Stravaganza - Capítulo 8

 Sábado en la mañana. Demasiado temprano para estar despierta un sábado en la mañana. Pero seguir soñando con él la hacía sentir terriblemente culpable como para intentar volver a dormir. "Anthony saldrá hoy, saldrá hoy", era lo único que importaba y lo único en lo que debía pensar. ¿Entonces por qué seguía recordando el suave contacto de sus manos cuando ató el pañuelo sobre su herida?

¡El pañuelo, cierto! Seguía atado a su brazo, había dormido con él. Tomó una de las puntas son las yemas de sus dedos. La tela era tersa, deliciosa al tacto. Un relieve sobresalía en la orilla, dos iniciales bordadas a mano "T. G.". Desató el pañuelo de su brazo, los rasguños que Neal le había hecho seguían ahí, pero nada de qué preocuparse. Le preocupaba más que alguien encontrara en su habitación un pañuelo propiedad de Terrence Grandchester. Debía encontrar la oportunidad de devolvérselo a la brevedad.

Pero antes, ¿un último pecado, tal vez? Se llevó el pañuelo a la nariz para embriagarse con su aroma. Olía a él, a su perfume, a su esencia. Una fragancia fuerte, pero sin ser escandalosa, con notas frescas, serenas. Cerró los ojos y no pudo evitar pensar en un árbol, alto y grueso, cuyas ramas más altas se perdían entre las nubes del cielo.

"Toc, toc, toc" golpearon a su puerta, ¿tan temprano? ¿Quién podría ser? ¿Anthony? ¿Venir directo del cuarto de meditación para invadir los dormitorios de las chicas? Eso le otorgaría un pase permanente en aquel encierro disfrazado de lugar de reflexión.

Abrió la puerta, pero antes de poder identificar quién interrumpía su mañana sabatina, Annie había entrado en su habitación sin esperar a ser invitada.

-¿Es cierto?

-¡Annie! ¡Qué gusto verte!

-¿Es cierto? ¿Eres novia de Anthony Brown? ¡Candy por favor respóndeme!

-Solo si me explicas por qué te interesa tanto saberlo – Annie lucía nerviosa y desesperada.

-Archie.

-Sigo sin entender.

-Yo, yo estoy enamorada de él.

-Annie, eso es, maravilloso – pensar que dos de sus mejores amigos terminaran unidos por el amor le alegraba inmensamente, aunque Annie ni siquiera se atreviese a hablarle en público, ella seguía considerándola su mejor amiga.

-El problema es que él solo tiene ojos para ti.

-¿Qué? ¡Annie eso no es cierto! ¿Quién te dijo semejante mentira?

-¡Archie! ¿Sigues diciendo que se trata de una mentira?

-Explícame, por favor, porque honestamente me siento perdida.

- Cuando le confesé mi amor, él me dijo, "que lo sentía", pero que no podía corresponderme porque su corazón pertenecía a otra chica, una chica que estaba en América pero que pronto entraría en este colegio y entonces lucharía por convertirla en su novia. Ahora todo cobra sentido, esa chica eras tú.

-¿Tú le confesaste tú amor? – era la parte que más le había impactado y al parecer la única a la cual le había prestado atención.

-¡Por favor Candy! ¡Suficiente humillación tuve que soportar después de reunir el valor para hablarle y que él me rechazara como para que ahora tú te burles!

-Annie no me estoy burlando, solo, me sorprende mucho que tú hayas tomado la iniciativa. La Annie que recuerdo es, tímida y callada, pero me encanta darme cuenta que eso ha quedado atrás.

-¿Y eso de qué me sirvió? Si él te ama a ti.

-A ver, vayamos por partes, ¿quieres? Toma asiento, estás demasiado tensa. Archie y yo siempre hemos sido amigos, nada más. Lo quiero mucho, es un chico increíble y me fascina la idea de que una chica tan bella como tú, por dentro y por fuera, lo ame.

-¿Entonces por qué me dijo eso?

-No lo sé, tal vez se refería a otra chica o tal vez no supo qué contestarte e inventó esa excusa.

-¡Genial! No está enamorado de otra chica, simplemente me desprecia.

-No digas eso. Hablaré con él.

-¡No por favor Candy no lo hagas, me moriría de vergüenza!

-No te preocupes, no diré nada que te afecte. Pero me parece necesario aclarar esta confusión.

-¿Y? ¿Eres novia de Anthony Brown? ¿O eso también es una confusión?

