Stravaganza - Capítulo 16

 - Así que, Candy y tú se criaron juntas en el hogar de Pony – Annie trataba de leer bajo la sombra del árbol más alejado del jardín donde compartían los alumnos del colegio durante el último receso de la tarde. Desde su sorpresiva confesión a la hora del desayuno, todas sus antiguas "amigas" habían tenido a bien mantener una marcada distancia respecto a su persona, siendo honestas, no las extrañó en absoluto, se divirtió mucho con la imitación que Candy realizara de la hermana Gray al relatarle su visita a la dirección. Por desgracia, Candy debía cumplir con sus horas de castigo por la tarde, lo que confinaba a Annie al rincón menos popular del jardín, donde Archie la alcanzó sorprendiéndola con su pregunta.

-¡Vaya que los chismes corren rápido en este colegio! – Cerró su libro aunque no se atrevía a mirarlo a los ojos. – Supongo te sientes decepcionado de saberlo.

-Sorprendido describe mejor mi sentir. Pero no quiero que me mal entiendas – tomó asiento a su lado – no me sorprende el conocer tus orígenes, sino la forma tan valiente de enfrentarte a Eliza y el resto de sus terribles amigas, todo por defender a Candy.

-Ya veo, tú la amas y te alegra que la haya defendido.

- Tienes razón, la amo, de tal manera que mi único interés es verla feliz, sin importarme con quién decida hacerlo. Y sí, también me alegra saber que la hayas defendido, pero ese no es el punto Annie. Me siento sorprendido por ti, por tu coraje, y te lo confieso, un poco avergonzado por aceptar que no creía que tú fueras una chica así de valiente. Presiento que estoy conociendo a una nueva Annie, la de verdad, con una personalidad que me atrae, y bueno, me gustaría empezar de nuevo.

-¿Empezar de nuevo?

-Sí – extendió su mano hacia ella – Archiebald Corndwall, un placer.

-Annie Brither – sonrió – del Hogar de Pony.

La hermana Gray había optado porque Candy cumpliera su castigo ayudándola en su oficina personal, así podría mantenerla vigilada y evitar que siguiera corrompiendo al resto de los alumnos del San Pablo. Las actividades iban desde limpiar las ventanas y estantes y con el tiempo pasarían hasta ayudarla a organizar los papeles, calificaciones y demás documentos que conformaban el expediente de los cientos de alumnos y parte del personal. Lo cierto es que, aunque la hermana Gray jamás lo reconoció, la ayuda que Candy le brindara durante aquel ciclo aligeró la enorme carga que dirigir un colegio de dichas magnitudes requería, y Candy, se consolaba pensando que por lo menos ayudando a la hermana Gray aprendía cosas más útiles que en las aburridas clases de las aulas. La única desventaja, era que dichas actividades, reducían considerablemente su tiempo libre.

En cuanto la hermana Gray consideró que Candy había terminado sus obligaciones de esa tarde, ella abandonó la oficina riendo de felicidad y emprendió la carrera hacía el patio central. Todavía quedaban unos quince minutos, y ella ansiaba verlo.

-¡Candy! – gritó Anthony entusiasmado al verla. Se detuvo a escasos centímetros de ella, deseaba tanto abrazarla pero sabía que aquello representaría un nuevo problema. - ¿Cómo estás? ¿Qué tal ha ido tu día?

- Terrible, injusto, fenomenal y maravilloso al final. Anthony, tengo que contarte tantas cosas. – Lo tomó de la mano y lo arrastró consigo hasta las escaleras del edificio, buscando alguna especie de privacidad.- Cumpliendo el castigo que la hermana Gray me impuso por... bueno, tú sabes por qué, tuve que ayudar a servir el desayuno esta mañana. Eliza comenzó a fastidiarme, no sé cómo pero de repente todas las chicas comenzaron a lanzarme comida, Annie me defendió, aunque sospecho que eso le acarreará muchos problemas. En fin, de inmediato me llamaron a la oficina de la hermana Gray, yo esperaba lo peor, - Candy hablaba rápido y sus efusivos ademanes acompañaban su relato- aumento al castigo por lo menos. ¡Y entonces vi a Albert! Había venido a ver lo de un trabajo pero la hermana Gray no quiso otorgárselo.

-¿Albert? ¿Aquí en América?

- Sí, trabaja en el zoológico de la ciudad. El domingo que me escapé del colegio terminé por casualidad en el zoológico Blue River y descubrí que él trabaja ahí.

-¿Te escapaste del colegio? – Debido a la emoción con la que Candy relataba los hechos, no se percató que el rostro de Anthony se había tornado repentinamente serio.

-Sí, ya no resistía estar encerrada. ¡Pero esa es la mejor parte! Ya no tendré que hacerlo. Resulta que lo que la hermana Gray quería hablar conmigo, era que el abuelo Williams vino al colegio, ¿puedes creerlo? ¡Y autorizó que se me permitiera salir los domingos! Ya no tendré que saltarme los muros del colegio para visitar a Albert en el zoológico, ¿no te parece maravilloso?

