Stravaganza - Capítulo 20
Se quitó de su camino por temor a ser embestida de la furiosa estampida que representaba su ser.
-¡Tráeme a mi hijo! ¡Ahora!
¿Quién era ese hombre y qué poder influía ahí, para lograr que la hermana Gray, ama y señora del distinguido colegio San Pablo, se levantara de inmediato a cumplir con sus órdenes?- ¡Tú, niña! – Gritó cuando ella intentaba abandonar la habitación - ¡Niña!- resultaba evidente que se dirigía ella - ¡Sírveme un whiskey!- Candy no portaba el uniforme de la escuela, todo lo contrario, esa mañana había decidido lucir el atuendo más cómodo que sus funciones requerían. Seguramente el Duque la había confundido con algún personal de apoyo, finalmente ella fue quien le abrió la puerta, ¿una asistente? ¿Personal de limpieza? Cualquier profesión, menos alumna de ese colegio.
No tenía ganas de desmentirlo
Su mano ya se encontraba acariciando el pomo de la puerta, cuando Terry la abrió desde el exterior.
-¿Candy?
No tuvo tiempo de asimilar la sorpresa de verla ahí, su padre le propinó un fuerte golpe en el rostro, para de inmediato tomarlo por el cuello de la camisa y azotarlo contra la pared.
– ¿Fuiste a verla? – Candy se había llevado las manos a la boca ahogando un grito de horror que le generó tan violenta escena - ¿Viajaste a América a mis espaldas para ir a verla?
Terry torció los ojos por toda respuesta.
– ¡Contéstame! – y acompañó dicha exigencia con una fuerte bofetada que le dio de lleno en el rostro a Terry, pero el agredido pareció ni siquiera inmutarse.
Aquello era demasiado horrible para soportar verlo, deseaba tanto huir pero Terry y su padre obstruían la puerta. Lo único que se le ocurrió hacer, fue correr a esconderse en el pequeño acceso que conformaba la biblioteca de la directora, con fortuna, el Duque creería que ella había salido del lugar. A pesar de haber cerrado la puerta, los gritos de la "conversación" que se llevaba a cabo del otro lado, se colaban con total claridad. ¿De qué viaje hablaba el Duque y a quién habría visto Terry que generaba en su padre semejante molestia?
–Si estás aquí armando semejante alboroto es porque ya confirmaste que hice ese viaje, resulta absurdo y una completa pérdida de tiempo contestar tú pregunta.
– ¿Hasta cuándo, Terrence? ¿Hasta cuándo dejarás de desafiarme? ¿Y todo por qué? ¿Por visitar a una mujer que desde que se enteró que estaba embarazada de ti, te despreció porque significabas un tropiezo en su carrera? - ¡Por Dios! ¡Terry había ido a visitar a su madre! Viajó hasta a América y entonces...esa noche, en el barco, cuando ella lo confundió con Anthony, creyó, creyó ver que estaba llorando.- Pero, cuéntame, ¿con qué sarta de mentiras trató de manipularte esta vez?
La vergüenza original que sentía por estar escuchando una conversación ajena con el oído pegado a la puerta, había desaparecido siendo sustituida por la intriga de saber qué había ocurrido en esa visita, ¿qué había salido mal? Tan mal como para que Terry rompiera la fotografía de su madre en mil pedazos.
–No... no tuvimos mucho tiempo para conversar.
– ¿No "tuvieron" mucho tiempo para conversar? ¿Quieres decir que ella ni siquiera se dignó a recibirte? ¡Claro! Debiste haber llegado en mal momento, seguramente estaba estrenando nuevo amante o en alguna de sus orgías con sus depravados compañeros de teatro.
– ¡No hables así de mi madre!
– ¡Hablo de ella como se me da la gana, porque la conozco! Sé la clase de mujer que es, lo que me parece increíble es que en todo este tiempo tú no te hayas dado cuenta. ¿Eres estúpido o simplemente no lo quieres ver?
–Tal vez soy estúpido por quererla, a pesar de todo. Justo como te pasó a ti cuando te enamoraste de ella.
– ¿Enamorarme?, no seas absurdo y deja de leer esa basura que tu madre vomita arriba de los escenarios. Era una mujer de fácil acceso, muy bella, no lo niego, deseable. Creyó que embarazándose lograría ser tomada en serio, pero cuando comprendió que un noble como yo jamás podría emparentarse con una vedette como ella, dejaste de ser su gran oportunidad para convertirte en un estorbo. No le importó lo que fuera de ti, siempre y cuando estuvieras lejos de ella. Esa es la verdad y lo sabes, ¿qué más buscas?
– Esa es ¡tú verdad! Quiero conocer la de ella.
