Añoranza - Capítulo 60
-¡No puede ser que Terry lo haya
vuelto a hacer! Quiero decir…para qué aparecer, para qué tanto insistir si…lo
siento, no quiero pecar de imprudente y lastimarte es solo que… ¡Es qué no es
justo Candy!- ese era el pensar de Annie.
Candy había regresado a Chicago
esa misma noche. Al no haber llevado equipaje de ida, el regreso fue
relativamente sencillo, pero al arribar a la estación de trenes de su vieja
ciudad se dio cuenta que su situación era por más delicada. No tenían casa. Antes
de marcharse a Nueva York la casera que le rentaba el pequeño departamento
donde hasta entonces habían vivido Albert, Alex y ella, le expresó lo
afortunada que era de que alguien estuviese interesado en rentar el
departamento justo al otro día de que Candy lo desocupara. Sus fondos
económicos eran escasos, lo que le hacía temer que no podrían conseguir pronto
un hogar.
No tenía trabajo. Después de
mucho pensarlo decidió presentarse en el hospital San Joseph, a pedir su
anterior empleo. Aunque no había salido de ahí en las mejores circunstancias
después del escándalo que protagonizara con Susana, confiaba en que la buena
voluntad del Dr. Mathews le ablandaría el corazón y se compadecería de su
situación devolviéndole el empleo. Para su infortunio, el Dr. Mathews ya no era
más el director del hospital. Según le informó Flamy, su antigua compañera, tal
parecía que un paciente sumamente rico e importante se encontraba enfermo de
gravedad. Sin embargo, había sido la extrema complejidad y rareza del caso lo que
había orillado al eminente y joven doctor a abandonar su puesto administrativo
en el hospital para dedicarse enteramente a atender a dicho paciente cuya
identidad todos desconocían.
El actual director del hospital
tenía todo el temple administrativo necesario para el puesto, pero no tenía
nada en la parte humana o caritativa. Había hecho recortes presupuestales
terribles, que incluían despidos considerables en el personal.
-Y yo honestamente no pienso
recomendarte cuando mi propio puesto está en riesgo- Fue la tajante respuesta
de Flammy a una solicitud por parte de Candy todavía no expresada.
Había pensado en regresar a lo
básico, “lavar y fregar pisos”, pero de nueva cuenta al mencionar que tenía un
hijo las puertas eran cerradas una tras otra. Separarse nuevamente de Alex no
era una posibilidad, aun así, no sabía qué hacer.
-¡Y ahora esto!-dijo Annie
señalando el periódico de hoy. En él había una breve reseña sobre el estreno de
“Otelo”, aunque la obra no hablaba mucho, y de lo poco que hacían no eran
halagos como habría de esperarse, al contrario, comentaban que al virtuoso
Terry Grandchester parecía “habérsele ido la inspiración”. A lo que sí estaba
dedicada cerca de media cuartilla era al presumible romance de los
protagonistas de la obra Terry Grandchester y Cynthia Stearling, citando
comentarios de una fuente cercana, esta podría ser la causa de la falta de
concentración de Terry en escenario. –Parece que Terry siente debilidad por sus
compañeras protagonistas.
-¡Annie, por favor!
-¿Lo vas a defender Archie?
-¡Por supuesto que no Annie
pero…!
-La conozco…es bonita-dijo Candy
con melancolía- aunque nada de eso ya importa.
-Candy…-Archie buscaba las
palabras adecuadas para brindar consuelo a su amiga- no es que justifique a
Terry o lo defienda como insinúa Annie, pero si entiendo su posición. Sería
como aventarlos a los lobos si en este momento se supiera la verdad de su
historia, o al menos la verdad que la prensa quisiera creer. Yo sé que lo
quieres, y puedo apostar que el también a ti, tal vez, tal vez solo se trata
que no están destinados a estar juntos.
Aquello resultaba todavía más
deprimente, porque se acercaba cruelmente a la realidad. Cada vez que parecía
que por fin podrían alcanzar la realidad, que finalmente podrían estar juntos,
un nuevo obstáculo surgía. Mentiras, calumnias, situaciones fuera de su control
o sencillamente sus propios miedos e inseguridades los alejaban una vez más.
¿Sería momento de darse por vencido?
