Añoranza - Capítulo 61
Toda la semana Candy había estado
ocupada en asuntos vanos y poco trascendentales, pero que curiosamente la
hacían sentir más cansada que cuando laboraba en un turno nocturno en el
hospital.
Una y diez pruebas del vestido
que usaría en la fiesta, elegir la vajilla, las cortinas, incluso el color de
los manteles (Candy seguía sin encontrar diferencias entre el color perla y
marfil) y otro sin fin de detalles, cuya elección final siempre la hacía la
señora Elroy.
Escribir tarjetas de
agradecimiento a los invitados que no podían asistir, pero que habían enviado
regalos caros y ostentosos que a Alex le provocaban poca emoción. Un día la tía
abuela tuvo la consideración de preguntarle si le gustaría invitar a alguien,
“claro, que no fuese un malviviente”. De inmediato pensó en Albert, pero
tristemente no tenía idea de dónde estaría. Pensó también en Eleonor, a Alex le
haría muy feliz ver a su abuela, pero desechó aquel pensamiento dado que no lo
consideró una buena idea.
-La única persona que realmente
deseo que esté es el abuelo William.
-El no vendrá.
-¿No vendrá? Creí que…
-William jamás ha sido partidario
de las grandes exhibiciones públicas.
-¿Pero entonces todo esto?
-¡Esto es un significativo
detalle de su parte para ti y tu hijo, y deberías estar agradecida! Además,
parece que está tratando de poner todos sus asuntos en orden.
-Se rumora que está enfermo- dijo
Archie después de que Candy hubiera relatado la conversación con la señora
Elroy.
-¡No! ¡No puede ser!
-Es solo un rumor, la verdad es
que yo tampoco lo he visto. De hecho no lo he visto nunca en mi vida, como dijo
la tía abuela, no le gusta aparecer en público. No deberías de preocuparte por
eso Candy, enfermo o no, lo cierto es que tú eres muy importante para él y
procurará ver lo mejor para ti.
La fiesta era estupenda, aunque
los asistentes no tanto. A Candy la saludaban uno tras otro los miembros
cercanos y lejanos de la familia Andrew, quienes le esbozaban una forzada
sonrisa pero que apenas dándose la vuelta comenzaban a murmurar sobre el
historial “semi-delicticio” de Candy y a especular acerca de la identidad del
padre de su hijo.
Pero eso a Candy no le importaba.
Alex se divertía de lo lindo, probando de la amplia gama de bocadillos que los
sirvientes le ofrecían, tal vez estaba comiendo de más, pero era una ocasión
que Candy dudada se volviera a repetir, así que decidió dejarlo disfrutar y
jugar con la mucama que estaba a cargo de cuidarlo.
Archie y Annie se habían parado a
bailar, prometiéndole que la siguiente pieza Archie la sacaría a ella a bailar.
Lucían tan enamorados, y Candy disfrutaba tanto observándolos.
Había alguien que también
disfrutaba verla, aunque ella no se daba cuenta. Estaba regia, con un hermoso
vestido verde esmeralda que enmarcaba su deliciosa silueta. El cabello recogido
con un hermoso broche y un collar de esmeraldas a juego que le daban, mejor
dicho, resaltaban una elegancia nata que muchas chicas de las que él conocía
desearían tener. Harto de solo apreciarla, decidió armarse de valor e ir a su
encuentro.
-¿Bailamos Candy?
-¿Eh?, ¿Neal…?
-Qué si bailas conmigo, vamos no
me hagas pedírtelo otra vez, luzco como un idiota esperando aquí con la mano
extendida. ¿Bailarás conmigo?
-Sí…claro, supongo.
-Pero qué pintoresca casa, es
tan… ¡americana!
-No hace falta el sarcasmo padre,
sé cuánto te desagrada todo lo que tenga que ver con este país, todo menos su
dinero por supuesto. Pero tu aversión
hacia los detalles arquitectónicos de ésta casa me tiene sin cuidado, lo único
que me preocupa en estos momentos es si nos dejarán entrar.
-¡Por supuesto que nos dejarán
entrar! Y el simple hecho de dudarlo representa una grave ofensa a tu apellido.
Dos días atrás, su padre había
interrumpido en su camerino sin previo aviso apenas unos minutos antes de
iniciar la función, sin que nadie se atreviera a detener su avance, podría
presumirse que el mismo recibimiento tendría en todos los lugares a los que
asistiera, excepto tal vez, a esta fiesta donde ninguno de los dos había sido
invitado, y cuya presencia, seguramente incomodaría a más de uno.
“Otro hombre reconocerá a tu hijo
y tu escondiéndote entre sedas y maquillaje”; era la primera noticia que Terry
tenía sobre su hijo desde la fatídica noche en que se habían marchado. Durante
esos pocos días distanciados, Terry había escrito cartas y enviado telegramas
todos los días a Candy todos con la dirección de la casa Andrew, qué fue el
único lugar dónde se le ocurrió podrían estar. Pero ningún mensaje había sido
contestado, lo que solo podía significar tres cosas, que ellos no estaban ahí,
que no le pasaban los mensajes, o, la peor, que Candy no quería volver a saber
nada acerca de él.