- Es cierto, y por lo que veo un tema de dominio público en este colegio.

- Te vi llegar con Terry ayer, por tu bien, espero que eso no se convierta también en un tema de dominio público, o te meterás en graves problemas.

-El solo nombre de Terry ya me ha generado suficientes problemas, créeme.

-¿Entonces por qué aceptas verte con él?

-No se trata de eso. ¿Tienes tiempo para escuchar una larga historia o tienes miedo de que alguien te descubra en la habitación de la indeseable alumna de esta distinguida institución?

-¡Santo Dios, Candy! – Expresó Annie después de que Candy terminara de contarle los terribles sucesos que provocaron que la tarde anterior la viese llegar acompañada de Terry – Fue una suerte que Terry haya aparecido, pero, ¿qué pensaba hacer Neal? ¿A qué se refería con...? ¡No, no quiero ni pensarlo!

-Yo tampoco. En fin, Terry propuso acompañarme ya que pensó que tal vez Neal y sus amigos estuvieran esperando la oportunidad de atacarme sola otra vez, por eso me viste llegar ayer con él.

-Solo lo hizo por cortesía.

-En teoría, aunque no por eso dejó de fastidiarme todo el tiempo.

-Ese chico es raro, ¿no crees? A mí me asusta.

-Creo que la mayor parte del tiempo solo está alardeando.

-Aunque hay que reconocer que es extremadamente apuesto. Con razón Eliza está loca por él.

-¡Son tal para cual! Engreídos, petulantes e incapaces de querer a nadie que no sea ellos mismos.

-¡Hola, Candy! – La saludó Archie cuando se encontraron por casualidad fuera de la biblioteca – Anthony sale en un par de horas del cuarto de meditación, debes estar feliz.

-Lo estoy, pero también un poco confundida. ¿Puedo preguntarte algo?

-Seguro – contestó.

-Cuando Annie Brither te confesó su amor, tú le dijiste que no podías corresponderle porque te gustaba otra chica que vivía en América y que pronto llegaría a este colegio, ¿a qué chica te referías Archie? ¿O fue solo una excusa para no lastimar sus sentimientos? Porque Annie tiene la falsa idea que te referías a mí.

-Me refería a ti – ante semejante confesión Candy perdió el habla por un momento - ¿me concedes un par de minutos, Candy?

-Los tres estábamos enamorados de ti, por si no te habías dado cuenta – ambos sentados en las escaleras de la biblioteca evitaban mirarse a los ojos. Archie tenía sobre las piernas los libros que Candy había sacado de la biblioteca, insistió en ser él quien los cargara, siempre un caballero, sin importar la situación – pero por favor, no le digas a Stear que ya lo sabes o no será capaz de volverte a mirar a la cara por la vergüenza, ya lo conoces. Enamorados de ti, de tu voz, de tu risa que era capaz de alegrar ese infierno que era la casa de los Leagan, pero sobre de tu forma de ser, tan natural y sincera. Pero también sabíamos que eras solo una niña, una hermosa y dulce niña.

Entre nosotros acordamos dos cosas, la primera, que esperaríamos, por lo menos hasta después de ingresar al colegio para declararte nuestro amor, por el tema de la edad y también porque temíamos que si la tía Elroy llegaba a enterarse de nuestros sentimientos hacia ti, inventara alguna retorcida excusa para alejarte de nosotros. Y la segunda, que los tres te informaríamos al mismo tiempo del amor que sentíamos por ti, la decisión sería completamente tuya, y todos la acataríamos. Pero Anthony no respetó ninguno de los dos acuerdos.

¡Sí, sí, Candy, ya sé! Tuvo un accidente, estuvo cerca de la muerte y ahora no quiere dejar pasar ninguna oportunidad de vivir al máximo, aunque parece que está exagerando. Lo entiendo, pero no por eso dejo de sentirme "robado". Me robaron la única oportunidad que tenía de decirte lo que siento, de luchar por ganar tu corazón. Stear dice que tú siempre sentiste predilección por Anthony, que de todos modos él y yo no hubiésemos tenido la menor posibilidad de aspirar a tu amor, pero yo hubiera preferido que me lo dijeses tú, ¿me entiendes? Habría sido más digno, para mí.

-Archie, yo...

-No tienes que decir nada, Candy.

-No quisiera que las cosas entre nosotros cambiaran.

