Añoranza - Capítulo 7
En aquel salón todo era risas y celebración. El enorme
candelabro que se balanceaba sobre sus cabezas arrojaba diminutos arcoíris al
pasar la luz entre sus cristales que daban un tono místico – mágico a todo
alrededor. Los pasabocas que había preparado la señora Kersh eran un deleite al
paladar y la segunda visita de Terry a la cava familiar aseguraba que ninguna
copa estaría vacía mientras durara el festejo.
Únicamente Annie lucía una expresión de preocupación en el
rostro y miraba constantemente por la ventana.
-¿Qué te ocurre Annie, pareces
preocupada?
-No es nada Candy, es solo
que…los animales están algo inquietos y me pareció escuchar a alguien gritar.
- No tienes nada de qué
preocuparte Annie. –Expresó Terry
mientras volvía a llevar su copa - Los animales se asustan cuando hay tormenta.
Ven con nosotros. Vamos todos siéntanse como en su casa. Aquí viviremos Candy y
yo y quiero que se sientan a gusto, ya que espero que nos visiten con
frecuencia. Todos brindemos una vez más. Porque me he casado con la mujer más
maravillosa del mundo entero. ¡Por Candy!
-¡Por Candy!-Exclamaron todos
chocando sus copas.
Terry bebió el contenido completo
de su copa de un solo trago. -¡Ahhh! Estoy tan feliz que sería capaz hasta de
besarte, Archie.
-No gracias, mejor guarda los
besos para Candy.
Nadie pudo controlar la risa.
El festejo por el enlace
matrimonial se extendió ya avanzada la noche. Entre vino, risas, comida, baile,
más risas y más vino, la emoción continuaba a flor de piel. Stear llevaba
quince minutos prácticamente colgado del cuello de Terry, con esa empatía
propia de los bebedores y la sinceridad y sensibilidad característica de su
espíritu; confesó entre hipidos y bamboleos al flamante esposo que estaba muy
feliz por la unión. Candy era la persona más bondadosa y dulce que conocía,
había sufrido más de lo merecido, y con la partida de Anthony, su gran amor
(confesión que a Terry no le hizo nada de gracia, aunque se sintió algo
estúpido por todavía conservar celos de Anthony), había llegado a pensar que
Candy jamás volvería a abrir su corazón a dicho sentimiento; -pero estabas tú-
dijo palmeando en repetidas ocasiones y con más fuerza de la necesaria el
hombro de Terry, acción que inexplicablemente le provocó un ataque de risa- con
tu caballo y tu porte de caballero inglés y la
con…contasquite…conquistas….bueno tú me entiendes…la hiciste feliz, creo que mi
primo Anthony- y diciendo esto las lágrimas empañaron sus anteojos- creo que
Anthony, donde sea que esté, finalmente podrá estar tranquilo sabiendo que tu cuidarás
siempre de ella, ¿Por qué cuidarás siempre de ella, verdad? – Tomó a Terry por
la nuca y acercó su cabeza a la suya hasta que ambas frentes de toaron, eso,
por supuesto, volvió a generarle otro ataque de risa - ¡eh Archie, no acapares
toda la botella hermano, trae acá!- y se marchó dando tumbos contra los muebles
del salón.
Terry reía observando esa poca
coordinada caminata de Stear, pero su extraña conversación lo había dejado
pensativo, y también, también le recordó las palabras que le había dicho
Eleonor.
“Solo quiero que entiendas, que es
válido que quieras luchar por tu amor, con todas las armas que tengas, pero debes
estar seguro de ser capaz de ofrecerle a Candy algo mejor que lo que Anthony le
prometió, si es que la amas tanto me comentas. El amor no se trata de lo que tú
quieras, sino de la felicidad del ser amado. ”
Anthony era un gran sujeto,
dejando de lado la animadversión inmediata que se gestó entre ellos aquella
noche que se conocieron en el barco, y los muchos enfrentamientos que
prosiguieron cuando ambos declararon abiertamente sus intenciones de luchar por
conquistar el corazón de Candy, no podía negar que era un gran sujeto. Propio,
educado, demasiado delicado en su opinión, pero, a pesar de todas las veces que
lo había acusado de cobarde, Anthony demostró ser un tipo muy valiente. Luchar
contra una enfermedad desconocida y un futuro incierto, tomando las riendas
respecto a cómo quería vivir cada uno de sus días. Optó por hacerse a un lado,
por renunciar a la mujer que amaba, con tal de que ella fuera feliz.
