Añoranza - Capítulo 70
Esto era un sueño o se trataba de
un recuerdo particularmente vívido. No podía creer que fuera Terry a quien
tenía enfrente. Pero los recuerdos no abrazan a sus hijos, y en cuanto escuchó
su voz, Alex salió corriendo a los brazos de su padre, quien lo esperaba con
los brazos abiertos luciendo una espléndida sonrisa.
-Terry… ¿qué haces aquí?
-Llegué hace un par de horas –
dijo después de colocar un beso en la cabeza de su hijo- pero Georges me dijo que llevabas toda la mañana encerrada
en el despacho, y yo no quise interrumpirte. ¿Candy, estás bien?, - avanzó un
par de pasos para poder observarla mejor - ¿estuviste llorando?
-Sí…quiero decir no, es solo
que…ha sido un día muy intenso, por decirle de alguna forma. Y ahora verte
aquí, me tomó por sorpresa.
-Necesito hablar contigo Candy,
quiero pedirte algo pero, si no te sientes bien, lo entenderé, puedo venir
mañana o cuando te sientas más tranquila.
-No… no Terry, está bien,
hablemos, ¿gustas pasar a la sala?
-Preferiría dar un paseo por el jardín.
Alex-volteando a ver a su pequeño hijo- tengo asuntos que hablar con tu madre,
pero sigue ensayando la canción que te enseñé y cuando regrese puedes tocarla
para mí.
-De acuerdo – le sonrió su hijo.
Llevaban un trayecto caminado en
incómodo silencio. Terry procuraba mirar los alrededores de la propiedad
mientras que Candy llevaba la vista clavada en el verde pasto que crecía en los
jardines de la casa Andrew.
-¿Cómo estás, Candy? Supongo
todavía te tienen muy afectada por la muerte de Albert
-Creo que, ya no tanto. Es decir
jamás podré acostumbrarme al hecho de que Albert ya no estará para mí cuándo lo
necesite, él me hacía sentir…segura, pero poco a poco he ido encontrando la
resignación.
-Lo querías mucho, lo sé, y veo
que aún lloras por él.
-Claro, nunca dejaré de quererlo,
pero, temo que en ésta ocasión no lloraba por él. Hoy recibí una carta de la
hermana María, donde me informaba que la Señorita Pony falleció.
-¡Oh Candy!, lo siento mucho. Sé
lo importante que era ella para ti, era tu madre y…- e intentó tocarle el
hombro para demostrarle sus condolencias, pero Candy se alejó de inmediato.
-Tienes razón, ella era mi madre.
La echaré mucho de menos. Pero no me hagas hablar más de eso, por favor, porque temo que volveré a llorar. Lo irónico es
que hoy también recibí una muy buena
noticia. Annie y Archie van a casarse.
-Sí, lo sé. –Contestó Terry para
sorpresa de Candy - Antes de venir a Escocia los vi, y Archie me invitó a su
boda. ¿Quién lo diría no? Hace unos años era imposible siquiera pensar que
tuviéramos un trato amable entre los dos, y ahora, quiere que lo acompañe en
ese día tan importante.
-¿Ellos te dijeron dónde
encontrarnos?
-Sí, después de mucho
insistirles, Candy. Ellos me explicaron que tu habías decidido venir a Escocia
para no ser molestada por nadie, pero créeme, Candy, esa no es mi intención.
-Terry, ¿por qué has venido?- era
mejor saltarse tanto rodeo.
-Vine, porque los extrañaba
demasiado y porque no puedo vivir sin ustedes.
-Terry, entre tú y yo…
-No, Candy, no hace falta que me
lo digas. Por favor siéntate y escúchame. – Ambos se sentaron en el pasto, el
mismo pasto verde de Escocia, que había sido testigo de su primera entrega de
amor. Candy sintió escalofríos y obligó a su mente a cambiar aquel tren de
pensamiento.- Antes que nada, quiero aclararte que no albergo la más menor esperanza
de que tú me perdones Candy; de que podamos tener…de que recuperemos nuestra
relación. Te he hecho demasiado daño y lastimarte una vez más ni yo mismo
podría soportarlo. Siempre dije que tú eras mía, pero he entendido que no me
perteneces, simplemente porque no te merezco, Candy. De ahora en adelante, el
rumbo que decidas tomar, con quien decidas estar, juro que lo respetaré. No
interferiré. Seré solo, “un espectador” en tu vida, sin importar lo que aún
sienta por ti.
