Stravaganza - Capítulo 36

 -¿Qué quieres decir con que lo pensará?

-Esa fue la respuesta que él me dio, señora Elroy. – La matriarca de los Andrew desquitaba toda la furia que sentía por Candy en el pañuelo que estrujaba entre sus manos. Candy agradeció que fuera aquella tela y no su cuello, el receptor del enojo de la tía abuela.

-Lo que probablemente significa que Anthony no estaba tan enamorado de ti como tú asegurabas.

-En nuestra última conversación, señora Elroy, le expliqué que las cosas entre Anthony y yo, habían estado un tanto difíciles estos últimos meses.

-Claro, todo por culpa de tu moral distraída.

-Yo...

-No me interesan tus excusas, Candice. – La tía abuela estaba furiosa, aunque eso era algo normal en su estado anímico, había algo más, miedo y desesperación - ¡Tú y yo teníamos un trato! Y ni siquiera se refería a buscar tu beneficio o el mío, todo se haría por el bienestar de Anthony. Si esa tontería de creer amarte y desear casarse contigo al terminar la escuela es la única cosa que lo mantendrá aquí y esperanzado, el tiempo necesario para que los médicos puedan encontrar una cura a lo que sea que aqueje su salud, y evitar que tenga el mismo desenlace de su madre, ¡tú deber es mantener dicha ilusión! ¿Y en lugar de eso, que haces? Lograr que te castiguen la primera semana de vuelta a clases y que te impidan participar en ese ridículo evento que a él tanta ilusión le hace.

Solo tenías que acatar las normas del colegio, lucir un lindo vestido y comportarte como una dama, ¿era tan difícil para ti hacerlo? ¿Pero qué estoy diciendo? Parece que olvido con quién estoy hablando. Podrás llevar el apellido Andrew, pero eso nunca te quitará lo burda y ordinaria que eres y que siempre serás. La respuesta de la directora fue tajante, ésta vez, ni la intervención de William en persona podrá hacerla cambiar de opinión, no hay absolutamente nada que se pueda hacer.

-¡No fue mi culpa, Albert, te lo juro! – Candy trataba de convencer a su amigo, con muy poco éxito, de que su reciente e irreversible castigo, había sido consecuencia de una serie de eventos, circunstanciales, desafortunados y completamente fuera de su control.

-No entiendo cómo el hecho de llamar a la directora del colegio "vieja cabeza dura" no haya sido culpa tuya – a pesar de que Albert se esforzaba por lucir consternado, una media sonrisa escapaba de su rostro.

-De acuerdo, lo acepto, que no fue lo más sensato haberle gritado de esa manera, pero nadie puede acusarme de ser una mentirosa. La hermana Gray es, ¡exasperante! Se apega a normas absurdas totalmente injustas y es incapaz de escuchar cualquier tipo de argumento.

-Te entiendo, Candy, pero lo que no puedo superar es que ésta vez ni siquiera eras tú quien había transgredido esas absurdas reglas, y resulta irreal que al final seas quien cargue con las consecuencias.

-Lo sé Albert, lo sé. Pero es que no soporto ver la manera en que la directora se ensaña con los más débiles, es decir, yo ya sé que me odia desde el primer día que puse un pie en la escuela, y dicho de paso, y no me afecta en absoluto. Es más, creo que ya estoy acostumbrada a su mirada de desprecio y al hecho de que inmediatamente piense en mí como culpable de cualquier mal que ocurra en su bendito colegio; en honor a la verdad, he quebrantado más reglas que cualquier otra alumna que haya estudiado en el San Pablo, así que, si llego a ser descubierta en algo, supongo que el castigo lo tendría más que merecido.

Pero Patty lo hizo porque no le dejaron otra opción, y tú sabes lo mucho que ella ama a July. ¡Solo quería verla! Pero con la delicada condición de salud de su madre, supongo que olvidaron firmarle su autorización para poder salir los domingos y visitarla, o, conociendo a Patty, ni siquiera se atrevió a preguntarles por no incomodar. A ella y a Annie se les ocurrió tratar de falsificar la firma de la señora Brither, pero claro, Eliza las descubrió y fue a informarle de inmediato a la directora, quien comenzó a regañar a Patty sin darle descanso. Albert si tú la hubieras visto habrías hecho lo mismo, la pobre Patty no paraba de llorar, era incapaz de defenderse. Entonces yo quise tratar de explicarle a la directora los motivos que orillaron a Patty a cometer tal osadía, pero ¡Dios!, esa mujer no entiende de razones.

Perdí la compostura y bueno – se tumbó en el pequeño catre donde por las noches, Albert dormía– el resto de la historia ya la conoces. Conclusión, la hermana Gray me impuso tres días de castigo en el cuarto de meditación, ¡pero! En un acto de desmedida misericordia, alegó no querer afectarme en la entrega de proyectos de ésta semana, por lo tanto, mi castigo fue aplazado para los días viernes, sábado y domingo, que casualmente coinciden con los días que se llevaran a cabo los festejos por el festival de Mayo.

