Añoranza - Capítulo 63
No pudo dormir. En toda la noche.
A pesar de aquella lujosa la habitación, del cómodo colchón, de las finas
sábanas de seda, esa casa no le inspiraba seguridad alguna, solo temor. Desde
que Terry apareció en aquella casa, ella ya no fue capaz de disfrutar la
fiesta; subió a su habitación y pidió que subieran a Alex también, a la misma,
a pesar de que el niño tenía dispuesta una habitación exclusivamente para él
solo. Tenía miedo, algo no iba bien. Tal vez había sido un error volver ahí, se
sentía, atrapada, al acecho; y con ese pensamiento dando vueltas en su cabeza,
la sorprendió el amanecer.
Golpes en la puerta, su corazón por
poco y sale de su pecho. Ni siquiera el intento de sonrisa de la mucama que
tocaba a su puerta, logró tranquilizarla. – Buenos días, señora Andrew. Alístese,
y al niño también. La están esperando
¿Quién? Nadie le había dicho qué procedía
después de la fiesta, ¿entonces quién la esperaba? Deseaba que fuera el abuelo
William, sentía que él sería el único que podría darle esa estabilidad a su
vida que tanto necesitaba en esos momentos. Pero el abuelo William nunca
aparecía; hacía años que deseaba conocerlo, llenarlo de mimos, de cariño, de agradecimiento
porque en el fondo, ella estaba convencida de que el gran patriarca de los
Andrew debía de ser una persona muy solitaria. Pero sobre todo deseaba
preguntarle ¿por qué?, ¿por qué ella?, ¿por qué entonces?, ¿Por qué ahora? El
abuelo William nunca se había presentado físicamente, pero no podía negar que
hizo presencia en los momentos que ella más lo necesitaba. Ahora, a punto de
entrar a esa fatídica reunión, lo necesitaba más que nunca.
-¡William llega mañana!-Leía
asustada la señora Elroy el telegrama firmado por Georges, el cual acababa de
llegar. –Esto es… tan arbitrario… pero viniendo de él, no sé qué…
-¿Cree que venga por
Candy?-preguntó el duque.
-Es probable.
-Entonces no debemos perder más
tiempo. Debo llevarme a mi nieto hoy mismo.
-Temo que esto no salga como lo
planeamos, Duque. Estoy segura de que Candy se opondrá rotundamente.
-Me lo llevaré a la fuerza de ser
necesario, algún día la saqué a ella a rastras de mi casa, y créame, señora
Elroy, soy capaz de eso y más por mi neto.
-¡Adelante!- gritó con voz aguda
la tía abuela Elroy al escuchar que Candy
tocaba a la puerta.
Eso estaba mal, mucho peor de lo
que imaginaba. Terry le había comentado la noche anterior que el Duque también
estaba en la casa Andrew, pero verlo en despacho de la señora Elroy, irremediablemente
le hizo sentir escalofríos al recordar anteriores y terribles encuentros, en
los cuales, lo único que había recibido del Duque eran políticos insultos,
amenazas y mentiras que la destrozaron; ahora, a pesar del paso de los años, se
sentía igual o incluso más amenazada que cuando era una colegiala.
-Deseaba verme, señora Elroy-dijo
Candy, ignorando al Duque como si no hubiese nadie más presente en aquella
habitación.
-Hola, Terrence.- Alex estaba tan
poco acostumbrado a que lo llamaran por ese nombre, que volteo la vista hacia
su madre como buscando confirmar o desmentir, si aquel hombre que le sonreía, le
estaba hablando a él.
-Pensé que estaríamos a solas.
-Le he pedido al Duque de
Grandchester que esté presente en esta reunión dado que el asunto que
trataremos, a él también le concierne.
-NADA-enfatizando dicha palabra-
que tenga que ver conmigo o con mi hijo puede ser de la incumbencia del señor.
-¡Silencio Candy y no empieces
con insolencias tan pronto! – La reprendió la intransigente tía abuela - Siéntate
y pon atención. He recibido una carta de William referente a tu futuro, y en
ella ordena expresamente que la educación de tu hijo quedará en manos del Duque
Richard Grandchester.
-¡¡¡¿Qué?!!!
