Stravaganza - Capítulo 14

 -¡Candice! ¡Candice! – La hermana Circe aporreaba la puerta de la habitación de Candy – la hermana Gray quiere verte, ¡de inmediato!

-¿Y ahora qué hice? – preguntó Candy al abrir la puerta, pero la hermana Circe pareció no escucharla, o por lo menos no le importó hacerlo.

"¿Qué tanto habría escuchado Neal Legan del reclamo que él le hiciera a Grandchester en el baño?" Anthony se atormentaba con esa pregunta una y otra vez mientras se dirigía corriendo a la oficina de la directora. "Seguramente todo", tal vez si se daba prisa, podría encontrar a Candy antes de que ingresara a la oficina de la directora y por lo menos advertirle de qué se trataba todo esto. Pero la suerte no lo beneficiaba esa noche.

-¡Te lo dije! – le sonrió Terry con una mano sobre el pomo de la puerta de la oficina de la directora.

-¡Espera! – Anthony impidió que Terry abriera la puerta - ¡por favor! – Pedirle a Grandchester un favor requirió hacer acopio de toda su fuerza de voluntad- tenías razón, la única que podría resultar perjudicada en todo esto, es Candy. Así que te suplico, cuida tus palabras, no digas nada que la afecte o podrían expulsarla.

-No te preocupes, "Anthony". No me interesa que expulsen a Candy, si lo hacen, ¿cómo podría volver a visitarla en su habitación? ¡Hermana, Gray, qué placer verla! – Gritó apenas ingresó a la oficina - ¡Hola! – Saludó con coquetería a una asustada Candy que mantenía la vista fija en sus pies. Anthony lo seguía, aún con el coraje provocado por aquel último e insolente comentario de Grandchester, pero por ahora, el destino de todos estaba en sus manos.

-Cierra la puerta – le ordenó la hermana Gray a Anthony – los he reunido aquí porque he sido informada de un desagradable incidente que involucra a ustedes tres

-Información que seguramente le fue proporcionada por Neal y Eliza Leagan – repuso de inmediato Anthony – puedo imaginarme qué clase de información fue, estoy acostumbrado a su manera de torcer y aumentar las cosas, hermana Gray, crecí con ellos.

-Lo que Neal Leagan me informó no tiene nada de exagerado ni torcido, al contrario, si se atrevió a comentármelo, aún a sabiendas de que eso podría ocasionarle problemas con ustedes, fue porque sintió que era su deber moral como estudiante y un entero apego por el cumplimiento de las reglas – Terry soltó una carcajada – actitud que ustedes tres deberían imitar. En fin. Neal me informó que Terry y tú sostenían una acalorada discusión por lo que, según Neal alcanzó a entender, Terry había irrumpido en el cuarto de Candice.

Candy sostenía el aliento, ¿cómo fue que Neal se había enterado? ¡Seguramente Anthony le había reclamado a Terry! Y ahora ella...

-Neal entendió mal. Yo no le reclamé a Terry por haber entrado a la habitación de Candy, sé que eso sería un acto tan ruin y criminal que ni siquiera él se atrevería a hacerlo.

-¿Entonces? ¿Quieres explicarme cuál fue el motivo de la discusión? – Insistía la hermana Gray.

- Le reclamé por haber ido a buscar a Candy al cuarto de descanso de las chicas a plena luz del día, enfrente de cientos de testigos, hecho que usted conoce a la perfección. Y al parecer es de dominio público en esta institución.

-¿Y qué motivos te orillaron a hacer tal reclamo? ¿Qué tipo de relación sostienes con Candy que te sientes con el derecho a hacerlo?

Su respiración era lenta, y pesada. Tenía que controlarse y calcular muy bien cada una de sus palabras. - Candy es el miembro más joven de la familia Andrew, -comenzó - familia de la cual yo también soy miembro, como tal, es mi deber velar por la seguridad e integridad física y moral de todos sus integrantes. Ni a mí, ni a mis primos Stear y Archie Corndwall nos agrada que Candy sea molestada por una escoria como Grandchester y dudo que al patriarca de la familia Andrew, el abuelo William le agrade en absoluto que su hija adoptiva sea fastidiada por un sujeto pendenciero y lleno de vicios.

-¿Nada más? – Preguntó la hermana Gray.

-Nada más. Como le dije, todo esto se trató de una terrible confusión. Pero me alegra que usted sea una directora justa e imparcial y nos haya permitido a todos dar nuestra versión de los hechos.

- Ya veo. – Era evidente que la explicación de Anthony no la convencía en lo más mínimo; pero la hermana Gray sabía que Terry no tenía filtros o siquiera consideración hacia los demás. Así que se dirigió directo a él. -¿Qué motivos tuviste para ir a buscarla?

-¿Qué no es obvio? ¡Por Dios, salta a la vista! – las palabras de Terry siempre llevaban un doble sentido. Candy había comenzado a sudar, le aterraba lo que Terry pudiera decir. Por ella, por la hermana Gray, pero sobre todo por Anthony.

-Sé claro – lo instó la directora.

