Esperanza - Capítulo 10
-Terry – era una misión muy
difícil tratar de seguirle el paso. Por más que Candy se esforzaba en duplicar
la velocidad de sus pasos para lograr alcanzarlo, parecía que a Terry el grado
de inclinación de dicha colina que marcaba el camino de regreso al castillo, no
le afectaba en lo absoluto. Marchaba molesto y decidido, dando grandes y
veloces zancadas que provocaban vibraciones en aquellos bellos jardines, con
los puños muy apretados y el ceño fruncido; sus intenciones eran claras, echar
a Samantha y a su hijo a la calle en aquel preciso momento – Terry por favor
detente, - le suplicó Candy cuando estirando su brazo finalmente logró asirlo
por la manga de la camisa - no puedes culparlos sin tener pruebas suficientes, ellos
ni siquiera estaban cerca cuando el incendio ocurrió.
-¡No, Candy! – La encaró- ¡No
insistas porque esta vez no estoy dispuesto a escucharte! He soportado la
presencia de esa mujer y de su hijo en mi casa por demasiado tiempo y mira
todas las desgracias que han ocurrido desde que pusieron un pie en el castillo.
Y solo les permití quedarse porque tú me lo pediste, pero esta vez ni siquiera
tus argumentos lograrán hacerme cambiar de opinión, mi cielo. No esperaré a que
el siguiente incendio sea en el cuarto de uno de mis hijos, ya han estado
expuestos por demasiado tiempo. ¡Samantha! – Terry comenzó a pegar grito a
pleno pulmón apenas y puso un pie en el recibidor - ¡Samantha! – nunca aquel
viejo castillo le había parecido tan innecesariamente grande. Pero al llegar al
salón principal, una nueva desgracia estaba a punto de suceder, por fortuna él
había llegado a tiempo.
Mathew se hallaba en el suelo del
salón, hecho un ovillo, tratando de protegerse la cabeza con ambas manos. Terry
se atrevía a suponer, que su llegada hasta esa protectora posición había sido
provocada por Alex, quien se encontraba encima del mencionado propinando
sonoros golpes sobre el brazo derecho de Mathew, golpes que eran intercalados
con violentos forcejeos donde al parecer Alex trataba de quitarle algo que
Mathew guardaba celosamente en el puño derecho, aunque era imposible distinguir
qué era el objeto que ambos chicos disputaban por mantener bajo su poder.
Samantha gritaba desesperada
pidiendo que alguien la ayudara para lograr librar a su hijo de aquel
“monstruo”. Terry tuvo que intervenir, pero aún a él, un hombre bastante
fuerte, le costó trabajo liberar a Mathew de la furia de su hijo.
-¿Alex qué te pasa?
-Lo encontré con esto, papá –
Alex sostenía en la mano un encendedor de plata, al que el paso de los años le
había borrado el emblema que tenía tallado - cuando ustedes salieron a ver el
incendio ¡Mathew venía entrando con esto!
- Tú hijo es un alcohólico y
ahora un golpeador – gritaba Samantha mientras consolaba a su hijo y trataba de
limpiarle la sangre que comenzaba a brotarle de la comisura de los labios -
¡deberían encerrarlo para siempre!
-Le pedí que me enseñara lo que
llevaba en la mano y él se negó, papá, así que tuve que arrebatárselo a la
fuerza.
-Pero tú eres mayor que él,
-Samantha continuaba gritando- no puedes
comparar tu fuerza con la suya, además Mathew está enfermo.
-Tienes toda la razón, Samantha –
Alex y Candy voltearon a ver a Terry con los ojos como platos ante tan extraña
declaración - Alex ha estado terriblemente rebelde estos últimos días, la
próxima vez que decida desquitar su furia contra tu hijo, no sé si pueda ser
capaz de separarlos. Tu misma lo has dicho, tu hijo está enfermo y no deberías
exponerlo ante la amenaza que MI hijo representa para él – Alex sonreía al detectar la ironía en las
palabras de su padre – así que tú y tu hijo deberán marcharse de inmediato.
-¡No! – gritó Samantha de pie, muy cerca de Terry.
-¿Perdón? –Preguntó Terry
completamente furioso - No estoy pidiendo tu opinión Samantha, he dado una
orden y esa es que se larguen de mi casa.
-¡No hasta que un buen doctor vea
a mi hijo!
-Hay un hospital en el pueblo, el
director es el mejor médico que puedas conseguir en este país, además de ser un
gran amigo nuestro, te recibirá a ti y al niño sin ningún problema y le hará
todas las revisiones médicas pertinentes, aunque solo se trate de una
exageración.
-¡No es una exageración! Mi hijo
necesita cuidados especiales, él…Mathew, ¡Mathew!
Mathew de nueva cuenta se
encontraba en el piso, pero esta vez Alex no había tenido nada que ver, así lo
demostraba su lenguaje corporal. Estaba inmóvil recargado junto a la pared, con
las manos elevadas hacia el techo, completamente impresionado por ver el cuerpo
inerte de Mathew sobre el piso y como éste comenzaba a ponerse rígido, hasta un
grado que resultaba doloroso de ver. Sus brazos se cruzaban en un ángulo
extraño, los dedos de sus manos retraídos apuntaban cada uno en distintas
direcciones, sus ojos se habían vuelto hacia el interior de sus cuencas, solo
se podía apreciar un manchón blanco donde segundos antes lucía una aterrada
mirada. La expresión de su rostro en general daba escalofríos. Y así, en esa
anatómicamente imposible posición, el cuerpo del pequeño comenzó a dar
poderosas y violentas sacudidas que eran imposibles controlar.