-En cuanto a ti, William
considera que ya es momento de poner en orden tu vida, y sobre todo, que dejes
de mancillar el apellido Andrew. Te casarás con Neal. Él te dará el apellido y
el respeto que tú no has sabido ganar, y está dispuesto a pasar por alto tu
tortuoso pasado si tu accedes a…
-Nadie se llevará a mi hijo.-
Candy ni siquiera había escuchado la segunda parte de aquel escalofriante plan.
Abrazaba protectoramente a Alex contra su cuerpo.
-¡Es una orden de William! ¡Y
debes de obedecerla!
-¡No me importa si es una orden
del mismísimo Rey de Inglaterra! ¡Es mi hijo y no irá a ningún lado con nadie,
mucho menos con ese señor!
-¡No hables de mi como si se
tratara de un perfecto desconocido! –El Duque se había puesto de pie – Yo soy
su abuelo. He hablado con William y él estuvo de acuerdo en que el niño estará
mejor conmigo. Ya es justo que deje de vagabundear de un lado al otro solo
porque su madre no es capaz de darle una educación como se debe, un hogar o
siquiera ropa decente.
-Le doy amor. Y eso es algo que
usted jamás podrá brindarle.
-¡Deja de decir estupideces! Entiende
que nadie está solicitando tu opinión, Candice. Esto es algo que William y yo
acordamos y por lo tanto deberás acatar. Así que me llevaré a mi nieto ahora
mismo y por tu bien y el de él, no opongas resistencia.
-¡No se atreva!-Sin darse cuenta
exactamente qué era, Candy tomó el primer objeto que encontró a su alcance. Le
parecía irónico que fuese un atizador de fuego, mismo objeto con el que el
Duque muchos años antes había golpeado a Terry hasta dejarlo inconsciente. Era
con un artefacto idéntico con el que ahora ella lo amenazaba al Duque, y estaba
dispuesta a hacer lo que sea con tal de
proteger a su hijo. El Duque la miraba desafiante y lleno de cólera. -No se
acerquen ninguno de los dos, o soy capaz de lo que sea. Ustedes son los que no
tienen opción, mi hijo no va a ningún lado.
Y al salir atrancó la puerta
pasando el atizador por las cerraduras. Su instinto jamás la engañó, el peligro
era mayor de lo que imaginaba. Le habían tendido una trampa al traerla a esa
dichosa fiesta, cuando el objetivo siempre había sido arrancar a Alex de su
lado.
-Candy.
-¡Tú!-Candy asestó una fuerte
bofetada en pleno rostro de Terry. Seguramente él lo había planeado todo en
complicidad con su padre, por eso se había presentado. Pero si creía que llevándose
a Alex podía obligarla a hacer su voluntad estaba muy equivocado.- ¡Tú eres el
culpable de todo esto! Cada vez que apareces en mi vida es para arruinarla,
pero ya es suficiente. No pienso permitir que se lleven a mi hijo, ¡MI HIJO!
¡Me escuchaste!
-Candy… -Terry seguía frotándose
el rostro en el lugar donde Candy lo había abofeteado, pero el desconcierto era
mayor que el dolor que aquel golpe le había provocado - ¿de qué estás hablando?
-¡Terry! ¡Detenla!- Gritó el
Duque quien no dejaba de empujar la puerta para lograr salir de su encierro,
puerta que estaba a punto de vencerse debido a aquel violento ataque. Aun ajeno
a la situación Terry ni siquiera se percató cuando Candy emprendió de nuevo la
huida. No necesitaba pensarlo mucho para imaginar que la reacción tan violenta
de Candy se debía a alguna fechoría de su padre.
-¿Qué hiciste? –Le cuestionó
tomándolo fuertemente por los hombros en cuanto el Duque logró salir- ¿Qué le
hiciste a Candy?
-Tranquilo, logré lo que
queríamos, nos llevaremos al niño.
-¿Qué? ¡No! ¡Eso es lo que tú
querías! Yo quiero recuperar a mi familia, ¡no arrebatar a mi hijo de los
brazos de su madre! Jamás debí de haber confiado en ti.
-¡Alex, Alex cariño no te asustes
mi amor!- Candy había corrido hasta su habitación y trataba de tranquilizar a
su hijo, pero ni ella misma encontraba tranquilidad en esa casa, sus manos no
paraban de temblar - No te asustes mi amor, todo saldrá bien. Pero tenemos que
irnos, pronto.
-Pero mamá, yo no quiero irme con
ese señor.