-Fastidiar a Anthony Brown, me resulta sumamente divertido. Me había advertido con anterioridad, que "no quería verme cerca de Candy" y fue justamente lo que hice. La señorita White-Andrew no tuvo nada que ver con mi decisión, solo resultó víctima de un daño colateral.

-Ya veo – la hermana Gray se tomó un instante para reflexionar – me queda claro que ustedes dos nunca dejarán de pelar, a menos qué, el motivo de sus disputas se aleje de ustedes. Lo más prudente en este caso, será expulsar a Candy.

-¡No! – Gritó Anthony, Candy estaba petrificada.

-¡Por favor, hermana Gray, - dijo Terry con tono despreocupado - eso ni usted se lo cree! El problema soy yo, siempre he sido yo. ¿Cree que expulsando a Candy las peleas terminarán? ¡Claro que no! El señorito Brown, el cuatrojos y el engreído Corndwall se la pasarán culpándome de que por mi culpa expulsaron a Candy y entonces las cosas se pondrán sumamente divertidas, por lo menos para mí. Incluso si expulsaran a Anthony las cosas no pararán ahí. A los dos días encontraré otro par de alumnos que fastidiar y el ciclo se repetirá. Tampoco les de tanta importancia a este par, si me gusta molestar a Anthony y a Candy es simplemente porque son los alumnos más nuevos de esta institución, digamos que aún no han perdido la gracia, por ahora.

-¿Entonces, Terry, lo que dijo Neal Leagan fue...?

-Un malentendido, tal cual Anthony dijo.

-Parecía muy seguro de sí mismo, como para haber entendido mal

-¡Es su palabra contra la de Grandchester y la mía! – Se apresuró a agregar Anthony. - Traiga a Neal Leagan y veamos si se atreve a contradecirnos.

-Sería inútil. Ustedes dos nunca cambiarán sus versiones. Aun así,- comentó la hermana Gray poniéndose de pie y rodeando su escritorio- poner a Candy lejos de ustedes dos no está de más- así que si a la señorita White lo sobra tiempo para estar provocando conflictos, podríamos ocupar su tiempo en algo de mayor utilidad, como en ayudar en la cocina del colegio. Es todo por el momento, pueden retirarse.

-¡No es justo! – Las primeras palabras que Candy pronunciara en aquella tétrica entrevista, fueron un reclamo de justicia.

-¡Dije que es todo por el momento y que deben retirarse!

-Me trae hasta aquí sin darme explicaciones para acusarme de algo que yo no tengo ni idea – la hermana Gray trataba de hacer que Candy se callara, pero ella, harta de las injusticias, estaba decidida a hacerse escuchar. Anthony y Terry la miraban con los ojos muy abiertos, impresionados por su duro temperamento – escucha el testimonio de Neal, el de Anthony, el de Terry. Pero a mí no me permite decir ni una sola palabra. Y encima de todo, yo soy la única que obtengo un castigo. ¿Qué clase de justicia divina es esta?

-¡Cierra la boca! – La hermana Gray se encontraba muy cerca de Candy, en una actitud amenazante, pero ella no se inmutaba. – Desde que llegaste aquí no has hecho más que causar problemas, y contrario a lo que este par de tontos afirman, yo sí estoy convencida de que si te expulsara de este colegio los problemas se acabarían. Tienes razón, ponerte a ayudar en la cocina del colegio no es un castigo justo. Pensándolo bien, tu ayuda será más útil en el comedor, sirviéndoles a todas tus compañeras.

Al abandonar la oficina de la hermana Gray, Anthony intentó decirle algunas palabras de confort a Candy. Ella le negó la oportunidad haciendo un gesto con la mano que indicaba, que por esa noche ya había tenido suficiente y se perdió con paso apresurado en los oscuros corredores del San Pablo.

-¿Ves lo que ocasionas, imbécil? – le reclamó Anthony a Terry.

-¿Yo? – Lucía muy divertido. – No es por preocuparte, Anthony. Pero la rubia estaba furiosa, y al parecer, es contigo.

Tuvo que levantarse antes del amanecer, sus nuevas "funciones" en el comedor del colegio así lo requerían. Aunque debía reconocer, el ambiente en la cocina era por lo menos diez veces mejor que los mordaces comentarios de los que Candy era presa todas las mañanas durante el desayuno con el resto de sus poco hospitalarias compañeras. Los platos hondos se habían acabado, debían ir por los que se encontraban en el cobertizo posterior del edificio. Las mañanas cada vez eran más frías, y Candy pensó que no era la mejor opción que la vieja cocinera, cuya pierna derecha sufría mucho cuando el clima descendía, caminara un trayecto tan largo, siendo torturada por el gélido viento matutino, así que se ofreció a ir ella misma. Se sorprendió mucho al escuchar su risa, era un sonido poco común procedente de dicho personaje tan peculiar, pero ahí estaba, sentado sobre un viejo banco, con las piernas muy abiertas, totalmente despreocupado, riendo al escuchar las historias que el viejo jardinero del colegio le relataba, mientras lo ayudaba a cosechar las hortalizas del huerto.

Era su oportunidad, debía de deshacerse de aquella prueba acusatoria antes de que alguien la descubriera, y le ocasionara un nuevo problema.

