Esperanza - Capítulo 7
-Deberíamos discutir más seguido – comentó Terry con una
sonrisa de perversidad, después de darle un tierno beso en el hombro desnudo de
su esposa, cuando ambos trataban de recuperar las fuerzas recostados en la
cama.
Candy giró sobre su hombro y con los ojos entrecerrados le
lanzó a Terry una mirada que gritaba -No estoy de acuerdo. Aunque admito que el
resultado fue tan bueno como inesperado, no me gustó para nada la forma en que
me hablaste ésta tarde, ni las medidas tan drásticas que tomaste.
-Lo sé, Candy, lo sé. Pero mentiría si te digo que lo
lamento. Es decir, lamento y me disculpo contigo por haber perdido los estribos
y hablarte de ese modo, pero de ninguna manera lamento las acciones que tomé
por el bienestar de mi familia. – Volvió a acurrucarla en medio de su pecho - Fui
a buscar a Neal.
-Terry, -Candy cerró los ojos preparándose para lo peor - ¿no
habrás armado un alboroto, o sí? ¡Lo golpeaste!
-Esa era mi intención pero no tuve oportunidad. Abandonó el
lugar esta misma tarde.
-¿Regresó a América?
-No lo sé, mandé a investigar al muelle, pero nadie pudo
darme una razón respecto a si en realidad ha abandonado el país. Y eso es lo
que más me molesta. Si sus intenciones de reunirse contigo no eran malas, ¿por
qué huir?
-Tal vez por temor a que le partieras la cara, como acabas
de confesarme tenías deseos de hacer. Pero eso no es lo que te tiene
intranquilo.
-No. –Contestó Terry – Lo que me tiene intranquilo es precisamente
el no saber dónde está, si realmente regresó a su hogar de donde nunca debió de
haber salido, o si sigue aquí. Si sigue cerca, rondando, vigilando. Buscando su
oportunidad de hacernos daño. Detesto, sentirme así, incapaz de protegerlos.
Fue tan reconfortante despertar
entre los brazos de Terry, que por un instante creyó que los terribles sucesos
de los últimos días no habían sido más que un terrible sueño. Terry dormía
pacíficamente y ella sabía que en las últimas noches apenas y había logrado
conciliar el sueño. Prefirió dejarlo dormir y con sumo cuidado se liberó de su
abrazo para bajar a la cocina y tomar algún bocadillo mientras se organizaba
con la señora Kersh para preparar el desayuno; moría de hambre, la noche
anterior se había saltado la cena por falta de ánimos pero la deliciosa
actividad nocturna realizada con su enérgico esposo había menguado sus reservas
de energía drásticamente, pero al mismo tiempo, renovado su espíritu.
Pero al entrar a la cocina, su
alma volvió a sacudirse.
-Alex, ¿mi amor a dónde vas? –
Alex se encontraba mordisqueando pedazos de frutas que había encontrado en un
bol. Estaba perfectamente arreglado y con el maletín listo, su destino era
obvio.
-A la escuela.
-Pero, cariño. Tu padre y yo
habíamos hablado con el director de tu escuela para justificar tu ausencia esta
semana hasta que pasara la fiesta de tu hermana, dijo que no había ningún
problema, tus notas son muy buenas y podrías ponerte al corriente sin ningún
contratiempo. ¿Por qué no quieres quedarte en casa?
-Hay demasiadas personas en esta
casa, ¿no crees, mamá? Siento que me asfixio.
-Nunca antes la presencia de tus
primos te había generado molestia.
-Sabes que no me refiero a ellos,
mamá.
-Cariño, entiendo que esto es
difícil, para todos, pero necesitamos estar juntos.
-¿Para qué? Si ni papá ni tú me
quieren decir qué es exactamente lo que está pasando. Me tratan como si tuviera
la edad de Julieta.
La aludida acaba de hacer su
entrada somnolienta a la cocina, al percatarse de que su hermano estaba a punto
de marcharse, comenzó con su habitual reclamo matutino.
-Alex no va.
-Hazte a un lado, Julieta – y
sintiéndose tan dolida como desconcertada, mirando como Alex salía por la
puerta de la cocina, comenzó a llorar.
-¿Qué tiene la niña, Candy? –
Preguntó Archie al atardecer al observar que Julieta se negaba a participar en
los juegos con sus tres hijas – Ha estado muy callada, digo, nunca entiendo ni
la mitad de lo que dice, pero sé que le gusta hablar o por lo menos intentarlo,
pero hoy, mírala, ni siquiera quiere jugar con Annie o Candy.
-Alex la llamó Julieta – le
contestó Candy.
