mantenimiento en las locomotoras. Tendrá que aguardar hasta mañana a medio día.
-¡Mierda!- por un momento Susana
tuvo la ingenua esperanza de que Terry volteara y con una sonrisa le dijera
“Bueno, lo intenté, pero tal parece que el destino se empeña en que no sea así,
quedémonos a disfrutar las vacaciones”; pero Terry no parecía dispuesto a
desistir tan fácilmente- ¿Y para Nueva York?
-¿Nueva York?- preguntaron Susana
y el encargado de la taquilla al mismo tiempo.
-Sí, sí, a Nueva York ¿no me entendió? ¡Lo más pronto
posible!
-Terry no te entiendo, primero
querías ir a Chicago ¿ahora quieres regresar a Nueva York?
-Tal vez sea mejor así. Necesito
arreglar algunas cosas, hablar con mi madre. Sí, será mejor así-Terry hablaba
más consigo mismo que con Susana.
-Señor tiene suerte, hay un tren
que sale dentro de quince minutos pero…
-¡Perfecto! Deme un billete.
-¡Terry tu no me puedes abandonar
aquí!
-¡Entonces ven conmigo! Así
podrás quedarte cómodamente bajo el cuidado de tu madre.
-Pero yo…
-¡Susana te vas o te quedas!
-Señor…
-¡¿Qué?!
-Quería comentarle que solo hay
pasajes disponibles en la clase económica
-¿Te vas o te quedas?
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