-¿De qué estás hablando? ¿Candy
se casará?- de nuevo ese intenso dolor en el pecho, tan familiar y desolador.
-No, o al menos no por el
momento. Pero William Andrew planea dar una enorme fiesta este fin de semana
para presentar a Terrence como el miembro más joven de la familia Andrew; sé
que por tus estúpidas razones no quieres que el público se entere de que
Terrence es tu hijo, pero yo no pienso quedarme cruzado de brazos y dejar que
pisoteen mi apellido, convirtiendo a mi nieto en un Andrew. No permitiré una
ofensa de ese tamaño, así que iré a impedirlo.
Y ahí estaban, de frente a ese
magnífico portal de rosas al que años atrás había llegado en busca de Candy;
ahora la historia volvía a repetirse, pero reencontrarse parecía, una
encomienda todavía más difícil que en aquel entonces. Aquella reunión para la
firma del contrato de Otelo duró hasta el amanecer, cuando por fin pudo
deshacerse de todos sus molestos invitados, Candy ya no estaba, ni Alex
tampoco. Despertó a toda la servidumbre de la casa para interrogarlos, casi
nadie se percató cuando se marcharon y los pocos que lo hicieron no les importó
preguntarles hacia dónde se dirigían.
Lo que sí le informaron fue el
hecho de que la tarde anterior, mientras él estaba ausente la señora Marlow
había aparecido en la casa; Terry no dudó ni por un instante. Seguramente su ex
suegra no había desaprovechado la oportunidad de perturbar el alma de Candy, de
insultarla, de culparla de la muerte de Susana. Le dolía mucho pensar que ese
hubiera sido el motivo por el que Candy decidiera irse.
A quién quería engañar, si Candy
se fue es porque no soportó el patético y cobarde comportamiento que él tuvo
aquella noche. Pero es que las circunstancias habían rebasado sus fuerzas. A
pesar de lo que la señora Marlow le hubiese dicho a Candy, su ex suegra sí
había aceptado los bienes materiales que Terry le ofreció después de la muerte
de Susana. Bienes que incluían la mitad de lo que Terry poseía en propiedades,
lo justo, pensó, aquello era lo que le hubiese tocado a Susana en caso de
divorcio, más una fuerte cantidad de dinero que abarcaban casi todos los
ahorros de su carrera actoral, pero que él pensaba, era poco para tratar de
compensar el hecho de que la Señora Marlow hubiese perdido a su única hija.
El punto era que Terry se había
quedado prácticamente sin dinero, pero jamás se lo comentaría a Candy, porque,
conociéndola tan bien como él lo hacía, ella inmediatamente insistiría en
mudarse a una casa más pequeña y por supuesto, trabajar. Terry no estaba
dispuesto siquiera a pensarlo. Ella y su hijo habían sufrido demasiadas
carencias durante los años que él estuvo lejos, creía que lo menos que se
merecían era darles una vida con ciertos lujos. Su padre le había retirado el
apoyo económico hacía mucho tiempo y su madre, aunque estaba dispuesto
ayudarlo, él no planeaba recibirle un solo centavo. Era su familia, era su
responsabilidad.
Todas sus esperanzas estaban
centradas en que la puesta en escena de Otelo, tuviese tanto éxito como lo tuvo
Romeo y Julieta. Pero eso distaba mucho de convertirse en realidad. Desde que
Candy y Alex se marcharon, para Terry había sido imposible concentrarse; no
podía sacarlos de sus pensamientos ni un solo instante, ni siquiera, el tiempo
necesario para poder adentrarse en el personaje. Solo se dedicaba a repetir las
líneas del guión, pero incluso el mismo las escuchaba huecas y sin ningún
sentimiento. En cada descanso no hacía otra cosa más que preguntar si alguno de
sus incontables telegramas había tenido respuesta. Y lo peor era cuando entre
el público creía ver a alguien que se parecía a Candy; entonces solo quería que
la función terminara, ¡cómo fuera!, pero que terminara, que el tiempo pasara
volando, para entonces bajar directamente a los asientos, solo para descubrir
que no se trataba de ella.
Sus compañeros, productores, agente
e incluso seguidores no estaban nada complacidos con su desempeño, había mucho
dinero en juego e incluso se hablaba de reemplazarlo, por lo cual no había sido
muy prudente pedir el fin de semana dejando a su suplente como protagonista de
la obra, tal vez a su regreso se encontrara con la sorpresa de que había sido sustituido permanentemente.
Pero su padre tenía razón, una cosa era que el no quisiera que la gente se
enterara que Alex era su hijo (por el momento, solo por el momento) y otra muy
distinta era que fuese reconocido como hijo o nieto de alguien más.
