Esperanza - Capítulo 9

 

-¿Sigue durmiendo? – preguntó Candy a su esposo quien continuaba fungiendo como vigía en el umbral de la habitación de su hijo, a pesar de que el sol ya se colaba por las cortinas de a habitación de Alex.

-O por lo menos finge hacerlo. –Contestó Terry tomando la taza de café que Candy le extendía - Luce tan pacífico, muy distinto al rabioso adolescente que irrumpió en la sala anoche.

-¿Y tú? – Preguntó mientras acomodaba la bandeja que contenía el desayuno de Alex sobre la mesa de la esquina -¿Estás más tranquilo, Terry? –Se limitó a levantar los hombros como toda respuesta; y Candy que creía que Julieta era la única con limitaciones al momento de comunicarse. – Anoche tú también lucías furioso. Sabes, por un momento pensé que era tanto tu enojo, que golpearías a Alex.

- ¡No! – Su rostro lucía más que consternado - ¡Yo jamás me atrevería a lastimar a mi hijo! ¿Por qué pensaste que haría eso, Candy?

-Porque era lo que tú siempre recibías de tu padre, me consta. Gritos, golpes, insultos y demás reclamos fue la única forma que tuviste de comunicarte con él por muchos años. Pero en lugar de repetir lo que tú viviste, lo único que te habían enseñado – tomó el bello rostro de su esposo con ambas manos- , decidiste abrazarlo, procurarlo, y velar su sueño. Le diste el consuelo que su alma necesitaba en ese momento.

Yo no sé si seas el mejor padre del mundo, Terry. Pero estoy segura de que eres el padre que quiero para mis hijos.

Y confirmó su discurso con un intenso beso que hubiera continuado en terrenos más íntimos de no ser porque Alex los interrumpió con un saludo matinal un tanto mal humorado.

-Buenos… buenos días.

-Buenos días cariño, - le contestó su madre-  ¿cómo te sientes?

-Como si me golpearan la cabeza desde adentro.

-Toma. Bebe este jugo frío, te sentirás mejor.

-Gracias mamá

-Alex.

-Lo sé papá, lo sé, no tienes que decírmelo. Ayer me porté terrible, me escapé del colegio, dije cosas… no de la mejor manera y estoy seguro que ustedes decidirán castigarme de por vida y no permitirme volver a ver la luz del día pero…

-Estamos aquí para contarte la verdad, hijo – lo interrumpió Terry - la única que hay.

-No lo entiendo. – Preguntó Alex cuando su padre terminó de relatarle los hechos que rodearon su procreación, su nacimiento y que precedieron su llegada a Escocia.- Si el abuelo les mintió a ambos, si él fue el culpable de que ustedes se separaran, de que tú no te enterarás de que mamá estaba embarazada, ¿cómo es que el viene aquí, nos visita, pasa días con nosotros y ustedes ni siquiera parecen estar ni un poco molestos con él?

-Porque fueron cosas que pasaron hace mucho tiempo, hijo. –Le contestó Terry- Cosas que tu abuelo hizo o dijo porque “creía” que eran lo mejor para mí, pero, aunque nos cueste admitirlo, los padres no siempre tenemos la razón absoluta. Y bueno, uno aprende a vivir con eso, y sobre todo, a perdonar.

-De todas formas, -Alex continuaba un tanto incrédulo - mamá debería odiarlo. Igual que a esa señora, Susana.

-No mi amor, Susana se sacrificó por salvar la vida de tu padre, yo no puedo odiar a una persona, que aunque actuó motivada por sus propios intereses, auxilió al hombre que amo. Le estaré eternamente agradecida por haber preservado la integridad física del padre de mis hijos. Y lamento profundamente su muerte. Alex, sé que es difícil para ti comprender todo esto, solo puedo decirte que no todo en ésta vida se divide en bueno o malo, hay demasiados puntos, demasiados matices. La gente puede llegar a hacer cosas terribles, con las mejores intenciones. Y hay cosas que aunque los motivos originales no sean los mejores, terminan beneficiándonos, y hay que agradecer todo lo vivido, tanto lo bueno, como lo malo. Lo único cierto es que las cosas pasan, hijo, y por más que lo deseemos, no las podemos cambiar.

