Stravaganza - Capítulo 4
– ¿Qué tiene de sorprendente la habitación 101?
–Es la mejor. Los privilegios en este colegio dependen de cuánto puedan pagar tus padres. El resto de las alumnas compartimos alcoba, pero tú, ocuparás una habitación privada, y no solo eso, la más lujosa. Nadie vive en una igual, salvo claro, el hijo del duque.
– ¿El hijo del Duque?
– Sí, Terrence Grandchester, el hijo primogénito del Duque Richard Grandchester. Tú vivirás en la habitación 101 del bloque "B", el de las chicas, y él ocupa la habitación 101 del bloque "A", el de los chicos.
– Terrence... nombre peculiar. Conocí a un chico con ese nombre en el barco donde viajé a Londres, pero su comportamiento distaba mucho del de un Duque.
– ¿Por qué?
– Era engreído, petulante y bastante impertinente.
–Suena a Terry.
– No comprendo.
–Es todo un caso, de hecho, ya debería de haber egresado del colegio, pero, si podemos tomar como ciertos los chismes de corredor, la mayoría de ellos diseminados por Eliza, el único motivo por el cual Terry continúa aquí a pesar de tener edad para egresar es porque su padre, el Duque, donó una suma enorme de dinero para que lo obligaran a quedarse un año más. La hermana Gray fingió que Terry había reprobado los exámenes finales, cosa que es absurda ya que Terry, a pesar de nunca asistir a clases, es extremadamente listo.
Terry le respondió que no veía cómo aprenderse de memoria, Dios me perdone por lo que voy a decir pero solo estoy repitiendo las palabras que él dijo, "rezos absurdos y vacíos" podrían servirle de algo en la vida, si era evidente que a la hermana Gray no le habían servido de nada ya que vendía su alma e integridad moral al mejor postor.
Resultado, la hermana Gray no solo lo obligó a repetir el año escolar, sino que lo colocó en el primer grado.
– ¿Por qué?
– ¿Te parece correcta la forma en la que le contestó a la directora?
–No, me refiero a ¿por qué su padre quiere tenerlo otro año en este internado?
–Porque no sabe qué hacer con él. Su comportamiento, como el del chico del barco que mencionaste, dista mucho del esperado para un heredero al título nobiliario. Es irrespetuoso, vicioso, pendenciero y un completo inadaptado social. Nunca asiste a misa, se escapa con frecuencia a bares y el poco tiempo que está en la escuela, pelea con todos, en especial con la hermana Gray.
– ¿Se escapa y pelea? Creí que este colegio tenía unas reglas muy estrictas.
–Terry está por encima de las reglas. Los inquilinos de la habitación 101 tienen una atención distinta, como tú. Listo, hemos llegado.
–Gracias – Paty sonreía mientras se balanceaba cambiando su peso de los talones a la punta de sus pies tomando sus manos por la espalda, pero no parecía que tuviera la intención de marcharse – ¿quieres pasar?
– ¡Me encantaría! ¡Wow! Esto es increíble, Candice.
-¡Por favor, llámame Candy! ¿Te puedo decir Paty!
- Por supuesto. ¡Vaya! Es mejor de lo que imaginaba- Paty deambulaba por toda la habitación examinando cada uno de los rincones. Candy desconocía cómo eran los otros dormitorios como para comparar y secundar la impresión de Paty, pero saltaba a la vista que la habitación 101 no reparaba en lujos. Una cama enorme, cortinas del más fino material, muebles antiguos llenos de detalles dorados, un amplio escritorio atiborrado de libros y un cuarto de baño completo con una enorme bañera en su interior.
-¿Eres hija única?
-¿Por qué la pregunta?
-Explicaría este nivel de consentimiento de parte de tus padres.
-Digamos que soy "hija única" de este tipo. Antes de que te enteres por boca de Eliza, yo misma te lo diré. Soy huérfana y hace muy poco fui adoptada por el patriarca de la familia Andrew, el abuelo William. Antes de eso fui mucama en la casa de Eliza, comprenderás la clara objeción del resto de los familiares ante tan extraña decisión de parte del señor Andrew y el inminente rechazo hacia mí, así que, oficialmente, soy el miembro no deseado de la familia.
–Me parece que para ser el miembro no deseado de la familia Andrew tienes un trato de primera.
– Tal vez me ocurre lo mismo que a ese Terrence. Solo quieren mantenerme lejos.
No era posible que las campanas del colegio la estuvieran apurando a levantarse, a lo mucho habían pasado unos cuantos m inutos desde que se acostara en aquella amplia y cómoda cama que la invitaba a continuar acurrucada en ella por lo menos un par de horas más. La idea era demasiado tentadora, pero la severa advertencia de la hermana Gray la hizo recapacitar. "Solo un minutos más", pensó, pero al cerrar los ojos, de nuevo esa figura oscura, que la noche anterior parecía observarla desde el balcón de su habitación de enfrente, volvía a formarse en su mente. Tal vez era mejor despertarse de inmediato.
Después de un rápido baño se dispuso a vestirse con el uniforme blanco que le habían dejado en el ropero, observaba su imagen en el espejo y cómo su cuerpo había cambiado en estos últimos meses, los chicos tenían razón, ya no era aquella niña que llegó a la casa de los Leagan, ahora era hija de la familia Andrew, y, más importante aún, la novia de Anthony Brown. Esa mañana se juró a si misma que su comportamiento dentro del colegio traería orgullo tanto a la familia como a su amado y hermoso Anthony.
