Añoranza - Capítulo 71
Candy insistió en marcharse de inmediato. La cercanía de
Terry, aquel castillo que le evocaba tantos recuerdo que la hacían sentir
débil. Temblaba de pies a cabeza y no dejaba de morderse las uñas mientras
esperaba a que Terry volviera.
-Eleonor se ha quedado dormida
mientras jugaba con Alex-dijo Terry, quien los había ido a buscar por el apuro
de Candy - no sé cuál de los dos esté más cansado, pero realmente se les ve muy
bien juntos
-Tu madre es una abuela
maravillosa. Pero ya es tarde, Alex y yo tenemos que regresar a casa, el cielo
está gris, pareciera que una fuerte tormenta se avecina.
-No tienen por qué irse, Candy.
Este castillo también es casa de Alex y hay suficientes cuartos en los cuales
pueden estar cómodos.
-Yo….yo preferiría…
-Comprendo. Prefieres no hacerlo,
no pensé que te incomodara tanto mi presencia, Candy – Trató de sonreír.
-Terry, no es eso, no me
malentiendas. Es solo que…
-Son demasiados recuerdos. Te
entiendo Candy-volvió a tomar asiento junto a ella, y después de darle un sorbo
a su copa de vino, prosiguió- Sabes una cosa, Pecas. En todos estos años no
pasé una sola noche en la cual no me atacaran los recuerdos. Por eso tomaba
tanto. Me pasaba emborrachándome noche tras noche, o ensayando hasta altas
horas de la madrugada, pese al disgusto de mis compañeros de escena. Pero sabía
que si no caía en la seminconsciencia a causa del alcohol o el cansancio
extremo no podría dormir en paz. Siempre aparecías en mis sueños. Y cuando creí
que Alex era hijo de alguien más por poco me vuelvo loco, ya no quería dormir,
quería morir. Los recuerdos me dolían tanto. Estando aquí esos recuerdos
parecen tan vivos otra vez. Pero ya no me duelen ¿sabes?, es más, ansío soñar
con esos hermosos días vividos a tu lado hace tantos años.
-Terry, no sigas por favor.
-Si a ti te duelen aun a mí ya
no, Candy, al contrario, me hacen inmensamente feliz. Por fin entiendo lo que
Albert siempre quiso que comprendiera, lo afortunado que fui y que sigo siendo
de haber vivido ese tiempo a tu lado. El sufrimiento que vino después fue
mucho, ¡demasiado! Pero en estos momentos daría hasta mi vida si me lo
pidieran, por ser capaz volver a vivir un día de aquellos contigo, y ahora
también con Alex. No llores Candy, - le suplicó cuando se percató de las lágrimas
que con poco éxito Candy trataba de ocultar - no te sientas mal por no poderme
corresponder ahora, lo entiendo, te hice mucho daño y no aspiro a que me
perdones. Solamente, viviré feliz con mis recuerdos, tengo a mi hijo en mi vida
y a ti cerca, podré verlos siempre que lo necesite y después regresaré aquí a
sentarme frente a esta chimenea, donde estamos ahora, dónde nos encantaba pasar
las tardes aquel verano y podré recordar, te recordaré como aquel Tarzán
deslizándose de rama en rama en los jardines del San Pablo, como aquella hermosa
Julieta del festival de Mayo – giró para verla – como mi esposa.
-Terry basta…-pero Terry no la
escuchó, se acercó a ella tomando suavemente su barbilla, pero Candy se negaba
a retirar la vista del fuego.