-¿Quebrantaste las normas del colegio, para ir a visitarlo a él? ¿Y ahora que te han otorgado el permiso, en lo único que piensas es en poder pasar tus fines de semana con Albert, y no conmigo?

-Anthony...- su extraña actitud la tenía sorprendida- tú tienes que ir a tus revisiones médicas los domingos a la casa de los Leagan.

-Hecho que a ti no te importa, solo estás feliz, por la posibilidad de pasar más tiempo con Albert. 

-Estoy feliz por la posibilidad de estar libre de las normas y castigos de este colegio por lo menos un día a la semana, y porque el abuelo Williams confía en mí. Creí que tú te alegrarías por mí.

El silencio de Anthony solo fue roto por el sonido del timbre que anunciaba el fin del último descanso. No emitió una palabra más, tan solo se marchó. Candy asistió a la cena completamente desconcertada, ni siquiera prestó atención a los absurdos comentarios de Eliza referente a que se había equivocado de lugar, debería estar en la cocina. Al término de la cena, se encerró en su habitación, había por lo menos media docena de libros y deberes pendientes por terminar, pero Candy no podía concentrarse. Acostada en su cama con la vista fija en el techo, por su mente rondaban preguntas tales como: ¿por qué Anthony se molestaba porque ella pasara tiempo con Albert, quien siempre había demostrado ser un excelente amigo para todos? ¿Su molestia se debía a que ella pasara tiempo con Albert o al hecho de que Anthony y ella no podían pasar tiempo juntos? ¿Lo que en verdad le seguía molestando era su salud? ¿Tener que pasar los días encerrado y confinado bajo el escrutinio de médicos que no dejaban de acosarlo con sus preguntas? ¿Él también se sentía encerrado? ¿Se sentiría mejor si ella renunciara a la libertad que el abuelo Williams le concediera y permaneciera encerrada en los muros del colegio?

¿Cómo saberlo? Si Anthony ni siquiera se dignaba a hablarle. Esa montaña rusa de emociones nunca se detenía, y las sorpresas todavía no acababan.

-¡Sorpresa! – Annie y Patty aparecieron en la puerta de su habitación. Patty llevaba la caja de galletas que su madre le enviara desde América.

-Haremos una pijamada, ya sabes, un evento exclusivo para las marginadas del colegio San Pablo – era tan raro escuchar a Annie hablar con sarcasmo, pero lucía más alegre que cualquier otro día que Candy pudiera recordar desde la primera vez que la vio en clases.

-Pensamos que una noche abusando del azúcar te ayudaría a sobrellevar esta terrible mañana – y mientras decía esto, Patty había introducido una galleta en la boca de Candy, aprovechando que esta se había quedado boquiabierta por la sorpresa de verlas juntas en su habitación.

- ¡Están deliciosas! – Trató de expresar Candy, pero con la boca llena de aquella dulce y suave pasta, su mensaje no fue del todo claro. – Gracias Patty, pero temo decirte que si te ven con nosotras, tú también te volverás una marginada.

-No es que sea la chica más popular del colegio – expresó con ligereza mientras se acomodaba en la cama de Candy – y estoy bastante acostumbrada a la cizaña de Eliza.

-¿También a ti te molesta? ¿Por qué razón?

-Creo que la pregunta sería, ¿a quién no molesta Eliza? Y razones no creo que le hagan falta. Pero, suele fastidiarme porque mis padres, bueno, son bastante mayores. Siempre dice que "me criaron como a una anciana, igual que ellos". Bueno, sé que soy un tanto anticuada, pero por lo menos mis padres me criaron con valores y amor, para ser una mujer de bien, no un monstruo sin sentimientos como ella.

Annie repartió una galleta a cada una, y levantándola en el aire simulando una copa de vino, expresó un peculiar brindis: ¡Por las marginadas del San Pablo!

-Pelee con Anthony, - se atrevió a confesarles Candy, cuando las chicas le preguntaron si el motivo de su opacidad aquella noche se debía al incidente protagonizado con Eliza en el comedor - o él peleó conmigo, no logro entender muy bien. Esto de tener novio es muy difícil, antes no peleábamos nunca; extraño aquellos tiempos.

-Por lo menos tú tienes novio. – Expresó Patty en un suspiro que llevaba un pequeño tinte de envidia. - Aunque al parecer para Annie eso cambiará muy pronto. – La aludida se sonrojó.

-¿En verdad? – Candy sonreía - ¡Cuéntame qué ocurrió!

-Archie se acercó a mí esta tarde, - Annie jugaba con sus manos pero no podía ocultar su alegría - dijo estar muy impresionado por, ya sabes, atreverme a confesar mis verdaderos orígenes y enfrentarme a Eliza y el resto de las chicas en el comedor. Dijo que, la "verdadera" Annie, le atrae y me ofreció empezar de nuevo.