-¿Y? –Preguntó Archie que seguía
sintiéndose desconcertado - ¿No es ese su nombre?
-Sí, pero Alex siempre la llama
“July”, y le promete regresar pronto a casa. Ninguna de las dos cosas ha
ocurrido hoy. Ya es tarde, debía haber regresado hace horas.
Candy tenía la mirada perdida en
el hermoso jardín del castillo, donde los hijos mayores de sus amigos
vagabundeaban de un lado a otro. Al ser Alex el mayor, generalmente era quien
tomaba la iniciativa al momento de dictar qué jugar y cómo hacerlo. Los
gemelos, viviendo en una casa llena de listones y muñecas, veían a su primo
como poco más que un héroe. Aquella tarde también se sentían perdidos sin la
presencia de Alex.
-Perdón que me entrometa, Candy,
pero, ¿acaso el chófer no va por él?
-No Annie, hace un año o más,
Alex nos dijo que ya tenía suficiente edad para ir y venir solo a la escuela
sin necesidad de una “niñera”. Es algo voluntarioso, y, bueno, su conducta
siempre fue muy responsable para un niño de su edad. Decidimos dejarlo y,
aunque en ocasiones pasa a saludar a tal o cual amigo, nunca se había demorado
tanto.
-Ni siquiera fue a la escuela. –
Terry interrumpió en la sala un par de horas después, con los ojos desorbitados
y respirando de forma agitada a causa del terror.
-¿Qué? – gritó Candy quien
también había caído presa del terror.
-Envié al chófer a buscarlo ahí,
y el director le dijo que Alex no se presentó a la escuela. A nadie le extrañó
dado que tú y yo habíamos ido la semana pasada a la escuela para justificar su
ausencia. Justo hoy – exclamó Terry alarmado con la vista pérdida en la ventana
- ¡justo ahora! ¡Cuando no tenemos idea de dónde carajo se encuentra escondido
el idiota de Neal Leagan ni qué intenciones tenga! Justo hoy a mi hijo se le
ocurre actuar como un chiquillo irresponsable.
-Alex no es un irresponsable,
Terry. Pero ésta mañana, él estaba muy molesto – le confesó Candy.
-Y con justa razón, amigo,
disculpa que te lo diga. Deberías hablar con él.
-¿Y decirle qué, Archie?
-Todo.
-¡Por supuesto que no, Archie, Alex
es solo un niño!
-¿Un niño para qué, Terry? ¿Para
saber la verdad? Recuerda lo que pasó antes, si no eres tú quien habla con tu
hijo y le dices las cosas tal cual ocurrieron, alguien más lo hará, pero a su
manera.
Terry guardó silencio, buscaba
argumentos para debatir las palabras de Archie; pero en lugar de eso, una sincera
súplica brotó de sus labios.
-Primero ayúdame a encontrarlo, Archie,
te lo ruego, no puedo más con esta incertidumbre.
-Por supuesto, que te ayudaré,
Terry. Aunque no creo que tengamos nada de qué preocuparnos, seguramente Alex anda
conquistando jovencitas por todo el pueblo, en cualquier momento aparecerá y…
-Te casaste.
Tal cual vaticinara Archie, Alex
acababa de aparecer. De pie en la puerta del salón, su comentario atrajo la
atención de todos los presentes aunque nadie era capaz de entender el contexto
de su frase; lucía extraño, un tanto sucio, desaliñado, tan distinto a su
imagen siempre pulcra e impecable. Sus ojos estaban rojos y su rostro
desencajado, con evidentes marcas de haber estado llorando, pero él no se
percataba de nada ni de nadie. Su mirada y sus palabras iban únicamente
dirigidas a su padre.
-Alex…- Terry tenía la boca
abierta, tratando con todas su fuerzas de comprender, la actitud tan extraña de
su hijo.
-Después de casarte con mamá…tú…sencillamente
lo olvidaste y te casaste con otra mujer.
-Niños, vamos a jugar al patio,
¿quieren? Archie ayúdame, ¡Archie! – y aunque tardó en reaccionar, Archie
finalmente captó la indirecta de su esposa y tomando a Patty y Julieta en
brazos, abandonaron la habitación para darle a la familia la privacidad que
necesitaban.
-¿Por qué hablas así? – Candy no
había notado la extraña dicción de su hijo aquella noche debido al impacto que
le causaron sus reclamos; fue hasta que Terry hizo mención de dicho detalle que
ella cayó en la cuenta del arrastrar de sus palaras y la poca coordinación de
sus movimientos.
-Con una actriz…muy guapa.
