Añoranza - Capítulo 64

 

Derecha, izquierda y de nuevo un golpe con la derecha derribaron a Neal al piso. Ya ahí, Terry le asestó una patada directo en el rostro que hizo la sangre volara por toda la habitación, manchando las sábanas, paredes, incluso el techo. No bromeaba, estaba decidido, lo iba a matar.

-¡Terry por favor ya basta!-alcanzó a decir Candy en un intento por detenerlo y evitar una desgracia. Lo tomó por el brazo derecho impidiendo que otro potente puñetazo terminara impactándose en Neal. Eso solo logró enfurecer todavía más a Terry.

-¡No lo defiendas!- y volvió a aventarla contra la cama. En esa fracción de segundo Neal había aprovechado para intentar huir, gateaba en cuatro patas dejando un rastro de sangre en su avanzar. Pero cuando Terry se dio cuenta, detuvo su cobarde huida con otra patada directo en las costillas. Neal se desplomó soltando un agudo alarido que sonaba más animal que humano; Terry lo volteó colocándose encima de él en la misma posición ventajosa que Neal tuviera con Candy momentos antes. Con la mano izquierda lo sostenía por el cuello de la camisa, mientras que con la derecha le propinaba golpe tras golpe sin darle tregua. El rostro de Neal solo era una masa amorfa y sangrienta, mientras que en la mano derecha de Terry los nudillos se le habían reventado. Pero él parecía no sentir molestia alguna no dejaba de golpearlo.  

-¡Basta ya Terry!-Los gritos y ruidos ocasionados por la pelea atrajeron a Archie, quien se abalanzó contra Terry librando a Neal de un fatídico desenlace. Terry seguía luchando por liberarse, dispuesto a acabar con lo que había empezado.

-¡Suéltame! ¡Voy a matarlo, voy a matarlo! ¡Ese infeliz no merece vivir!

-¡No Terry, no lo hagas! – Archie luchaba por tratar de controlarlo, pero aquello parecía una misión imposible - No enfrente de tu hijo.

Aquello fue lo único que logró sacar a Terry del trance provocado por la furia. ¿En qué momento Alex había salido de su encierro en el baño? Nadie nunca lo supo, pero ahí estaba, petrificado en una esquina, miraba a Terry con los ojos desorbitados y temblando de terror. La presencia de su hijo inmediatamente tranquilizó los demonios internos de Terry.

-Alex…-pero con solo escuchar su voz el niño salió corriendo asustado para refugiarse en los brazos de su madre- Alex hijo por favor, perdóname, no debiste ver eso- y al intentar alcanzarlo notó que sus manos estaban cubiertas de sangre, trató inútilmente de limpiarlas en su ropa, pero estaba igual de ensangrentada. Debía lucir como un monstruo ante los ojos de su pequeño hijo. ¿Cómo no le iba a temer? ¿Cómo no lo iba a repudiar? Si el mismo se repudiaba en esos momentos- Alex por favor…no, no me mires así.

-¡Asesino!- el grito desgarrador de Eliza resonó por toda la mansión- ¡Haz matado a mi hermano!- y se abalanzó al piso llorando amargamente al ver a Neal en tan deplorable estado. Neal respiraba con dificultad, luchando por no ahogarse con su propia sangre que no paraba de brotar.

-Tranquilízate Eliza, Neal no está muerto. –dijo Archie.

-¡Pero ese delincuente estaba dispuesto a hacerlo! ¡Asesino! Esto no se quedará así Terrence Grandchester, voy a hacer que te refundan en la cárcel por este crimen.

-Hazlo, pero si esa escoria sobrevive, el único que se va a podrir en la cárcel será tu asqueroso hermano, por el crimen que pensaba cometer. Él estaba atacando a Candy ¡yo solo la defendí!

-¡Tu padre es un asesino! –Le gritó Eliza a Alex a la cara- Que bueno que te llevarán lejos de él y de tu madre.

-¡No te atrevas a amenazar a mi hijo Eliza!

-¡Lo mejor que le puede pasar a ese niño es separarlo de ustedes!

