Esperanza - Capítulo 13
-Yo no tengo que hablar contigo
Neal, – con cada palabra que expresaba, Candy daba un paso hacia atrás con la
esperanza de incrementar la distancia. Neal lucía como un desquiciado y su
aspecto físico denotaba que no había dormido en varios días-así que aléjate de
mi casa y de mi familia. ¡Vete o gritaré!
Neal se acercaba a ella con ojos
desorbitados, Candy ya tenía la boca abierta y buscaba reunir todo el aire
posible en sus pulmones para lanzar un poderoso grito que rogaba porque fuera
escuchado en el interior del castillo.
-Esa mujer que apareció en tu
casa, Samantha, no es quien dice ser, y por supuesto, que ese niño no es hijo
de Terry. – aquellas palabras detuvieron su intento de pedir auxilio.
-¿Neal… tú… cómo sabes todas esas
cosas?
-Porque fue mi hermana quien la
envió.
-Eliza… ¿ella está aquí?
-No lo sé, Candy, no puedo
asegurarte o desmentirte eso. Pero si tomas en cuenta las cosas extrañas que han
pasado en tu casa durante estos días, es una posibilidad que deberías tener
presente.
-Parece que estás muy bien
informado de todas las cosas que han pasado en mi casa en estos días – comentó
Candy con un tono de sarcasmo.
-He estado…atento de todo.
-¿Tú provocaste el incendio en
las caballerizas?
-¡No! ¡Claro que no!
-Me es difícil creerte, Neal.
-Lo sé. Candy, lo sé, solo
escúchame por favor, es lo único que pido. Aunque, si bajaras esa pesada llave que levantas como
si fuera un rifle, también te lo agradecería.
-Prefiero mantenerla conmigo
mientras te escucho.
-De acuerdo, Candy, como
prefieras. Verás, hace un par de meses Eliza llegó muy emocionada a mi casa
para contarme su nuevo plan que había formado para fastidiarte. Lo contaba como
“el plan” con el que finalmente saldaría viejas rencillas contigo, pero
necesitaba mi ayuda claro, para realizar el trabajo sucio, como siempre. Me
negué a escucharla, aunque ahora me arrepiento ya que no conozco los detalles
específicos de su plan, pero a mí solo me preocupaba la salud de mi esposa, no
tontos pleitos de cuando éramos unos adolescentes. Eliza enfureció como nunca
la había visto y abandonó mi casa sin decirme una sola palabra.
Semanas después mamá me llamó,
estaba llorando y sumamente angustiada. Eliza había desaparecido y mamá no tenía
idea de dónde encontrarla. Me contó que en los meses anteriores Eliza había
actuado de una manera muy extraña, dilapidando la herencia que le había dejado
la Tía Abuela Elroy en gastos que no tenían lógica alguna, servicios médicos,
detectives privados y grandes sumas de dinero a nombre de una bailarina de
cabaret retirada. Samantha Schiffer.
-¿Pero cómo….?
-Todo esto lo descubrí esculcando
entre sus cosas después de que mi hermana se marchara. Créeme Candy, lo último que
deseaba en esos momentos era inmiscuirme en la nueva locura de Eliza, pero mi
madre estaba desesperada, temía que esa gente extraña con las que mi hermana
sostenía reuniones clandestinas a altas horas de la noche le hubiesen hecho
daño. Así que seguí investigando, contacté al detective privado con el que ella
había estado trabajando y fue así como descubrí la investigación que éste le
había entregado sobre Escocia y específicamente sobre ustedes.
-¿Qué contenía esa investigación,
Neal? – Preguntó Candy sin poder evitar que un intenso escalofrío la sacudiera
de pies a cabeza.
-Todo. Ubicación de todas sus
propiedades, los negocios que dirige Terry, rutina familiar detallada, cuántos
empleados tenían en la casa, fotos del Castillo, incluso leyendas y mitología
del lugar. Entonces comprendí que Eliza estaba hablando muy enserio cuando
decía que tenía un plan para acabar con ustedes. Y me dispuse a venir aquí,
para advertírtelo, pero nunca logré comunicarme contigo.
-No lo entiendo Neal, ¿qué
razones tendría Eliza para invertir tanto tiempo y recursos solo por molestarme
como cuando éramos unas niñas?