He cometido muchos errores en mi
vida. Pero el error más grande fue no haber valorado la maravillosa oportunidad
que tengo de ser padre, el no haberle otorgado a mi hijo el lugar central sobre
el que giraría toda mi vida. Aunque me di cuenta inmediatamente del tremendo
error que había cometido, alguien me dijo que primero debía de ganarme ese
derecho de ser padre. Así que empecé por poner mis asuntos en orden y ahora
estoy aquí, para pedirte que me permitas estar cerca de Alex, para pedirte que
una vez más confíes en mí, en que pondré todo mi esfuerzo en recuperar el
tiempo perdido con él, porque lo amo al igual que a…porque no quiero que crezca
lejos de mí.
-Terry, no tienes por qué pedirme
nada. Alex es tu hijo y te adora. Y he de aceptar que yo también cometí muchos
errores, en mi afán por protegerlo. Pero nunca debí haberle negado la
oportunidad de conocer a su padre, independientemente de cualquier
circunstancia. Ahora sabes dónde encontrarnos, y puedes venir cada vez que
tengas vacaciones.
-No Candy, no me has entendido.
He venido para quedarme. –Aunque intentó ocultarlo, en medio de su expresión de
infinita sorpresa, Candy no pudo evitar demostrar su alegría- Mi carrera como
actor terminó, me retiré.
-¿Te retiraste? ¿Por qué, Terry?
¿Si la actuación era tu vida?
-Te equivocas. Ustedes son mi
vida. Además ya no servía como actor.
-Eras magnífico sobre el
escenario, no puedo creerte eso de que “ya no servías”.
-Así es, no miento. Desde que
empecé a actuar, Candy, tú siempre fuiste mi motivo, mi aliciente, mi musa. En
cada escena romántica, imaginaba que eras tú. En cada drama sacaba la tristeza
que tenía en el alma por estar separados. Pero ahora, la inspiración se me había
ido, junto contigo. De nuevo te había perdió
y esta vez la soledad era el doble por haber perdido también a mi hijo. Solo
era cuestión de tiempo para que me echaran, así que decidí marcharme antes de
que eso ocurriera. En la última función, volví a inspirarme en ti, en el hecho
de que pronto los vería. Según la crítica, fue la mejor actuación que di. No lo
sé, pero me sentí muy bien.
Al terminar la obra, ocurrió algo
muy hermoso que jamás hubiera creído realidad. Mi madre subió al escenario con
un gran ramo de flores, y en frente de todos, me abrazó y le dijo a los
asistentes que estaba muy orgullosa de mí, de su hijo y anunció que también se
retiraba.
-Terry…. Debió de haber sido
maravilloso.
-Lo fue. Y de hecho, Eleonor vino
conmigo, dice que tampoco está dispuesta a perderse la oportunidad de ver
crecer a su nieto, y espera que tú se lo permitas.
-Por supuesto, Alex estará muy
feliz de verla.
-También hablé con mi padre. Creo
que fue la primera vez que tuvimos una conversación de verdad, no una discusión.
Llegamos a un acuerdo. Él accedió a heredarme en vida y yo prometí no
defraudarlo. Voy a encargarme de todas las propiedades y negocios aquí en
Escocia y estaré en constante comunicación con él. Hemos pactado olvidar viejas
rencillas. Es mi padre Candy y a pesar de todo lo que pasamos, lo amor.
Además, ahora que yo también soy padre,
debo tratar de comprenderlo, creer que todo lo que hizo siempre fue pensando
que era lo mejor para mí, aunque uno como padre, también suele equivocarse, lo
sé por experiencia propia.
