Añoranza - Capítulo 50

 

Se sentía exhausta. Física, pero sobre todo emocionalmente. La falta de sueño y el exceso de trabajo comenzaban a pasarle factura;  había experimentado casi todos los estados de ánimo posibles en las últimas horas. Enojo con Terry, rabia e indignación por las mentiras que el Duque les había dicho a ambos, frustración por todo lo que sufrieron a raíz de dichas mentiras, admiración por el hecho de que Terry la buscara durante tanto tiempo, de nuevo rabia indignación, pero esta vez con Eliza, por su patológica predisposición a enredar y hacer sufrir a las personas, desesperación por la cadena de malas decisiones que habían sumergido a Terry en una relación de la cual, el escape parecía imposible. Pero sobre todo sentía amor, desbordado amor por el hombre de su vida quien al igual que ella, nunca dejó de amarla.

Sentía unos deseos incontrolables de abrazarlo, de besarlo, de recuperar el tiempo perdido, lamentablemente sus deseos se veían reprimidos por el dilema moral que conllevaba la delicada situación en la que Terry se hallaba. También se sentía preocupada, mucho, porque a pesar del optimismo de Terry, ella sabía que arreglar las cosas con Susana podría no resultar nada sencillo. Ella también tenía miedo de perderlo.

Era mejor no pensar en eso. No perder la esperanza, eso debía hacer. Su amor había sobrevivido todo este tiempo  a pruebas inimaginables. Soportó la lejanía, la distancia, incluso, su amor había sobrevivido aún cada quien creyendo que el otro lo había olvidado. Ese amor podría soportar cualquier cosa. Decidió imaginar el mejor panorama posible para ellos, probablemente los pensamientos positivos pudieran devolverle la tranquilidad. Así que optó por aprovechar el viaje de regreso a su casa en el automóvil de Terry para imaginar que estaban juntos, con todos los problemas superados, imaginó a Terry jugando con su hijo, corriendo en unas hermosas y verdes colinas, las de Escocia tal vez, persiguiendo a Alex mientras su hijo se carcajeaba. Eventualmente, aquel pensamiento se fue transformando en un hermoso sueño.

Candy dormía en el asiento del pasajero. Deseaba decirle tantas cosas, pero prefirió dejarla dormir. Era gratificante observarla así, evocaba recuerdos de viejos tiempos, cuando al despertar podía hallarla durmiendo a su lado, deseaba tanto poder pasar las noches así una vez más. Seguía disgustándole la idea de que ella insistiera en continuar trabajando al lado de su jefe-admirador, pero la verdad es que él no se hallaba en posición de discutir o exigirle nada hasta que se encontrara libre de toda atadura, libre de Susana para ser exacto.

Eso era lo que le preocupaba, Susana. Siempre había percibido a Susana como una mujer frágil, sumisa; demasiado cobarde para intentar usar el chantaje o la manipulación. Pero lo cierto era que Susana le había dejado bien en claro que no estaba dispuesta a rendirse sin presentar batalla. El hecho de recurrir al Duque para tratar de controlarlo fue un golpe muy bajo, y con los recientes acontecimientos que Annie y Patty le habían contado, como Susana fue capaz de manipular y ocultar información vital, con tal de mantenerlos separados, ahora, no había razón para pensar, que Susana tuviera alguna consideración por ellos.

El automóvil se había detenido, eso la hizo despertar. Al abrir los ojos descubrió que se encontraban enfrente del su departamento. Terry estaba con las manos sujetas al volante y la vista fija en los pedales, cuando ella abrió los ojos, sin levantar la mirada él exclamó:

-Hemos llegado.

-¿Qué pasa Terry?

-¿Qué pasa? Que quisiera entrar y acompañarte mientras duermes, eso me pasa,

-Terry…

-Sí, ya lo sé pecas, pero no por eso deja de dolerme. Albert estuvo al pendiente de Alex todo éste tiempo – dijo por cambiar de tema – así que no tienes nada por qué preocuparte.

-Imaginé que Albert había sido tu cómplice en todo esto.

-Cúlpame  a mí, yo lo obligué. Otro pequeño detalle, Candy. Mi madre, ella está loca por Alex y quisiera pedirte que le permitas pasar ésta tarde con él.

-Por supuesto, siempre que no lo consienta demasiado.

-No puedo asegurarte nada, salvo que lo llenará de amor. Yo quisiera estar con ellos, pero tengo que arreglar algunos asuntos urgentes. Nos veremos pronto, y, recuerda que te amo, Candy. Ahora, intenta dormir un poco.         

Pero Candy no fue capaz de conciliar el sueño, el resto de la tarde se la pasó imaginando un futuro lleno de oportunidades maravillosas. Al entrar nuevamente a su turno, Candy se sentía optimista y muy poco cansada, solo la llamada del Doctor Mathews a su oficina para pedirle concertar una cita fuera del horario laboral para tratar “asuntos personales” la tenía un poco desorientada, pero bueno, era mejor no hacer suposiciones y esperar. Mientras tanto, el servicio seguía su rumbo.

-¡Candy!

-Dime, Flamy

-Hay una paciente que necesita una curación de rutina, pero ha pedido específicamente que seas tú quien la atienda. Es una tipa bastante antipática.

-¿Qué yo la atienda? Mmm ¿quién podrá ser? Parece que será mejor que vaya, muchas gracias, Flamy.

Sin detenerse a pensarlo dos veces se dirigió al servicio de urgencias, sin imaginarse que al entrar se encontraría en uno de los consultorios, a  la joven y bella actriz de actitud soñadora  cuya carrera se había visto frustrada por un fatal accidente.

