Esperanza - Capítulo 2
-¿No le vas a creer, verdad
Candy? ¿Candy?
Sorprendida quedaba corto para
describir su sentir después de la inesperada llegada de Samantha y del pequeño
Mathew, y por supuesto, de aquella tremenda revelación. Afectada, sacudida, a
punto del colapso nervioso, eran términos que se acercaban más a su estado
emocional en estos momentos, y unas inminentes ganas de llorar.
Pero Terry no sufría ninguno de
aquellos sentimientos, Terry simplemente estaba furioso.
-Le comento, señora Schiffer, que
tengo un pésimo sentido del humor, sobre todo, si de bromas de mal gusto se
refiere. –Dijo un Terry mal encarado después de las impactantes declaraciones
de Samantha.
-No se trata de ninguna broma
Terry, sino de una inminente verdad, Mathew es tu hijo y…
-¡Yo no me acuerdo en absoluto de
ti! – Terry no estaba dispuesto a escuchar lo que él consideraba, una sarta de
mentiras.
-Me ofende, pero no me sorprende,
Terry. Por aquel entonces bebías demasiado, me sorprendería que recordaras algo
que no fuera penumbras y visión borrosa. Pero te aseguro que compartimos el escenario,
y la cama varias veces.
Los ojos de Terry refulgían de
coraje, en cambio Samantha parecía totalmente complacida. Candy apenas y podía
respirar.
-Voy a refrescarte la memoria,
querido. Acababas de casarte con Susana después de aquel desagradable accidente
que todos tuvimos la desdicha de presenciar, aunque confieso, que la parte
competitiva de mí se sintió un poco aliviada. Susana opacaba a todas las demás que
deseábamos saltar a escena y aquel accidente que, digamos la quitó de en medio,
representaba una excelente oportunidad laboral. Tú carrera comenzó a ir en
ascenso cuando lograste recuperar el papel de Romeo, pero tu vida personal era
un desastre. Una noche, todos los miembros del staff asistimos a una fiesta y,
bueno, ayudados por el buen vino y el buen ánimo, pasó lo que tenía que pasar
entre nosotros.
Suceso que se repitió en
repetidas ocasiones, aunque claro, yo no me hice ningún tipo de ilusiones. Además
del evidente hecho de que estabas casado, que te gustaba coleccionar
admiradoras, no dejabas de hablar de ella. –Señaló a Candy sin el menor recato-
Lo mucho que la extrañabas, cuánto la habías buscado, y la manera tan vil en
que te había traicionado cuando tuvo un hijo con otro. Comprenderás que esa
clase de plática post coital puede resultar aburrido para cualquier chica y
creo que nunca le agradé lo suficiente a Nicolas Strauss, dado que siempre me
mantuvo en papeles secundarios, así que cuando surgió una oportunidad de
realizar una gira teatral con una compañía de reciente creación no lo pensé dos
veces, supuse que no me ibas a extrañar, pero nunca creí que me olvidarás por
completo.
Semanas después, cuando la compañía hizo una
parada en Memphis, tuve tiempo de buscar un médico para tratar esas terribles
nauseas que no me dejaban en paz, para mi sorpresa descubrí que estaba
esperando a Mathew.
-A ver, juguemos por un momento a
que esa absurda historia es cierta. Me sigue pareciendo demasiado curioso que
hayas decidido justo este momento, casi diez años después, para hacer acto de presencia. ¿Por qué hasta
ahora? ¿Por qué nunca trataste de comunicarte conmigo antes?
-¡Oh claro que lo intenté! Te
mandé docenas de cartas, pero no contestaste a ninguna. El embarazo de Mathew
fue delicado, no pude moverme de Memphis hasta después del parto. Me presenté
en tu casa una ocasión pero Susana y su madre me corrieron, además de lanzarme la amenaza de no volver a
poner un pie cerca tuyo si no quería salir lastimada, o que lastimaran a
Mathew. Como comprenderás – dirigió la mirada hacia Candy - ese es un peligro
que ninguna madre está dispuesta a correr, así que me mantuve lejos. Al poco
tiempo la noticia de la muerte de Susana se regó como pólvora pero para cuando
intenté buscarte nuevamente, descubrí que te habías retirado del teatro para
irte con quien, según las malas lenguas, había sido la causante de la muerte se
Susana, aunque claro, yo conocía mejor que nadie cuál era la verdadera
historia.
-¿Y cómo fue que supiste dónde
encontrarme ahora?
