Stravaganza - Capítulo 6
La semana transcurría lenta y pesada. Un desfile de clases tras clases cuyos temas le resultaban incomprensibles, por no decir, completamente inútiles, a Candy. Stear y Archie no bromeaban cuando le dijeron que aquello parecía más una cárcel que un colegio. La libertad de ser, sentir, o siquiera tener una opinión propia quedaban sepultadas bajo la inmensa cantidad de normas por cumplir y rezos a todas horas. El número de deberes pendientes seguían acumulándose sobre su escritorio, al igual que las notas con mala calificación. Solo esperaba que a Anthony le estuviese yendo un poco mejor.
-¡Aburrido! – gritó Terry desde el fondo del salón. Lucía un tanto extasiado y despedía un fuerte olor a tabaco y alcohol. Era extraño verlo asistir a clases, pero las pocas veces que lo hacía, solo se dedicaba a fastidiar.
-¿Quieres callarte? – Lo encaró Anthony girando en su pupitre. – Los demás queremos aprender.
- "Los demás queremos aprender" – repitió en tono burlón - ¡por favor! Cualquiera con dos dedos de frente podría resolver ese remedo de problema aritmético.
-¿Por qué no nos ilustras, Terrence? - lo retó el profesor que presidía la clase.
- Será un placer – con la seguridad que lo caracterizaba, Terry se dirigió al pizarrón y en escasos segundos, el problema que para el resto de los estudiantes hasta ese momento resultaba incomprensible, estaba perfectamente resuelto. El profesor no podía ocultar su sorpresa.
-¡Claro, cuando repites año escolar ya te sabes de memoria los resultados de todos los problemas ! – comentó Archie con acidez.
- Señor Archieabald, - comentó el profesor sumamente indignado por dicho comentario - yo jamás he repetido los problemas con los cuales enseño a mis alumnos en ninguno de los diez periodos que llevo impartiendo clases en esta institución, así que le exijo se abstenga de ese tipo de comentarios sin fundamentos.
-¡Americanos idiotas! – agregó Terry en un tono perfectamente audible.
-¡Retira eso! – gritaron Anthony y Archie al unísono colocándose en actitud amenazadora frente a Terry que esbozaba su famosa sonrisa burlona. Stear trataba con poco éxito de interponerse entre sus parientes y Terry para evitar un enfrentamiento, y por supuesto, su respectiva sanción.
- ¡Señores, compórtense como lo que son, unos caballeros! – Instó el profesor – No quiero un solo comentario agresivo entre ustedes, ¿quedó claro? Ahora, siguiendo la línea de trabajo que nos mostró Terrence al resolver el problema, supongamos que...
-¡Oye, "Anthony"! – Susurró Terry mientras acercaba su pupitre al de Anthony – Qué linda esa novia que tienes, es una lástima que tengas que dejarla sola todos los domingos, pero no te angusties, yo puedo cuidar de ella.
Lo siguiente que el grupo presenció fueron los pupitres volando por los aires y a Anthony y a Terry rodando por el piso del salón lanzando golpes al por mayor.
- ¿Y Anthony? – preguntó Candy cuando en el último receso del día con tristeza, solo vio llegar a Stear y Archie.
-La última vez que lo vimos marchaba con destino a la oficina de la directora – contestó Stear y en su voz se notaba su gran preocupación.
-¿Por qué?
-¡Por culpa de ese idiota! – Pero en lugar de indignarse por el insulto de Archie, Terry comenzó a reír – estaba fastidiándolo y terminaron agarrándose a golpes en plena clase. ¡Candy!
Candy no le escuchó, se dirigía con paso firme y veloz a enfrentar a Terry. - ¿Dónde está Anthony?
-Seguramente llorando en la oficina de la hermana Gray – contestó Terry exhalando una bocanada de humo de tabaco.
-¿Por qué lo golpeaste? ¡Él está enfermo!
-No sabía que ser débil y cobarde se consideraba una enfermedad.
-¡No lo vuelvas a tocar! ¿Me entendiste?
-¿Y a ti? – su sonrisa era demasiado impertinente para soportarla. Candy dio la media vuelta y emprendió la carrera.
-¡Candy! ¿A dónde vas? – gritó Stear.
-A la oficina de la directora.