-Alex…- Terry escudriñaba el
rostro de su hijo con ambas manos y en un acto que a Candy le extrañó ¡qué no
había sido extraño aquellos días! Se acercó para olerle el cabello - ¿bebiste?
-¿Por eso no querías estar con
nosotros? ¿Por eso tuve que quedarme en el Hogar de Pony?
-¿Por qué carajo bebiste? ¿Quién
te dio el alcohol? ¡Respóndeme! – Terry sacudía a su hijo con demasiada fuerza
como si con aquellos violentos ademanes pudiera arrancarle la respuesta.
-¡No! – Alex se liberó con violencia
de las manos de su padre - ¡Respóndeme tú a mí! ¿Qué hacías papá? ¿Qué hacías
mientras mamá trabajaba en el hospital día y noche y yo me criaba como un
huérfano?
-No sabes lo que estás diciendo,
es el alcohol hablando por ti. Prepárenle un café, ¡pronto! – Gritó Terry y sus
palabras causaron eco en el viejo castillo.
-Sé perfectamente lo que estoy
diciendo, papá. Tenías amantes, ¡muchas! Y bebías, por eso no puedes desmentir
que Mathew sea tu hijo, ¡porque te acostaste con Samantha y con muchas otras
mujeres!
-¿Quién te dijo todo eso?
-Bebías, viajabas, y disfrutabas
olvidando que tenías un hijo abandonado en un orfanato. ¡Olvidando! ¡Qué
idiota! ¡Ni siquiera querías conocerme!
-¡Alex eso no es cierto, yo no
sabía que tú habías nacido ni que estabas en ese lugar!
-¡Eso ya no te lo creo!
Seguramente rogabas porque alguna otra familia me adoptara y así deshacerte
para siempre de tu problema.
-¡Cállate, por favor!
- Y habría seguido por muchos
años más en ese lugar, de niños sin padres, sin nombre, de no ser porque Albert apareció y se encargó
de criarme.
-¡No te confundas, Albert NO te
crió! Él solo…
-¿Qué? ¿Te sustituyó?
-¡Cállate!
-¿Hizo el trabajo que tú no
podías?
-¡Te dije que te calles!
-¡¿Me dio el amor que TÚ
negabas?!
-¡Alex por última vez, cállate!
-¡DESEARÍA TANTO QUE ALBERT
HUBIERA SIDO MI PADRE!
El horror de esas palabras y el
odio con el que fueron expresadas parecieron congelar el tiempo. Los ojos de
Terry despedían fuego, pero Alex no se intimidaba, su alma también hervía.
Terry se abalanzó sobre él, y por un instante, por un horrible y eterno instante,
Candy estuvo segura de que Terry lo iba a golpear. Pero al llegar a lado de su
hijo, lo abrazó con mucha fuerza, hundiendo la cabeza del impetuoso adolescente
contra su ancho y sanador pecho.
Alex lloraba y lanzaba débiles
puñetazos al pecho de su padre. -¿Por qué papá, por qué? ¿Por qué no estuviste
conmigo? ¿Por qué no me querías? ¿Por qué con mi hermana todo ha sido tan
diferente?
El llanto terminó convirtiéndose
en arcadas, y estas pronto en un espeso vómito que Alex esparcía por la
elegante alfombra.
-Tranquilo, tranquilo Alex, está
bien. – Terry sostenía a su hijo con una sola mano, mientras que con la otra le
alejaba el hermoso y oscuro cabello del rostro- Vomita, después de eso te
sentirás mejor, hijo.
-Cariño, ven. –Candy intentó
tomar a su hijo en brazos.
-No Candy, permíteme, yo me
encargaré de él.
Habría deseado no dejarlos solos,
pero era un momento y una situación que debían resolver entre padre e hijo. Terry
pidió que le prepararan la tina de baño y una bebida caliente, a su hijo, y se
dispuso a atenderlo. Candy agradeció que Annie y las niñas regresaran al salón
y así disminuir aquella sensación de estar sola y a la deriva.
-¿Alex mal? – preguntó con los
ojos como platos la pequeña Julieta, a quien Annie sostenía en brazos.
-Tu hermano está un poco enfermo
mi amor, pero ya papá lo está atendiendo.
-Candy, ¿qué pasó?
-No lo sé Annie – las lágrimas la
atacaron sin poderlas frenar – no lo sé. ¿Podrías?
-¡Claro! – A pesar del tiempo y
la distancia, Annie no había perdido la habilidad de leerle el pensamiento. –
Yo me encargo de Julieta, no te preocupes Candy, ve a ver a tu hijo, y a Terry.
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