–No veo cómo podrás hacerlo, dado que Eleonor ni siquiera se digna a recibirte. Por mi parte no pienso patrocinar más viajes absurdos e infructíferos. No volveré a otorgarte tu asignación mensual hasta que cambies tu actitud.
-Sobreviviré, como he hecho la otra docena de veces en las que has tratado de implementar dicho castigo. Al final siempre eres tú quien me la vuelve a dar porque te avergüenza que tu hijo ande vistiendo harapos o ni siquiera sea capaz de pagar su propia cerveza.
– Vergüenza me das, todos los días. Debí haber escuchado a tu madre, debí dejarme convencer de que te abortara como ella quería, nos habrías evitado tantos problemas a los dos.
–Nunca es demasiado tarde para tener un primogénito muerto.
El ruido de la puerta al ser azotada y en tintineo de cristales chocando entre sí. Pero nada más. Ninguna voz que le diera algún indicio de la identidad del hombre que se había marchado o de quién continuaba todavía en la oficina. Le daba pánico imaginar que el Duque siguiera ahí, si era capaz de tratar de esa forma tan terrible a su propio hijo, ¿qué le haría a una perfecta desconocida que se había atrevido a escuchar uno de los secretos más vergonzoso de la familia Gandchester? Ahora comprendía el "sano" temor que el chofer de la familia sentía por su patrón.
Abrió la puerta apenas un par de centímetros, teniendo sumo cuidado de no hacer ningún ruido. Colocó su ojo izquierdo en aquel pequeño espacio y entonces pudo verlo. Terry estaba sentado en la silla de la hermana Gray bebiendo del mismo whiskey que su padre le pidiera a ella un par de minutos antes. Se parecían tanto. El mismo porte, la misma mirada que sacaba chispas, la misma forma de sostener el vaso, tenso, con odio.
–Terry. – Se animó a pronunciar su nombre en un tono solo un poco más alto que un susurro. Por la expresión en su rostro, Terry se había olvidado por completo de que ella estaba ahí, y ahora se sentía doblemente avergonzado - ¡No tienes que pedírmelo! O amenazarme. – Se adelantó a sus posibles reacciones.- No diré a nadie una sola palabra de lo que escuché, te lo prometo.
-Lo sé. Y te lo agradezco. Candy, el otro día yo...
-No te preocupes. Cuando estamos enojados, decimos cosas de las cuales después nos arrepentimos, igual que hizo tu padre. Estoy segura de que tu él no...
-¡Mi padre! A mi padre solo le place joderme la vida. Por lo menos Eleonor prefirió hacerse la desentendida desde el principio, pero él, él quiere tenerme a su lado, ¡no! Debajo de él. Para controlarme y quebrar mi voluntad. ¡No le voy a dar el maldito gusto!
Su grito la asustó. Pero verlo dirigirse a paso firme con dirección a la puerta le aterrorizó. Terry estaba fuera de sí y ella sentía temor, pero no de él, por él.
–Quítate de mi camino Candy.
–Terry no, - lo tomó por ambos brazos, estaba tenso, temblaba -escúchame. Lo que dijo tu padre, es terrible –con su mano le giró el rostro obligándolo a que la mirara -. Pero estoy segura de que no es cierto, solo está molesto. Él nunca podría desear que...
– ¿Qué esté muerto? Candy, ¡soy la vergüenza de mis padres! –Sus ojos estaban acuosos, las lágrimas le quemaban-. Para mi madre un error en su carrera actoral y para mi padre un manchón en su vida aristócrata. Para mi madrastra el pago que tiene que seguir sufriendo por adquirir un título nobiliario y para mis medios hermanos soy un perfecto desconocido. Yo nunca debí de haber existido, Candy.
¡Terry, Terry! No hizo caso a sus súplicas. Se perdió en el largo pasillo que inconvenientemente comenzaba a llenarse de estudiantes. Todos murmuraban y después de ver a Terry dirigían la mirada hacia la puerta de la oficina de la directora, donde Candy estaba parada.
-¿Ahora ocupas la oficina de la hermana Gray para ofrecértele a Terry?
-Hoy no Eliza, por favor. – Annie y Patty miraban asustadas, lo que temían, se convertiría en un férreo enfrentamiento entre Candy y Eliza.
-¡Eres una maldita mustia! – Eliza estaba furiosa - ¡Una ofrecida! Dices amar a Anthony pero buscas la menor oportunidad para verte a solas con Terry. Cuando la hermana Gray se entere...
-Yo estaba en la oficina por orden de la hermana, si tienes algún problema con sus indicaciones, deberás reclamarle a ella, no a mí.
-Te crees muy lista. ¡Aléjate de Terry, él es mío! O juro por Dios que haré que te expulsen de esta escuela, aunque, probablemente te saquen antes por estúpida.
-¿Qué pasó, Candy? –Preguntó Annie - ¿Por qué Eliza luce como si quisiera estrangularte?