-¿Cómo te atreves a interrumpir en mi oficina de esta manera? – la hermana Gray no podía creer semejante descaro, en tantos años como directora jamás un estudiante se había atrevido a entrar en su oficina sin ser llamado por ella y sin siquiera dignarse a tocar la puerta. Y ahora esa huérfana revoltosa había entrado a desafiarla al cuartel general de la comandante de dicha institución.
-Lo siento hermana Gray, pero necesito hablar con usted. Me urge saber dónde se encuentra Anthony Brown y en qué condiciones.
-Y yo necesito que abandones mi oficina en este preciso momento.
-No lo haré sin saber el paradero de Anthony.
-¡Santo Dios! ¿Por qué eres tan terca? – La vena que cruzaba la frente de la hermana Gray parecía a punto de estallar - ¡De acuerdo, te lo diré! ¡Y te irás enseguida! Está en el cuarto de meditación.
-¿El cuarto de meditación? ¿Qué es eso?
-El lugar a donde son enviados los alborotadores como él para brindarle la oportunidad de reflexionar sobre sus actos.
-¿Cómo una celda? ¡Eso es inhumano!
-¡Silencio! No es inhumano, se trata del justo castigo a semejante afrenta. Provocar una pelea a media clase no es algo que se pase por alto en esta escuela.
-¿Por qué si se trata de un castigo "justo", solamente Anthony sufre las consecuencias mientras Terrence continúa deambulando impunemente por los pasillos del colegio? Tengo entendido que AMBOS pelearon, ¿qué criterio define quién recibe el castigo y quién no en esta institución?
-¡Nadie cuestiona mi autoridad en esta escuela! – Y con un fuerte golpe en su escritorio que provocó que varios papeles salieran volando trató de dar por terminada aquella absurda discusión -¡Sal de mi oficina si no quieres ser tú la que esta noche duerma encerrada en una celda, quiero decir, un cuarto de meditación!
-¡Paty! – Un frenético golpeteo en la puerta acompañaba sus gritos.- ¡Paty! –Finalmente Patricia O'Brien salió a recibirla, aunque no completamente despierta.
-¿Candy? ¿Qué ocurre? – preguntó mientras se frotaba los ojos,
-Necesito que me digas dónde se encuentra el cuarto de meditación donde encierran a los chicos que han cometido una falta.
-¿Para qué? – acompañó la pregunta con un sonoro bostezo.
-Necesito ir.
-¿QUÉ? ¡Candy no puedes hacer eso! Romperías no sé cuántas reglas, podrían expulsarte. ¿Por qué quieres ir?
-Encerraron a Anthony y yo necesito verlo.
-¿Entonces son ciertos esos rumores que se dicen en la escuela? ¿Ese chico es tu novio y por eso quieres aprovechar la oportunidad para verlo? – parece que los chismes en el colegio San Pablo corrían con demasiada velocidad.
-Paty no se trata de eso. – Pero Paty seguía luciendo esa expresión de incredulidad, no estaba en absoluto convencida - ¡Está bien, está bien! Es cierto. Anthony y yo tenemos una relación, pero no tiene nada que ver con mi deseo de verlo esta noche, ¡te lo juro! Hace un par de meses, antes de venir a este colegio, Anthony tuvo un grave accidente, por poco pierde la vida. Estuvo semanas inconsciente, sus propios médicos no creerían que sobreviviría.
-¡Qué horror! Nunca lo imaginé, quiero decir, luce tan sano como cualquiera de nosotros.
-¡El problema es que él todavía no está bien! Necesita supervisión médica, cualquier malestar, dolor de cabeza, podría significar otra cosa, algo grave. ¡Y ahora la hermana Gray lo encierra aislado de todo mundo sin importarle su condición! Paty, debo asegurarme de que Anthony se encuentre bien, ¡te lo suplico!
-¡Tranquilízate Candy, por favor! Entiendo tu desesperación, pero lo que piensas hacer, ¡es una locura! Te meterías en serios problemas, y yo, yo no me siento cómoda ayudándote a hacer algo que podría provocar tu salida de este colegio.
-Solo te pido que me des la ubicación, ¡nada más! Paty, sabes que de todas formas lo haré. Si no me lo dices, tendré que buscar en toda la escuela, y las posibilidades de que me descubran y expulsen aumentan. Pero si me dices lo que necesito saber, estaré de vuelta en habitación en menos de lo que imaginas. ¡Por favor!