Se prometió a dos cosas a sí
mismo.
La primera, que él la haría
feliz. Sería un justo tributo al sacrificio de Anthony, no porque se sintiera
en deuda o algo así, pero el verla sonreír le generaba tanta paz, que su único
aliciente cada día, sería lograr que ella le obsequiara esa hermosa sonrisa.
Y la segunda, que jamás volver a
sentir celos de él y dejaría a Candy vivir con su pasado, con sus recuerdos.
Porque eso era Anthony, un recuerdo, bello y duradero probablemente, pero al
final, solo un recuerdo. Él en cambio, era su presente y su futuro. Alzó su
copa y mirando al techo del salón, exclamó un brindis en voz baja- Por Anthony.
Te prometo que ella jamás volverá a estar sola.
Por su parte, Archie bailaba con
Annie en medio del salón. Había perdido un poco su elegancia acostumbrada, pero
gritaba alegre prometiendo a Annie, que la próxima boda sería la de ellos-
¡Pero diez veces mejor!, con cientos de invitados y orquesta en vivo- Annie
reía ruborizada.
Candy miraba divertida como Patty
trataba con poco éxito quitar la botella de la mano de Stear, pero a cada
argumento expuesto por parte de ella, provocaba en Stear la misma respuesta-
Señorita, ¿le han dicho alguna vez que luce exquisitamente encantadora desde
esta perspectiva?
Terry se acercó a Candy con
sigilo, y abrazándola por la cintura, susurró en su oído –Apuesto que jamás te
imaginaste tu boda así, espero no haberte decepcionado tanto mi cielo.
-Es mejor de lo que nunca logré.
Están las personas que más quiero en éste mundo. Y vinieron por nosotros, por
celebrar nuestro amor. No por lucir sus mejores prendas y tener tema de
conversación durante un mes sobre de lo mal que estuvo la recepción- giró para
poner sus brazos alrededor del cuello de Terry- Pero sobre todo porque jamás
imaginé que esta huérfana, revoltosa y sin modales delicados, llegara a casarse
con un príncipe como tú, que parece salido de directamente de las páginas de un
cuento de hadas.
- Y yo jamás imaginé que este
irreverente, rebelde, adicto a las peleas y al cigarrillo, lograra conquistar
el corazón de la chica más dulce que pudiera imaginar. No sé si he hecho lo
suficiente para ganarme tu amor Candy, pero te prometo que me esforzaré todos
los días, por conservarlo.
Un par de horas después, entraron
a la sala la señora Kersh, junto de un
adormilado Marca, para llevar
prácticamente a rastras a Stear, quien se
había quedado dormido sobre uno de los sillones y a Archie, que caminaba
guiado cantando alegremente y sosteniendo aún una botella entre sus manos.
-Para ustedes chicas he dispuesto
otro cuarto en el siguiente pasillo. – Comentó Terry – por favor, si necesitan
algo, no duden en solicitarlo a la señora Kersh. Que pasen una excelente
noche, ahora Candy yo nos retiramos a
nuestra habitación. – A pesar de la urgencia evidente de Terry por retirarse a
su alcoba, Annie lo detuvo.
-Terry, ¿podrías esperar un
momento?, queremos despedirnos de Candy, mañana nos iremos tan temprano como logremos despertar a Stear y a Archie, y lo más probable sea que ya no los veamos,
así que nos gustaría despedirnos de ella ahora mismo.
-Pero no tienen que hacer eso
Annie, insisto, ésta es su casa y nos encantaría que nos acompañaran mañana a
desayunar.
-Te lo agradecemos en verdad
Terry, pero tenemos que estar temprano de regreso en el colegio. Nos espera un
día bastante difícil, serán muchas explicaciones las que debamos de dar a la
hermana Gray. Por favor Terry, te prometo que será solo un par de minutos.
-Por supuesto. Candy, te en la
habitación. Hasta luego chicas y de nueva cuenta muchísimas gracias por venir,
aun sabiendo todo lo que tendrán que enfrentar mañana, hicieron a Candy muy,
muy feliz. – Y después de colocar un beso en la mano de Candy, agregó una
suplica - no demores, por favor.
-Te alcanzo en un momento, Terry.
