Stravaganza - Capítulo 41
Palideció. Su rostro lucía tenso y respiraba con dificultad. Incluso la mano con la que amorosamente tomaba la suya, comenzó a ponerse rígida y su agarre era tan fuerte que le causaba dolor. Candy no comprendía por qué esa misteriosa mujer afectaba tanto a Terry, pero cuando ella se bajó la capucha y dejó al descubierto su hermoso rostro, la realidad de las cosas la sobrepasó.
-¿Qué demonios haces aquí, Eleonor? – Preguntó Terry después de avanzar furioso hacia donde estaba su madre.
-Terry...por favor.
-¡Lárgate! – Todo el coraje contenido en ese grito lastimó los oídos de Candy – No tienes absolutamente nada que hacer aquí, ¡así que lárgate!
-Terry, te lo suplico. Viajé hasta aquí porque sabía que tu estarías solo durante el verano y ésta era mi única oportunidad de...
-Lamento tanto que hayas viajado desde tan lejos para nada, pero como verás, tengo planes que no puedo cancelar ni por ti ni por nadie.
-¡Terry, por favor compréndeme!
-Te comprendo Eleonor, entiendo tu dolor más de lo que crees, fue exactamente lo mismo que yo sentí, aquella noche que fui a verte – abrió la reja del castillo – y no recibí de ti más que un portazo en la cara – y acompañó sus palabras azotando la reja muy cerca del rostro de Eleonor.
Arrastró a Candy consigo, pero ella caminaba con la cabeza vuelta hacia atrás, no podía desviar la mirada del rostro suplicante de Eleonor -¡Por favor Terry, déjala entrar! Entiende que puede ser más peligroso que alguien la vea ahí afuera.
-¡No! No tengo nada que hablar con ella, además, esta tarde solo quiero estar contigo y... - Candy se soltó de su mano y antes de que él pudiera reaccionar corrió hacia la puerta- ¡Candy no te atrevas!
-Adelante, señora – Eleonor ingresó a la propiedad apenas Candy hubo abierto la reja lo suficiente.
-Te lo agradezco muchísimo. Mi nombre es Eleonor Baker, y a pesar de lo incómoda de la situación, es un placer conocerte, linda.
-Llámeme Candy, y el placer es mío. Es mucho más hermosa en persona que en los periódicos, señora.
Terry miraba boquiabierto aquella extraña escena; soltó un alarido con el rostro vuelto al cielo resignado al hecho de que no se podría escapar de aquella emboscada en la que Candy había sido en buena medida, responsable de acorralarlo. Se dirigió con paso decidido hacia el interior del castillo, ambas mujeres lo siguieron.
-Terry, te lo suplico, necesitamos hablar.
-No – rodeo la barra del recibidor principal y después de servirse una enorme cantidad de whiskey en un vaso e ingerirlo de un solo trago, prosiguió – tengo absolutamente nada que hablar contigo.
-Sabes que no me gusta que bebas de esa formar.
- ¡Me importa un carajo lo que te guste o no!
-¡Terry! – Candy se horrorizó – no le hables así a...
- ¿A mi madre? –En los ojos de Eleonor podía leerse el terror que se apoderaba de su ser- Tranquila Eleonor, no pongas esa cara. Candy se enteró desde hace mucho tiempo del parentesco que tú y yo tenemos, fue por casualidad, no creas que me llena de orgullo andarlo gritando a los cuatro vientos. Pero Candy es una persona en la que puedo confiar, la única de hecho.
Y Candy, mi amor. No puedo culparte por esa debilidad tuya de esperar siempre lo mejor de las personas, ¿pero no crees que el título de madre le queda demasiado grande a una mujer que intentó asesinar a su hijo cuando todavía estaba en su vientre?
-¡Terry, cómo puedes decir esas atrocidades!
-¿Ahora te horroriza, Eleonor?
-Sí, Terry. Me horroriza que creas en las mentiras que te ha dicho tu padre.
