Esperanza - Capítulo 12
Faltaba solo un día para la
fiesta de Julieta y los preparativos no podían estar más atrasados. Candy se
sentía en extremo cansada, física, pero sobre todo emocionalmente. Hubiera
preferido dar el asunto por terminado, sabía que Julieta aún no estaba en edad
de distinguir un día cualquiera, al día de su cumpleaños, pero Terry insistía, aún
contra todo alegato lógico o razonable, que su muñeca viviente no tenía por qué
perderse aquella hermosa celebración por culpa de la cantidad de sucesos desagradables
que ocurrían a su alrededor por aquellos días, al contrario, ellos debían
demostrarle a quien sea que estuviera detrás de todo eso, que su familia estaba más unida que nunca, y
que unos cuantos contratiempos no eran suficientes para derrumbar su paz ni
amor familiar.
“No te preocupes”, le había
comentado la tarde anterior, “te ayudaré en todo lo que necesites.
-Lo lamento, Candy, debo irme. –
Las primeras palabras que su esposo le dedicara esa mañana, distaban mucho de
su disposición el día anterior.
-¿Irte? – Preguntó Candy
adormilada y bastante sorprendida al observar a su esposo colocarse la chaqueta
y las botas con claras intenciones de marcharse tan pronto como fuera posible.
- ¿A dónde? ¿Vas a dejarme sola con todos los pendientes encima?
-Candy lo siento, sé que prometí
ayudarte – se disculpó Terry mientras amarraba su cabello con un delgado listón
negro - pero, los agentes adanuales tienen la mercancía que me enviaron de
América detenida en el muelle por un absurdo papeleo, y sin esa mercancía la
producción estará detenida. Se negaron a negociar con el gerente y exigen que
vaya yo mismo en persona; supongo que mi ausencia estos últimos días los tiene
muy intranquilos, pero prometo que volveré tan pronto como sea posible, lo
juro, mi vida.
Candy intentó creerle, pero la
desesperanza que invadía su ser se lo impidió. Terry le dio un beso a ella y
luego colocó otro en la frente de Julieta, quien jugaba con los almohadones de
la cama.
“Amo mucho”, le sonrió. “Llevaré
esa sonrisa grabada en mi memoria hasta que vuelva a verte, mi princesa”
Candy decidió acompañar a su
esposo hasta la puerta del castillo, pero cuando llegaron al recibidor, les
sorprendió ver a toda la familia Corndwall arreglados y a la expectativa.
-Patty amaneció con fiebre – les
comunicó Archie al notar la expresión de sorpresa en el rostro de sus amigos –
no quiere comer y no ha parado de llorar desde anoche. Ya hablamos con Erick –
se adelantó a la sugerencia de Candy – dice que puede tratarse de un simple
resfriado por el cambio de clima, pero preferiría atenderla en el hospital por
si es necesario mantenerla en observación o hacerle estudios. Terry… ¿hay
posibilidad de que puedas conseguirnos una caleza o cualquier otro medio de
transporte con alguien del pueblo?
-¿Una caleza, Archie, de qué
estás hablando? Es urgente que lleven a la niña a hospital tan pronto como sea
posible, llévense mi auto y a mi chófer por supuesto.
-Claro que no, Terry, tú tienes
que ir hasta el puerto.
-Puedo hacerlo a caballo – aunque
Candy sabía que aquello implicaba que el viaje de ida y vuelta hasta el puerto
le llevaría a su esposo el doble de
tiempo.
-¿Están seguros? – Preguntó
Archie con la vista fija en la de Candy.
-Seguros – contestó Candy. A
pesar de sus propios temores, Candy coincidía con la opinión de su esposo, era
urgente que Erick atendiera a Patty tan pronto como fuera posible.
-Se los agradezco infinitamente.
Annie…éste…creo que será mejor que vayas tú con Patty…yo me quedaré con Candy,
Terry no está y no me gustaría que se quedara sola con los niños.
Annie asintió tratando de
aparentar seguridad, pero Candy sabía que su amiga no podía evitar llorar
cuando alguno de sus hijos estaba enfermo y sufría tanto como ellos si éstos
necesitaban recibir una inyección o cualquier proceso médico.
-Ni pensarlo, Archie. Annie y tu
hija te necesitan.
Al final, toda la familia
Corndwall subió al automóvil Grandchester, ya que ninguno de sus hermanos y
hermanas quiso alejarse de la pequeña Paty hasta asegurarse de que la bebé
estuviese bien atendida.
-¡Mi amor, no pongas esa cara! –
Terry la tomó entre sus brazos. – La pequeña estará bien. Además, hoy llega mi
madre, y apuesto que ella estará gustosa por ayudarte en todo lo que necesites,
además de mostrarte la docena de vestidos que seguramente trajo de América para
vestir a Julieta. Debiste informarle que se trataba de una fiesta y no de un
desfile de modas. No te preocupes, nos vemos en la tarde, te amo.
Apenas Terry abandonó la
propiedad, Candy notó que Samantha tenía la misma intención. Mathew continuaba
un tanto delicado y Samantha no se despegaba de su lado ni un solo momento, ambos
parecían fantasmas tratando de pasar desapercibidos entre aquel enorme
castillo, por lo cual, le pareció demasiado extraño a Candy observarlos a ambos
bajando las escaleras del castillo.