-Buenas tardes. – Candy trataba de recuperar el aliento, había reconocido de inmediato a Susana Marlow, el rostro que viera tantas veces en los afiches de periódico. Tal vez se trataba de mera casualidad, tal vez el hecho de tener frente a frente a la esposa de Terry fuera uno de esos caprichos que al destino le gustaba jugar. Tal vez si fingía que no pasaba nada, en efecto, nada malo pasara.- Veamos, ¿qué es lo que necesita hoy, Señorita Marlow?

-Grandchester, Señora Grandchester, uso el apellido de mi esposo. –Atenta a la reacción de Candy, Susana dejó al descubierto el sangrante muñón en el que terminaba lo que alguna vez fuese su pierna - La prótesis, me es muy útil pero bastante molesta, si la utilizo mucho tiempo o me excedo caminando me causa llagas o reabre viejas cicatrices.

-Ya veo, -contestó Candy fiel a su papel de atenta enfermera - no se preocupe es una curación de rutina en este tipo de lesiones, en seguida la atiendo.

-Qué insinúa, ¿qué debería de estar acostumbrada y resignada a sufrir este tipo de lesiones por el resto de mi vida dado que soy una inválida?

-Por supuesto que no señora, solo quise decir que estará curada en un par de minutos. Ahora por favor no se mueva para que pueda terminar lo más pronto posible.

-¿Le gustaría saber cómo fue que perdí la pierna, enfermera?

-Debió de ser un desafortunado accidente, señora. Dudo mucho que le complazca recordarlo.

-Tiene razón, fue una desgracia pero no me duele, dado que fue por amor. Por salvar a mi esposo de un destino peor que el mío, por acabar con su sufrimiento causado por una mujer que lo olvidó, que no lo supo valorar y que prefirió creerles a otros antes que a él. ¿Usted estaría dispuesta a hacer algo así, enfermera? Se me ocurre preguntarle, al verla así, tan joven, linda, realizada como profesionista, ¿usted sería capaz de dejar todo por alguien, su independencia, su carrera? Yo también tenía una carrera y muy prometedora. Pero nunca me detuve a pensar en eso, porque yo sí amo realmente a mi esposo, por sobre todas las cosas. Contésteme, ¿estaría dispuesta?,  ¿alguna vez ha amado a alguien así?

-Listo Señora.-Candy realizó su trabajo lo más rápido que pudo dado que aquella situación le resultaba demasiado incómoda-  Herida desinfectada, vendajes cambiados, llamaré a un camillero para que le ayude a salir del hospital. Repose y la herida cicatrizará en un par de días. Un placer atenderla, pero es todo por mi parte con permiso. – Pero al intentarse marchar, Susana la detuvo tomándola del brazo.

-Dejémonos de tonterías, Candy. Sabes perfectamente a lo que he venido.  Vengo a pedirte, a exigirte que dejes en paz a Terry, él ya te había olvidado, pero apareciste con la intención de destruir mi matrimonio y no te lo voy a permitir.

-No sé de qué me habla señora, pero le ruego que me disculpe, tengo muchos otros pacientes que atender.

-¡No finjas! Sé que se han visto a espaldas mías. ¿Qué se siente ser la amante de un hombre casado?

-Mire señora, creo que usted tiene una idea errónea de lo que está pasando, no me conoce así que le ruego no me imponga títulos que no vienen al caso. Las cosas no son como usted las cree, pero yo no le voy a dar explicaciones, pídaselas a su esposo.

-¿Vas a huir? Si no estás haciendo nada malo como dices, si no tienes nada que ocultar, ¿por qué huyes como si furas una criminal? Eso solo confirmar tu culpabilidad. Vas a escucharme Candy, he venido a hablar contigo de mujer a mujer para pedirte que dejes de ser la amante de Terry, de mi esposo.

-Yo no soy su amante, yo soy…

-¿Qué? ¿Su esposa?, me vas a decir que te crees la legítima esposa por aquella ridícula ceremonia que tuvieron hace años en Escocia. Por favor eso fue cosa de niños, un romance de verano y nada más. Su esposa soy YO, la que ha estado a su lado desde los inicios de su carrera soy yo, la que tuvo que soportar escucharlo llorar una y otra vez por tu culpa, porque tú lo abandonaste, porque tú no le creíste. Fui yo la que estuvo dispuesta a dar su vida por él, cuando él creía que ya no tenía vida por tu culpa. La que duerme a su lado todas las noches soy yo. Tú no tienes derecho a quitarme algo que yo me he ganado con sacrificios, no debes. Yo ya no tengo vida si no es con Terry, yo no tengo nada si no es a Terry, no puedo vivir sin sus besos, sin sus caricias, porque a pesar de lo que él te haya dicho, él y yo teníamos una vida plena en todos los aspectos antes de que tú llegaras.

Candy guardaba silencio, no sabía qué contestar. Lo que Susana le había dicho sonaba “lógico”, coherente, ¿qué derecho tenía ella de quitarle a esa mujer, que había dado su vida por él, lo único que la mantenía en ésta vida?  

-Por favor, -continuó Susana con lágrimas en los ojos - mira que te lo estoy suplicando, tú tienes muchas cosas, tienes tu profesión, tus amigos, tu belleza, TU SALUD, y no dudo que varios pretendientes, ¿por qué te empeñas en quitarme lo único que tengo?

-Yo…yo no pretendo nada, nunca sería capaz de…

-Entonces prométeme que te vas a alejar de Terry. Si en verdad estás siendo honesta, hazlo. ¡Prométemelo!

Capítulo 49 - Capítulo 51

 

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