-Preguntando se llega a Roma,
querido Terry.
-Esa no es una respuesta
convincente.
A Terry nada de eso le sonaba
convincente. Pero a Candy toda aquella historia la tenía muy intranquila,
incluso pasado las horas después de aquella curiosa entrevista, en la
tranquilidad de su confortable
habitación, seguía recreando la escena una y otra vez, preguntándose las
posibilidades que habría de que aquel niño fuese…
-¿Qué razón tendría para
mentirnos?-lanzó dicha pregunta sin atreverse a voltear a ver a Terry que a
espaldas suyas, sujetaba la segunda copa de Coñac de la noche.
-Dinero, que sea una mentirosa
patológica o simplemente pretender amargarnos la vida un rato. Cosa que al
parecer está consiguiendo.
-En ningún momento Samantha ha
pedido dinero, Terry.
-Claro que no, todavía, pero
pronto lo hará. Estoy seguro de que primero quiere cerciorarse de cuántos
bienes materiales poseemos en realidad, no se va a arriesgar a pedir menos de
lo que pueda conseguir. ¡Y tú le facilitaste la tarea demasiado al permitir que
se quedaran aquí!
-¡Terry! No iba a echar a ese
niño a la calle a media noche.- Por fin lo encaraba frente a frente.
-Candy… a veces tu buen corazón
me exaspera.
-Respóndeme algo, Terry…
¿Recuerdas con exactitud, a cada una de las mujeres con las que estuviste durante esos
años?
Terry se pasó la mano por el
cabello desesperado - ¿Quieres la verdad?
-Sí. Sin importar cuánto duela.
-No. Siendo completamente honesto
– resopló - no recuerdo a ninguna.
-¿O sea – Candy de antemano
sabía, que aquella pregunta no podía tener ninguna respuesta moderadamente
aceptable, pero de todos modos, no dejaba de doler- que para ti solo fueron qué?
¿Cuerpos sin ningún rostro? ¿O siquiera un nombre que te dignaras a recordar?
-Pretendes que peleemos Candy,
pero no lo pienso caer en dicha trampa. ¡No te voy a dar ese gusto! ¡Y sobre
todo no voy a permitir que esa mujer logre su cometido! Desestabilizar a mi
familia. Lamento haberme exaltado, mi vida. – Se levantó para poner las manos
sobre los hombros de su amada esposa.- Candy, tú lo sabes, en aquel entonces yo vivía
solo porque respiraba. Pero por dentro estaba muerto. Me movía como un
autómata, no sentía, no pensaba y actuaba como un completo imbécil.
¿Satisfecha? Sé que sueno como un patán al decir esto, pero la verdad es que
ninguna de esas mujeres me interesaba en realidad, no les prestaba atención.
Para mí solo eran…un fallido intento por
sustituir a quien había perdido, tú.
Pero te voy a decir a quienes sí recuerdo con
exactitud: a todos y cada uno de mis compañeros de la compañía Stanford;
tramoyeros, maquillistas, escenógrafos, asistentes de director y demás
personal. Y te aseguro que esa mujer jamás fue miembro de la compañía, mucho
menos compartió escenario conmigo.
-Eso no quiere decir que no te
haya conocido y que pudieron tener…
-Pero eso quiere decir que empezó
mintiendo, Candy, y sí miente en eso
miente en todo.
-Pero sabe demasiados detalles
sobre tu vida, Terry. De nuestra vida.
-¿Qué detalles? Dónde trabajaba,
cuántas obras hice, que Eleonor es mi madre. Cualquier fanático del teatro sabe
eso. Que estuve casado con Susana Marlow, pero que era un mujeriego. Eso
tampoco era un secreto. Que antes de todo eso me casé contigo, tuvimos un hijo,
hecho del que yo me enteré muchos años después.
Que te busqué por muchos años y que cuando al fin te encontré renuncié
al teatro y venimos a Escocia a retomar nuestra vida en familia. Te recuerdo
que la madre de Susana se dedicó a dar entrevistas a diestra y siniestra a cuanto
medio de información estuviera dispuesto a pagarle. La información que esa
mujer tiene no es ningún misterio, Candy, pudo obtenerla siguiendo los
periódicos o incluso de la propia señora Marlow o de la misma Eliza.
-Terry, tú mismo acabas de decir
en la mañana que tiene años que no sabemos nada de Eliza o de la madre de
Susana.