Entrar por la puerta principal del edificio no era una opción, tal como Paty se lo había indicado. Un enorme cerrojo sellaba la entrada, y dos religiosas realizaban constantes rondines en los alrededores, pero nunca llegaban hasta la parte de atrás. Debía trepar por la pared posterior, era su única opción. Aunque las celdas de castigo se encontraban en el piso más alto y no sabía con exactitud en cuál de los "cuartos de meditación", seguía causándole nauseas dicho nombre, tenían a Anthony recluido. Se dispuso a averiguarlo.
La noche se cernía con violencia, fría y oscura. Sus pies tambaleaban sobre las tejas flojas del techo, y las manos le ardían al aferrarse con fuerza al filo de la pared. Su cuerpo parecía estar a punto de desfallecer a causa del esfuerzo físico que le representaba trepar por tres pisos, pero su espíritu no, ese era inquebrantable, Anthony la necesitaba, ella no podía flaquear. Una débil luz emergía de una habitación. Suponiendo que los cuartos de meditación no fuesen un lugar donde a la mayoría de estudiantes les urgía visitar, el único habitado de esa noche debía de ser el de...
-Anthony – susurró en la ventana - ¿Anthony, estás ahí?
-¿Candy? – Preguntó incrédulo - ¿Candy qué haces aquí? Si alguien te descubre, te meterás en graves problemas.
-Quería verte, saber cómo te encuentras.
-¡Candy! Aunque me ha devuelto el alma al cuerpo verte aquí, no debiste preocuparte, estoy bien, puedes estar tranquila.
-¿Te lastimó? ¿Ese chico te lastimó cuando peleaban?
-No, nada de eso – pero el enorme hematoma que tenía en el lado izquierdo del rostro no apoyaba su historia.
-Anthony dime la verdad, si te sientes mal, por mínimo que sea tu malestar, no pararé hasta que la hermana Gray mandé a traer a tu médico y te revise. ¡No me importa cuánto tenga que insistir en ello!
-¡Candy que estoy bien!
-Me quedaré contigo – a pesar de sus afirmaciones ella no estaba convencida.
-No, por favor mi amor.
-Mi amor.- Y al repetir esas palabras, la ternura que brotaba de ellas parecía quebrar el frío viento que la torturaba aquella noche - Nunca me habías dicho así.
-Eso eres,- él colocó su mano en la ventana - mi único y más grande amor. – Candy también colocó la suya, deseando tocar esa tersa y cálida piel de la mano de su amado, pero el helado cristal de la ventana los separaba - Ahora por favor, vete. Me encantaría pasar toda la noche contemplando tu hermoso rostro, pero no podría soportar que padezcas las inclemencias del clima o te expongas a la furia intransigente de la hermana Gray.
-¿Cuánto tiempo estarás aquí?
-Dos noches. Saldré el sábado en la por la mañana Y no, antes de que siquiera lo pienses, prométeme que no te arriesgarás otra vez a venir hasta acá mañana por la noche. ¡Prométemelo!
- Está bien. Te veré el sábado, entonces.
-Candy.
-Dime, Anthony.
-Intenta soñar conmigo, así como yo soñaré contigo
Resulta una misión imposible concentrarse en clase cuando no has logrado conciliar el sueño la noche anterior ni siquiera un par de horas seguidas. Anthony seguía encerrado en ese horrible lugar; su único pequeño consuelo era pensar que por lo menos el castigo terminaría antes del domingo y así Anthony no faltaría a su revisión médica semanal en casa de los Leagan. Y con ese débil intento de consuelo que albergaba su corazón, logró sobrellevar el horror entre clase y clase. Eliza lanzó un par de comentarios mordaces comparando la inteligencia de Candy con la de los cerdos que olía cuidar cuando habitaba la casa Leagan, pero Candy estaba demasiado preocupada por Anthony como para prestarle atención a esos horribles comentarios.
Finalmente el último receso del día. No tenía ganas de ver a nadie; deliberadamente evitó la compañía de Stear y Archie y prefirió vagabundear por los jardines más alejados del San Pablo, el contacto con la naturaleza siempre le otorgaba paz. Pero su paz, al igual que su integridad física, corría un terrible peligro, ya que al caminar sumergida en sus pensamientos nunca se percató de que la seguían hasta fue demasiado tarde.
-Hola, Candy.
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