Stravaganza - Capítulo 40
-Eso no fue gracioso, Terry- gritó Candy todavía temblando.
-Si hubieras visto tu cara – contestó Terry luchando por contener la risa que se le escapaba – pensarías distinto. Ven aquí, Pecas – la rodeó con sus brazos – éste castillo podrá tener pasadizos secretos y tal vez una que otra maldición, pero te aseguro que ningún fantasma. Dios no castigaría dos veces. Aunque, no puedo negarte que las historias de ultratumba siguen siendo un buen pretexto para abrazar chicas.
-¿Ah sí? – Lo encaró Candy - ¿Acaso has traído a muchas chicas aquí para contarles historias de fantasmas y así poder abrazarlas?
-Ninguna tan linda como tú, lo juro. Y lo más importante, de ahora en adelante no existirá nadie más ni en éste castillo, ni en mi corazón. – La tomó por la barbilla para darle un tierno beso - ¡vámonos!
-¡Cierto! Tienes razón, debo de darme prisa para regresar al colegio.
Pero él la volvió a abrazar impidiendo que avanzara con dirección a la puerta. – Sabes que no me refiero a eso. Vámonos juntos, sin decirle nada a nadie, tan solo escapemos.
-Terry...
-Lo sé pecas, lo sé. Sé cuál fue tu respuesta ayer y estoy muy consciente de que probablemente, el día de hoy será la misma, pero no dejaré de insistir hasta el último día, porque es lo que mi corazón más desea en éste mundo.
-Terry, no podemos solo irnos. Además, ¿a dónde? ¿Para qué? Es un plan demasiado arriesgado.
-Entonces quedémonos – la envolvió con más fuerza en medio de sus brazos – y nunca volvamos a salir de los muros de éste castillo. No puedes alegar incertidumbre en éste plan, además, tu misma has dicho que te encanta éste castillo.
-Así es, tiene un aire más acogedor que el de Inglaterra.
-¿Te imaginas viviendo el resto de tu vida aquí, conmigo, Candy?
-Sería maravilloso... pero imposible, especialmente ahora. Debo irme si quiero evitar un nuevo castigo de la hermana Gray.
-Te llevaré.
-Claro que no.
-Entonces permite que te lleve algún miembro de mi personal.
-Ni pensarlo.
-Candy...
-¿Es necesario tener ésta discusión todas las tardes? – Se levantó de puntillas para darle un breve beso en los labios – Adiós – pero para Terry aquel gesto de despedida no fue suficiente, la atrajo hacia él para fundirla en un beso que parecía, duraría para siempre.
-Dije que estabas en el tocador, pero no dudes que la hermana Margaret haya ido a verificarlo – fue la excusa que Annie había dado cuando la religiosa pasó lista a la hora de la cena y notó la ausencia de Candy.
-Te debo una, Annie.
- ¡Me debes varias! – Candy recibió una hosca respuesta de parte de su amiga.
-¿A qué te refieres?
-Archie estuvo preguntando por ti ésta tarde, y por más que me esfuerce en parecer convincente, suena absurdo cuando le contesto que "no sé dónde estás". Se marchó furioso.
-No deberías de meterte en problemas por mí, Annie.
-Entonces sugiéreme qué contestarle. Porque estoy segura de que mañana me lo volverá a preguntar, así como estoy segura de que mañana en cuanto acaben las clases volverás a escaparte con Terry.
-No tienes que decirle nada, Annie, debo ser yo la que hable directamente con Anthony, aunque él se niegue a dirigirme la palabra.
-¿Y qué le dirás?
-No tengo la menor idea. Annie te lo juro, todos los días me despierto con la firme voluntad de cumplir mi palabra y la promesa que le hice a Anthony, pero conforme avanzan las horas del día, me muero de angustia por pensar en que Terry se irá y probablemente no lo volveré a ver en mi vida y al terminar las clases él siempre está ahí, como un sueño, y sencillamente no puedo resistirme a vivir ese sueño, tan solo una tarde más.
-Pero ese sueño pronto acabará, Candy, y tú te quedarás sin nada.
-No necesariamente.
-¿A qué te refieres?
-Olvídalo, no me hagas caso.
Pero Annie no pudo olvidarlo ni en el resto de la cena, ni durante el rezo nocturno, ni mientras acosaba a Candy a lo largo de los corredores del colegio, ni cuando se encerró con ella en su habitación.
-Terry quiere que me vaya con él.