-Mi hermana vive en el pasado,
Candy. No tiene nadie en quién enfocar sus energías, para bien ni para mal.
Sigue culpándote de todas sus desgracias, y nunca superará el hecho de que toda
la herencia de la familia Andrew haya terminado en manos tuyas, y de tu hijo.
-Neal, esas son cosas que no
estuvieron en mis manos.
-Pero no deja de ser curiosa la
forma en que ocurrieron, ¿no lo crees, Candy? Te quedaste con el hombre que
ella deseaba y con el dinero que ella tanto añoraba. Y lo que siempre la
desquició fue el hecho de que tú ni siquiera desearas esas cosas, que no las
necesitaras para ser feliz, pero al mismo tiempo las apreciaras más.
-Discúlpame, Neal, pero si me
parece increíble que después de tantos años Eliza continúe con esta estúpida
rivalidad para conmigo, me parece todavía más increíble que tú, quieras o
pretendas ayudarme. ¿Cómo saber que lo que dices es cierto? O peor, ¿Que tu
presencia aquí no sea parte del plan que tiene Eliza para perjudicarnos? ¿Por
qué debería creerte?
- Porque yo ya he perdido demasiado
como para arriesgarme por una absurda venganza, Candy.
-Explícate.
-No sé qué tan cierto sea –
suspiró- que el amor te hace ver las cosas distintas. Lo único de lo que estoy
seguro es que mi esposa, Loise es lo mejor que me pudo haber pasado en toda mi
vida. Finalmente comprendí que la felicidad no es tener todo lo que quieras o
siempre lograr salirte con la tuya, porque mi felicidad es llegar mi hogar y verla. Pero en cambio para ella,
el estar conmigo solo le ha causado sufrimiento y pérdidas dolorosas. Ella
quería tener una familia conmigo, pero su sueño de ser madre se ha visto…
-Annie me comentó algo al
respecto – era evidente que aquel tema resultaba demasiado doloroso para Neal, así
que Candy quiso ahorrarle el trauma de tener que recordar otra vez las
terribles muertes de sus hijos – lo lamento.
-Te lo agradezco, sé que eres
sincera. Ha sido horrible para todos, pero más para ella. Aun así, Loise se
niega a dejarme, yo ya lo habría hecho hace tiempo si estuviera en su lugar.
Los doctores, ellos dicen que el problema con nuestros hijos puede ser por mi
sangre, no lo dudo ni por un instante. Mi sangre debe estar podrida, maldita
por todas las atrocidades que mi hermana y yo hicimos en el pasado, tal vez por
eso Eliza nunca se casó y tal vez por eso es que yo debería desistir de la idea
de tener descendencia. ¿Qué bien le haría al mundo tener hijos con la sangre
Leagan? Después del último aborto donde su vida corrió grave peligro, le pedí a
Loise que se marchara, que se fuera y buscara intentar hacer su vida con otro
hombre, que pudiera cumplirle su deseo de ser madre, un hombre que en verdad
mereciera su amor.
-Neal, no deberías de ser tan
duro contigo mismo. Las complicaciones en el embarazo son algo relativamente
común, eso no quiere decir que sea tu culpa.
-¡No, Candy, no se trata de eso!
Loise lleva sus embarazos bien, sin ningún contratiempo. ¡Mis hijos han nacido!
Pero no logran sobrevivir, les falta el aire, sus pulmones nunca se inflan y
todo es porque mi sangre envenena sus pequeños cuerpos, ¡es tóxica! He visto
morir a mis tres hijos sin poder hacer absolutamente nada por ninguno de ellos.
Por mi mente no deja de rondar el pensamiento de que esa es la manera que Dios
tiene para castigarme por todas las cosas terribles que hice en el pasado.
-No digas eso, Neal. Dios nuestro
señor jamás con la vida de seres inocentes.
-No lo sé Candy, ya no sé qué
creer. Pero no quiero arriesgarme, si en mis manos está resarcir un poco el
daño que mi hermana y yo te hicimos, o por lo menos evitar que ella lo siga
haciendo, espero que Dios lo tenga en cuenta y me permita esta vez, conservar a
mi hijo, y a mi esposa.
-De acuerdo, supongamos que te
creo. ¿Qué pruebas tienes de todo esto que me acabas de decir?
-¿Qué?
-¡Pruebas! Esa investigación que
dices encontraste en el cuarto de Eliza o cualquier otra cosa que demuestre que
lo que me acabas de contar es cierto.