Samantha se dejó caer de rodillas
al lado de su hijo, y con lágrimas en los ojos, devastada e impotente, repetía
en voz baja, más para tranquilizarse a sí misma que para el niño: “Tranquilo mi
amor, tranquilo. Pronto pasará, te lo aseguro, pronto pasará”.
-Terry, -Las lágrimas de Samantha
habían hecho eco en el corazón maternal de Candy, y contra su propio sentido
común, se acercó hasta su marido para suplicarle – no los puedes echar, te lo
suplico
-¡Por favor Candy! Están
fingiendo con tal de no irse de aquí.
-¡Terry por Dios! El niño tiene
una convulsión, es imposible fingir eso. Créeme, he visto a pacientes así
antes, y todos darían lo que fuera por no volver a experimentar semejante
sufrimiento ¡Mathew necesita atención médica y tú no los puedes dejar a su
suerte!
Terry pasaba la vista del niño
que se convulsionaba en el piso al rostro suplicante de su esposa y de nueva
cuenta al niño. A pesar de todos los problemas que le habían ocasionado, su
instinto paternal no paraba de gritarle a su conciencia: se trata solo de un
niño, de un niño enfermo -¡Ahhhhh! – Gritó al mismo tiempo que se pasaba una
mano con fuerza por el rostro. –De acuerdo. Cuando la crisis termine, que lo
lleven a un cuarto y mandaremos a traer a Erick para que lo revise.
-¡Gracias, gracias mi amor!
-A veces tu buen corazón me
exaspera, Candy, - las palabras precedieron un largo suspiro -pero luego
recuerdo que eso fue lo que me hizo enamorarme de ti.
-Se encuentra estable- comentó el
doctor Erick Mathews, antiguo jefe de Candy y director del hospital William
Albert Andrew que Candy había fundado varios años atrás – está muy bien
enterado de su condición y sabe qué hacer cuando siente venir una convulsión.
Usted ha hecho un excelente trabajo, señora Schiffer. De todos modos es muy
importante darles sus medicinas en los horarios que establezco en la receta, y
sobre todo, evitar exponer al niño a situaciones de estrés.
-Gracias, Erick.
-No tienes nada que agradecer,
Candy. Cualquier cosa, no duden en llamarme y vendré tan rápido como me sea
posible. Hasta luego señora Schiffer.
-Te acompañaré a la puerta,
Erick.
-No te preocupes Candy, conozco
el camino. Nos veremos pronto, y, cuídense mucho.
-¿Estás más tranquila, Samantha?
– Le preguntó Candy cuando Erick hubo abandonado la habitación.
-Sí, -contestó Samantha mientras
se limpiaba las lágrimas que no habían parado de escurrir por su rostro - se
los agradezco mucho. –Samantha acariciaba el brazo izquierdo de su hijo, donde
había aparecido un enorme moretón, provocado por el choque de su propio cuerpo al
estrellarse contra el piso. -Debería estar acostumbrada, -sonrió con amargura -
Mathew ha presentado convulsiones desde que era un bebé, pero…Hace un poco más
de un año Mathew, sufrió una operación muy delicada. Estaba perdiendo la vista
a causa de un tumor que oprimía los nervios del ojo derecho. Los doctores
pudieron operarlo y afortunadamente salvarle la vista, pero algo no marchó del
todo bien, porque desde la operación, las convulsiones se volvieron cada vez
más fuertes, ya se ha quebrado huesos en dos ocasiones debido a lo violento de
sus caídas. Los médicos dicen que Mathew todavía no está fuera de peligro, y que
nunca lo estará.
-¿Por eso estás aquí, Samantha?
-¿Perdón?
- ¿Por eso inventaste toda esa
historia de que Terry es el padre de tu hijo, para procurar los recursos que lo
ayuden a sobrellevar su enfermedad?
- ¡Mathew es hijo de Terry!
¡Aunque te duela saberlo! Terry y yo nos conocimos cuando él estaba casado con
Susana, una noche en una fiesta de la compañía él y yo…
-Repites eso una y otra vez como
si fuera un guion que alguien te obligó a aprender. –Candy trató de esbozar
algo parecido a una sonrisa - Samantha, - se acercó con cuidado y colocando una
mano sutilmente sobre el hombro de la angustiada madre, le propuso algo que
esperaba, le brindara un poco de paz, a todos – Créeme que te entiendo. Cuando
Alex era un bebé, se enfermó de gravedad; yo me encontraba sola, sin dinero, y
si su vida hubiese corrido riesgo mortal, habría hecho lo que sea por conseguir
lo necesario para mantenerlo a salvo. Samantha, confía en mí, si lo que te
preocupa es la salud de tu hijo, nosotros podemos ayudarte, te lo juro por mi
vida. Pero necesitamos tu ayuda también, por favor, dinos quién te envió.
-Nadie puede ayudarme… ni a ustedes tampoco.
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