-¡Uhhhh! – Gritaron Candy y Patty al unísono provocando que Annie enrojeciera, y al final las tres terminaron fundiéndose en una sonora carcajada.

-Patty está enamorada de Stear – Gritó Annie cuando consideró que ya había sido el objeto de atención por demasiado tiempo, y con este grito traspasó su tono rojizo a Patty.

-¿De verdad? ¡Patty eso es maravilloso! Stear es el chico más dulce, tierno y amable que conozco.

-¡Lo sé! Es tan dulce. Lástima que él ni siquiera sepa que existo.

-¡No te preocupes, yo me encargaré de eso! Seré tu cupido oficial.

-¡No Candy, por favor te lo ruego! – Suplicaba Patty mientras Annie movía la cabeza efusivamente diciendo ¡sí, sí, sí! – Me moriría de pena.

-No te preocupes, me aseguraré de que todo parezca una simple casualidad.

-Es "normal" que Anthony sienta celos y frustración de que tu disfrutes tu día libre en compañía de un amigo, mientras él tenga que encerrarse en la horrible casa de los Leagan siendo esculcado por doctores – Annie trataba de aconsejarla- pero esa situación no es tu culpa, y tú no deberías sacrificar tu único día libre solo por no herirlo.

Las palabras de Annie la acompañaron todo el día en su cabeza. En el último receso del día, Candy buscó a Anthony en el patio central, pero para su tristeza no pudo encontrarlo. Al cuestionar a Stear y Archie respecto al paradero de su primo, estos se mostraron igual de consternados que ella, argumentando que durante el día, Anthony había estado extrañamente callado y al término de la última clase lo perdieron de vista.

Solo había un lugar dónde Anthony podía estar, el único al que ella quería ir en aquellos momentos porque le recordaba vagamente a su hogar. La segunda colina de Pony, como había nombrado a aquel apartado y hermoso lugar, con vista a la ciudad, donde Anthony plantara la rosa Dulce Candy que con tanto amor y cuidado transportó desde América.

Pudo verlo antes de llegar a la cima de la colina, aunque él no se percató de su presencia. Estaba demasiado ocupado retirando la maleza que crecía alrededor de la rosa Dulce Candy, tarea que necesitaba suma precisión. Al deshacerse de la mala hierba, pudo descubrir unos pequeños brotes que nacían, tímidos, pero bellos, y eso lo hizo sonreír.

Candy se quedó embelesada por dicha sonrisa. Le recordaba los tiempos en que Anthony la recibía así, con esa bella sonrisa, asomándose entre los rosales de jardín Andrew. Esos tiempos parecían tan lejanos, y ellos mismos parecían tan distintos. Ya no eran aquellos niños que pasaban tardes enteras jugando a esconderse entre los rosales sin que nada ni nadie disminuyera su alegría. Ahora estaban los celos, los chismes, los secretos y la presión que generaba día a día estar en ese horrible colegio.

-Hola, ¿podemos hablar?

-Creo que todo está muy claro – contestó sin apartar la vista de su tarea.

-¿Al menos quieres escucharme? – No esperó su respuesta y continuó con su cometido. – Anthony, sé que toda la situación, de los médicos y los domingos en casa de los Leagan, pueden llegar a incomodarte, por decir poco. Y que el hecho de que yo visite a Albert los domingos, pudiera provocarte "celos", aunque quiero pensar que los genera el hecho de que pueda pasar tiempo con alguien más en lugar de contigo, y no que desconfíes de él, o de mí.

No permaneceré en el colegio, considero que es una buena oportunidad para demostrarle al abuelo Williams que soy digna de su confianza, ya que la única condición que puso para conservar el permiso de salir, es que respete los horarios establecidos por la madre superiora, y así pienso hacerlo. Planeo ocupar mi tiempo en cuestiones más productivas, que puedan ayudar a los demás, y de paso, darle paz a mi alma ahora que tanto lo necesito.

Eso era todo.

-¡Increíble! – Anthony se levantó en el momento en que Candy pretendía marcharse; dudó si sus palabras iban destinadas a ella, dado que Anthony seguía con la vista fija en el brote de la dulce Candy.

-¿Qué es increíble?

-Tu rosa. Temía que no sobreviviera al cambio, al clima, al lugar. Pero mira. Se niega a darse por vencida. Está brotando. No creo que lleguen a florecer, el invierno está demasiado cerca. Pero, logró adaptarse.

Nosotros debemos hacer lo mismo – tomó la punta de sus dedos con su mano – adaptarnos, a todo este caos y adversidades. Porque mi amor por ti nunca morirá. Te amo Candy.

- Y yo a ti.

Los rayos naranjas que el sol aventaba como despedida aquel atardecer, se sentían cálidos al contacto con su piel, pero no tan cálidos como ese abrazo. Y al recargar su cabeza sobre el pecho de Anthony, Candy pudo escuchar aquel fuerte palpitar que le inspiraba confianza en que todo, absolutamente todo, estaría bien. 

Capítulo 15 - Capítulo 17

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