-Tienes… tienes mi palabra.
-Terry necesitará mucho más que
eso para creerte, ¡qué digo para creerte! Para siquiera dignarse a escucharte.
-¡De acuerdo, de acuerdo! –
Aceptó un alterado Neal Leagan. – Te conseguiré las pruebas que quieres, algo
he de tener, pero tú habla con Terry, por favor. Habla con él para que logré escucharme cinco
minutos sin arrancarme la cabeza. Y, Candy, tengan mucho cuidado.
-Lo tendremos. Ahora por favor
vete de aquí
Le faltaban fuerzas para regresar
a casa, sentía el estómago revuelto y el dolor de cabeza amenazaba con atacarla
de un momento a otro. Decidió tomarse cinco minutos después de que Neal se
marchara para asimilar todo antes de regresar a su casa, aunque tal vez hayan
sido veinte, o más, nunca lo sabría. Eliza estaba detrás de todo esto, como
siempre lo había sospechado Terry; y ella, se mentiría a sí misma si dijera que
aquel pensamiento no había pasado por su cabeza, pero, ¿por qué? “Mi hermana
vive en el pasado, Candy”. Aquello era cierto, Annie, Archie, Patty, incluso
Neal, habían seguido el curso de sus vidas con propósitos bien definidos pero
sobre todo con amor en sus vidas. Ella y Terry habían logrado superar muchos
obstáculos y formar una familia hermosa y estable, pero Eliza…
¿De verdad era sincera la ayuda
de Neal? Poner la vida de su esposa y sus hijos como “garantía” era demasiado
para tratarse de un simple juego, de todos modos, sabía que sería difícil
convencer a Terry de aquello. Samantha… sería la primera persona a la que enfrentaría,
incluso antes de hablar con Terry, le diría que ya estaba al tanto de todo, que
ella no era más que una marioneta que seguía las ordenes de Eliza Leagan y le
exigiría saber cuáles eran los detalles de su perverso plan, para después
correrla de su casa de una vez y para siempre.
Comenzaba a oscurecer y la tarde
se tornaba extrañamente fría. Parecía que había tardado más tiempo del que ella
misma imaginaba. El automóvil familiar ya se hallaba de vuelta en casa, lo que
significaba que Archie y su familia ya estarían de regreso. Y al subir las
escaleras del castillo, los gritos alterados de Terry le indicaron que su
esposo también había vuelto, y bastante molesto.
-¿Qué niñera?
-La que ustedes contrataron.
-¡Nosotros no hemos contratado a
ninguna niñera!
-Señor, la chica estuvo ayudando
en la casa toda semana, parte del personal temporal que contrataron para la
fiesta.
Aquella conversación que sonaba
más a un violento reclamo hacia su fiel mayordomo, le resultaba a Candy extraña
y al mismo tiempo alarmaba su corazón.
-¡Mamá, por favor, trata de
recordar! ¿Te dijo su nombre, cómo era?
-¡No lo sé, Terry! – Eleonor
lloraba desconsolada, las cosas se escuchaban cada vez peor – Una chica normal,
traía el uniforme como las demás empleadas, más o menos la misma edad de Candy.
Es todo lo que recuerdo.
-¿Te dijo su nombre?
-No. Era muy amable y…
-¿Qué ocurre? – preguntó Candy
con un terrible temor en su corazón.
-¡¿Dónde estabas Candy?! – Terry
estaba furioso, Eleonor continuaba llorando y Annie también tenía lágrimas en
los ojos.
-¡Por Dios Terry dime qué está
pasando! ¿Mi hija, dónde está mi Julieta? – Nadie se atrevía a mirarla a la
cara - ¡Alguien dígame dónde está Julieta!
-Se la llevaron. – Su corazón se
detuvo por un segundo, ¡no! Seguramente había escuchado mal, Julieta no… - Una
“niñera” – Terry se adelantó a su pregunta - que nadie sabe quién demonios es, ni
de donde salió, fue por ella cuando mi madre se hartó de esperarte, pero ni
Julieta, ni la supuesta niñera, regresaron. Ahora respóndeme, Candy, ¿dónde,
maldita sea, estabas? ¡SE SUPONE QUE TÚ DEBÍAS CUIDARLA!
Comentarios
Publicar un comentario