Después un par de segundos de gesticulación, finalmente Annie pudo expulsar su pregunta -¿A dónde? ¿Y para qué?
-No lo sé.
-¿Estás pensando en huir con un chico, y ni siquiera sabes a dónde?
-¡No estoy pensando en huir con nadie! Solo quería contarte, lo que Terry me dijo.
-Si no desechaste ese pensamiento de tu cabeza de inmediato por ser una locura, solo puede significar una cosa: que lo estás considerando.
-¿Es una locura, verdad?
-Sí... y tal vez no. No lo sé, Candy, es evidente para todo el mundo, incluso para Anthony, que tú amas a Terry. Y aunque Archie casi me fulmina con la mirada cuando le dije que estaba convencida de que Terry te amaba a ti también, es cierto. Sus condiciones actuales no les permiten muchas opciones y el tiempo se les acaba, pero por favor Candy, que no te domine el pánico. Piénsalo, mucho, porque si la angustia por ya no verlo te está matando y apenas llevamos una semana aquí, no quiero ni imaginar el temor que sentirás cuando termine el verano. Solo te pido eso, piénsalo. ¡Mucho!
El viernes a primera hora las clases fueron interrumpidas dado que, en las propias palabras de la hermana Gray, los alumnos del San Pablo tenían una "invitación" muy especial. Chicos y chicas se reunieron en el jardín central de la propiedad. Eliza aprovechó para acercarse y susurrarle a Anthony un mensaje inaudible para Candy, pero por la mirada que Anthony le lanzó, Candy estaba convencida que no se trataba de nada agradable para ella.
-¡Hijos míos! ¡Sean todos bendecidos en éste glorioso día que nos ha obsequiado Dios nuestro señor! – El sacerdote del pueblo lucía una túnica modesta, pero extremadamente pulcra. Tenías las manos entrelazadas en un gesto amable y condescendiente, pero su mirada denotaba ser enérgico y muy apegado a las normas cristianas, de ese tipo de personas que no tienen que infundir temor para obtener respeto, sencillamente se lo ganan. – Como ya les mencionó la hermana Gray, los he reunido aquí para hacerles una invitación. Todos ustedes son hijos e hijas de familias de renombre y muy bien acomodadas, por lo que puedo suponer que durante sus tiernas infancias ninguno de ustedes careció de lujos y comodidades a manos llenas – "supone mal", pensó Candy esbozando una leve sonrisa, ya que, en lo que respectaba a ella, las palabras del sacerdote no estaban más alejadas de lo que fue su realidad – pero no por eso deben de olvidarse de los que menos tienen. La familia Grandchester siempre se ha caracterizado por su altruismo y dadivosidad, y como todos los veranos, organizado por el joven Terrence aquí presente, se realiza una colecta con lo producido en ésta Villa para repartir entre los más necesitados de las poblaciones circunvecinas. No es una tarea sencilla, algunos poblados se encuentran muy alejados o el acceso es un tanto difícil, pero el joven Terrence ha tenido una maravillosa idea, que es el hacerlo a ustedes participes de ésta experiencia, así el trabajo de repartir será mucho más rápido y eficiente, y ustedes tendrán una experiencia enriquecedora que les dejará una lección para siempre, pero claro, esto no es obligatorio, así que, ¿quién nos acompaña?
Una solitaria mano se elevó hacia el cielo, y esa era claro, la de Candy. Terry sonrió. Dicho de paso aquella mañana lucía espectacular, con una elegante chaqueta y luciendo en el pecho la insignia familiar, se volvía más notorio los dos o tres años de edad que le llevaba a la mayoría de los chicos que asistían al colegio. Lucía como un digno heredero al título nobiliario y Candy pensó que aunque Terry sentía cierta aversión a su apellido, sabía representarlo de forma soberbia cuando la situación lo ameritaba.
-¿No te cansas de ofrecértele a Terry todas las tardes, que ahora piensas aprovechar el día completo?
Candy ignoró por completo aquel comentario mal intencionado de parte de Eliza, pero Annie no logró contener su cara de fastidio y probablemente fue eso lo que la animó a levantar la mano. Patty la siguió.
-Quien nos acompañe, tendrá el resto de la tarde libre para pasear por el pueblo.
-Eso no... - pero la objeción de la hermana Gray fue silenciada por el cúmulo de murmullos generados por chicos y chicas que levantaban enjundiosos las manos. – El altruismo tiene un fuerte poder de convocatoria, hermana Gray.
