Añoranza - Capítulo 52

 

Las calles de Chicago estaban oscuras y silenciosas. Los pocos transeúntes parecían más bien como almas en pena vagando eternamente sin rumbo fijo. Las calles se alargaban hasta el infinito, sentía que llevaba horas caminando, el camino a casa nunca antes le había parecido tan largo. Era desesperante, quería correr, quería volar, quería sencillamente desaparecer. Pero sobre todo quería que las lágrimas que bajaban por su rostro dejaran de correr.

Terry. Otra vez Terry viniendo a tambalear su mundo. Se había sentido tan contenta al enterarse de que él y Susana jamás habían llevado una vida matrimonial que estaba dispuesta a olvidar todo. Pero a Terry se le había olvidado mencionar el hecho de que sí se había acostado con quién sabe cuántas mujeres. Pequeño detalle. ¿Cómo pudo? ¿Cómo pudo traicionarla de esa manera? ¿Cómo se atreve ahora a celarla? ¿Cómo se atreve a decirle que la ama?

Finalmente después de lo que le pareció una eternidad, llegó a su casa. Necesitaba el calor y la tranquilidad de su hogar, de su familia, la estabilidad que Alex y Albert le proporcionaba. Pero esa estabilidad estaba a punto de quebrarse, cuando Candy llegó al departamento, Albert estaba guardando su equipaje.

-Albert…-Candy miraba una y otra vez a Albert y después al pequeño saco marrón que tantas veces lo vio llevar sobre el hombro en sus innumerables partidas, sin poder comprender, o mejor dicho, sin querer aceptar la verdad evidente de los hechos.

-Candy. Te estaba esperando. Me marcho.

El potente ruido generado por la enorme puerta de caoba del recibidor al cerrarla de golpe, alboroto en el piso inferior, fuertes y enérgicas pisadas subiendo las escaleras y su madre gritando detrás de él le habían anunciado a Susana, la llegada del “huracán” Grandchester a la casa. Terry venía hecho una furia, seguramente esa tipeja le había llorado y manipulado nuevamente. Pero no le importaba, ella había hecho lo correcto y no dejaría de luchar por defender lo que era suyo por derecho.

-Fuera-  fue la primera palabra que Terry pronunció al entrar a la habitación de Susana, palabra,  mejor dicho orden, que iba dirigida a Miriam, la asustada mucama.

-Se-señor…

-¡Fuera!- y enfatizó su orden tomando a la chica por el brazo y arrastrándola fuera de la habitación, para después echar el pestillo a la puerta dejando fuera a su histérica suegra.

-¿Por qué fuiste a molestar a Candy?- su mirada echaba chispas, Susana no podía manejar tanta presión y por eso prefería mirarlo por su reflejo en el espejo enfrente del cual se encontraba sentada.

-Es ella la que me molesta tratando de separarnos.

-¿Separarnos? ¡No seas absurda! ¿Te parece que alguna vez hemos estado realmente juntos? Esto siempre ha sido una farsa Susana y tú lo sabes. Lo que no puedo entender es cómo fuiste capaz de irle a decir tantas mentiras a Candy. Jamás creí que pudieras ser tan…perversa. 

-Yo no fui a decirle mentiras. Simplemente fui a exigirle que te dejara en paz. Que tuviera un poco de dignidad y dejara de entrometerse en mi matrimonio y recordarle una vez más que yo soy tu esposa y ella no es más que una ramera ofrecida.

-¡Cállate!-Terry hacía un esfuerzo sobrehumano por tratar de no levantar la voz- Cállate en verdad. No creo ser capaz de…lastimarte, pero tampoco creo que tú quieras averiguarlo, así que deja de expresarte así de Candy.

-Ramera-poniéndose de pie y encarándole, pronunció aquella horrible palabra alargando las sílabas una a una- no es más que una vil ramera. ¿Sabías que vive con un hombre?