-No lo harán, te lo aseguro. Que tú seas novia de Anthony no cambia nada, ni que yo deje de quererte, ni que deje de desear tu felicidad. Si eres feliz con él, eso es suficiente para mí.

-Annie es una hermosa, chica; muy dulce, yo también deseo tu felicidad y me daría mucho gusto verte feliz con ella.

-No lo dudo, pero a veces, Candy. En el corazón no se manda. Tengo una duda, ¿cómo es que te enteraste de lo que yo le había dicho a Annie? ¿Acaso ustedes se han vuelto amigas?

-Chismes de corredor – mintió – parece que en esta escuela es la única forma que tienen de entretenerse. Eso y provocar peleas en horas de clase.

El sol brillaba poderoso en lo alto del cielo cuando finalmente abandonó ese maldito cuarto de meditación, los alumnos parecían gustosos de disfrutar aquel medio día vibrante y soleado, pero a él lo estaba matando. No sabía si su malestar se debía a haber pasado tantas horas encerrado en ese oscuro y sucio cuarto que sus ojos se habían desacostumbrado a la luz natural o era culpa de ese terrible dolor de cabeza que había vuelto a atacarlo. La luz, el ruido, el simple aire al rozar su cabello representaba una tortura a cada uno de sus sentidos. Pero sabía que si decía una sola palabra de sus dolencias, lo mandarían de inmediato a un hospital donde lo bombardearían por semanas con cientos de pruebas y estudios, y él lo único que deseaba era verla.

Pero no en esas fachas. Se sentía sucio, desaliñado, y por la reacción que tenían el resto de estudiantes al verlo pasar, debía lucir como un vagabundo o una especie de demente. O tal vez solo era la reciente adquirida mala fama de pendenciero gracias a su pelea con el idiota de Terry Granchester. Un baño, ropa limpia y entonces saldría directo a buscarla. Candy, su bello rostro, su hermosa sonrisa, siempre habían sido capaz de hacerlo sentir mucho mejor en las situaciones más adversas.

- Ya me había acostumbrado a tener el cuarto para mí solo – ignoró la ácida bienvenida de Neal y se dirigió sin dudar a los cajones de cómoda para buscar ropa decente para cambiarse - ¿es cierto lo que murmuran en los pasillos del colegio? – Neal no tenía intenciones de desistir en su encomienda de fastidiarlo - ¿Qué Candy es tu novia?

Anthony se detuvo un momento, pensó en otorgarle a Neal una respuesta, aunque recapacitó en el hecho que tratar de tener una conversación razonable con Neal Leagan era una absoluta pérdida de tiempo y prefirió seguir ignorándolo. Neal tomó su silencio como un sí.

-¡Nunca creí que tuvieras tan malo gusto!

-¡Cierra la boca! – Exigió Anthony abalanzándose sobre él – ¡No te permito que sigas diciendo una palabra más sobre ella!

- ¿Ni siquiera que la encontré charlando a solas con Grandchester? – Ese tipo, ¡de nueva cuenta ese maldito tipo! – Si Candy no es tu novia, entiendo que el asunto no te interese en absoluto. Pero si lo fuera, yo que tú no estaría tan tranquilo.

-¡Habla!

- ¿Entonces, Candy sí es tu novia?

- ¡Por supuesto que es mi novia, así que habla de una maldita buena vez!

- ¡Uy! Sí la tía abuela Elroy se enterara de que su nieto favorito se expresa con ese tipo de vocabulario, le rompería el corazón.

-¡Neal no me hagas perder la paciencia!

-¡Está bien, está bien! Te lo diré. – Sonreía. – Ayer paseaba por los jardines con un par de amigos, cuando encontré a Grandchester charlando con Candy en el rincón más apartado del jardín. Pensé en pasar de largo sin hacer más alboroto, al final de cuentas, lo que ellos hagan a mí me importa un bledo. Pero Grandchester enloqueció al verme, se me lanzó a golpes – señaló su labio hinchado – exigiéndome que no le dijera una palabra a nadie de lo que había visto. Candy por su parte, estaba sumamente nerviosa. –Abrió la puerta de su habitación. - En mi opinión, esos dos ocultaban algo.

El dolor de cabeza se había vuelto diez veces peor, no podía ver, todo le daba vueltas y un terrible ardor subía desde el estómago hacia su boca, hasta que finalmente terminó vomitando de rodillas sobre el inodoro del cuarto de aseo. 

Capítulo 7 - Capítulo 9

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