-Son mis recuerdos Candy, es lo
único de valor que tengo en esta vida, y los reviviré una y otra vez en mi
mente. Recuerdo como lucías el día de nuestra boda, por Dios te veías tan
hermosa, esa imagen está tatuada en mi mente para siempre. No me pidas que
olvide cuando éramos felices, cuando eras mía, cuando me amabas-de repente su
mirada bajó hacia la mano de Candy y observó que ella llevaba el anillo de
zafiro azul, el cual había sido su alianza matrimonial, del cual ella se había
desprendido con mucho dolor a cambio de un par de noches donde poder dormir, y
el cuál Eleonor, por casualidad o destino, pudo devolverle. Tomó su mano y
acariciando la hermosa piedra que coronaba la argolla, llevó la mano de Candy hasta
su boca, dándole un tierno beso-¿Recuerdas cuándo nos casamos, Candy, cuándo
juramos amarnos para toda la vida?
-Terry, por favor.
-Contéstame, Candy-Terry se
acercaba más y más a ella-¿lo recuerdas?
-Tan claro como si hubiese sido
ayer-y al cerrar sus ojos Candy capaz de sentir que estaba ahí otra vez. Terry
esperándola al pie del altar, tan apuesto y formal, Annie y Paty viéndola con
sendas sonrisas y los ojos inundados de lágrimas, Stear y Archie la escoltaban
hacia el altar…Stear…aquel recuerdo era muy bello pero demasiado doloroso.
-Yo también. Aún recuerdo
las palabras que nos dijo el sacerdote
que nos casó, aunque por mucho tiempo no les presté atención. Pero él nos dijo
que esa unión era para siempre y es verdad Candy, contrario a lo que pudiera
parecer, hoy estamos más unidos que antes, porque tenemos a Alex y el necesita
tener a sus padres juntos. También recuerdo que nos dijo que cuando todo
pareciera perdido probáramos el último pilar, el amor. ¿Tú aún me amas, Candy?
-¡Basta Terry es suficiente!-e
hizo el intento por ponerse de pie, pero Terry que esperaba tal reacción la
sujetó entre sus brazos volviéndola a sentar, abrazándola con fuerza.
-Porque yo aún te amo mi cielo -y
colocó un tierno y tímido beso que apenas rozó por un instante los labios de
Candy haciéndola estremecer-jamás dejé de hacerlo, aunque mis actos pudieran
hacerte pensar otra cosa, nunca te olvidé. Lo intenté Candy, de verdad que
intenté olvidarte-una lágrima se le escapó a Terry y comenzó a rodar por su
mejilla aunque no modificó en nada su expresión serena-No pude. Jamás pude
olvidar el sonido de tu risa, el olor de tu cabello, tus pecas-sonrió- tu
cuerpo recostado sobre el pasto la primera vez que fuiste mía…tus besos-y la
besó nuevamente, está vez más intenso, más largo, más apasionado, como la
primera vez. Sin despegar por completo sus labios preguntó nuevamente-¿Aún me
amas Candy?
-Por supuesto que te amo Terry.
Ni por un momento dejé de hacerlo. Al ver a Alex, te veía a ti, sus ojos, su
cabello, sus gestos. –No pudo soportar la forma en la que Terry la miraba, con
esos ojos tan hermosos, tan intensos, volteo su rostro en busca de valor e
intentó objetar- Te amo y te amaré siempre…pero…eso no...
-Pero qué, Candy- buscando de
nuevo su rostro colocó su frente junto a la de ella-No hay pero que valga. Nos
amamos, amamos a Alex. Merecemos ser felices, comenzar de nuevo, aquí, donde
todo comenzó la primera vez. Lo pasado dejémoslo atrás, continuemos donde nos
quedamos. Por favor Candy, necesito poder dormir tranquilo nuevamente a tu
lado, abrazándote, sabiendo que lo primero que veré al despertar será tu rostro
y el de mi hijo, seamos una familia, te lo ruego. –Un beso.
-Tengo mucho miedo, Terry-otro
beso
-Yo no…esta serpa para siempre,
Candy.
-¡Papá! ¡Mamá! ¡Despierten!-Alex
entró corriendo como un torbellino a la habitación de sus padres y de un salto
estaba en la cama, en medio de los dos, pero en la caída su rodilla izquierda
aterrizó justo en el estómago de Terry dejándolo casi sin aliento.