-¿Tu amiga Eliza Leagan te lo contó?- Susana lo seguía mirando desafiante, en todo el tiempo que llevaba de conocerla jamás la había visto así. Parecía que Susana era mejor actriz de lo que todos pensaban, dado que actuaba en su vida diaria y hasta ahora mostraba su verdadera cara-Sí, lo sé. Y para que te enteres ese hombre es mi mejor amigo.

-¿No me digas? Y qué hacía con ella todo éste tiempo, ¿cuidándola para ti? ¡Por Dios Terry, eso ni tú lo crees! Él es hombre. Y ella es linda, no lo niego. –Otra vez le ponían el dedo en la llaga. Albert y Candy, aquel pensamiento seguía atormentándolo y tuvo que desviar la mirada. Por un momento Susana se visualizó cerca de la victoria- Él es hombre como tú. Y por chicas menos lindas que ella te has dejado seducir. ¡Por cierto! Pasé por alto comentarle esa pequeña debilidad tuya por las mujeres, pero no dejaré de hacerlo la próxima vez que la vea.

-Ella ya lo sabe. Yo mismo se lo dije.

-¿Y te va a perdonar?

No lo sabía. Después de confesarle a Candy todo lo que había hecho en el pasado, o al menos todo lo que se atrevió a confesar en rasgos muy generales, Candy había salido huyendo sin escuchar sus suplicas por que se quedara. Pensó que era mejor no seguirla, primero Susana había ido a atacarla y luego él confesándole su tormentoso pasado. ¿Lo iba a perdonar? Honestamente no tenía idea.

-Por supuesto que no te va a perdonar- expresó Susana tomando el rostro de Terry con ambas manos- porque ella no te ama como yo. Terry ya no sufras por ella. Tú estás para ser adorado, no para suplicar amor a alguien que no te merece. Siempre es mejor ser amado que amar. –Terry se liberó de las manos de Susana para tomar asiento en una silla en la esquina del cuarto, Susana no desiste, lo persigue y se arrodilla junto a él, como perrito faldero mendigando el amor de su amo- Yo… yo te adoro, te lo he demostrado. Estuve dispuesta a dar mi vida por ti. Nunca me ha importado que veas a otras mujeres, mientras no sea ella. Vámonos de aquí, Terry. Yo estoy dispuesta a perdonarte todo, a hacer de cuenta que nada de esto pasó. Todo volverá a ser como antes, mi amor, te lo juro. Tú regresarás al teatro, a tus admiradoras. Yo no te reprocharé nada, y prometo que mi madre tampoco. Regresemos vida mía, te lo suplico.

Susana trataba de seducirlo. No con su belleza o su atractivo. Buscaba seducirlo con su condescendencia y falta de amor propio. Ofreciéndole el paraíso de cualquier libertino. La aventura de una nueva conquista cada noche, y la seguridad que brinda una esposa bella, tolerante, y sobre todo, callada. Aquel discurso era patético y denigrante tanto para la persona que lo pronunciaba como para quien lo escuchaba.

-¿Te estás oyendo a ti misma, Susana?

-¡Claro que sí! Y todo lo que te he dicho es verdad. Te amo, Terry. Y estoy dispuesta a soportar lo que sea con tal de verte feliz. Haría cualquier cosa que tú me pidieras.

- ¿Lo qué sea? ¿En verdad harías lo que yo te pidiera?

-Por supuesto mi amor- Susana sonreía de oreja a oreja- Tu sólo pídemelo.

Terry la escudriña por un momento, pensativo, intrigante, arrebatadoramente apuesto. Lentamente se acerca hasta ella, de una forma íntima como nunca antes lo había hecho. Susana se siente volar. La toma por el mentón y sin dejar de mirarla se acerca tanto a su boca como si fuera a besarla, ella cierra los ojos esperando recibir finalmente el tan ansiado beso, pero en lugar de sentir aquellos hermosos labios sobre los suyos, los descubre cerca de su oreja susurrándole suavemente:

-Entonces quiero el divorcio.

Su mundo se ha vuelto a desmoronar.

-No. Eso jamás. –luchando contra su imposibilidad física Susana se levantó con tanta dignidad como le es posible para colocarse frente a la ventana dándole la espalda a Terry.