-¿Mentiras? Si hablamos de mentiras tú le llevas una gran ventaja en dicha área. Me mentiste haciéndome creer que me querías, pero mi padre tiene razón, eres incapaz de querer a nadie que no seas tú misma. Hiciste a un lado a tu propio hijo cuando comenzó a estorbarte, eres más falsa que los personajes que interpretas, eres despreciable, Eleonor.
-¡Terry basta! – Candy se acercó hasta él y con ternura envolvió su rostro entre sus manos – Sé que estás molesto, sé que todo esto te duele, pero Terry, yo hubiese deseado tener aunque sea una oportunidad de hablar con mi madre y preguntarle tantas cosas, preguntarle por qué. Tu madre cruzó todo el océano para hablar contigo, ¿y tú te niegas a escucharla, por querer vengarte de ella? No, no, no. – Se adelantó a su alegato- No estoy diciendo que tienes que perdonarla, o que estás obligado a hacer las paces. Pero tú mismo me has dicho que tienes recuerdos, sucesos que no encajan en la versión que te ha dado tu padre de los hechos, cosas que siempre te atormentan. Ella está aquí, por ti, ya es hora de que aclares todas tus dudas.
-Quédate – la tomó de la mano – quédate y ayúdame a conservar la cordura, por favor.
-No, Terry. Esto es algo que deben de hablar únicamente, madre e hijo. Le ruego me disculpe, señora, pero debo marcharme.
-Gracias – el susurro de Eleonor fue apenas audible, pero Candy sintió que provino directamente de su alma.
-La acompañaré a la puerta – Terry se revolvía el cabello buscando serenidad- acomódate o haz lo que tengas que hacer, no tardo.
-Tu madre es bellísima – comentó Candy para romper el tenso silencio en el que recorrían el camino que conducía a la reja principal.
-Nunca he negado eso.
-Me alegra que hayas accedido a hablar con ella, me deja tranquila.
-Todavía puedo huir, regresar a la escuela contigo y dejarla sola en el castillo.
-¿En realidad es eso lo que quieres?
-No... no estoy seguro.
-¡Sabía que te encontraría aquí! – el grito de Anthony recorrió toda la propiedad. En su mirada había algo que Candy nunca antes había visto: ODIO, odio hacia ella. - No regresaste de la supuesta visita de ayuda en el pueblo, pero sabía que eso no era más que un pretexto para verte con este imbécil.
-Si valoras el esfuerzo que todo mundo hace por cuidar de tu salud, Brown, te recomiendo ampliamente que no me fastidies en éste momento.
-¡No estoy hablando contigo, idiota!
-¡No voy a permitir que vengas a mí casa a irrespetarme de esa manera!
-Entonces abre la puerta y veremos cómo tratas de impedírmelo – lo retó Anthony.
-Terry – Candy puso una mano sobre su pecho impidiendo que Terry respondiera al desafío de Anthony- Anthony no entrará, seré yo la que me marche.
Al cruzar la puerta del castillo, Anthony la tomó del brazo con demasiada fuerza -¿Estabas sola con él?
-¡Suéltala! – Gritó Terry, furioso, pero Anthony lo ignoró.
– ¡Respóndeme! ¿Estabas sola con él?
Candy tenía la vista clavada en la ventana, por la que Eleonor observaba asustada todo el enfrentamiento–Sí.
- ¿Haciendo qué?
-¿Podemos discutirlo en el camino de vuelta al colegio? Es tarde y no quiero ser reprendida por la hermana Gray.
-Él no te va a acompañar, no en ese plan tan imbécil en el que está.
-¡Por favor, Terry! Recuerda que tú tienes cosas más importantes que arreglar en éste momento, y yo también.
– ¿Qué te pasa cariño? – Terry no había vuelto a mencionar palabra desde que muy a su pesar, tuvo que observar a Candy marcharse del Castillo Grandcheter, acompañada de un furioso Anthony Brown. Eleonor tomó asiento a su lado, no sin antes alejar sutilmente la botella de whiskey de la que Terry continuaba sirviéndose - ¿Sigues afectado por la pelea que tuviste con ese chico en la puerta?