-¿Alex que modales son esos?-Candy
acababa de incorporarse aun considerablemente adormitada para ver cuál era el
motivo de la excitación de su hijo-¡Santo Dios has lastimado a tu padre! Terry
estas bien.
-JA, JA, JA. Claro que estoy
bien. Ven acá campeón –y después de darle un fuerte abrazo y un beso de buenos
días a su hijo, preguntó-A ver dime, ¿qué te pasa?, ¿por qué has entrado
corriendo y gritando a la habitación?, no ves que asustas a tu madre.
-Papá afuera hay un día
hermoso-Alex estaba radiante de alegría, algo nada extraño en él, al igual que
su madre, tenía la capacidad de asombrarse y ser feliz hasta con los más
pequeños detalles-El sol brilla muy, muy fuerte, quisiera ir a visitar a la
abuela Eleonor, tiene ya un par de días que no la veo. Aun no entiendo ¿por qué
la abuela no vive con nosotros aquí en el castillo?
-Tu abuela considera que
necesitamos un tiempo a solas en familia, pero sabes que puedes pedirle al
chofer que te lleve a visitarla cuando quieras después de la escuela.
-¡Si pero hoy no es día de
escuela y quiero pasar todo el día con
ella! Pero me gustaría que fuéramos todos juntos ¿Papá tienes que salir hoy a
ver tus negocios o puedes acompañarnos?
-Mmmm veamos, creo que se las
pueden arreglar un día sin mí.
-¿Se habrá acostumbrado ya tu
madre a vivir en la casa Andrew?
-Probablemente ya redecoró las
paredes con todas sus fotografías y afiches de sus obras de teatro.
-¡Terry no seas irrespetuoso!
-¿No me crees? Vayamos pues y
averigüémoslo nosotros mismos.
-¿Entonces si iremos juntos a
visitar a la abuela?
-¡Por supuesto que sí! Vamos,
debemos enviar a alguien con un mensaje para que nos espere. Se pondrá muy
contenta.
-¡Viva!-Y el pequeño salió
corriendo riendo y agitando los brazos en alto.
-¡Alex espera! –Gritó Candy, pero
su hijo no la escuchó.- A veces siento que ese niño acabará pronto conmigo,
tiene demasiada energía.
-Tuvo de dónde heredarlo. Las travesuras de ti, claro está.
-¡Terry! Retráctate en este
momento-Y comenzó a bombardearlo con los almohadones de la cama.
-Me rindo me rindo. Ven acá-y tomando
por la cintura a Candy la llevó consigo de nuevo a la cama-Y yo que quería
pasar todo el día recostado a tu lado. Luces hermosa hoy, ¿sabes? –y diciendo
esto la besó.
-¡¡¡¡PAPÁAAAA, EL MENSAJEROO YA
ESTÁ AQUIIII!!!
-Creo que esos planes tendrán que
esperar para otra ocasión. Arréglate y nos alcanzas. ¡En seguida voy hijo!
Candy bajó al poco rato lista
para ir a visitar a su suegra. Terry se estaba en el jardín corriendo y jugando
con Alex, que parecía nunca cansarse cuando jugaba con su padre. Ahí estaban
sus dos grande amores, los hombres de su vida. Se quedó parada al pie de las
escaleras observando maravillada dicha escena. Amaba realmente a Terry, pero
jamás se imaginó que viendo la forma en la que él disfrutaba pasar el tiempo
con su hijo y la alegría a admiración con la que Alex miraba a su padre la
hicieran enamorarse cada día más de su esposo.
Alex por su parte era un niño
hermoso. Físicamente sí que lo era, había heredado la galanura y finos rasgos
de su padre y de su abuelo, quien empezaba a crear una relación con su nieto;
constantemente le envía obsequios y había solicitado a Terry permiso para que
Alex pasara unos días de vacaciones con él. Terry se limitó a decir que lo
pensaría, aunque Candy sabía que terminaría cediendo. Las cosas con su padre
iban mucho mejor.