-¿No dijiste que me amabas? ¿Qué harías lo que yo te pidiera? Eso es lo único que quiero de ti. Lo que en verdad me haría feliz.

-Ni lo sueñes Terrence. Jamás te daré el divorcio para arrojarte a los brazos de esa.

-¿De Candy? ¿Por qué nunca dices su nombre? ¿Te asusta?

-¿Asustarme?- aunque seguía de espaldas, Terry presentía que su expresión había cambiado una vez más, de nuevo estaba esa otra Susana. La verdadera Susana, quitadas ya las máscaras de la ternura y fragilidad. Esta Susana sabía defenderse, incluso herir, y Terry sospechaba que se estaba preparando para dar una nueva estocada- No tiene por qué asustarme. Es una tipa común, ordinaria, tonta. Aunque pensándolo bien, sí me asusta. Porque desconozco qué sucia artimaña utilizará para que tú sigas empecinado con ella; sigo sin entender por qué te aferras tanto a esa tipeja.

-Porque la amo. No es difícil de entender, y dudo mucho que en todo éste tiempo no lo hayas comprendido. Siempre frío, siempre distante. ¿A qué creías tú que se debía entonces? La amo. Es la mujer de mi vida y la madre de mi hijo. La amo y eso nunca va a cambiar y tú lo sabes.

Susana comienza a llorar. Tal vez había sido demasiado cruel, pensó. Acercándose de espaldas a ella y tomándola por los hombros, Terry se dispuso a expresar, lo que él esperaba, sonar como una sincera disculpa.

-Lo siento mucho Susana. Y te pido perdón por todo el daño que te he hecho. Lo intenté, intenté quererte, te lo juro. Pero simplemente no pude. Y no fue por ti, tú no hiciste nada malo, solo que nunca debí casarme contigo, darte falsas esperanzas. Pensé que lo hacía por agradecimiento hacia ti, pero la verdad es que lo hice por despecho. Creía que Candy me había traicionado y quise vengarme de ella casándome contigo. No debí utilizarte para eso, no te lo merecías y lamento que muchas veces descargara mi coraje hacia Candy, contigo. Lo lamento, y ruego a Dios que algún día me perdones. Ya no quiero hacerte daño Susana. Esto no tiene por qué terminar así. Firmemos el divorcio. Yo me aseguraré que tú siempre estés bien, que no te haga falta nada. Puedes quedarte con la casa de Nueva York, con esta si quieres. Estoy dispuesto a darte todo lo que tengo, aunque sé que eso de ninguna forma remediará todo el daño que te he hecho pero al menos…

En ese momento Susana volteó el rostro sobre su hombro

-Tú eres mío. Ese es el único pago que quiero por haber perdido mi pierna y arruinado mi vida por ti, por amarte. Nunca permitiré que seas feliz con alguien más, antes de eso, prefiero que seas infeliz conmigo el resto de tu vida- sonreía de una forma tan extraña y perversa que había dejado a Terry helado.

-Entonces los tres seremos infelices el resto de nuestras vidas Susana; porque Candy nunca me aceptará así, pero yo tampoco regresaré a vivir contigo jamás. Adiós Susana. – Y aún antes de terminar la frase Terry había abandonado la habitación y comenzado a bajar por las escaleras.

-Terry… ¡Terry! –Susana lo  perseguía desesperada- ¡Terry tú no me puedes dejar! ¡Terry regresa! ¡Terry no me hagas esto, YO SOY TU ESPOSA!

A mitad de las escaleras Terry se detiene y sin voltear a verla exclama-No Susana, nunca lo fuiste, ese título siempre fue y será únicamente de Candy, sin importar nada más.

-¿Y tú no lo has traicionado Candy?

¿Qué? ¿En qué mundo vivía Albert? ¿Traicionar ella a Terry? Cuando Albert le dijo que se marchaba ella se echó a llorar, lo último que le faltaba para terminar un espantoso día era tener que lidiar con el abandono de la única persona que había sido un consuelo constante en toda su vida. Cuando él logró tranquilizarla ella le relató las aventuras de Terry, pero tal pareciera que Albert había escuchado otra historia porque su pregunta no tenía coherencia alguna.