-Entonces – Alex se mordía el labio inferior- papá nunca supo que había tenido un hijo, yo. Pero tú siempre supiste dónde encontrarlo, cómo comunicarte con él, y decidiste no hacerlo, aunque yo todos los días te preguntaba por él.

-Sí. –Candy no pudo contener las lágrimas ante aquel intenso interrogatorio por parte de su hijo. “Ruega porque Alex algún día pueda perdonarte también” La poderosa voz de Albert retumbaba en el fono de su alma, siempre tuvo la razón.- Tu padre aparecía en los periódicos todo el tiempo, - se limpió las lágrimas tan rápido como pudo e intentó recuperar la compostura – las giras, los teatros donde se presentaría. Información que pude haber utilizado para contactarlo. Sí Alex, yo pude haber evitado muchos malentendidos, incluso que tu padre tomara la decisión de casarse. Pero no me atreví, tuve miedo.

-¿Realmente fue por eso, mamá?

-Mi amor, si quieres que aclaremos todas tus dudas, por favor te ruego seas directo. Desconozco qué es lo que piensas o qué es lo que te dijeron, como para adivinar el trasfondo de tu pregunta. Así, que, habla, por favor.

-Mi pregunta es, si en realidad tu no quisiste buscar a papá porque tenías miedo o porque… - pero las palabras parecían atoradas en sus apretados puños.

-Dilo. Solo pregúntalo mi cielo.

Un gran nudo en la garganta se había formado en la garganta de Alex, fue difícil tragar su propia saliva y el ruido generado al hacerlo fue completamente audible a los oídos de sus padres – Que Albert viviera con nosotros, que me diera su apellido y me heredara toda su fortuna después de morir, ¿fue porque…? – No se atrevía a mirar a su madre a los ojos, pero aquella pregunta le carcomía el alma - ¿fue porque tú eras su novia o… -de nueva cuenta ese nudo en su garganta le impedía continuar – o algo parecido? ¿Por eso no querías buscar a papá?

Candy se había llevado la mano a la boca, sus ojos lucían enormes debido a la sorpresa y el dolor que le causaba la imagen que alguien más… o ella misma, se había formado delante de su amado hijo-Alex…

-¡No! – Terry sostenía la palma en alto - ¡No, Candy, espera! Alex, comprendo que mi parte de la historia te sea difícil de procesar, porque careces de pruebas, de elementos con los cuales validar lo que estoy diciendo. Tienes solo mi palabra, y tus únicas opciones son creerme o no hacerlo. Pero respecto a esto que le acabas de preguntar a tu madre, no existe mejor testigo que tú. Tú viviste con ellos Alex, todo el tiempo. Haz memoria y dime ¿alguna vez, por muy antiguo o pequeño que sea el recuerdo, tu madre o Albert llegaron a actuar o a tratarse de alguna forma distinta a lo que tú lo harías con tus primas o tu hermana?

-Nunca – contestó Alex moviendo la cabeza de un lado a otro con velocidad.

-¿Entonces? ¿Por qué te prestas a juegos, a mentiras y la ofendes a tu madre preguntándole tales aberraciones?

-¡No papá yo no quería ofenderla! – A Alex también le estaba costando trabajo contenerte el llanto -¡Pero es que no entiendo! ¿Qué motivos tenía Albert para cuidarme, para darme su apellido, para dejarme todo su dinero? ¿Por qué papá, por qué?

-¡Porque te amaba hijo, Albert te amaba! Así como amaba a tu madre cuando la conoció siendo una niña desprotegida y decidió adoptarla y como seguramente hubiese amado a tu hermana de haber tenido la fortuna de conocerla. Alex, tú lo recuerdas. Todas las veces que Albert te cuidó, que te acompañó, cuando me ayudó a poder conocerte, hijo. ¿Crees que el hacer todo eso que hizo por todos nosotros, por nuestra familia, por vernos finalmente juntos y felices, haya sido motivado por otra cosa distinta al amor?