-¿Se lo dirás? – ¿De dónde había surgido esa pregunta, si lo único que ella deseaba era regresarle el pañuelo que le extendía?

-Depende – recargó su barbilla sobre el viejo azadón con el que desprendía las hortalizas de la cosecha.

-¿De qué?

-De qué se te ocurra hacer para callar mi boca.

- Haz lo que quieras, ¡estoy harta de todo esto! De ti, de Anthony, de Neal Leagan, de la directora y del resto de alumnos del colegio que creen que por haber crecido en un orfanato tienen el derecho de tratarme cómo se les venga en gana.

-¡Hey, no se te ocurra compararme con el resto de idiotas de esta escuela!

-¿Dame una razón para no hacerlo? Te comportas exactamente igual – Candy no se percató del momento en el que el viejo jardinero tomó los platos que en teoría ella debería haber llevado al interior de la cocina, haciendo él mismo dicha tarea. -Entras a mi cuarto en medio de la noche, me besas a la fuerza, y emites una serie de horribles proposiciones que harían vomitar a cualquiera, para que de alguna retorcida manera, la única que cargue con el castigo de tus terribles actos, sea yo. ¿Y todo por qué? Porque tu naciste en el seno de una familia con un gran apellido y yo no.

-Puedo otorgarte la razón en casi todo, pero, ¿besarte a la fuerza?

-¿Qué más da cómo ocurrieron las cosas?

-Porque existe un mundo de diferencia entre besarte a la fuerza, o cumplir el deseo de tu corazón. Además, sabes que yo habría estado completamente dispuesto a compartir el castigo, pero admitir mi culpa terminaría perjudicándote todavía más. Yo te prometí guardar silencio, pero tú tenías que ir a contarle a tu estúpido noviecito, y ¡claro! Como él está acostumbrado a que todo gire alrededor suyo, no pudo contener su indignación y corrió a reclamarme a gritos. Fue entonces cuando Neal Leagan lo escuchó, y el resto, ya lo sabes. Así que, Pecas, queda más que claro que no soy igual a Anthony, Neal, o ninguno de los otros imbéciles que abundan por aquí.

-No me convencerás de que eres distinto al resto de niños ricos y engreídos de este colegio, y que eres incapaz de reconocer tus errores – dio la vuelta.

-Lo siento, ¿de acuerdo? –Terry la tomó del brazo a la atura de la muñeca, impidiendo que ella se marchara. - Estaba ebrio, me porté como un imbécil, dije una sarta de estupideces, pero en mi defensa lucías arrebatadoramente deseable con ese bendito camisón- Candy se soltó furiosa de su agarre y emprendió la carrera de vuelta al edificio.

-¡Lo siento, lo siento, lo siento! – Terry corrió hasta quedar frente a ella. - No estoy acostumbrado a pedir disculpas, y créeme, este es mi mejor intento. Lo lamento, ¿de acuerdo? No debí entrar a tu habitación, o por lo menos debí haberla abandonado en cuanto me di cuenta de que era el cuarto equivocado. Y mucho menos debí haberte dicho aquella serie de barbaridades aunque fueran todas ciertas – ella lo miraba interrogante – o por lo menos la mayoría. Pero no me arrepiento de haberte besado, porque me gustas, demasiado, y eso es completamente cierto, ¿contenta?

-No sé cómo interpretar eso, pero si dices que ese es tu mayor esfuerzo, confiaré en ti. Acepto tus disculpas.

-Yo acepto que aceptes mis disculpas con una sola condición.

-¿Cuál?

-Contéstame algo. ¿Quién te besa mejor, él o yo? – La furia había vuelto a ella. Intentó marcharse otra vez, pero Terry había anticipado su reacción y tomado entre sus brazos, mientras que con una sonrisa repetía una y otra vez la pregunta que le causaba tanta curiosidad – Respóndeme, ¿quién te ha besado mejor Pecas?

Candy forcejeaba tratando de liberarse, ¡Dios ese sujeto en verdad qué era insoportable! Su mente estaba tan ofuscada que solo alcanzó a gritar: - ¿Y yo cómo sabría eso?

- ¿Cómo sabrías eso? – La soltó, cada vez más intrigado.- ¿No se supone que ustedes son novios?

-En un... sentido estricto de la palabra.

-Corriendo en riesgo de que me trates de un pobre imbécil, ¿qué significa ser novios en el sentido estricto de la palabra?

Trataba de parecer orgullosa y segura, pero su presencia siempre la transtornaba. – Anthony y yo tenemos una relación pura, honesta. Una promesa de amor.

-Eso quiere decir, que nunca te ha besado. – Terry relamía sus labios como recordando la sensación que le había dejado aquel beso furtivo. - Interesante.

- ¿Qué tiene de interesante eso? ¿Ahora harás un gran alboroto por... por haber sido tú...? Olvídalo.

- No me importa haber sido el primer chico en besarte, si a eso te refieres, Pecas. Lo que sí es que, tengo la firme determinación, de ser el único que lo haga, de ahora en adelante. 

Capítulo 13 - Capítulo 15

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