-Lo de siempre – suspiró – estuve en el lugar equivocado, en el peor momento. – Les relató una versión muy resumida de lo ocurrido, ocultando la espantosa pelea que protagonizaron padre e hijo.
-Cuando Anthony se entere, se pondrá furioso. – Comentó Patty cuando Candy terminó su relato.
-Para saberlo tendría que hablar con él, y no parece tener intenciones de volver a dirigirme la palabra.
Pasó la tarde en vilo, encerrada en su habitación. ¿Salir al patio central y enfrentarse a Anthony y un nuevo reclamo? No le apetecía. Trataba de estudiar, pero cada tres segundos su vista se perdía con la ventana, vigilando, deseando, que el inquilino de la habitación 101 del bloque de los chicos regresara.
Nada. Ni una sola señal. Así pasaron horas, hasta que el sueño le ganó a su deseo de velar.
El ruido la despertó. Sonaba como una gran explosión, un estallido. Era Terry, estrellándose contra el mundo.
Salió hasta el balcón para observar mejor qué pasaba. Luz en su cuarto, sombra, su sombra y la de los objetos que volaban por los aires hasta volverse añicos al estrellarse contra las paredes. Jaló las cortinas hasta volverlas girones. Quería acabar con todo.
Algunas de las luces de las habitaciones continúas a la de Terry también se encendieron. La de los hermanos Corndwall, la de Anthony y Neal. Algunos chicos salieron a sus balcones a gritarle que parara con sus locuras y los dejara dormir. "Otra borrachera más", especulaban sin imaginar que el chico de esa habitación estaba roto por dentro.
El caos duró otro par de minutos, pero a Candy le pareció eterno. Después, absoluto silencio. El resto de las habitaciones regresaron a la normalidad, y sus inquilinos, de vuelta a sus dulces sueños. Pero aquel silencio la inquietaba todavía más que al alboroto anterior. ¿Qué hacía? ¿Qué pensaba? Sin tan solo pudiera estar segura de que él estaba bien, si tan solo se asomara a su balcón y ella pudiera verlo, saludarlo tal vez. Expresarle en un pequeño gesto, que ella estaba ahí, que lo entendía y lo apoyaría si así lo necesitaba.
Pero Terry nunca salió, en su cuarto, solo oscuridad. Ella no podía hacer nada, ¿verdad? Nada más que esperar. Esperar a mañana, encontraría la forma de verlo. De distraerlo. Le diría que ella lo comprendía, porque ella sabía lo que era estar sola, ser rechazada. Lo convencería de que aún queda gente buena en este mundo, le llevaría a rastras a ayudar en el orfanato, eso lo animaría. ¡No!, mejor aún, lo llevaría a ver a Albert. Él era el único que podría hacerlo entrar en razón, su único amigo.
"Mañana", repetía una y otra vez tratando que la esperanza de aquella palabra la tranquilizara. "Mañana", ¿y si mañana era demasiado tarde? Se colocó el salto de cama lo más rápido que pudo antes de su mente racional tuviera tiempo de gritarle que lo que estaba a punto de hacer era una completa locura.
– ¿Terry? ¡Auch!– Al entrar a su habitación, su pie desnudo encontró un vidrio roto en el piso. Sangró. Su intento de pasar de incógnito por el cuarto de Terry parecía venirse abajo desde el primer momento. Llegar hasta su alcoba fue relativamente sencillo. Las altas ramas de los árboles que crecían en el jardín que separaba el edificio de los dormitorios femeninos de los masculinos, le proveyeron una especie de puente entre su habitación y la de Terry. Amaba trepar árboles, y mientras atravesaba entre ramas y hojas, aún consiente de que probablemente la expulsarían por lo que estaba haciendo, pensaba que no se había divertido tanto en ese colegio como hasta ahora. -¿Terry? – Volvió a llamarlo sin obtener respuesta. Tal vez había vuelto a salir, tanto arriesgarse para nada, ¿sería aquello una buena señal?
Una sombra se movió en la esquina de la habitación. El lugar estaba demasiado oscuro y a sus ojos les había costado demasiado acostumbrarse a tal oscuridad. Pero ahí estaba, sentado en el piso, con la espalda recargada en la pared más lejana de la habitación. Sostenía un objeto frente a su rostro, con la vista perdida en él, pero Candy no podía identificar qué era lo que cautivaba tanto la atención de Terry.
– ¿Te encuentras bien? – Avanzó con pasos temerosos hacia él, desconocía cuál sería su reacción por verla ahí.- Lamento haber venido así a tu habitación, pero quería saber si te encontrabas bien. Si necesitas...– pero al identificar que el objeto que sostenía muy cerca de su rostro era un arma, no pudo continuar hablando.
–Llegas en un mal momento, Candy. Me encuentro muy ocupado.
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