Pero parece que el Duque por fin
ha entendido que tengo derecho a hacer mi vida, como yo decida, y eso incluye a
mi madre y a ustedes.
-Terry, cambiaste toda tu vida
por nosotros…quiero decir, por tu hijo.
-Quiero poder ser un padre para
Alex, Candy, un padre en verdad. Mi madre y yo por increíble que parezca, en
especial para ella, viviremos en el Castillo Grandchester, muy cerca de
ustedes. Quiero poder ver a mi hijo todos los días, llevarlo a la escuela,
arroparlo para dormir, ver como su abuela lo consiente hasta límites inimaginables
y, si tú también lo permites, poder compartir todos juntos en familia. Aunque
tú y yo no estemos juntos, no tiene por qué ser así para Alex, creo que
nosotros podríamos…llevarnos bien, ¿no crees?
-Claro. Me encantaría que
pudiéramos ir a ver a tu madre, ésta
misma tarde de ser posible. A Alex le dará mucho gusto verla.
-Y ella se muere por abrazarlo.
Pero antes, hay una cosa más que quiero pedirte. Para mí, es sumamente
importante, te lo juro. Quisiera que Alex llevara mi apellido, por favor.
-Lo lleva.
-¿De qué hablas?
-Me enteré hasta el día de la
lectura del testamento de Albert. Él fue su padrino el día que bautizamos a
Alex, y ahora que traté de hacer memoria sobre ese día, Albert nunca me enseñó
la fe de bautismo, y yo simplemente, olvidé pedírsela. Pero Albert siempre se
adelantaba a cualquier contratiempo, y resulta que, el día de su bautizo, Alex
quedó registrado como Terrence Alexander Grnadchester – Andrew.
-¿En verdad? – El rostro de Terry
desbordaba emoción.
-Sí. Yo también creo que es un
nombre demasiado largo para un niño tan pequeño.
Terry cerró los ojos, y después
de exhalar con lentitud, elevó un sincero agradecimiento que confiaba, llegaría
hasta el cielo. – Gracias, Albert. Gracias amigo.
Al llegar al castillo
Grandchester, Eleonor los esperaba con los brazos abiertos. Dio a Candy un
fuerte y calurosos abrazo, susurrándole al oído lo agradecida que estaba por
permitirle compartir con Alex, y
prácticamente secuestró a su nieto. Ambos recorrían uno a uno todos los cuartos
del enorme y viejo castillo Grandchester, de vez en vez Alex salía corriendo
entusiasmado para enseñarle a su madre alguno de los muchos y maravillosos
regalos que su abuela le había traído.
Terry y Candy se instalaron en la
sala principal. Platicaban de cosas cotidianas, acerca de los negocios que
Terry manejaría, la idea de Candy de establecer un dispensario médico en el
pueblo más cercano, idea que a Terry le pareció maravillosa. Sobre el hecho de que
Alex ya estaba creciendo y pronto comenzaría su educación ¿sería mejor
contratar tutores privados o enviarlo a la escuela del pueblo? Los internados
quedaban completamente descartados. Ambos coincidieron en que Alex preferiría
ir a la escuela y así hacer más amigos.
Aquella plática tan relajada les sentaba
bien a ambos. Se sentían cómodos, como una verdadera familia. Aunque a veces, cuando ambos se quedaban sin
palabras, no podían evitar mirarse en silencio. Candy de inmediato sentía esa
especie de electricidad recorrer todo su cuerpo. Terry le sonreía, y aunque su
sonrisa era discreta, Candy de inmediato volteaba el rostro. Su corazón no
había olvidado aquella bella sonrisa, ni el efecto que provocaba en ella.
El cielo había comenzado a
nublarse, enfriando el ambiente. Terry encendió la chimenea de la sala, pero
ese acto detonó en ellos memorias de viejas y bellas vivencias, que pusieron nerviosa a Candy. Cuántas tardes
habían pasado frente a esa chimenea, abrazados, contemplando las llamas del
fuego, pensando que jamás se extinguirían, al igual que su amor.
Que lejano parecía aquellos
tiempos.
Comentarios
Publicar un comentario