Los ánimos de Terry se habían vuelto a elevar por los cielos, y Eliza continuaba provocándolo. Annie la sostenía a ella mientras Archie hacía lo mismo con Terry parecían dos animales salvajes a punto de pelear. Pero lo que había dicho Eliza hizo reaccionar a Candy, el peligro de que quisieran arrebatarle a Alex seguía latente. Tomando a su hijo en brazos corrió hasta internarse en medio del bosque, sin siquiera pensarlo, había terminado frente a la casa del guardabosques, lugar abandonado hacía tanto tiempo, refugio secreto para los desprotegidos. Se internó en aquella casa luchando contra la maleza que se había apoderado de ella. Se sentó en la esquina más alejada y colocando a su hijo en su regazo, lo abrazó fuertemente tratando de cubrirlo con su propio cuerpo, y comenzó a llorar.

Regresaba al hogar. Después de tantos años, después de tantas andanzas, nuevamente se encontraba en medio de aquellas alejadas y tranquilas tierras. Pero su hogar nunca había sido aquella vieja casona, rodeada de lujos, de frivolidades y normas que jamás pudo cumplir; su hogar siempre fue el aire, la tierra, la naturaleza. Su naturaleza.

Dicen que cuando uno siente cerca el final, siempre regresa al hogar. Podía ser, pero hacía mucho que eso le había dejado de importar. Regresaba únicamente, porque deseaba verla, aunque temía cómo fuera a reaccionar.

Candy no era una persona a la que le gustaran las mentiras. Y si no las mentiras, al menos no era alguien a quien le gustara que le ocultaran la verdad. Y él lo había hecho durante demasiados años basándose en argumentos que a estas alturas sonaban completamente absurdos. Mientras viajaba en el automóvil conducido por  Georges, la persona en la que más confiaba, y sentado junto a él, otro hombre que también había llegado a estimar en medida, el Doctor Erick Mathews, su médico de cabecera, pensaba en todas las ocasiones en las que pudo haberle dicho la verdad a Candy. Que su adopción no fue un mero capricho, que fue motivado por un instinto de protegerla. Que pensó que la única manera en que la familia dejaría de señalarla y resaltar sus diferencias era que dichas diferencias desaparecieran, y pensó que la educación que recibiría en un colegio de prestigio la podría ayudar. Que había viajado a Londres con el único propósito de estar cerca de ella. Vigilarla y ayudarla, siempre desde un perfil bajo y anónimo. Que había decidido marcharse solo cuando creyó que ella estaba tranquila, segura y feliz…y que se arrepentía gravemente de haber estado lejos en el momento en que ella más lo necesitó. Que por un tiempo en verdad no supo quién era y que hubo instantes en que no quiso recordarlo, porque el tiempo pasado con ella habían sido sencillamente los mejores años de su vida. Pero ahora se le acababan los pretextos para no hablar con la verdad…y el tiempo.

Tal vez por eso, y contra las recomendaciones de su médico, en el último instante había decido adelantar su viaje para esa misma noche “Viajar toda la noche no será bueno para tu salud. ¿Por qué la repentina urgencia?”, “Tengo miedo”, fue la respuesta que dio al joven galeno. “Y no por mí, más bien por ella, temo que vuelvan a hacerle daño”. Sin objetar el Dr. Mathews lo secundó en la aventura; el médico también tenía sentimientos por Candy, preocupación y algo más; solo esperaba que Erick tuviera más valor que lo que a él le faltó en todo ese tiempo, aunque, claro, estaba seguro que el corazón de Candy siempre pertenecería a Terry, sin importar nada ni nadie más.  

El sol brillaba potente en el cielo cuando el hermoso portal de rosas apareció en el horizonte. “El momento ha llegado”, pensó. Se disponían a bajar del automóvil cuando vislumbró a Candy abandonar corriendo la propiedad, llevando a Alex en los brazos. Se notaba aterrada. ¡Candy! Alcanzó a gritar, pero ella no lo escuchó, o no quiso escucharlo.

-Señor, por favor. Permítame ir a ver qué ocurre primero.

-Ocurre algo grave es evidente, Georges.  ¡Candy salió llorando!

-Lo sé señor pero…-mientras Georges trataba de calmarlo, Terry salió de la casa Andrew. Al igual que Candy, también corría desesperado, pero lo que más le preocupó fue observar que Terry llevaba la ropa manchada de sangre. Él tampoco se dio cuenta de su presencia.

-¡Basta Georges! Es momento de que ponga orden en esa casa.

Adentro todo era un caos, gritos, reclamos, llantos. Neal, recostado en un sillón, inconsciente, sangrando, con el rostro vuelto pedazos, solo era posible reconocerlo porque Eliza no paraba de gritar su nombre. Nadie se percató de su entrada, hasta que estuvo frente a ellos.