–La pelea me tiene sin cuidado. Pero no me gustó para nada la forma en que le habló.
–Lo sé, y me siento muy apenada porque cuando él le preguntó si estaba aquí sola contigo, ella tuvo que mentir por mi culpa. Pero, no entiendo una cosa, cariño ¿por qué se enojó tanto ese chico? ¿Acaso él es su novio?
–En teoría.
–Sé que la juventud de ahora es distinta a la de mi época, pero por favor explícame cómo son los novios "en teoría".
Terry suspiró, no dejaba de resultarse extraño encontrarse hablando con su distante madre de todo eso. – El año pasado Anthony sufrió un accidente, uno muy grave según me cuentan, que lo tuvo al borde de la muerte. Él aprovechó dicha situación para obligar a Candy a que le prometiera casarse con él en cuanto terminen su educación en el colegio.
– ¿Aprovechó la situación? No puedes obligar a alguien a prometer algo que no quiere, ni siquiera aprovechándote de la situación que te rodea.
–Supongo que ella también entró en pánico por verlo agonizando. Candy tiende a ser demasiado noble, condescendiente, o... o tal vez en ese entonces, ella lo quería.
– ¿Lo quería? Te refieres a antes de conocerte. Porque resulta obvio que ella te quiere. Nadie le mentiría a su novio, sea en teoría o no, por proteger la privacidad de un chico al que no quiere. Y a ti Candy te interesa. Mucho, ¿verdad?
–Creo que, no, estoy completamente seguro de que la amo. En verdad la amo. No es solo un capricho como todos piensan y hace mucho tiempo que dejó de ser una estúpida competencia contra Anthony. La amo y sé que ella a mí también, así que no me importa tener que quitar a Anthony Brown de en medio a como de lugar.
–Te voy a contar algo, Terry. Yo era muy joven cuando empecé a trabajar en la compañía Stanford. Diecisiete años, histérica y perfeccionista. Quería llegar a ser una actriz muy grande, la mejor de la época. En la compañía teatral había un chico, Edward. Era muy dulce y muy profesional, compartíamos el mismo amor por el teatro y él siempre me ayudaba en todo lo que yo necesitara, incluso sin pedírselo, a un grado que parecía ser capaz de leerme la mente. Todos mis compañeros murmuraban que se notaba a distancia que Edward estaba perdidamente enamorado de mí, y que yo era la única que no me había dado cuenta.
No era que no me diera cuenta, sencillamente, no me interesaba notar eso. Solo me interesaba mi carrera y para amores triviales no tenía tiempo. Hasta que un día, tu padre apareció sentado en primera fila.
Le bastó solo decir su nombre para imponerse, y apenas terminó la función, lo descubrí esperándome mi camerino. ¡Dios, te juro que era tan apuesto!
Elegante, conocedor, un hombre de mundo. Creo que Candy podría comprenderme muy bien, lo difícil que resulta para una joven sencilla e ilusa, tratar de resistirse al encanto de un Grandchester.
El resto de la historia, no es difícil de adivinar, tu padre y yo nunca nos casamos, yo no encajaba en su estatus social.
–¿Qué pasó con Edward?
–Se casó. Dejó la actuación, pero nunca el teatro. Trabaja en la producción de varias obras, tiene tres hermosas hijas y una igual de hermosa esposa. Es feliz.
- ¿Y tú nunca fuiste feliz?
– Sé por dónde vas, Terry. Lo vivido con tu padre, no fue nada fácil, no voy a intentar negártelo. Pero conocerlo tenía un propósito más grande que nosotros mismo, tú, y de eso no me arrepiento. Solo quiero que entiendas, que es válido que quieras luchar por tu amor, con todas las armas que tengas, pero debes estar seguro de ser capaz de ofrecerle a Candy algo mejor que lo que Anthony le prometió, si es que la amas tanto me comentas. El amor no se trata de lo que tú quieras, sino de la felicidad del ser amado.