-Voy al pueblo, Mathew necesita
aire fresco y algunas medicinas. – Explicó al notar la incertidumbre en el
rosto de Candy.
-Si necesitan algo podemos enviar
a alguien, el camino a pie hasta el pueblo es un tanto largo y nada recomendable
para la actual condición de tu pequeño.
-¡No! – Respondió Samantha
haciendo demasiado énfasis en su negativa - Quiero decir, te lo agradezco Candy,
pero ya han sido demasiadas molestias… iré yo, debo ir yo.
Y aunque Candy no podía considerar
a Samantha como la mejor compañía, no le gustaba para nada esa sensación de
abandono que comenzaba a formarse en su pecho. Alex también la había
abandonado, incluso antes de poder cruzar unas cuantas palabras con él, al
entrar a su habitación a primera hora no lo encontró. La noche anterior había
dicho que tenía algo importante que “confirmar”, y Candy y Terry habían
decidido confiar en él, pero de todos modos su ausencia la tenía demasiado
intranquila.
Trató de alejar esos malos
pensamientos y se dispuso a poner manos a la obra, decidida a acabar con todos
los pendientes de la fiesta de su hija, ese mismo día. Tal vez si se mantenía
bastante ocupada los temores sombríos se alejarían y el tiempo transcurriría a
mayor velocidad. Personas entraban y salían del castillo trayendo y llevando
cosas de un lugar a otro. Eso la ponía más nerviosa y constantemente se asomaba
a la habitación donde Julieta, quien parecía no darse muy por enterada de todo
lo que ocurrí a su alrededor, jugaba muy
entretenida abriendo los regalos que ya habían llegado al Castillo de las
personas que no podrían asistir a la fiesta. Cerca de medio día la señora Kersh
descubrió una fuga en la tubería de uno de los baños del piso superior.
-No es nada. – Expresó Candy
después de valorar la situación - Solo una tuerca que apretar. Me parece que
tenemos la herramienta adecuada en el cobertizo del ala Oeste.
-Llamaré a Barry para que vaya
por ella – comentó la señora Kersh.
-No, Barry está demasiado ocupado
coordinando la instalación del tablón y las mesas.
-Entonces iré yo – pero aunque la
señora Kerhs lo negara, sufría de gota, lo que provocaba que el hecho de caminar
grandes distancias fuese un terrible suplicio.
-No se preocupe señora Kersh, yo
iré.
-Pero señorita Candy – a pesar del
paso de los años, la señora Kersh continuaba llamándola como si ella siguiera
siendo la chiquilla que llegó a esa castillo en aquel lejano verano.
-No se preocupe, señora Kersh, iré
yo, me hace bastante falta despejarme.
Se detuvo un instante para echarle
un último vistazo a Julieta, pero la actividad de desenvolver regalos resultaba
tan agotadora que la cumpleañera se había quedado dormida sobre el montón de
cajas abiertas, en una extraña posición.
-¡Candy!
Los gritos de su suegra inundaron
los patios del Castillo. Eleonor acaba de llegar a la entrada principal y estaba descargando del coche que la había
traído desde el puerto, el doble de cajas de las que Julieta acababa de abrir.
-No pude decidirme por un modelo
de vestido, así que ¡los traje todos! Muero por probárselos a mi nieta – Candy
no sabía qué era mayor para su suegra, si su amor por la moda, o el que sentía
por Julieta.
-Eleonor, lo siento tanto.
Julieta Acaba de quedarse dormida, tendrás que esperar. Y pensándolo bien, hay
varios sucesos recientes que deberías saber antes. ¿Puedes aguardarme en el
recibidor? Te alcanzo en un momento. Solo tengo que ir a buscar algo, prometo
regresar tan rápido como pueda y ponerte al día.
Estaba segura de que la llave que
necesitaba para arreglar la fuga del baño se hallaba en ese cobertizo, pero con
el reciente incendio, los empleados habían puesto el alimento y demás
utensilios que debía de haber estado en las caballerizas amontonados en el
mismo lugar. Aquella búsqueda le estaba llevando más tiempo de lo que habría
deseado. El cuarto de baño donde se encontraba la fuga ya debería de estar
inundado a esas alturas, y Eleonor bastante desesperada por su demora, o peor,
impactada si Samantha y Mathew regresaban antes que ella.
Por fin. Después de mover varios
bultos de forraje encontró la bendita llave, pero al tomarla, un ruido la
asustó. Alguien se acercaba, estaba plenamente segura, las pisadas se
escuchaban cada vez más cerca y su pánico incrementaba conforme la distancia
con aquel intruso se reducía. De repente la puerta se abrió con un chirrido que
hizo que los poros de su piel se elevaran. Quien sea que estuviese rondando
esos terrenos no la tomaría desprevenida, sostuvo la pesada llave en alto
cuando…
-Hola, Candy.
-¡Neal! ¿Qué haces aquí? Terry
regresará en cualquier momento y si te ve aquí…
-Lo sé, lo sé, pueden declararme
oficialmente muerto, por eso he insistido tanto en hablar contigo en vez de con
él. Pero por favor, Candy, escúchame, te lo ruego. Lo que tengo que decirte es
muy importante
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