Aquella escuela era enorme, ahora con la potente luz del día la podía apreciar mejor. Enormes y fríos pasillos, edificios enormes, cientos de chicos y chicas caminando presurosos de un lado a otro. Las campanas volvieron a sonar, sin duda, indicaban el inicio de las clases, pero Candy seguía sin poder encontrar el aula donde debía tomar su primera clase del día, y aunque intentó preguntarle a un par de chicos que pasaron corriendo a su lado, ninguno estuvo dispuesto a detener su frenética carrera por ayudarla.
-¡Llegas tarde!
- Lo sé, hermana Circe, me perdí.
- ¡Por favor Candice, invéntate otra excusa!
-¡Pero es cierto!
-¡Silencio! Ya la hermana Gray me advirtió de ti. Toma asiento – señaló un pupitre cerca de la puerta del salón – y guarda silencio hasta que termine de pasar lista.
Candy obedeció y con pasos apurados y la cabeza agachada caminó hasta su asiento tratando de hacer caso omiso de los cuchicheos insidiosos que las demás chicas proferían. Pensó en concentrarse en las vetas de la madera de su pupitre pero la hermana Circe pronunció un nombre que la hizo saltar.
- Brither, Annie.
- Presente – pronunció una tímida voz desde el fondo del salón, pero cuando Candy alzó la vista e intentó saludarla, Annie desvío la mirada deliberadamente.
-¿Ella no sabe que la trajiste desde América? – preguntó Archie en el salón de los varones donde Stear y él observaban la maceta con el brote de la rosa "Dulce Candy" que Anthony les mostraba, sin imaginar todos los contratiempos que Candy sufría en la búsqueda de su respectivo salón.
-No, temí que no sobreviviera el viaje y la humedad del barco y preferí conservar el secreto. Ahora solo debo de encontrar un buen lugar donde sembrarla.
-Le encantará la sorpresa – agregó Stear –. Conozco un sitio; en el jardín del lado oeste hay una pequeña colina y justo en la cima un enorme árbol que provee una sombra fabulosa, además la vista de la ciudad desde ese punto es increíble.
-Llévame, por favor Stear, me urge plantar esta flor y poder mostrársela a Candy. Chicos, -suspiró - tengo algo que contarles, algo que me hace muy feliz, Candy y yo...
–Hola, "Anthony"– ese tono de voz exagerado y pretencioso.
– ¿Tú? ¡No puede ser! – Terrence se sentó cómodamente en la silla del profesor y colocado ambos pies sobre el escritorio, sonreía de oreja a oreja.
– ¿Ya tuviste el desagrado de conocer al paria de la aristocracia londinense, primo? – preguntó Archie dirigiendo una dura mirada de desprecio hacia el recién llegado.
–No formalmente, pero este sujeto fue el culpable de que terminara siendo interrogado durante media hora en la oficina de seguridad del barco por presuntamente haber estado molestando a Candy.
–De nada. Terrence Grandchester, un honor, para ti, por supuesto. Será mejor que te grabes mi nombre bien. Y hablando de, ¿dónde está la niña rubia con la que viajabas? Ella y yo tenemos una conversación pendiente.
– Como te lo dije aquella noche en el barco, te agradeceré mucho que no vuelvas a acercarte a mi Novia.
– ¿Novia? - Gritaron Archie y Stear igualmente sorprendidos.
– Novia... ya veo. No te preocupes, a diferencia tuya, no me interesa andar seduciendo niñitas.
– ¡Y que te refieras a ella con propiedad! Así como a la relación que Candy y yo tenemos, y no en el tono corrupto en el que acabas de hacerlo.
–No te preocupes. Lo adornaré con pétalos de rosa la próxima vez.
Al levantarse del asiento, tuvo especial atención en patear el pupitre de Anthony haciéndolo tambalear, provocando que la maceta de Dulce Candy volara por los aires, se hubiera estrellado con el piso de no ser porque Stear logró salvarla en el último segundo.
- ¡Archie, Stear! ¡Por favor, chicos, esperen!
Ninguno de los dos había vuelto a dirigirle la palabra después de aquella contundente declaración por parte de Anthony. Al sonar la alarma del primer periodo de descanso, los hermanos Corndwald abandonaron el aula a pasos agigantados ignorando las suplicas de su primo.
– ¡Tu novia! ¡Vaya que aprovechaste bien el tiempo, Anthony! – fue el primer comentario de Archie cuando Anthony lo obligó a detenerse interrumpiendo su frenética carrera.
– Creí, que se alegrarían por mí, Archie.
– Y yo creí que respetarías nuestro acuerdo. Los tres estábamos interesados en Candy, pero acordamos esperar a que ella tuviese una edad más adecuada y sobre todo, acordamos que le informaríamos de nuestros sentimientos al mismo tiempo para que ella pudiera decidir. Nunca creí que utilizarías tu debilidad como una ventaja.
– ¿Mi debilidad? Archie, tuve un accidente.
–Del cual saliste beneficiado, ya que no solo te recuperaste, también nos quitaste de en medio para poder conquistar a Candy con total libertad.
–No fue así Archie, yo no lo planee, solo se dio, por favor, no quiero que estén molestos conmigo por esto. ¿Stear?
-Pienso lo mismo que mi hermano, ¡teníamos un acuerdo! Y tú no lo respetaste, aprovechaste la situación, como fuera que se hayan "dado" las cosas, para tú beneficio y eso es lo que me molesta. Aunque por otro lado, era evidente que Candy sentía predilección por ti, dudo mucho que Archie y yo hubiésemos tenido alguna oportunidad de ganar su corazón. Y si ella es feliz, nosotros deberíamos alegrarnos, ¿no lo crees, Archie?
- ¿Ella es feliz, Anthony?
- Me esforzaré todos los días porque, así lo sea, Archie.
- Tendrás que esforzarte mucho. No es por angustiarte, pero Candy está cada día más linda, y esta escuela repleta de chicos que se mueran por hacerle la corte.
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