-Mala hierba nunca muere, mi
cielo. Y no descartaré ninguna posibilidad hasta no estar seguro de dónde salió
esa tal Samantha.
-Pero…
-¿Pero qué Candy? De acuerdo,
duda lo que quieras, estás en tu derecho ¿Necesitas pruebas de que esa mujer miente?
Te las voy a conseguir, mi vida, lo juro.
-No es solo eso, bueno sí. Pero, lo que me refiero es, el niño, Mathew, el cree
que tú eres su padre. ¿Por qué su madre le mentiría sobre algo tan importante?
-¡Porque la gente así es, Candy!
Deja de pensar que todos son igual de honestos y bien intencionados que tú. Hay
personas crueles, mentirosas y ambiciosas. Te puedo recordar a varios que hemos
conocido. Y ahora que mencionas al niño, eso es la prueba más importante para
mí.
-¿Qué cosa?
-No siento que sea mi hijo.
-Terry, lo acabas de conocer. No
puedes desestimar un hecho basado en una simple corazonada.
-Con Alex fue instantáneo. Y a él
nadie vino a imponérmelo o a contarme que era mi hijo, todo lo contrario, tú me
lo negabas. Pero desde el primer momento en que lo vi, algo me atrajo a él.
Algo magnético y poderoso imposible de describir…y de negar. Supe que era mi
hijo, aún antes de que tú me lo confirmaras y nada ni nadie logró hacérmelo
dudar jamás. Así como nadie podrá convencerme, de que ese niño sea algo mío.
-Pero Terry, no puedes desechar
así como así que esa sea una posibilidad.
-Y tú no puedes dar algo por
cierto basado en la palabra de una mujer que sabe Dios de dónde habrá salido y
cuáles sean sus objetivos. Por favor Candy deja ya de poner pretextos. Mira-
tomó sus manos y después de besarlas con delicadeza, prosiguió- sé que no me
crees, y que tal vez, tengas derecho de dudarlo. ¿Quieres pruebas? Las
conseguiré, solo te pido-suplicándole con cada beso- que por favor no te alejes
de mí. No dejes que esa mujer abra una brecha entre nosotros. Esta es solo una
prueba más, mi amor. Hemos pasado peores, pero para poder salir avante, debemos
estar juntos, como hasta ahora. Te prometo que moveré cielo, mar y tierra para
llegar al fondo de todo esto, confía en mí, Candy.
Y cuando Terry se proponía algo,
se ponía en marcha de inmediato. Esa seguramente era a razón por la que Candy
no despertó con los tiernos besos de su esposo como todos los días, desde que
vivían juntos en aquel viejo castillo. Aun así, no podía evitar sentirse un
poco abandonada y muy preocupada.
Temía lo que pudiese pasar. Si
como Terry suponía, Samantha mentía, solo podía significar dos cosas. La
primera, que Samatha era peligrosa y llegó con toda la intención de perjudicar
a la familia, ¿pero perjudicarla hasta qué punto? Esa duda no la dejaba
tranquila. La segunda opción era, que para ser capaz de conocer tal cantidad de
detalles e información en torno a ellos,
seguramente habría recibido ayuda, ¿de quién? De alguien cercano a ellos,
alguien que los estaba traicionando.
Había una tercera posibilidad y
esa era que… lo que Samantha decía fuera cierto. Terry había aceptado no
recordar si quiera el rostro de las mujeres con las que compartió aquella
oscura y desenfrenada época en su vida, cuando estuvo separado de Candy. Lo que
dejaba un amplio sentimiento de incertidumbre en el corazón de Candy. Y si en
verdad ese niño fuera su hijo ¿qué hacer? ¿Cómo proceder? El niño no tenía la
culpa de nada, eso estaba claro. Dinero y un apellido no bastaría, los niños
necesitan amor, atenciones y sentirse parte de una familia. Eso implicaba la
presencia constante, latente y para siempre del niño, y de la madre.
Cualquiera de los panoramas le
quitaba los ánimos esa mañana. Además estaba el asunto de cómo lograr explicarles
a sus hijos, la presencia de aquel supuesto hermano aparecido de la nada. Bueno
tal vez, una pijamada matutina, con un desayuno que incluyera panqueques y
leche recién ordeñada, en cama de mami, pudiera ayudarles a mejorar el ánimo.
Apenas estaba buscando en su
interior fuerzas para ponerse de pie y comenzar a preparar el desayuno, cuando
los gritos desgarradores de Julieta la hicieron salir corriendo en su auxilio.
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