Annie y Archie seguían
discutiendo, hace años habían estado en bandos contrarios; Archie diciendo
pestes de Terry y Annie en defensa del amor. Aquella pelea casi le arranca una
irónica sonrisa a Candy. –Voy a buscar a Alex- dijo por encontrar una salida a
aquella situación. Annie y Archie no parecieron darse muy por enterados de que
Candy abandonaba la habitación. Caminando lentamente por los corredores de la
enorme casa Andrew cayó en cuenta de que una variable más agregaba mayor
peligro a la ecuación. Archie, con mucha pena, le había informado que en un par
de días la tía abuela Elroy regresaría a esa casa, trayendo consigo a sus
nietos favoritos. Neal y Eliza, y aunque Archie le aseguró que no importaba,
que ella era una Andrew y que él la defendería para que no la echaran de la
casa, a Candy no se le antojaba mucho seguir ahí para cuando aquel trío
arribara. Aunque siendo honestos en las anteriores visitas de Neal al hospital
este se había mostrado “cordial” y podría decirse que hasta atento, Eliza
seguramente, de alguna forma, se las habría ingeniado para enterarse de todo lo
ocurrido con Terry y no perdería oportunidad para burlarse. Y en cuanto a la
señora Elroy…bueno, Candy nunca había sido su persona favorita.
-¡Así que Terry te botó otra vez!
En ese preciso instante, como
emergida de sus sueños, o más bien pesadillas, apareció nada más y nada menos
que Eliza Leagan. Era increíble cómo se parecía cada día más a su madre. Alta,
delgada, sofisticada. Bella, aunque su
expresión permanente de arrogancia y superioridad le agregaban un estilo hosco
a sus finos rasgos y su ceño siempre fruncido le estaba provocando la aparición
de líneas de expresión y arrugas prematuras.
-Eliza…llegaste antes de lo
planeado.
-La tía abuela decidió regresar
un día antes; motivada de hecho por saber que estabas aquí.
-Vino a echarme, supongo. Mejor
le ahorro el trabajo, iré por mis cosas.
-¡Espera! Te conviene.
-¿Y tú me estás recomendando algo
que me conviene? Me cuesta creerlo viniendo de ti Eliza.
-Me das lástima, eso es todo.
Abandonada una y otra vez por un sujeto vicioso y sin la más mínima idea de que
es lo que quiere. Rodando por ahí con un niño al que no tienes un techo que
ofrecerle…o siquiera un padre que lo reconozca. –Acercándose a su oído hasta
susurrarle- Deberías de dejar de rogarle a Terry…y prestar más atención a quien
te rodea. Hola Neal.
Y sin decir una sola palabra más
se marchó. –Hola…Candy-dijo un turbado Neal Leagan- ¿Mi hermana te estaba
molestando?
-Nunca pude entender si trataba
de ser empática o hacerme sentir miserable. Apuesto más por la segunda. En fin,
así es Eliza. Dijo que me esperaba algo bueno si iba a ver a la tía abuela, lo
cual significa, que debería marcharme de la casa en este preciso momento.
-¡No espera! Es cierto, la tía
abuela quiere hablar contigo. En realidad por eso vine, me envío a buscarte…bueno,
por eso y porque…también quería verte- a pesar del esfuerzo, Neal no pudo
evitar que un intenso color rojo iluminara sus mejillas al dirigirse a Candy,
quien no lo notó dado que había quedado impresionada por el hecho de que
resultaba cierto que la señora Elroy hubiese adelantado su viaje que con
intención de verla- ¿Cómo…cómo has estado Candy?
-Tengo a mi hijo a mi lado…no
podría estar de otra forma más qué feliz.
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-Me alegra haberte encontrado
aquí. Odiaría el tener que buscarte en alguno de esos agujeros deprimentes
donde acostumbras vivir, suponiendo que tengas un sitio donde hacerlo.
La tía abuela Elroy lucía vieja y
cansada; había algo en su semblante, ¿temor?, ¿preocupación?, ¿tristeza? Lo que
fuera le restaba poder a su antiguo fuerte e inquebrantable carácter. “Tal vez
solo sea la edad”, pensó Candy mientras caía en la cuenta que desde la última
vez que había estado frente a ella por más de unos instantes existían muchos
años de distancia; “desde la muerte de…”, a pesar del tiempo, dolía recordar.
Pero la expresión de la tía abuela irremediablemente le evocaba aquella triste
época; La señora Elroy estaba sufriendo.
-William Andrew ha planeado una
suntuosa fiesta con el objetivo de presentar a tu hijo como el miembro más
joven de la familia Andrew.
“¿Qué?”. De todos los escenarios
posibles que Candy había imaginado antes de entrar al despacho de la tía abuela
(Destierro, repudio, prohibir la entrada a la casa o dejar del mal influenciar
a Archie). “El abuelo William…” Cuando Alex nació, prometió ayudarla, pero
sobre todo, prometió que finalmente ella lo conocería. Por algún tiempo Candy
fantaseó con la idea de conocer al anciano quien seguramente tendría una
apariencia severa e irascible, pero con un corazón noble y desinteresado, como
tantas veces se lo había demostrado. ¿Pero reconocer a Alex?