Pero la verdadera belleza de Alex
residía en su interior. Era el heredero de dos de las familias más ricas e
influyentes, una de Inglaterra y la otra de América. Pero no era para nada
mimado, caprichoso, egoísta ni mucho menos delicado. Asistía a la escuela con
los demás niños del pueblo como un muchacho cualquiera, y aunque la maestra
constantemente lo reprendía, era solo por travesuras propias de su
hiperactividad. Pero era un buen niño. Candy y Terry sabían que algún día tendrían
que hacerlo consciente de su posición social y de las responsabilidades que
esto conllevaba, pero confiaban que cuando ese día llegara, su hijo tendría
bien arraigados los valores y buenas costumbres inculcados para ser un hombre
de bien.
Candy se sentía inmensamente
feliz, aunque a veces el miedo la embargaba, creía que tanta dicha no podría
durar mucho tiempo. A lo largo de su vida, siempre que parecía estar a punto de
alcanzar la felicidad, alguna desgracia le ocurría. Una noche le expresó su
temor a Terry, pero este la reconfortó, entre sus brazos, y con esa paz que se
apodera de ti, después de hacer el amor, le contestó: “Si vives con el temor de
que algo ocurra que arruine nuestra felicidad, el tiempo pasará y nunca serás
feliz, porque tu temor no te permitirá disfrutar la dicha que tienes ahora. Hay
que vivir siempre en el presente, no en las desgracias o pérdidas del pasado,
ni en un futuro incierto y temeroso, vive hoy, vive ahora, con los que estamos
contigo. Ama y disfruta siempre un día a la vez, y ese día es hoy, Candy”.
Sin embargo, ella no podía evitar
recordar el pasado y a las personas que la acompañaron, sobre todo, el dolor
que le causó su partida. Anthony, Stear, Albert y la señorita Pony. Pero al
mirar hacia atrás y recapitular todo lo que sufrió y tuvo que pasar para llegar
a donde estaba en estos momentos se dio cuenta de algo muy importante. Si todo
ese sufrimiento había sido necesario para alcanzar la felicidad que sentía ahora,
con gusto lo volvería a pasar. Agradecía a Dios haber conocido a todos sus
amigos, el mucho o poco tiempo que convivió con cada una de las personas que
amo y que la amaron, gracias a ellos y las experiencias vividas, ella había
llegado a madurar y encontrado su camino. Ellos habían terminado ya su andar
por esta tierra, pero el de ella aún seguía y cada día era una nueva
oportunidad para ser feliz.
Hay quienes dicen que nacemos ya
con nuestro destino escrito, pero la realidad es que ese destino te lo forjas
tú. La niña huérfana, la siempre rechazada y humillada, a la que se le negó la
felicidad desde el momento de su nacimiento, esa hermosa mañana, tenía todas
las razones del mundo para ser feliz, porque así lo había decidido. Aquel
pensamiento hizo que inevitablemente las lágrimas comenzaran a rodar
-Mira papá ya salió mamá. Pero
está llorando-Alex corrió al pie de las escaleras al encuentro con su madre,
Terry le seguía los pasos.
-Mamá qué te pasa, ¿por qué
lloras?, ¿te duele algo?
-No me pasa nada, mi amor. Es
solo que los veo y me doy cuenta de cuánto los amo, a tu padre y a ti. Soy muy
feliz con ustedes, y eso me hace llorar, soy una sentimental, mi vida. Pero no
te preocupes hijo, son lágrimas de alegría.
-¿Lágrimas de alegría? –Preguntó
Alex, a quien aquello le parecía un completo absurdo - Aunque sean de alegría
no me gustan, si estas alegre mejor sonríe. Mami, tu eres mucho más linda
cuando ríes que cuando lloras.
-Alex…
Y madre, padre e hijo se fundieron en un hermoso abrazo. Los
tres al pie de la escalera, en una hermosa mañana, en un viejo castillo, en las
lejanas y verdes colinas de Escocia.
FIN
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