-No mi amor, tu no irás a ningún
lado sin mí, ¿entiendes? Estamos juntos corazón, y no permitiré que nadie te
lleve lejos, nunca hijo. Nos iremos juntos, -paseaba los ojos por toda la
habitación en busca de una salida, estaba desesperada- bajaremos por la ventana
pero tienes que ser fuerte.
El sonido de la puerta abriéndose
volvió a asustarla. –Alex escóndete, enciérrate en el baño mi amor, ¡y no
salgas pase lo que pase hasta que yo vaya por ti!
-Candy-¿Neal? ¿Qué hacía aquí?
Ahora recordaba, o creía recordar, algo absurdo sobre que debía ¿casarse con
él?
-Neal por favor, te agradecería
que te fueras. –Abrió la puerta del armario solo para tomar un par de abrigos y
huir de inmediato - Este no es un buen momento. Tengo…tengo demasiados
problemas…
-Lo sé Candy y por eso vengo-dijo
Neal acercándose lentamente a ella-. A decirte que puedes contar conmigo, yo te
protegeré y juntos lograremos que no se lleven a tu hijo.
-¿Y cómo piensas lograr eso, Neal?
-Bueno…cuando…cuando nos casemos
yo tendré cierto poder en la familia y las cosas serán diferentes.
-¿Qué? Neal…tú, ¿tú estás de
acuerdo con ese disparate? Puedo entender al Duque, pero a ti… ¿En qué te
beneficia todo eso? ¿Por qué te estás prestando a ese horrendo plan?
-Porque te quiero- ese día no paraban las
sorpresas. Pero en esos instantes Candy se encontraba tan decepcionada de todos
y de todo, que su reacción ante la declaración de amor de Neal fue una amarga
carcajada.
-¡Por favor Neal! – Gritó
mientras con un ademán impedía que Neal la tomara de la mano - Tú no quieres a
nadie, es más, ni siquiera creo que seas capaz de querer a alguien que no seas
tú mismo. Además siempre me has hecho la vida imposible, perdí la cuenta de
cuántas humillaciones y malos tratos me han hecho tú y tu hermana desde el día
que me conocieron. ¿Y ahora pretendes que te crea que tú…?
-Pero es verdad Candy- se acercó
tanto a ella que a Candy le causó escalofríos- algo, algo en mí cambió. Sé que
es difícil que me creas, y me arrepiento por todo lo mal que me he portado…pero
por favor, créeme cuando te digo que te quiero.- He intentó acomodarle un
mechón de cabello, pero Candy de inmediato se apartó.
-Pero yo te desprecio, Neal. Y
hazme el favor de abandonar en este momento mi cuarto si no quieres que….¡ahhh!-
Un golpe en la cara, propinado cobardemente por Neal, la tomó por sorpresa
derribándola sobre la cama. Antes de que pudiese reaccionar Neal, se sentó
sobre ella situando sus manos alrededor del cuello de Candy ejerciendo una
fuerte presión. Candy sentía que le faltaba el aire.
-¡Muchas noches soñé con que me
quisieras!-dijo Neal, con los dientes tan apretados por la rabia que apenas y
podía entendérsele- ¡Que me besarás!-y diciendo eso la besó a la fuerza, sin
dejar de cerrar las manos sobre su cuello. Candy luchaba desesperada, estaba
realmente asustada ya que Neal parecía totalmente fuera de control. Intentó
luchar, empujarlo, pero pesaba demasiado. Solo logró arañarle el rostro, a lo
que Neal respondió con otro cobarde golpe-¡Qué te entregaras a mí!- Le gritó al
oído mientras le jalaba con violencia el cabello- Pero creo que así será mucho
más divertido-Reía como un loco, su intención era obvia, pero en el momento en
que comenzaba a despojarse de su saco y la corbata una mano se posó sobre su
hombro.
-Terry…-ahora fue Neal quien
sintió que el temor se apoderaba de su ser, Terry había entrado a la habitación
sin hacer ruido alguno, o al menos ruido que Neal fuese capaz de percibir. Su
expresión indescifrable, pero terrible. Lo miraba fría y decididamente;
moviendo lentamente la cabeza, de un lado a otro, en señal de negación; sonrió
como un loco y con una voz tranquila, pero completamente intimidante, pronunció
su sentencia-Vas a morir, Neal.
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