-¿Por qué me dejaste, Eleonor? ¿Por qué si sabías lo cruel que puede llegar a ser el Duque, no te importó dejar a tu hijo pequeño a su merced?
-Yo no te dejé, mi cielo, y me duele mucho pensar que todo éste tiempo tu hayas creído eso. Fue tu padre quién te arrancó de mí. Terry, yo fui la mujer más feliz del mundo cuando me supe embarazada de ti, debes creerme. Iba a tener un hijo del hombre que amaba, me sentía soñada, el problema era que él no me amaba a mí.
"¿Cómo pudiste pensar que yo querría tener un hijo con una Americana?" Fue la primera vez que tu padre se mostró tal cuál es, debí de haberme dado cuenta, debí de haberlo tomado como una señal de alerta y huir tan lejos como me fuera posible de su maldad, pero entiéndeme Terry, yo lo amaba. Estaba tan dolida por su respuesta, incluso llegó a insinuar que... que yo estaba mintiendo, que seguramente aquel bebé no era... en fin, un sinnúmero de tonterías que no quiero recordar.
Pero en el fondo él sabía que mi amor era sincero, y se mantuvo cerca, vigilando, esperando el resultado, ilusionándome apenas lo suficiente para hacerme creer que cuando tú nacieras, cuando finalmente te conociera y se diera cuenta de que eras su hijo, él cambiaría. Y así fue, al menos por un tiempo.
Un hijo varón, un heredero, e idéntico a él. No paraba de repetir eso, creí que a partir de entonces todo marcharía bien para nosotros. Le insistí un par de veces en que debíamos casarnos, para formar una familia como tú te merecías, pero él siempre decía que deberíamos casarnos en Inglaterra, pero que no era fácil por reglas absurdas de la nobleza y un sinfín de cosas que yo no entendía. Yo estaba tan feliz viéndote crecer, mi cielo, que ni siquiera me importaba que las ausencias de Richard fueran cada vez más y más largas, hasta que el dinero comenzó a escasearnos.
Yo había abandonado el teatro en cuanto me supe embarazada de ti y mis ahorros estaban por terminarse. La última vez tu padre se ausentó casi un año entero, hasta que un día, sin previo aviso, se apareció en nuestra puerta para decirme que ya todo estaba resuelto.
Y efectivamente todo estaba resuelto, pero para él. Se había casado, claro, eso lo supe hasta muchos años después, pero él había aprovechado ese tiempo para poder armar la pantalla familiar perfecta en la cual incluirte.
Dijo que te llevaría a dar un paseo, olvidó mencionar que era al otro lado del mundo.
Estuve a punto de volverme loca Terry, pero si no me arrojé de un puente o a una locomotora en movimiento, fue porque estaba demasiado preocupada por hallar la forma de recuperarte. Lo primero, conseguir dinero, pero lo único que sabía hacer era actuar. Busqué la ayuda de un par de amigos de mi época en el teatro, pero todos me dieron la misma advertencia: nadie te tomará en serio si se enteran que fuiste la amante del Duque Grandchester estos años. Por mucho que me doliera reconocerlo, eso había sido para él. Mi reputación era lo único que tenía, así que tuve que callar mi episodio al lado de tu padre, y por ende, tu existencia.
Me tomó muchos años poder acercarme a ti, Richard es muy poderoso y me cerraba todas las puertas. Cuando finalmente pude contactarte, me topé con que mi pequeño y dulce niño, se había convertido en un joven que me odiaba.
-Mi padre...
-No hace falta que me lo digas Terry, me puedo imaginar todas las atrocidades que tu padre te dijo de mí, la infinidad de cartas que quemó para que tú creyeras que yo te había olvidado. Sufriste años a su lado mientras él te envenenaba en mi contra, y te pido perdón por todo eso.
-Te equivocas, Eleonor, yo, yo no te odio mamá.
-Mamá... no sabes cuántos años recé, pidiéndole a Dios la oportunidad de escucharte llamarme así una vez más.
Comentarios
Publicar un comentario