Esperanza - Capítulo 5

 

-¿Terry sigue siendo tan apasionado en la cama como lo recuerdo?

-¿Perdón?- tuvo pánico cuando creyó que era Terry, quien la había descubierto después de que el chofer abandonar el castillo con el mensaje que ella le enviara a Neal. Fue por ese miedo, que en un principio no entendió las molestas palabras que Samantha le dirigía esa mañana.

-Curiosidad. –Contestó Samantha con una sonrisa que le abarcaba todo el rostro - Hay que reconocer que los años le han obrado estupendamente, está guapísimo. Y si continúa siendo tan bueno en la cama, como en mis tiempos, ja, ja, ja. Entiendo perfectamente que le hayas perdonado todo… o lo sigas haciendo. Al igual que lo hacía Susana.

¡Vaya forma de empezar el día! Ahora no le parecía tan buena idea haber impedido que Terry echara a Samantha y a su hijo de la casa la misma noche que aparecieron. Samantha estaba instalada y se le notaba nula intención de marcharse, pero sí muchas ganas de incomodarla. -Mi relación matrimonial no es algo que piense compartir contigo, Samantha.

-Créeme Candy, ya lo hemos compartido. ¿No te parece un tanto irónico? Susana estaba felizmente casada con Terry, cuando apareciste tú, con la noticia que él y tú tenían un hijo, y mírate ahora. Con razón dicen que todo en esta vida se regresa.

-¿Quién te envió, Samantha?

- Si alguien me hubiera “enviado”, Candy,  no me habría demorado tanto tiempo en reunir el dinero suficiente para pagar este viaje.

-No deja de sorprenderme que nos hayas encontrado con tanta facilidad.

-Se apellidan Grandchester y viven en un castillo. Digamos que son un blanco bastante fácil de localizar.

“Un blanco bastante fácil de localizar”. Así se sentía desde que Samantha había aparecido, asediada, acosada, y en constante peligro, ella, su matrimonio. Y sus hijos.

-Te voy a pedir un favor, Samantha. Terry está muy consternado por el accidente que tuvo Julieta y bastante contrariado por el hecho de que tu hijo se encontrara presente cuando ocurrió. Así que, por favor te ruego que lo vigiles, y te asegures de que se mantenga alejado de mi hija.

-Es su hermana, Mathew siente curiosidad por estar con ella. Llámalo, amor de hermanos, si quieres,

-¿Por qué están aquí? – Había preguntado Alex la tarde anterior, pero su pregunta no correspondía a “simple curiosidad”, como Samantha aseguraba que Mathew sentía. Al igual que Terry, Alex se encontraba muy alterado por la caída que Julieta había sufrido, y pedía, ¡no! Exigía saber qué razones imponían la presencia de aquel par en el castillo. Fruncía el entrecejo elevando la vista hacia sus padres, era tan parecido a Terry, que el ver reflejado su propio rostro juvenil lleno de dudas hacían tambalear la moral de su progenitor.

-Tienen una misión, la cual todavía no descubrimos en qué consiste.

-Esa señora… esa señora dice que Mathew es mi hermano. ¿Cómo puede ser eso posible, papá?

- Se trata de una vil mentira, Alex.

-Sí es una mentira, ¿por qué siguen aquí, papá?

-Es una mentira, que resulta un tanto difícil de refutar.

-¿Difícil de refutar? Tú estás casado con mamá, ¿cómo podrías tener un hijo con esa señora?

-Alex, cielo. No deberías acosar a tu padre con…

-¡Respóndeme papá!

-Hijo, algún día comprenderás…

-Quiero comprenderlo ahora –Alex no soportaba las mentiras, ni las verdades a medias. 

-Hay cosas… - a Terry le costaba encontrar las palabras adecuadas, pero sabía que su hijo no desistiría hasta recibir una respuesta medianamente convincente – hay cosas de nuestro pasado, de mí pasado, que tú no conoces y que no conocerás hasta que tengas una edad adecuada.