-Candy –Albert se acercó hasta quedar sentado en la orilla del catre donde Candy se hallaba recostada, y después de acariciarle con ternura el cabello, preguntó - ¿estás segura de que lo hiciste por eso?

-Abert, te acabo de contar toda la verdad, palabra por palabra y juro por Dios que no omití absolutamente nada.

-No me refiero a eso, ¿conoces el término "autosabotaje", pequeña?

-Suena a algo demasiado complicado.

-No lo es tanto, si te detienes a pensar en ello. Se refiere a cuando de forma consciente o inconsciente, dices o haces cosas, que en el fondo sabes que te van a perjudicar, que impedirán o por lo menos dificultarán llevar a cabo un propósito o cumplir con un compromiso. Algo me hace suponer, que tú tenías mucho miedo de asistir a ese baile, y no me refiero al hecho de enfrentar el protocolo de etiqueta y todas esas tonterías, me queda claro que es algo que tienes más que dominado o por lo menos, no te quita el sueño. Pero todo lo que implica para ti ese evento, asistir con Anthony, cuando en realidad deseas estar con Terry, que hiciste todo lo posible para evitar ir a ese evento.

Candy tomó la enorme mano de su amigo y la utilizó a manera de almohada para hundir en ella su rostro hasta perderse, Albert había tocado un tema que todavía le dolía, mucho, y temía que las lágrimas aparecieran en cualquier momento – No lo sé.

-El hecho de que lo dudes puede darte un indicio.

-Es decir, sí lo acepto, extraño a Terry, demasiado. Pero te lo juro, Albert, quiero ir con Anthony, ¡quiero hacerlo feliz! Es solo que... que tengo temor y ni siquiera estoy segura de qué. Es decir, Anthony cree que le estoy mintiendo.

-Le estás mintiendo – dijo Albert con serenidad.

-¡No! Tal vez... está bien, sí, pero solamente porque no tengo opción. Le prometí a la tía abuela Elroy no decirle a Anthony una sola palabra, entonces, si yo no puedo decirle nada, mi plan es, ayudarlo a que él solo descubra la verdad.

-¿Hablas la idea de contactar a su padre?

-Exacto, y no solo por él y sus dudas de pasado. Si su actual enfermedad tiene algo que ver con los problemas de salud que padeció su madre, ¿no crees que sería importante que sus médicos conocieran la historia completa?

-La verdad siempre nos ayudará a liberarnos. Por eso no estoy de acuerdo en que escondas tus verdaderos sentimientos solo por darle gusto a una persona que desconoce los motivos reales que te llevan a comportarte de tal manera.

-Sabes que con Terry no tendría ningún futuro, Albert. Él tiene que casarse con alguien de su clase, aceptar quién es y lo qué está destinado a ser.

-¿Y no crees que Terry te ame lo suficiente, como para luchar contra su propio destino?

-¿Y cómo podría saberlo?

-Pues alejándote de él no es una buena manera de llegar a una respuesta honesta.

-No me hagas pensar en eso otra vez, Albert, ya he tomado una decisión. Además, seguramente está furioso conmigo y planea llegar al baile acompañado de Eliza Leagan o algunas de las hijas de nobles que hacen fila para casarse con él, y yo no me siento capaz de presenciar dicho espectáculo.

-¿Y pretendías que él guardara la compostura cuando tú llegaras con Anthony? – Ella guardó silencio.- Puedes estar tranquila, Terry no piensa hacer nada de eso.

-¿Ha estado aquí? – Candy se incorporó en un segundo- ¿ha hablado contigo? ¿Han hablado de mí?

-Por supuesto que hemos hablado de ti, pero antes de que intentes indagar al respecto – se adelantó Albert al ver que Candy estaba a punto de acribillarlo con preguntas – te informo que la única persona capacitada para decirte qué es lo que siente o planea hacer Terry, es él mismo, así que si tienes alguna duda, te recomiendo que hables directamente con él.

-Ni pensarlo, temo que... que no sea capaz de soportar la forma en que me mira. Debo irme Albert, si no quiero aumentar más días a mi castigo, aunque ahora que lo pienso, no sería tan mala la opción de no volver a ver a nadie hasta que termine el ciclo escolar.

-Ve con cuidado, pequeña. Y, Candy – tomó el rostro de ella entre sus enormes manos – si de verdad quieres ir a ese festival, estoy seguro de que encontrarás la manera de hacerlo.

-Candy, ¡Candy! – Candy había caído en un profundo sueño. Al terminar la última hora de clase, mientras el resto de los estudiantes se dirigían presurosos a arrojar sus libros al rincón más alejado de su habitación, deshacerse del molesto uniforme y unirse a la fogata con la que se daría inicio a las festividades, intercambiar cotilleos y preparar los últimos detalles del atuendo con el que asistirían al baile de disfraces que se celebraría la noche siguiente, Candy caminaba con paso presuroso con destino a uno de los cuartos de meditación, donde debería de permanecer el fin de semana completo. El bullicio generado por la alegría de los estudiantes, en lugar hacerla entristecer añorando la diversión que se gestaba en los jardines, provocó en ella un efecto somnífero y reparador, hundiéndola en un tranquilo sueño. Soñaba con un castillo, un viejo e imponente castillo, amplias y verdes praderas y un lago cristalino, no estaba muy segura de donde estaba, tal vez ese sitio solo existía en sus sueños; una mano desconocida, pero al mismo tiempo muy familiar se cernía sobre la suya, y Candy se sentía en paz. Paz que fue interrumpida por la férrea insistencia de Annie al aporrear su puerta. -¡Candyyy!