-¿Por qué?
-¡Por qué así él lo ha decidido!
¿Te parece poco? Después de todo lo que él te ha dado lo menos que puedes hacer
es obedecer sin cuestionar ¡aunque sea por una sola vez en tu vida!
-No me mal entienda tía…Señora
Elroy no quiero parecer que estoy siendo mal agradecida, es solo que…siento que
es demasiado, que no me lo merezco, mi hijo es mi responsabilidad, únicamente
mía.
-Finalmente estamos de acuerdo en
algo, Candice. Yo tampoco considero que seas merecedora, o que siquiera alguna
vez hayas sido merecedora de la más mínima atención por parte de William. Te
dio una vida digna, un futuro, un APELLIDO. Y tú te dedicaste a deshonrarlo con
un comportamiento deplorable y por demás indigno. Y ahora ese apellido quedará
nuevamente mancillado al otorgárselo a un niño que solamente Di… que solo tú
sabes quién es el padre.
-¡Eso no…!
-¡Silencio! A pesar de lo que yo
opine, William está encaprichado una vez más. Tú eres su hija adoptiva, por lo
tanto a tú hijo lo considera su nieto y así quiere darlo a conocer ante la
sociedad entera. La fiesta es este fin de semana, partiremos mañana mismo a
Lakewood.
-¡¿A Lakewood?!
-Ese es el lugar que William ha
escogido para tan…singular evento. Las invitaciones a toda la familia y demás
invitados importantes ya han sido enviadas, pero aún quedan muchos detalles por
resolver, comida, confirmaciones, obsequios. Ropa adecuada para ti y para el
niño, porque dudo que posean algo ligeramente decente entre sus escasas
pertenencias. Así que los quiero listos mañana primera hora.
-¡A Lakewood!-dijo Archie
mientras se pasaba la mano sobre rostro en un inconsciente intento por tratar
de borrar la expresión de completo asombro dibujada en su rostro- ¡Vaya! Tiene
tantos años que no voy allá. Son…son demasiados recuerdos. Mi infancia, los
mejores años de mi vida al lado de mi primo y…mi hermano.
-Yo tampoco sé si pueda
soportarlo, Archie- a ella también se le había formado un nudo en la garganta y
oprimido el corazón con tan solo recordar- pero por otro lado la tía abuela
tiene razón. Le he desobedecido y fallado al abuelo William tantas veces, no
puedo negarme a esto. Pero solo tendré fuerzas si ustedes están conmigo.
-Yo creo que será
bueno-interrumpió Annie- para Alex será lugar que estoy segura le encantará. Y
para ti también será bueno Candy, ya sabes, regresar al lugar donde todo
empezó.
“El lugar donde todo empezó”.
Annie tenía razón, pensaba Candy cuando a la mañana siguiente partieron con
dirección a Lakewood. Salieron en dos lujosos automóviles de la familia Andrew.
Neal por un momento había insinuado a Candy viajar en el mismo automóvil que
él, Eliza y la tía abuela, pero ella obviamente prefirió viajar en el segundo
automóvil junto con Archie, Annie, y por supuesto Alex, quien estaba en exceso
emocionado observando todos los detalles del paisaje.
Definitivamente, haber llegado a
Lakewood significó un cambio trascendental en su vida. ¿Había sido bueno o
malo? Hasta entonces había sido una niña feliz criada lejos de discriminaciones
sociales, de celos, de envidias…de personas con mal corazón. Y hubiese seguido feliz
viviendo rodeada del amor de la señorita Pony. Era cierto, si nunca hubiese
llegado a Lakewood y posteriormente sido adoptada por el abuelo William nunca
hubiese conocido a todos sus grandes amigos, pero tampoco hubiera sufrido la
pérdida de ellos. La muerte de Anthony, la de Stear, el abandono de Albert…y
por supuesto, jamás hubiese conocido a Terry.
-¡Mira mamá! Un portal de rosas,
¡de rosas!- gritó Alex emocionado demostrando que su excitación había llegado
al máximo al vislumbrar la hermosa entrada de la vieja casa Andrew.
Terry le había causado dolor una
y otra vez, pero si nunca lo hubiera conocido, no podría disfrutar en ese
preciso instante de la hermosa sonrisa de Alex cuyo brillo competía con el del
sol. Abrazó con fuerza a su hijo y besándole la cabeza pensó, que no cambiaría
ni un solo instante de su vida.
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