- ¿Cosas que ocurrieron cuándo mamá y tú estuvieron separados?

-Sí, hijo, durante ese horrible periodo.

-Recuerdo que una vez en el zoológico me dijiste que mamá y tú estuvieron separados por culpa de mentiras y engaños. ¿Mentiras y engaños de quién, papá? ¿Tuyos?

-¡Basta ya, Alex! ¡Soy tu padre y exijo que me respetes, así como respetes que hay hechos y situaciones que por tu edad no puedes comprender!

-¿Qué no puedo comprender o que no me quieres decir?

-¡Alex, suficiente!

Las respiraciones de padre e hijo resonaban por lo largo de la habitación, toscas y pesadas. Alex apretaba los puños y miraba desafiante a su padre, su educación le dictaba que debía callar, que debía obedecer, pero las dudas que se asomaba por su mirada pedían a gritos una respuesta.

Terry trataba de aparentar serenidad y decisión, pero Candy sabía que en el fondo, su esposo se encontraba incluso más afectado que su hijo. A su mente debían de estar llegando, como una avalancha,  todos aquellos traumas infantiles padecidos a lo largo de los años; cuánto odiaba que el duque le ocultara la verdad, que tomar decisiones que lo afectaban directamente a él sin siquiera consultárselo,  o peor aún, que ignorara sus necesidades, y como, por muchos años no pudo dejar de asociar el rostro de su padre con un sentimiento de absoluta decepción.

-Prefieres ocultarme ciertos “detalles” de tu vida, porque consideras que no soy más que un niño pequeño y tondo, incapaz de entender. Pero no contabas con que esos “detalles” un día se presentarían en la puerta del castillo.

Y se marchó, sin prestar atención a las órdenes de su padre, urgiéndolo a que regresara a la habitación.

 Camareros, jardineros, floristas y hasta un zoológico en miniatura, comprendían la enorme lista de pendientes por revisar a pocos días del cumpleaños de su hija. A pesar de que Annie le colaborada en la mayor parte de los preparativos, la tarea no resultaba nada fácil para Candy esa mañana.

Samantha no dejaba de rondar por toda la casa y sin ningún reparo, preguntaba a tal o cual proveedor el precio de sus servicios, haciendo cuentas mentales sobre todo el dinero que Terry despilfarraba en el cumpleaños de su amada hija. Los dependientes, un tanto desconcertados por la intensidad de sus preguntas y suponiendo que aquella mujer seguramente era algún miembro allegado de la familia, dada la propiedad con la que se movía por el castillo, respondían solícitos a cualquier interrogante, incluso llegando a sugerir que si a la señora le parecía que debiesen cambiar tal o cual decoración, ellos lo harían de inmediato; hecho que exasperaba a Annie  y sumía en total depresión a Candy.

-No es de tu incumbencia cuánto decida gastar Terry en festejar el cumpleaños de su hija – la encaró Annie furiosa cuando consideró que la altanería y cinismo de Samantha habían sobrepasado todo límite.

-No me malentiendas querida Annie, no juzgo el presupuesto del que Terry dispuso para la fiesta de Julieta, todo lo contrario, creo que cualquier niño es merecedor de una fiesta de tales magnitudes, especialmente si por desconocimiento del progenitor el niño es cuestión sufrió de privaciones y penurias en sus primeros años de infancia. Como ocurrió con nuestros primogénitos, ¿no lo crees, Candy?

-Esa tipa es insufrible – expresó Annie furiosa.

Y aunque Candy coincidía con la opinión de Annie, la tensión de aquella mañana no correspondía a la extraña presencia de Samantha, y mucho menos a los preparativos de la fiesta. Se había ganado un intenso dolor en el cuello propiciado, ella suponía, por voltear cada poco segundos hacia la puerta de servicio, esperando que el chofer regresara con la respuesta al mensaje que había enviado a Neal, y a la par, vigilando la puerta de entrada en espera de ver a Terry atravesarla, y rogando al cielo porque ambos hombres no llegaran al mismo tiempo.