Esperaba poder hablar con el
señor Andrew, y que fuera como Candy siempre había dicho una excelente persona,
pero parecía que su padre tenía otros planes.
-Hablaré yo. La señora Elroy,
presidenta de los Andrew ha aceptado recibirme, pero bajo el expreso de tratar
únicamente conmigo, a ti te sigue considerando un muchacho imbécil, ¡y no la
culpo! Además, parece que Candy jamás tuvo la delicadeza de informarle que tú
eras el padre de Terrence.
-No me importa su opinión,
necesito hablar con ella.
-No me parece, debemos aprovechar
que la señora Elroy sienta afinidad y condescendencia con mi situación de
abuelo devastado ante la posibilidad de perder a su único nieto. Solo te pido
que por favor te comportes y no hagas ningún escándalo mientras sostengo dicha
reunión.
Pero aquellas palabras Terry ya
no las escuchó, en el momento en que su padre se marchaba conducido por el
mayordomo hacia el despacho de la Señora Elroy, Terry había vuelto la vista y
divisado a Candy, quien bailaba en medio del salón, con una alimaña llamada
Neal Leagan.
-Luces muy linda hoy…-después de
algunos segundos de incómodo silencio, Neal decidió romper el hielo con un
halago, que Candy recibió con expresión desconcertada- quiero decir, contenta.
¿Estás contenta Candy?
-Sí, sí lo estoy, Neal. Pero
estoy más sorprendida por el hecho de que tú me lo preguntes, jamás te ha
interesado mi bienestar, ya no digamos mi felicidad, al contrario Eliza y tú
siempre han aprovechado la menor oportunidad para hacerme pasar un mal rato o
acusarme de cualquier tipo de atrocidad.
-Eran otros tiempos, Candy.
-Sí, Neal, otros tiempos, pero yo
lo recuerdo como si fuera ayer.
-Simplemente, creo que he
madurado. ¿No crees que las personas puedan cambiar? ¿Qué merezcan otra
oportunidad?
-Por supuesto que creo que las
personas pueden llegar a cambiar, pero también creo nadie cambia sin una razón.
¿Cuál es tu razón, Neal? ¿Por qué ahora me tratas tan diferente?
-Candy...yo...-aclaró su
garganta- hace tiempo que quiero decirte algo pero... no sé cómo hacerlo, temo
que no me creas y… yo sé que no me he portado del todo bien contigo...pero
quiero decirte…¿podemos ir a hablar a solas?
-¡No, no pueden!
-¡Terry! – Gritó Candy asustada.
-Siento mucho Neal echarte a
perder tus planes, pero si no te largas en este preciso momento y me dejas
bailar con MI, esposa te rompo la cara.
-Grandchester tú no puedes venir
a casa de mi familia a decirme…
-Yo puedo decirte lo que me de la
gana, pero no acostumbro a repetir las cosas, así que ¡LAR-GA-TE! No, no, no,
un momento, ¿a dónde vas Candy? Tú bailarás conmigo.
-Terry no pienso bailar contigo,
suéltame o grito.
-¡Sí grita! Armemos un escándalo
frente de los Andrew. Pero hagámoslo bien. Puedo cargarte ahora entre mis
brazos y sacarte del salón gritando que huiremos en plena fiesta. O,
simplemente me detengo-se detiene- y te beso. Justo como en el festival de
mayo, ¿lo recuerdas?
-¡Basta! – Candy giró la cara cuando
Terry trató de acercarse a ella - Está bien bailemos, pero por favor compórtate
y no hagas nada de eso. ¿Qué haces aquí, qué buscas?
-¿Qué hago aquí? ¿Me confundo o esta fiesta es en
honor de mi hijo? Fue grosero de tu parte no avisarme, Candy. Por fortuna, ésta
es una de las pocas veces en que apellido Grandchester y la presencia de mi
padre, juegan a mi favor.
-¿Tu padre también está aquí?
¿Por qué? ¿Qué quiere?
-Lo mismo que yo. Impedir que mi
hijo, lleve el apellido de otro hombre.- ¡Era increíble! Terry primero quería
que todo lo relacionado con su paternidad se manejara en el más absoluto
secreto, y ahora, que nuevamente parecía haber encontrado la estabilidad, el
volvía a presentarse con la intención de
colocar su mundo de cabeza una vez más- ¿Por qué haces esto Candy?
-¿Todavía te atreves a preguntarlo, Terry? Tú negaste a
tu hijo, por un protagónico en una obra, y ahora me reclamas que no lleve tu
apellido. Además yo no tengo por qué
darte explicaciones de nada. Ya terminó la música regreso a mi asiento.
-Te equivocas, eres mi esposa, y
lo que quiero que me expliques en este preciso instante es por qué demonios
aceptas los avances amorosos del imbécil de Neal Leagan.
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