Terry puso manos a la obra para organizar distintos equipos de trabajo, había tres distintos grupos de ayuda a repartir: ropa, víveres y medicina. Y la repartición debía de realizarse de forma equitativa. Uno de los alumnos de último grado comentó que debían de ser muy cuidadosos en la repartición de medicamento, ya que dar la medicina incorrecta a un padecimiento podía resultar peor que la cura.
-¿Qué sugieres? – preguntó Terry.
-Un diagnóstico médico previo.
-Ni pensarlo, la falta de médicos es uno de los principales males de éste lugar.
-Bueno...- agregó el chico con cierta timidez- mí padre es médico, desde que tengo memoria lo he visto ejercer. Al terminar el verano ingresaré al colegio de medicina y...
-Y ésta sería un muy buen entrenamiento para ti. Candy, ¿podrías ayudarlo? Tiene vocación de enfermera – le susurró al chico mientras le guiñaba un ojo.
-¿Te irás con él? – Anthony impidió el avance de Candy tomándola por el brazo y haciéndola girar.
-Anthony... yo...
-Todos iremos con él – agregó Annie- deberías de acompañarnos.
- Vamos hermano, es un mejor plan que soportar interminables clases o regresarnos a encerrar a la casa Andrew.
-¿Soportarás que ese idiota te esté dando órdenes, Archie?
-Todo sea por caridad – elevó los hombros en aire desenfadado – y por tener una tarde libre. Ven con nosotros.
-¡Yo no pienso participar en esa estúpida pérdida de tiempo!
-No tienes que ir si no quieres, nadie te está obligando, Anthony, la caridad no es para todos. ¿Corndwall, podían encargarse de esto?
Anthony no se quedó a escuchar las instrucciones que Terry les daba a Stear y Archie para el manejo de los víveres que repartirían, se marchó furioso, acompañado de Eliza y Neal.
Con ese gran equipo de ayuda, les llevó apenas un par de horas repartir todos los insumos, incluso en las cabañas más alejadas, y aunque subir una colina tras otra en tan poco tiempo representó todo un reto a la condición física, los alumnos pudieron sortearla de maravilla, motivados por la idea de que entre más pronto terminaran, más tiempo libre tendrían para disfrutar en total libertad.
Candy se sorprendió, porque a pesar de lo humilde que eran las casas que visitaban, todos y cada uno de sus habitantes se mostraron agradecidos y no paraban de ofrecerles lo poco que tenían en sus hogares. La generosidad no tiene nada que ver con cuanto tienes, sino con cuánto estás dispuesto a dar.
-Lo reciben cómo si fuese el Rey de Inglaterra- Annie exageraba, buen, tal vez solo un poco. Pero en todas las casas recibían a Terry con mucha alegría y una simpática solemnidad. Las mujeres se mostraban agradecidas y un tanto maternales, las jovencitas se mantenían a una prudente distancia deleitándose en su belleza, los niños lo saludaban sonrientes y le fue muy grato descubrir que Terry se sabía el nombre de la mayoría de ellos. Los hombres de la casa se negaban a dejarlo marchar hasta que compartiera un trago con ellos, incluso retó a Stear y Archie a que probaran, lo que él consideraba, el mejor whiskey de la región, comentario que hizo que su barbudo y robusto anfitrión se hinchara de orgullo.
Stear y Archie se arrepintieron de inmediato en cuanto aquel líquido comenzó a quemar sus gargantas provocándoles un violento acceso de tos.
-Se quita con el segundo trago – aseguró el hombre volviéndoles a llenar el vaso. Tal vez esa fuese la razón de que Archie estuviese particularmente parlanchín el resto de la jornada.
-Agradezco a todo su ayuda, ahora, disfruten de su tarde lejos del yugo dominador de la hermana Gray. – Apenas Terry hubo dicho esas breves palabras, el grupo comenzó a dispersarse – No, no, no, tú no Pecas. Tú irás conmigo, tengo preparada una tarde muy especial solo para nosotros dos.
-¿Hiciste todo esto, por ella? – Lo interrogó Annie en voz baja cuando se acercó a despedirse de Candy.
-Te juro que es algo que hago todos los años, Annie.
-Pero sabías que al hacerla participe la harías muy feliz. Disfruta tu sueño un día más – le susurró el oído a su amiga – y que el mundo deje de girar si quiere.
Pero unos pocos metros antes de llegar al Castillo, Terry vio esa tarde de ensueño convertirse en pesadilla, al percatarse de la mujer que lo esperaba a las puertas de la propiedad.
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