-¿Annie? ¿Qué haces aquí? – Preguntó todavía adormilada- si la hermana Gray te descubre...

-La hermana Gray fue quien me envió aquí.

-¿La hermana Gray? ¿A qué?

-A entregarte esto – Annie trataba con mucho esfuerzo de hacer pasar un voluminoso paquete por en medio de las cerraduras de la celda, es decir, cuarto de meditación, donde se encontraba Candy. Al imprimir fuerza, la envoltura del paquete de rasgó, dejando al descubierto una fina caja cuyo contenido todavía era un misterio.

-¿Qué es? – Se sentía cada vez más sorprendida.

-¡Ni idea! – Contestó su amiga con total tranquilidad – Lo único que sé es que las instrucciones del abuelo Williams fueron que se te entregara éste paquete en calidad de urgente y que nadie se atreviera a inspeccionar el contenido del mismo.

Desde hace algún tiempo, Candy tenía la ligera sospecha de que el abuelo Williams tenía algo en común con el padre de Terry. Ambos eran hombres a los que resultaba una misión imposible decirles que no, por lo menos así parecía ocurrirle a la hermana Gray. Y aunque Candy estaba plenamente convencida, basado en el cariño que le tenía a su todavía desconocido tutor, que el abuelo Williams jamás se comportaría igual de duro y prepotente como el Duque Grandchester, imaginaba que era un hombre que inspiraba autoridad con su sola presencia.

-¡Vamos, ábrelo! – Insistió Annie- Todas las hermanas estaban demasiado ocupadas en sus respectivas comisiones, así que yo me ofrecí a traértelo, lo menos que merezco es que satisfagas mi curiosidad.

-¡De acuerdo, de acuerdo! – Candy reía ante al infantil impaciencia de su amiga. Se colocó de rodillas en el piso y volvió lo que quedaba de envoltura en mil pedazos. Le dedicó unos instantes para acariciar la fina caja con letras doradas, aquello sonaba como un apellido muy elegante, pero Candy desconocía a qué se refería dicho anagrama. Annie seguía de puntillas al otro lado de la puerta, sus enormes ojos inquietos apenas sobresalían en el pequeño espacio que era el único contacto del castigado con el exterior, aquella situación resultó hilarante, haciendo a Candy reír y renovando la impaciencia de Annie. Trató de controlarse lo más rápido que pudo, aunque le fue difícil, la debilidad de Annie siempre había sido la curiosidad y hay cosas que no cambian ni con los años.

Desenvolvió con mucho cuidado el fino forro del satín, pero lo que encontró la dejó todavía más desconcertada. Dos hermosos trajes de fantasía se hallaban perfectamente acomodados en el fondo de la caja, aparentemente, se trataba de unos disfraces a juego. Unos elegantes pantalones y chaqueta con motivos dorados y un bellísimo vestido color vino, ambos con su respectivo antifaz. Candy no pudo más y comenzó a reír como una demente.

-¿Qué? – Gritaba Annie impaciente dando pequeños saltitos desde su trinchera – Candy, dime qué te causa tanta gracia.

-Que al parecer el abuelo Williams ha olvidado si adoptó a un chico o una chica, que ha comprado disfraces para ambos casos.

-No creo que el señor Andrew haya olvidado un detalle tan trascendental, probablemente era uno de esos disfraces que no se venden por separado, y como el dinero no es un problema para él, decidió adquirir ambos con tal de que tú tuvieras ese bellísimo vestido. ¡Qué elegante!

-Romeo y Julieta – Candy repitió las palabras que venían impresas en la tarjeta - ¡Son los disfraces de Romeo y Julieta! – "la obra favorita de Terry", fue el pensamiento que se coló en su mente sin poderlo frenar. – Tal vez el disfraz de chico sea para Anthony.

-¡Por supuesto que no! Anthony, Stear y Archie adquirieron sus disfraces hace tiempo, me inclino más por mi teoría.

-Aunque esto me da una idea- una pícara sonrisa había aparecido en su rostro.

-¿Cuál idea? – Preguntó Annie en el mismo momento en que las campanas comenzaron a sonar - ¡Oh no!- se lamentó – tengo que irme o la hermana Gray también querrá encerrarme.

-Entonces corre, sabes que la directora solo busca el menor pretexto para castigar.

-¿No me dirás tu idea?

-¡No! Prefiero que sea una sorpresa – le dedicó un precioso guiño a su amiga.

-¡Candy! – Annie suplicaba.

-Dile a todos que los veré mañana.

-¿Cómo?

-Y no te preocupes, Annie, prometo que el primer baile será para ti. 

Capítulo 35 - Capítulo 37

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