-¡William!-Exclamó aterrada la Tía abuela Elroy llevándose una mano temblorosa a la boca a causa de la impresión -¿Albert?-dijo Archie completamente desconcertado.

-William Albert Andrew…me presento formalmente-Albert intentó dibujar en su rostro una tranquilizadora  sonrisa, que no lograba borrar las expresiones de absoluto asombro en Archie y Annie.

-¿William? ¿Usted es el abuelo William? – Fue Eliza la que tomó la palabra, y exagerando la preocupación por su hermano, se lanzó hacia Albert haciendo uso de todas sus artimañas de manipulación- Señor William, usted, usted siempre ha sido una noble persona. Mi familia y yo le tenemos un profundo aprecio…por favor, pido su ayuda. Su ayuda para encerrar ¡a ese maldito delincuente que es Terrence Grandchester! ¡Mire, mire! Estuvo a punto de matar a mi hermano.

-¿Terry le hizo eso? ¿Por qué?

-¡Porque está loco! No es más que un vulgar delincuente con un apellido de abolengo.

-Un delincuente. Qué curioso... la última vez que nos vimos, Eliza, a mí también me llamaste delincuente.-Ahora era Eliza la que lo miraba desconcertada- ¿No lo recuerdas? Parece que sin la barba, las gafas y la ropa humilde me he vuelto irreconocible para ti. Pero yo lo recuerdo perfectamente, y en esa ocasión te dije, que si usaba gafas era porque cuando las personas creen que no las ves, muestran su verdadera personalidad. Y yo te conozco demasiado bien como para creerte, así que permíteme buscar una versión más fidedigna de la historia- Y haciéndola a un lado, se dirigió directo a Archie- ¿Qué fue lo que pasó?

Todavía visiblemente turbado por la impresión, Archie intentó darle una explicación - Neal…él trató de….tenía planeado….Terry solo la defendió.

-¿Y Terry porqué está aquí? – Inquirió Albert.

-Para llevarse a Alex-intervino Annie-o al menos esa es la intención que tiene su padre – Annie miró desafiante al Duque.

-William, yo considero que lo mejor para mi nieto…

Pero Albert no estaba dispuesto a escuchar los alegatos del Duque. Elevando la voz en un tono que ninguno de los presentes le había escuchado jamás, ordenó. -Todo aquel cuyo apellido sea Leagan  o Grandchester lo quiero fuera de mi casa en este preciso momento

-¿Me estás echando de tu casa?-el Duque se encontraba lívido de coraje- ¡Cómo te atreves! ¡No tienes idea de las repercusiones que esto podría traerte!

-No tantas como las que te traerá a ti o  tu hijo si vuelven a molestar a Candy. Lo mismo va para ustedes Eliza. El doctor Mathews es un excelente médico y podrá atender a Neal, pero en su casa. Erick, por favor.

Todos salieron furiosos, incluso la señora Elroy se marchó acompañando a Eliza y Neal, sin dejar de repetirle a Albert que había perdido completamente la cabeza. Cuando Albert finalmente quedó a solas con Annie y Archie, se volteó hacia ellos y comentó- Creo que les debo una explicación. – Explicación que duró varias horas. Quién era, quién había sido. Por qué había decidido permanecer en el anonimato, aunque dudaba que los jóvenes realmente llegaran a comprenderlo.

 –No la hemos encontrado, señor William – le informaron los empleados de la casa luego de buscar en los alrededores.

-Creo saber dónde está, pero por favor, -estiró las manos solicitándoles paciencia a Annie y a Archie que se habían puesto de pie con clara intención de acompañarlo - permítanme irla a buscarla solo, necesito hablar con ella.  

La noche amenazaba con caer pronto, durante las horas anteriores había escuchado gritos y voces provenientes de la casa Andrew, la estaban buscando. Pero ella no saldría, al menos esa noche. Alex tenía hambre, frío y estaba muy asustado, pero el verdadero peligro seguía ahí afuera. Se ocultaría ahí por lo menos hasta el siguiente día. Aunque al siguiente día…no sabía qué pasaría al siguiente día.

De repente, pasos. El sonido de unas enormes botas contra la vieja madera del piso producía un sonido de ultratumba. Estaba sola, ¿qué podría hacer? El miedo la invadió y en un instinto protector abrazó más fuerte a su hijo hasta que una mano se posó sobre su cabeza.

-Hola, pequeña.

-¿Albert?

Capítulo 63 - Capítulo 65

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