Pero hay personas en ésta vida, tan enfermas y retorcidas, que les es imposible comprender, que el amor se siente y se expresa de mil formas distintas. Tienes todo el derecho a estar enojado, Alex, lo entiendo, tienes derecho a dudar de todo y de todos, pero de lo único que no puedes dudar, ¡nunca! Es del amor que tu madre y yo te tenemos, y del que te tuvo tu gran amigo.

-¡Perdón! ¡Perdón mamá, lo siento! Papá tiene razón – Las lágrimas que rodaban por su rostro demostraban que era sincero – yo nunca no quise…

Candy lo abrazó, hundiendo el rostro de su hijo en su vientre para brindarle la privacidad que las lágrimas de Alex necesitaban.

-Espero que todas tus dudas hayan sido contestadas. –Expresó Terry cuando observó que la respiración agitada de su hijo, había vuelto a la normalidad - Ahora es tu turno, dinos quién te dijo todo esto. ¿Con quién estuviste ayer?

-No puedo decirlo.

-¡Alex por Dios!

-Di mi palabra papá, no puedo quebrantarla y traicionar su confianza.

-¿La confianza de quién? ¿De alguien que apareció de la nada, te dio de beber y te envenenó la cabeza y el alma?

-De alguien que me ayudó a abrir los ojos a la verdad.

-¿De verdad crees que esa persona quiere ayudarte, Alex? ¿Contándote la verdad a medias, trasgiversando las cosas y haciendo que dudaras de la integridad moral de tu propia madre?

-No, pero aun así no puedo…

-¡Señor! – el argumento de Alex se perdió en el aire

-¡Estamos ocupados en estos momentos, Barry! – Contestó Terry con brusquedad.

-Fuego, señor – el empleado trataba de recobrar el aliento – en las caballerizas.

Aquello era un verdadero infierno. En los pocos minutos que le había tomado al mayordomo llamar a Terry y a éste recorrer el camino de vuelta hacia el establo, el lugar prácticamente había quedado reducido a cenizas. Tan solo las puertas de metal se mantenían en pie.

Todos los empleados del castillo, incluidos el personal eventual se coordinaban para acarrear baldes llenos de agua tratando de apagar las llamas que se elevaban al doble de la altura de cualquiera de ellos. Nada se podía salvar, lo único que importaba era evitar que el incendio se extendiera a otras áreas del castillo.

 La señora Kersh y Annie se encargaban de reunir a los caballos que habían logrado escapar y trataban de tranquilizar a los asustados animales. Aquellos magníficos ejemplares equinos que Terry había adquirido a lo largo de los años, lanzaban patadas y agudos relinchidos, sus ojos reflejaban las llamas y el terror que invadía sus almas.

-Parece que todos tus caballos lograron escapar del incendio, Terry – le informó Archie después de hacer el recuento- excepto…

-El Pony de Julieta.

¿Cómo supo Terry antes de que Archie se lo mencionara que el único animal que pereció en aquel terrible incendio fuera el que con tanta ilusión había comprado para obsequiarle a su hija? Nunca se lo dijo, pero ella misma comenzaba a creer, como la noche anterior había hecho hincapié su esposo, que todos esos extraños y desagradables sucesos que ocurrían en torno a su amada familia tenían un tinte demasiado “personal”, para tratarse de simples coincidencias.

La puerta del compartimento del pequeño pony estaba atrancada con una pala, el pobre animal despedía un terrible olor a carne chamuscada, pero increíblemente seguía con vida, aunque se notaba que cada respiración era una extensión de aquella terrible tortura. En su desesperación por escapar de las llamas que acabaron con el lugar, el diminuto equino había logrado voltear el bebedero y gracias a su pequeño tamaño, meterse dentro de él, proveyéndose de un débil refugio del fuego, más no del calor y el humo que volvía aquel lugar un sitio de pesadilla. Los ojos del animal suplicaban acabar con su sufrimiento y Terry comprendió el mensaje. Tomando el arma que el mayordomo le extendía y sin poder evitar que las lágrimas se escaparan de sus ojos, de un solo disparo corto y certero, colocó una bala en la cabeza del hermoso pony y este le agradeció aquel gesto de compasión soltando su último aliento.

-Suficiente, tienen que marcharse de aquí.

 Capítulo 8 - Capítulo 10

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