-¡Albert por Dios! ¡Sabes bien que yo nunca siquiera he volteado a ver a otro hombre!

-Eso lo sé muy bien, Candy. Pero la traición no significa precisamente una infidelidad. La traición tiene que ver con quebrantar la lealtad, la confianza…el amor. ¿No fuiste tú la primera en desconfiar de Terry? Le creíste a su padre en vez de a él. ¿Qué razones tenías para hacerlo? ¿Por qué preferiste confiar en un perfecto desconocido en lugar del hombre al que habías jurado amar?  Eso Candy es traición. De haber confiado en Terry, las cosas pudieron ser muy diferentes.

-Yo… yo pensaba que…

-Pensabas solo en ti misma. En tu dolor, en tu sufrir, nunca en Terry ni mucho menos en tu hijo. Decidiste tomar tu venganza excusándote en que lo hacías por proteger a Alex. ¿Cuántas veces te insistimos en que Terry tenía que saber de la existencia de Alex? A diferencia suya, tú si sabías dónde encontrarlo. Pero tu orgullo y tu necedad postergaron las cosas y provocaste que alguien más le diera la información trasgiversada atormentándolo todavía más.  Fuiste a verlo y te quedaste callada; no hay excusa que justifique tu silencio, a pesar de todo debiste habérselo dicho. Entiende que esto no se trata simplemente de ti.

Albert. Albert su apoyo, su fortaleza, el hombre que siempre estaba ahí para ella, el que la comprendía estaba ahora retándola como si tuviera tres años. No podía soportarlo-Calla…

-¿No te gusta escuchar la verdad, Candy? ¿O acaso esperabas que fuera condescendiente contigo? No justifico de ninguna forma todos los errores que Terry ha cometido, pero tampoco puedo justificarte a ti. ¿Sigues pensando que no lo has traicionado?

Ella no podía parar de llorar.

-Candy, sabes que yo amo profundamente a Alex, porque es un niño extraordinario, bello, noble. Y a veces no puedo imaginarme mi vida sin él. Por esa razón, sinceramente te digo, que si yo fuera Terry, jamás te perdonaría que me lo hubieras negado. Y deberías de rezar, porque Alex algún día te lo perdone. Es momento de madurar, Candy – y con actitud paternal la tomó fuertemente entre sus brazos, tratando con su abrazo de controlar, las violentas sacudidas de dolor que atacaban el cuerpo y el corazón de Candy- Dejar el pasado atrás y concentrarse en el futuro. Las culpas, los errores y los problemas ya los saben, ahora enfóquense en encontrar soluciones. Cuando una pareja funciona es gracias al esfuerzo de los dos, y cuando no, es a causa de los errores de ambos. Tienes que entenderlo.

-Lo entiendo Albert, te lo juro. Y sé que tienes razón, nada de lo que Terry pudiera haber hecho en el pasado,  es tan doloroso como el haberle negado la oportunidad de conocer a Alex. Pero aún así me duele, mucho.  

-Madurar duele pequeña, - le besó el cabello - pero es necesario. Y para que te deje de doler  debes aprender de los errores del pasado y no volverlos  a cometer.

-Gracias Albert, gracias por siempre estar para mí, pero sobre todo, por siempre hablarme con la verdad. No te vayas por favor, ésta noche no. Te necesito mucho.

-Debo de hacerlo, Candy.  Y no solo porque creo que es necesario dejarte sola para que resuelvas tus problemas, también por mí, porque he postergado demasiado resolver mis propios problemas.

-Pero por favor, no te vayas antes de pasar a ver al Doctor Mathews. Hoy habló conmigo y me dijo que ya tiene los resultados de tus pruebas y es muy importante que vayas a verlo.

Albert suspiró profundamente- Sospecho que no serán buenas noticias.

Capítulo 51 - Capítulo 53

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