-¡Oh Candy todo fue
maravilloso!-Annie se había lanzado a los brazos de Candy, esbozando una gran
sonrisa-¡Espero que seas muy feliz! Y por favor – su voz comenzaba a quebrarse
– nunca nos olvides.
-Jamás podría olvidarte Annie. A
ninguna de las dos – atrajo a Patty para que se fundiera con ellas en el abrazo
– lo que hicieron hoy por nosotros, ayudarme, arreglarme, prestarme sus cosas
para ésta ocasión, y sobre todo, arriesgarse a la furia de la hermana Gray y
seguramente a una reprimenda de parte de sus padres, por estar aquí conmigo.
Esos recuerdos los atesoraré para siempre.
-La madre superiora es una
amargosa que busca cualquier pretexto para retarnos resultaba obvio que Patty
también se encontraba bajo los influjos del vino, no era común escucharla
hablar así- Así que no te preocupes por nosotras, no importa cuántas horas de
penitencia nos imponga la directora, no me importa, esta noche fue maravillosa
y valió totalmente la pena.
-Candy, no sé qué es lo que
pasará ahora, - continuó Annie - no sé cuándo vuelva a verte, pero sabes que siempre
te llevaremos en nuestro corazón.
-Y ustedes vivirán para siempre
en el mío.
-Date prisa, Candy – la instó –
mira que a Terry se le notaba bastante impaciente
porque lo acompañaras en la habitación.
Candy sintió a pesar de la
oscuridad cómo el color rojo subía por su rostro, lo que Annie no sabía era que
a ella también le urgía acompañarlo.
-Candy…. ¿Cómo…cómo es?
-¿Cómo es qué, Patty?
-Ya sabes….cómo es estar con el
chico que amas.
La boca de Annie formaba un
círculo, y sus ojos estaban enormes como platos, por la sorpresa que le causó
que hubiera sido Patty, quien se animara a preguntar lo que a ella también le
mataba la curiosidad saber.
-Es…- ¿cómo expresar dicho acto
tan sublime con palabras? ¿Cómo describir a dos almas fundiéndose en una sola?
– simplemente maravilloso…es…como fuego ¿saben? Es como fuego, en medio de las
nubes.
Y así fue. Apenas llegar al
último pasillo, Terry la esperaba a la vuelta de la esquina. La tomó por el
cuello y comenzó a devorarla a besos. Pero esos besos se sentían distintos, ya
no eran furtivos ni acompañados de ese aire clandestino y en espera de los
inmediatos remordimientos. Ese beso esa suyo, completamente suyo. Así como
Terry era de ella y ella sería de él, una y otra vez.
La cargó entre sus brazos y de
esa forma recorrieron el trayecto hasta cruzar el umbral de su habitación. Ésta
se encontraba iluminada por la tenue luz que emanaban las velas esparcidas por
toda la habitación. Se sentía una energía extraña en toda la habitación, tal
vez era esa estática que siempre queda de la tormenta. O tal vez la energía
brotaba de sus cuerpos, deseosos por deshacerse de la ropa y reconocerse una
vez más.
Comenzaron a amarse. Pero ésta vez muchos más
lento, sin prisas, a plenitud, disfrutándose
el uno al otro, sin miramientos, porque se pertenecían, así había sido siempre,
y así sería desde esa noche y por cientos de noches que seguirían. La ternura
quedó un poco de lado, fue opacada por la pasión y ese deseo de beber uno de
otro, de reafirmar que cada una de las partes de cuerpo del otro le pertenecía
tanto como las suyas mismas. Y descubrieron que con algunas toscas caricias,
también se puede expresar amor. Candy se
creyó otra vez capaz de tocar el cielo en repetidas ocasiones. Sabía que noches
habrían muchas, pero algo dentro de su cabeza le decía, que debía aprovechar
hasta el último momento de esa noche especial, hasta que las fuerzas los
abandonaran, no pararían de amarse.
Al final, terminaron con sus cuerpos
temblorosos, empapados en sudor, y completamente exhaustos. Para cuando las
fuerzas finalmente los abandonaron, los primeros rayos del amanecer ya se
colaban entre las cortinas de la habitación. Candy no quería dormir. Ansiaba
ver cómo era amanecer en su nueva habitación, en su nueva vida, en los brazos
de su amor. Pero finalmente el cansancio la venció, y esa paz que te da sentir
que los latidos de tu corazón se acompasan con los de la persona amada, dejó de
resistirse y se unió a Terry en un profundo y tranquilo sueño.
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