Cerca de las cuatro de la tarde, el chofer se acercó a Candy de forma sigilosa.  -Señora- y sin esperar una respuesta de la aludida, le entregó un pequeño sobre blanco y se marchó.

“Te espero en la posada del pueblo a las seis. Ven sola. Neal Leagan.”

“Ven sola”. Bueno, ir con Terry era una posibilidad que quedaba completamente descartada, pero la idea de ir sola tampoco la dejaba tranquila. Contrario a lo que Terry pudiera pensar, ella tampoco olvidaba la última vez que estuvo con Neal a solas, ni hasta dónde era capaz de llegar, Neal no tenía límites morales algunos.  

¿Y él? ¿Estaría solo? ¿En realidad se trataba de Neal Leagan? Solo había enviado al chofer a dicha posada porque Annie le dijo que Neal se hospedaba ahí, pero fueron tantos sus nervios esa mañana que olvidó siquiera brindarle una descripción física a su fiel empleado sobre el destinatario de tan misterioso mensaje. Sería mejor preguntarle para estar segura si la descripción del hombre que le envió a nota concordaba con la de Neal, o por lo menos con el Neal que ella recordaba. Si había podido percatarse si estaba solo o alguien le acompañaba o si le había dicho algo, cualquier cosa que la pudiera ayudar ¿Pero qué pensaría aquel hombre cabal y responsable, que había servido fielmente en el castillo durante tantos años, cuando la señora de la casa envía misteriosa correspondencia a espaldas de su marido y recibe semejante respuesta?

“Te espero en la posada del pueblo a las seis. Ven sola. Neal.”

Seguramente aquel hombre estaría pensando que la señora de la casa tenía un amorío. ¡Qué horror! Se estremeció al imaginarlo compartiendo sus impresiones en los jardines o en la cocina del castillo, el rostro de impresión y decepción del resto de los empleados. La señora Kersh… y casi pierde el aliento al imaginar que un rumor como ese llegara a oídos de Terry.

Terry…

Podía pedirle a Archie que la acompañara. Archie, con tal de protegerá y asegurar su seguridad, no se negaría a acompañarla aunque no estuviera del todo de acuerdo con su proceder. Pero si Terry descubría que Archie la había ayudado, lo sentiría como una traición que jamás le perdonaría. Y entonces la buena relación que su esposo y su mejor amigo habían formado a lo largo de estos últimos años, se echaría a perder, poniendo en riesgo incluso el amor y compañerismo que los hijos de ambos matrimonios compartían.

“Puedes pedirle a Annie que te acompañe” pensó. ¿Y dejar a Alex y Julieta solos con Samantha y su hijo rondando por todo el castillo? Terry le había advertido que no quería que le ocurriera ningún tipo de “accidente” a Julieta, si le llegaba a pasar algo a la niña, y se enterara de motivo de su ausencia… bueno, creía conocer a Terry enojado pero tratándose de su hija, Terry perdía toda perspectiva.

Ni pensarlo, tendría que ir como Neal lo pidió…sola

Encargó a sus hijos bajo el cuidado protector de Annie, suplicándole, una y otra vez, haciéndola jurar por su vida que no le revelaría a Archie, ni mucho menos a Terry el motivo real de su ausencia. Annie. Temerosa, Annie le prometió que así lo haría, no sin antes, rogarle a Candy que tuviera muchísimo cuidado.

A hurtadillas llegó hasta el establo e castillo y lo más rápido que pudo, sin dejar de mirar sobre su hombro para descartar que alguien la siguiera, ensilló su caballo. Pero cuando estaba a punto de colocar su pie sobre el majestuoso animal, una voz bastante familiar la sorprendió desde el rincón más oscuro del establo.

-¿Piensas salir, cariño?

 Capítulo 4 - Capítulo 6

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